Muy buena transmisión por streaming de “LA FANCIULLA
DEL WEST” desde el Met
QUIEN MANDA EN EL FAR
WEST TIENE CARA DE MUJER
Martha CORA ELISEHT
Dentro de la denominada Puccini Week, el Metropolitan Opera
House de New York brindó en el día de la fecha una transmisión por streaming de “LA FANCIULLA DEL WEST”
que data de 2010 y que contó con la presentación de Sondra Rabdanovsky,
dirección coral de Donald Palumbo y dirección musical de Nicola Luisotti,
puesta en escena de Giancarlo del Mónaco, escenografía y vestuario de Michael
Scott e iluminación de Gil Wechsler, con el siguiente reparto: Deborah Voigt (Minnie), Marcello Giordani (Dick Johnson), Lucio Gallo (Jack Rance), Tony Stevenson (Nick), Edward Parks (Jim Larkens), Trevor Scheuneman (Sid), Hugo Vera (Trin), Dwayne Croft (Sonora),
Jeff Matsey (Castro), Michael
Forest (Joe), Richard Bernstein (Bello), Adam Herskowitz (Harry), David Crawford (Happy), Oren Gradus (Jack Wallace), Keith Miller (Ashby Wells Fargo), Edward Mout (un Jinete), Ginger Costa Jackson (Woowle) y Philip Cokorinos (Indio Billy).
Esta representación contó con un valor
agregado: el Met la incluyó en su Temporada 2010/2011, porque se cumplieron 100
años desde su estreno, cuando el teatro lírico neoyorquino le encargó a Puccini
la composición de una ópera. Rápidamente, el italiano puso manos a la obra y
contrató a los libretistas Guelfo Civinni y Carlo Zanganini para que adaptaran una obra de David Belasco – el mismo autor de MADAME BUTTERFLY-, mientras que el
músico sumó una maravillosa orquestación,
donde el leitmotiv principal posee reminiscencias del último acto de “MANON” de Massenet. Hasta puede decirse
que Andrew Lloyd Weber tomó el tema para su musical “EL FANTASMA DE LA ÓPERA” del tema de amor interpretado por Dick Johnson hacia el final del 1° Acto (“Quello che tacete”). Pese a que los
descendientes de Puccini lo denunciaron por plagio, dicha demanda no prosperó. Desde
su estreno –con la presencia estelar de Emily Destinn y Enrico Caruso en los
roles centrales-, la ópera tuvo mucho éxito en Estados Unidos y otros
escenarios europeos y sudamericanos –entre otros, el Teatro Colón- pero fue
recibida con cierta reticencia en Italia. No obstante, se fue afianzando con el
correr del tiempo y se representa regularmente en los principales escenarios
del mundo. Según palabras de su autor en 1910, “la mejor obra que he compuesto”.
Para la presente representación se
montó la escenografía acorde al ámbito donde transcurre la ópera: fines del
siglo XIX, durante la Fiebre del Oro en California. En el 1° Acto, en el Polka Saloon que administra Minnie, donde los hombres acuden a beber
y jugar a las cartas tras trabajar en la mina. Y como buen Saloon que se precie de tal, con mostrador, mesas y sillas en tonos
color madera. El 2° Acto muestra la cabaña de Minnie en medio de las montañas, donde la escenografía se divide en
dos partes: por un lado, el interior y por el otro, el exterior de la cabaña,
con lugar para apostar los caballos. A su vez, la misma posee un escondite
secreto en el techo –donde la protagonista esconde a Dick Johnson tras haber sido herido- y una puerta lateral. El 3°
Acto muestra un pueblo calle típico del Far
West, donde tendrá lugar el desenlace. Naturalmente, el vestuario también
es característico de la época, donde predominan los tonos marrones, con
excepción del sheriff Jack Rance y el
bandido Dick Johnson, quienes están
vestidos de negro. Por su parte, Minnie también
luce vestimentas en tonos de marrón en el 1° y 3° Acto, mientras que en el 2°
Acto se engalana con un vestido celeste con vivos y pechera blancos, una rosa
roja en la misma y un mantón de Manila al tono. Cuando se dispone a dormir, lo
hace con camisón largo blanco. De más está decir que todos los intérpretes están
magistralmente caracterizados.
Todos los cantantes que
interpretaron los roles secundarios se destacaron por la calidad de sus voces y
sus dotes histriónicas, de modo que quien escribe se concentrará en los roles
principales. Deborah Voigt sorprendió dando vida a una cándida y
temperamental Minnie, valiente como para vivir sola entre las montañas, capaz de
manejar un rifle y lidiar con hombres regenteando una taberna en el Lejano
Oeste pero a su vez, se permite soñar con el amor y hacer que todos la escuchen
embelesados cuando recita un párrafo de la Biblia. Naturalmente, la fuerza del
amor hará que se emperifolle para recibir en su casa a Dick Johnson y que asimismo,
él sea incapaz robar el oro que ella esconde celosamente en un lugar secreto de
su taberna por respeto a la mujer que ama. Desde el punto de vista vocal,
estupenda en los dúos de amor (“Comme
siete graziosa” y “Dolce vita é de
morir”) y sobresaliente en la escena
de las cartas junto al sheriff Jack Rance
(“T’ofro questo uomo e la mia vita…
Una partita”). A medida que la escena crece en intensidad dramática,
alcanza su clímax al sacar el as que tiene escondido bajo la media, lo que le
permite ganar la partida y salvar al hombre que ama. Una estupenda actuación,
al igual que al impedir que su amado sea
colgado en la horca y recordarles a todos los favores que les ha hecho, que
culmina con la intervención de Sonora
(“Le tue parole sono di Dío”) y al despuntar el amanecer, cuando se aleja
junto a su amado (“Addio, mia dolce
terra”). Por su parte, la actuación del barítono italiano Lucio Gallo como
el sheriff Jack Rance fue excelente,
ya que posee un estupendo fraseo, una voz imponente –sin ser ruda ni áspera,
que es lo que necesita este rol- rica en matices y una soberbia línea de canto.
Además de la escena de la partida de póker, se luce presentándose como el
sheriff (“Ió non sono Jack, sono il
sheriffo”) y cuando observa sangre cayendo del techo (“Il strano… Il sangue sulla mano”). Y en el 3° Acto, su
interpretación fue magistral. En cuanto al tenor, Marcello Giordani posee una
voz sumamente dulce y melodiosa, ideal para las escenas de amor (“Quello che tacete”, “Un bacchio!”) y
en los mencionados dúos junto a la protagonista, pero que por momentos le
cuesta dar las notas sobreagudas. No obstante, se destacó en el aria del 2°
Acto (“Sesun messi fa”) y en la más
representativa de la ópera en el 3° Acto (“Che
ella mi creda libero e lontano). Y el Coro sonó muy compacto, brindando el
marco apropiado para las escenas de conjunto en el 1° y 3° Actos.
Merece un párrafo aparte la
impecable dirección del italiano Nicola Luisotti, quien brindó a la orquesta el
brillo, vuelo y romanticismo típicos de la música de Puccini. Se destacó por su
excelente manejo de los tempi y por
contagiar su énfasis a los músicos.
Una vez más el amor triunfa y
prevalece sobre el odio, pero con una salvedad: en la mayoría de las óperas, la
muerte pone fin a las penurias que sufren los enamorados, o el héroe aparece
justo a tiempo para salvar a su amada. En este caso, es exactamente al revés:
quien domina es una mujer fuerte, valiente y corajuda, capaz de hacer frente a
todos en un lugar donde impera la ley
del más fuerte. Típica actitud de una heroína pucciniana, quien se va junto al
hombre que ama para vivir su amor bajo otros cielos y donde todo culmina con un
final feliz. Una mujer que lleva los pantalones en un lugar dominado por
hombres, tan rudo y salvaje como el Lejano Oeste. Todo es posible en el
universo de Puccini.
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