sábado, 21 de noviembre de 2020

 

Espléndida representación de “RUSALKA” desde el Metropolitan

 

CUANDO NO SE PUEDE SER LO QUE NO SE ES

Martha CORA ELISEHT

            Dentro de las numerosas transmisiones por streaming ofrecidas por el Metropolitan Opera House de New York, el pasado miércoles 18 del corriente se ofreció una representación de “RUSALKA” de Antonin Dvorak (1841-1904) con producción integral de Otto Schenk, escenografía de Günther Schneider- Siemmensen, vestuario de Sylvia Strahammer, iluminación de Gil Wechsler y coreografía de Carmen de Lavallade. La dirección orquestal estuvo a cargo de Yannick Nézet- Séguin; la coral, de Donald Palumbo y contó con la presentación de Susan Graham.

            Esta producción data de 2014 y el elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Renée Flemming (Rusalka), John Reylea (Vodnik, Señor de las Aguas), Dolora Zajick (Jezibaba), Piotr Beczala (Príncipe), Emily Magee (La Princesa Extranjera), Vladimir Chimelo (Vanek, un guardabosques), Julie Boulianne (pinche de cocina), Alexei Lavrov (acompañante del Príncipe) y el trío compuesto por Dísela Larusdotir, Renée Tatum y Maya Lahtan (Ninfas del Bosque).

            La más conocida de las óperas de Dvorak fue compuesta y estrenada en el Teatro Nacional de Praga en 1901 con libreto de Jaroslav Kvapil, quien a su vez se basó en el poema Undine de Friederich de la Motte Fouqué y La Sirenita (Den lille Havfrue) de Hans Christina Andersen. Según la mitología eslava, la rusalka es una figura muy antigua de los cuentos de hadas y leyendas checas: una ninfa del agua, que habita en lagos o ríos. Kvapil terminó de escribir su libro de cuentos en 1899 y estaba interesado en que algún compositor ilustrara su obra con música. Cuando Dvorak terminó de leerlo, se dedicó de lleno a componer una ópera en un lapso relativamente corto –menos de un año- y logró una auténtica obra maestra. Las bellísimas melodías son mayormente checas, aunque emplea la técnica del lied, el leitmotiv y las arias, logrando efectos típicos del impresionismo, pero también, del expresionismo. El éxito fue rotundo desde su estreno y es la más representada de todas las óperas checas en la actualidad. Asimismo, el aria más famosa de la misma –Canto de la Luna (Mésicku na nel hlubokém)- fue inmortalizada por numerosas sopranos, destacándose las interpretaciones de Lucía Popp, Gabriela Becñacová, Pilar Lorengar, Adrianne Pieczonka y más recientemente, Ana María Martínez –quien la estrenó en el Colón en 2017-, Kristine Opolais y Renée Flemming, quienes la popularizaron interpretándola tanto de manera completa como en recitales. La primera representación de RUSALKA en Argentina tuvo lugar en el Teatro Avenida en 2015 organizada por Buenos Aires Lírica, con Daniela Tabernig en el rol protagónico.

            Para la presente función, Otto Schenk creó una puesta en escena magistral: el lago en medio del bosque en el 1° y 3° Actos, donde predominan los tonos de verde y celeste –que se reflejan en los vestidos de las Ninfas del Bosque, Rusalka y Vodnik, mientras la hechicera Jezibaba lo hace con una blusa color verde agua y un vestido largo raído en marrón. Cuando Rusalka se transforma en humana, luce una blusa blanca y un vestido largo color gris al encontrarse con el Príncipe, quien aparece con traje de cazador. En la escena de Palacio en el 2° Acto, tanto el Príncipe como la Princesa Extranjera y los integrantes del ballet lucen atuendos en rojo y bordó –haciendo alusión a la pasión, cosa de la cual la protagonista carece porque es una ninfa de agua-, mientras que Rusalka y su padre lo hacen en tonos de celeste. La caracterización de todos los personajes es excelente y aparecen figurantes vestidos de ranas e insectos mientras Jezibaba prepara la poción para la transformación de Rusalka (“Cury, mury, fuk!” Abracadabra!), lo que le da un toque de misterio al aria. La maldición y las advertencias sobre las desgracias que pueden suceder se logran mediante efectos de iluminación (relámpagos, rayos).

            La magistral dirección del canadiense Yannick Nézet- Séguin se apreció desde la Obertura –donde figuran los numerosos leitmotives que caracterizan a los diferentes personajes-, imprimiendo una impecable precisión a la orquesta del Metropolitan, pero al mismo tiempo, brindando el vuelo y la musicalidad necesarias para lograr una interpretación  romántica. Esta línea melódica se mantuvo desde el principio hasta el final, siendo sólo interrumpida luego de las arias principales. A su vez, pese a que posee una breve intervención, el Coro también sonó de manera compacta y homogénea en la escena del baile en el Palacio. Y en cuanto a los intérpretes de roles secundarios, todos han estado muy bien, aunque el trío compuesto por Dísela Larusdotir, Renée Tatum y Maya Lahtan merece un apartado especial. Las tres voces de las Ninfas del Bosque sonaron muy bien, con una buena compaginación entre las mismas. Derrocharon soltura y despliegue en el escenario tratando de seducir al Señor de las Aguas. El bajo John Reylea se destacó como un imponente Vodnik –tanto desde el punto de vista vocal como actoral- en todas sus arias, pero descolló en el 2° Acto (“Béda! Béda! Ubohá Rusalko béda!” “¡Qué desgracia! Pobre Rusalka!”). Lo mismo sucedió con Dolora Zajick, quien encarnó una inolvidable Jezibaba merced a sus soberbios matices dramáticos, que brindaron la profundidad necesaria que requiere la interpretación de la hechicera. Y la soprano Emily Magee se lució como la Princesa Extranjera, dispuesta a brindar al Príncipe la pasión que Rusalka no puede ofrecerle (“Né, neni tu laská, knévivý je to cit”). También se lució en el trío final del 2° Acto junto al Príncipe y Vodnik. Piotr Beczala no sólo es uno de los mejores tenores de la actualidad, sino que el rol del Príncipe le sentó de perlas. Su poderosa voz descolló desde el encuentro con Rusalka al final del 1° Acto (“Zde nihla se a zaje zmizla!”), preguntándose si es una criatura divina o real (“Vidimo divná, presladka”). Lo mismo sucedió en el 3° Acto, cuando decide morir en brazos de Rusalka (“Bilá moje lani! Bilá moje lani!”), donde hizo gala de sus magistrales agudos. Su voz se iba apagando a medida que agonizaba, en una actuación magistral.

            Renée Flemming no sólo ha sido la principal intérprete de este rol en las últimas décadas, sino también quien inmortalizó el célebre Canto de la Luna (“Mésicku na nel hlubokém”). Apareció en escena iluminada por la lunarepresentada por el bellísimo acorde entre el arpa, clarinete y oboe- y tras su exquisita interpretación, el Met se vino abajo en aplausos. No sólo ofreció sus consabidos agudos, sino que también se destacó al recuperar la voz tras el encuentro con Vodnik en el 2° Acto, que se manifiesta mediante una escala diatónica descendente. Si bien el aria del 3° Acto es mucho menos conocida que el Canto de la Luna, el Lamento de Rusalka posee una melodía exquisita, donde la soprano hace gala del fraseo y la línea de canto (“Neci telná vodni moci”), ya que manifiesta su angustia de no poder ser ni ninfa ni humana, sino un espíritu de muerte (bludicka) que habita en la profundidad del pantano. Su interpretación fue excelsa, al igual que sus dotes histriónicas al no poder manifestar sus sentimientos por permanecer muda a fines del 1° Acto y durante casi todo el 2°. Al terminar la obra, la ovación fue total.

            Independientemente de la belleza de la melodía y de las voces, este fantástico relato lleva implícita una moraleja: no se puede ser ni aparentar lo que no se es. Al igual que La Sirenita, se transforma en humana para lograr el amor del príncipe y fracasa en el intento. Con la única diferencia que en el cuento original de Andersen, la sirenita muere y se metamorfosea en espuma de mar, mientras que Rusalka no puede volver a ser lo que era, pero tampoco puede morir. Deberá permanecer condenada en el pantano. Una sensacional forma de decir una frase tan actual como: para obtener algo, hay que sacrificar algo. Puede salir bien como también puede salir mal. En este caso, ilustrada por la inmortal música del gran compositor checo.

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