domingo, 1 de noviembre de 2020

 

Excelente transmisión por streaming de “BORIS GODUNOV” desde el Metropolitan

 

EL PUNTAPIÉ INICIAL DEL NACIONALISMO MUSICAL RUSO

Martha CORA ELISEHT

 

             Un ciclo sobre Política e historia en la ópera no puede dejar de incluir una obra cumbre del nacionalismo musical ruso: BORIS GODUNOV, de Modest Musorgsky (1839-1881) que se repuso en transmisión por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York y que contó –salvo el protagonista y algunos pocos cantantes- con un elenco íntegramente ruso, con producción integral de Stephen Waldsworth, escenografía de Ferdinand Wöggerbraud, vestuario de Mosdele Bakkel, coreografía de Anastolia Tsouki e iluminación de Duane Schuler. La presentación estuvo a cargo de Patricia Racette y contó con la dirección coral de Donald Palumbo y el gran Valery Gergiev en el podio.

            Esta representación data del 2010 y fue interpretada por los siguientes cantantes: René Pape (Boris Godunov), Mikkail Svetlov (Mitiuschka), Alexey Markov (Schchekalov), Oleg Balashov (Príncipe Shuisky), Mikhail Petrenko (Pimen), Aleksandr Antonenko (Grigory, luego Dmitri), Vladimir Ognovenko (Varlaam), Nikolai Gassiev (Missail), Ekaterina Semenchuk (Marina), Evgeny Nikitin (Rangoni), Dennis Petersen (Khrutschev), Valerina Putinski (Nikitich), Olga Sanova (Posadera), Gennady Bezzubenkov (Oficial), Jennifer Zetlan (Xenia), Jonathan Makepeace (Feodor), Larisa Schevchenko (Nodriza), Andrew Oakden (Levitsky), Mark Schonwalter (Chernikovsky), Brian Frutiger (Boyardo) y Andrey Popov (Loco místico).

            BORIS GODUNOV es la obra cumbre del nacionalismo musical ruso –movimiento que comenzó en 1841 con LA VIDA POR EL ZAR, de Mikhail Glinka y que se consolidó con el denominado Grupo de los Cinco (Moguchaia Kuchka) dirigido por Mily Balakirev- y se basa en un hecho histórico: la época de los disturbios, que tuvo lugar en Moscú entre la muerte del zar Iván el Terrible hasta el advenimiento de la dinastía Romanov. De los personajes que integran la ópera, cuatro han sido zares de Rusia (Boris, su hijo Feodor, Grigory Otrépiev (el falso Dmitri, ya que el verdadero murió en un hecho nunca bien esclarecido) y el boyardo Shuisky). Uno de los temas centrales de la ópera es la búsqueda del poder mediante engaños, que determina tanto las acciones de Boris como las de Grigory, la nobleza polaca –representada por Marina, cuya única ambición es ser zarina- y los boyardos. Además de ser una profunda autocrítica, también denuncia –a manera de advertencia- lo que podría suceder en Rusia si se continúa por el camino elegido por el zarismo y la aristocracia. El pueblo –representado por la figura del Loco Místico- es la mayoría y lamentablemente, el que siempre sale perdiendo. Sin embargo, no es la primera obra donde se exponen el totalitarismo y el poder central en Moscú. La primera ópera que pone de manifiesto estos temas es PSKOVITYANKA (La Doncella de Pskov) de Rimsky- Korsakov, pero jamás alcanzó la popularidad de BORIS GODUNOV.  Para su autor, el arte debía revestir una responsabilidad y utilidad social y lo asumió mucho más profundamente que cualquier otro compositor de su tiempo. No sólo plantea la existencia de los problemas, sino también las causas de la ausencia de igualdad y autonomía.

            Musorgsky comienza a escribir su obra en 1868 y la culmina a mediados del año siguiente, basándose en el drama homónimo de Alexander Pushkin. Sin embargo, el Comité de Teatros Imperiales de San Petersburgo la censuró en 1871. Por .lo tanto, comienza a trabajar arduamente en ella y a revisarla, agregando versos propios sobre Historia del Estado Ruso de Nikolai Karamzin. Gracias a esta última pudo estrenarse en 1874 en el Teatro Marinsky de San Petersburgo y es la estructura que se conoce en la actualidad (un Prólogo y 4 actos). Posteriormente, Rimsky- Korsakov realiza una orquestación definitiva en 1883, tras la muerte del compositor y que es la partitura que se representa hasta nuestros días.

La puesta en escena es sencilla y permite realizar correctamente los múltiples cambios de escena que se suceden durante toda la obra. Se utilizó vestuario de época, donde el blanco está reservado solamente para los monjes (Pimen y el Loco Místico), mientras que Boris sólo lo usará en el momento de su muerte. También es el color predominante en la corte polaca, mientras que Marina  y el monje Rangoni están vestidos de negro. La caracterización de los personajes es perfectamente acorde a la época y la excelencia vocal de todos los cantantes ha sido la característica distintiva de esta versión. Debido a que es una obra con un reparto sumamente extenso –abundante en roles secundarios- , todos han desarrollado magistralmente sus respectivos personajes. Por otra parte, el Coro actuó como un personaje más, brindando el marco perfecto para la escena de la coronación de Boris en el Prólogo, la corte de Marina en Polonia y la escena final, donde el pueblo se levanta contra los boyardos y los cosacos hasta que entra Dmitri subiendo una escalera ubicada en el centro del escenario.

Independientemente de ser uno de los mejores directores de orquesta de la actualidad, Valery Gergiev es invitado permanente del Met. Dirigió con suma precisión, énfasis y distinción, logrando un clímax insuperable en los momentos de mayor tensión dramática. Y en cuanto a los roles principales, el tenor Andrey Popov fue el que más se lució en el difícil rol del Loco Místico, quien abre la obra señalando a Boris como el futuro zar y cierra la misma en la última escena, donde todo seguirá igual gobierne quien gobierne. Es un excelso actor y sobresalió por ello, aunque también se desempeñó muy bien vocalmente. El barítono Mikhail Petrnko ofreció un excelente Pimen de cabo a rabo, al igual que Evgeny Nikitin como el intrigante Rangoni. Ekaterina Semenchuk brilló como la princesa Marina merced al hermoso color y matices de su voz, al igual que su impecable fraseo y línea de canto.  El bajo- barítono Vladimir Ognovenko se lució como el sacerdote Varlaam en su aria principal (Una vez en la ciudad de Kazán), mientras que Oleg Balashov encarnó un muy buen Shuisky. Es un excelente tenor y brindó unos agudos insuperables. Su compatriota Aleksandr Antonenko dio vida a un gran Grigory/Dmitri, destacándose en sus arias principales y en los diálogos con Pimen y Marina.  Y René Pape fue un Boris de antología desde todo punto de vista. Su transformación fue plena cuando le informan que el zarévich Dmitri puede estar vivo, ya que su trono está en peligro. Unido esto a la maestría de sus interpretaciones y a su prodigiosa voz, no necesitó nada más para encarnar al protagonista: vocalmente, sublime e histriónicamente, perfecto.

Hacía mucho tiempo que una no escuchaba esta auténtica obra maestra de la lírica rusa –una recuerda la magistral interpretación de Evgeny Nesterenko en el Colón- y fue un auténtico placer poder revivirla. Una gran producción al estilo Metropolitan, con gran cantidad de figurantes en escena y un inmenso despliegue de recursos. Y con un elenco que permite recrear los orígenes de la ópera en Rusia para brindar una magnífica lección de historia.

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