domingo, 7 de marzo de 2021

 Muy buena versión de “GISELLE” por el Ballet Contemporáneo de Jorge Amarante

 

CÓMO TRANSFORMAR UN CLÁSICO Y NO MORIR EN EL INTENTO

Martha CORA ELISEHT

           

            GISELLE es un ballet clásico/ romántico por excelencia, donde la protagonista no sólo debe poseer una técnica impecable y pulida para interpretar la clásica coreografía ideada por Jules Perrot y Jean Coralli –modificada posteriormente por Maruis Petipa- con música de Adolphe Adam (1803-1856),  sino también grandes dotes histriónicas para componer los diversos estados de ánimo de este rol, que figura en el repertorio de toda prima ballerina o étoile que se jacte de ser tal en cualquier parte del mundo. Resulta un tanto difícil imaginar este gran clásico en versión de danza contemporánea. No obstante, Jorge Amarante lo hizo y lo demostró el pasado sábado 6 del corriente en el Teatro El Nacional al frente de la Compañía de Danza Contemporánea que lleva su nombre, con coreografía propia y producción general de Karina Battilana, vestuario del mismo Amarante –cuya realización estuvo a cargo de Stella Maris López- e iluminación de Martín Rebello.

            El elenco estuvo formado por los siguientes bailarines: Sofía Menteguiaga (Giselle), Facundo Luqui (Albrecht), Tomás Carrillo (Hilarión), Analía Sosa Guerrero (Madre), Ludmila Galaverna (Berthilde), Iara Fassi (Myrtha, Reina de las Willis), María Eugenia Pommorsky, Lorena Sabena, Marcone Fonseca, Nicolás Scianca (amigos de Giselle), Federico Cáceres Iglesias, Gastón Bongiovanni (acompañantes de Berthilde), Sofía Sciaratta, Ingrid Molea, Agostina Sturla, Guadalupe Ojeda Chaparro, María Eugenia Pommorsky y Lorena Sabena (Willis).

            La presente versión contó con el apoyo de PRODANZA, la Fundación Julio Bocca y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y se trató de un estreno mundial. Si bien su argumento no difiere básicamente del original, hay algunas variantes. Por empezar, Giselle no es una joven de salud delicada y frágil, sino una mujer de firmes convicciones religiosas que quiere progresar en la vida. En vez de ser hija de una posadera, es de la líder espiritual de la aldea, que piensa que su hija tendrá una vida larga y dichosa. Sin embargo, su manera de ser no la protege de engaños o mentiras y tendrá su desenlace fatal cuando descubre que su amado Albrecht  no es quien dice ser. Para colmo de males, su prometida Berthilde se encuentra esperando un hijo suyo. Esto desencadena la locura de la protagonista, quien le quita el puñal a Hilarión y se suicida. En el 2° Acto, es su madre quien se encarga de buscar a su hija en el más allá y colocar sal en su tumba para que no caiga en manos de las Willis, ya que no pudo ser sepultada en el camposanto por haberse suicidado. Giselle permanece en una especie de limbo hasta ser aceptada definitivamente en el reino de las Willis, brindando a su amado Albrecht el aliento necesario para que sobreviva hasta la llegada del alba, que marca la desaparición de los espectros.

             Por razones de público conocimiento, se empleó cinta magnetofónica y las escenas de conjunto se hicieron con un plantel reducido (entre 6 a 8 bailarines). Se interpretaron los principales números durante los 80 minutos que duró el espectáculo. La escenografía y el vestuario fueron sumamente sencillos, donde predominaron los vestidos de colores vivaces durante el 1° Acto para Giselle, Hilarión y sus amigos –se reservó el negro para los miembros de la corte y la madre de Giselle- y el blanco y negro en el 2° Actoal igual que en la versión original-. Las Willis lucieron vestidos vaporosos de tul blanco sobre malla del mismo color –lo que las hacía aún más fantasmagóricas sobre fondo negro-. Los aldeanos vistieron remeras de colores y bermudas y todos usaron zapatillas color piel por razones de protocolo sanitario, que simularon los pies descalzos –elemento fundamental en danza contemporánea-. Sólo aquellos vestidos de negro usaron zapatillas del mismo color.

            La coreografía diseñada por Jorge Amarante respetó la concepción original de la obra, logrando muy buen clima y respetando los sentimientos de los protagonistas usando los elementos característicos de la danza contemporánea (contracción, relajación, giros, elongaciones y figuras en espejo).. E hizo que el rol de Berthilde adquiriera un muy merecido e inusual protagonismo. Una bailarina de los quilates de Ludmila Galaverna se impuso en escena y compartió sus sentimientos con Giselle y Albrecht, encarnados magistralmente por Sofía Menteguiaga y Facundo Luqui. La pareja protagónica se destacó por su plasticidad, expresión corporal, técnica y una conexión especial entre ambos; sobre todo, en las escenas donde Albrecht quiere atrapar el espectro de Giselle, hasta que finalmente lo logra. El efecto de imágenes en espejo estuvo muy bien logrado, al igual que la elevación de la protagonista para proteger a su amado de la maléfica venganza de Myrtha. Iara Fassi supo desempeñar este último rol con una jerarquía interpretativa digna de una gran étoile y se retiró sumamente aplaudida al final de la función. Por su parte, Tomás Carrillo dio vida a un muy buen Hilarión, mientras que las escenas de conjunto estuvieron muy bien logradas a cargo de la compañía. Los aplausos se sintieron al final del espectáculo y el director recibió numerosos vítores.

            Afortunadamente, puede decirse que el ballet regresó a la calle Corrientes en forma presencial. Con esto queda demostrado que se pueden realizar espectáculos coreográficos de alto nivel, con menor cantidad de bailarines en escena para las escenas de conjunto y usando recursos escenográficos sencillos, pero lo suficientemente eficaces como para brindar un buen impacto visual. Una iniciativa para imitar y ser tenida en cuenta por parte de los organismos oficiales

No hay comentarios:

Publicar un comentario