domingo, 31 de octubre de 2021

 

PARA EL SANO DEBATE

 

Teatro Colón, temporada 2021, ciclo “Grandes Intérpretes Internacionales”, Presentación de la Soprano Kristine Opolais acompañada al piano por Marcelo Ayub. Programa: Obras  de Cilea, Verdi, Catalani, Boito, Wagner/Liszt y Puccini. 30 de Octubre de 2021.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Recuerdo particularmente un concierto de canciones de cámara que presentó la soprano Karitta Mattila en un abono del Mozarteum Argentino en la sala del Teatro Colón, en donde muchos concurrentes cuestionaron severamente el hecho de que la interprete actuara las mismas en directa consonancia con los textos de dichas canciones. Para muchos asistentes el juicio de valor era inapelable: faltaba más canto y no aceptaba la actuación.  Hoy ante la presencia de la gran soprano letona Kristine Opolais entre Ntros.  en el mismo escenario volvió a generarse el debate, pero esta vez mas civilizadamente. Ahora es, ¿ha cambiado la forma de cantar?, ¿la actuación suple carencias?, ¿hay o no interpretes para determinado repertorio?. Si nos atenemos que en los recitales de algún tiempo atrás los interpretes abordaban determinados fragmentos en una sucesión de 5 o 6 para ahí tomar un breve respiro, retomar con otros tantos, llegar al intervalo y repetir esa secuencia en segunda parte y que luego del final formal el furor era tal que el intérprete ofrecía cuanto menos cinco bises (Monserrat Caballé llegó al extremo de ofrecer ¡14! (otro recital aparte), el último de los cuales fue “Casta Diva”). ¿Existen hoy ese tipo de intérpretes?. Algo ha cambiado y eso es el saldo que ha dejado esta presentación de Kristine Opolais: que como nunca el habitué de la sala del Colón tras el largo silencio al que lo sometió la pandemia vea hoy en mayor perspectiva que ocurre en la actualidad con el fenómeno del arte lírico y no colocara la comparación con los artistas de ayer al momento de analizar lo que acababa de escuchar.. Y es cierto,  la forma de cantar ha cambiado. Tal vez existen pocas voces que puedan afrontar un repertorio de peso como el que Opolais propuso en el escenario del Colón y que las carencias vocales queden a cubierto con una generosa actuación. Entonces tras dos momentos de peso en los que ya ingresa actuando desde el detrás de escena al escenario, hay necesidad de un respiro que es cubierto por el pianista acompañante como tal vez antes no ocurría con tanta asiduidad. Hay énfasis en los gestos, despliegue de técnica vocal, a veces notas forzadas, a veces mayor canto franco. Y es aquí donde de menor a mayor Kristine Opolais fue construyendo su labor en el escenario del Colón. Desde el recitado previo a “Io son l’umile ancella” y el aria propiamente dicha a un interesante “Ave María “ y la posterior “Canción del Sauce” de Otello, retornar a “Adriana” y entregarse por completo en “Poveri Fiori”  para mostrarnos una correcta “Ebben? ne andró lontana”.  Empezar a subir el voltaje con “L’Altra notte in fondo al mare”, sortear una impensada dificultad en “Vissi d’arte” (Llamó la atención el hacerlo de espaldas al público casi en su totalidad y rematar con un agudo corto y esforzado) y cerrar con “Un bel di vedremo”  de una de sus últimas creaciones “Madama Butterfly”. Claro, había en los bises un plus. Comenzando por “La Canción a la Luna” de “Russalka”, una de sus creaciones con la que conquistó a los seguidores Argentinos de las transmisiones del Met Neoyorkino. Lo hizo atravesando el pasillo central de platea deteniéndose en tres puntos del mismo coincidentes con cada momento de énfasis del aria y ahí por fin encontramos a la intérprete plena que admiramos siguiendo sus presentaciones desde las redes sociales y las transmisiones en vivo y el Colón entró en efervescencia. Un bello “O mio babbino caro” rematado hasta con un gesto de picardía en el rostro y el decir y cerrar con total entrega en otro de sus grandes papeles “Manon Lescaut”  con “Sola Perduta Abbandonata”, con la que finalmente conquisto al público expectante. Párrafo aparte para la descollante labor de Marcelo Ayub en el acompañamiento y en sus momentos de destaque. Debió suplir al habitual acompañante de Opolais tras un percance que este sufriera al llegar al país. Ayub mostró solvencia, musicalidad, aportó el clima justo que Opolais necesitó en cada aria  y se lució con exquisita técnica en sus momentos solo con el Interludio del segundo acto de “Adriana Lecouvreur” tanto como el del acto IV de la misma y una espectacular versión de la transcripción para piano de la “Muerte de Amor de Isolda” que Franz Liszt realizara sobre el original de su yerno, Richard Wagner.

 

  Puede decirse que fue muy valiosa esta presencia en donde la Artista Completa pudo imponerse aun cuando el público espera otro tipo de voces y fue mucho más valioso todavía que el público haya sido sumamente respetuoso de esta forma de actuar y que en el debate lo acepte. Ese es el mayor saldo que dejó esta gratísima presencia.

 

Donato Decina

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