POR FIN EN
ESCENA
Teatro Colón,
Temporada 2018, Ballet: “Coppelia”, en tres actos con Música de Leo Delibes,
Libreto de Charles Nuttier y Arthur Saint-Léon en coreografía de Enrique
Martínez. Interpretes: Macarena Giménez (Swanilda) Juan Pablo Ledo (Franz),
Tindaro Silvano (Coppelius), Rocío Prina (Coppelia), Igor Gopkalo
(Burgomaestre), Norma Molina (Madre), Roberto Zarza (Sacerdote), Maximiliano
Cuadra (Tabernero), Ayelén Sánchez (Solista Czardas), Candela Rodríguez
Echenique-Jiva Velázquez (Pareja Solista Mazurcas), Lautaro Bisognio (Marioneta
Arabe), Nahuel Prozzi (Marioneta China), Vinicius Vasconcellos (Marioneta
Arlequín), Luciana Barrirero (Marioneta Escocesa), Clara Sisti Ripoll
(Marioneta Española), Rodrigo Cuadra (Marioneta del Astrólogo), Camila Bocca
(Aurora), Paula Cassano (Plegaria). Ballet Estable del Teatro Colón, Directora:
Paloma Herrera. Coreógrafa Repositora: Dalal Achcar. Escenografía y Vestuario:
José Luciano Varona, Iluminación: Rubén Conde. Orquesta Filarmónica de Buenos
Aires: Director Invitado: Martin West.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Despues de una inaceptable cantidad de años de
ausencia del escenario del Colón, Paloma Herrera (Directora del Ballet Estable)
con excelente criterio programó para la presente temporada de danza la vuelta a
escena de este “Clásico” con música de Leo Delibes y la estupenda y noble Coreografía
del Cubano Enrique Martínez la que a cincuenta años de su estreno sigue
manteniendo una inalterable vigencia. Y es así, porque supo plasmar en formas e imágenes la belleza que la música
de Delibes muestra, describiendo con exactitud y minuciosidad las acciones que
presenta el argumento elaborado por
Nuitter y Saint –Léon, transformando en una comedia el relato de E.T.A.
Hoffman “El Hombre de Arena”, el que tuviera memorable correlato en un capítulo
de serie de la Radio Televisión Española de finales de la década del 70 del
pasado siglo, al que se lo conoció
simplemente como “Coppelius” protagonizado (¿Cuando no?) por el
inolvidable Narciso Ibáñez Menta, el que en nuestro país fuera emitido por el
intervenido militarmente Canal 11 en momentos en que su Programador Artístico
fuera el “Maestro” Jorge “Cacho” Fontana. Pasar un Viernes a la noche de la comicidad de algunos programas como se estilaba
en aquellos duros tiempos en ese día de la semana en el horario central, al
fantasioso (y porque no fantasmagórico) relato de Hoffmann (Si uno no quería tocar el dial y entonces ver la
novela de Alberto Migré con Arturo Puig y María Valenzuela, que era la única
competencia directa en ese entonces), constituyó (el día de esa emisión) en un
pasaje de tópicos que no hizo mas que aumentar el carácter “truculento” de la
trama argumental de ese “Coppelius”. Y entonces ese inventor, que experimentaba
con órganos humanos, visualizado por un niño escondido entre los muebles de su
laboratorio, volvía reencarnado en el “Señor Coppola” sirviendo al entonces
niño que ahora estaba hecho hombre y que recordando su niñez veía en Coppola la
reencarnación del inventor y, tras una serie de sucesos, un error forzado lo
lleva a caer desde un tejado al vacío lo que acaba con su vida. Partiendo desde
ese punto, Nuitter y Saint-Léon recrearon una muy distinta historia, con la
aldea en sí como escenario de la acción, pero con una simpática parejita de
novios (Swanilda y Franz), en donde el varón se “enamora” del experimento de
Coppelius, una muñeca que actúa con
algunos movimientos humanos (hasta tirando besos). Bastará una excursión de
Swanilda y sus amigas al laboratorio, para ver que el inventor creaba muñecos
de aparencia humana, en diferentes composiciones: Arabe, Chino, un “Arlequín”, un “Astrólogo” y las infaltables
Española y Escocesa. Descubrir a “Coppelia” escondida y ratificar que solo es
una muñeca. Swanilda tomará su lugar vistiendo sus ropas, Franz ingresará por
la ventana. Coppelius descubrirá a las amigas de la novia y luego de ahuyentarlas,
también descubrirá al joven que le explica su fascinación por la muñeca (sin saber que
Coppelia es solo eso) a la que cree humana e hija, el Inventor lo embriagará y
tratará con el una paga (o “dote”) por su invención, Franz cae rendido y será
el turno de Swanilda tomando el rol de la muñeca quien merced a acciones
desopilantes lo desorienta, hasta que le revela al creador que la verdadera
Coppelia está desvestida en el desván. Franz despertará de su Borrachera y los
dos escaparán con los otros muñecos moviéndose por todo el taller y el inventor
desesperado, ve como ha sido puesto en evidencia. Los Novios recomponen su amor
y se casarán, no sin antes recibir la visita de Coppelius en medio de la boda que reclamará una paga
por los destrozos en su taller, afrontada por el Burgomaestre del Lugar y así
junto a sus afectos la pareja cristalizará su felicidad.
Lo primero que
debo especificar es que Paloma Herrera ha logrado encauzar al conjunto entero y
que ese trabajo se vió en plenitud en los movimientos previos al final en donde
Interpretes y Compañía toda realizaron desplazamientos perfectamente
sincronizados arrancando aplausos y bravos del público como hace rato que este
cronista no apreciaba en la sala del Colón. Por supuesto que también es mérito
de la repositora Dalal Achcar, discípula de Martínez con quién trabajara a
finales e los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, durante la
estancia del Cubano en Brasil hacia donde fue convocado para trabajar. A Partir
de ahí, comencemos por analizar a quienes tuvieron a cargo los roles
co-primarios. Camila Bocca como Aurora y Paula Cassano como Plegaria, tuvieron
magníficas intervenciones en el tercer acto durante la escena de la boda. Ambas
con técnica depurada e impecable y luciendo sus recursos a pleno. Simpática
tarea les cupo a quienes actuaron como muñecos en el segundo acto (Taller de
Coppelius). Entonces tanto Lautaro Bisognio como el Arabe, Nahuel Prozzi como
el Chino, Vinicius Vasconcellos como el Arlequín, Luciana Barrirero como la Escocesa, Clara Sisti Ripoll como la
Española y Rodrigo Cuadra como el Astrólogo recrearon alos muñecos de
Coppelius moviéndose todos acertadamente
y trazando simpáticas composiciones que
ayudaron a mantener la calidad del espectáculo.
Por supuesto
que en intervenciones mas actuadas que danzadas, los roles de mayores tienen
también su destaque, así que entonces para Igor Gopkalo como un magnífico
Burgomaestre, Norma Molina como la comprensiva Madre, Roberto Zarza como el
simpático sacerdote que se confunde con los jóvenes en medio de la danza y un
correcto Maximiliano Cuadra como el Tabernero, ayudaron en las escenas
complementarias. Ayelén Sánchez lució en el cuadro de las Czardas del primer
acto moviéndose con gracia y elegancia. Rocío Prina caracterizó a la muñeca
Coppelia con acierto con total precisión en sus movimientos. Candela Rodríguez
Echenique y Jiva Velázquez fueron excelente pareja de solistas en las Mazurcas
y en el caso de Este último con estupendos giros que me llevaron a recordar que
en esos roles surgieron a consideración del Público Julio Bocca y Maximiliano
Guerra. Tindaro Silvano (quien además
vino como asistente de la repositora Achcar) fue un estupendo Coppelius,
magnífico en los movimientos, gestualidad impecable y gracia por sobre todas
las cosas. Y por último los protagonísitas. Juan Pablo Ledo fue un magnifico
Franz, soberbio en los solos, estupendo al integrarse con Macarena Giménez. El
“Pas de Deux” de ambos en el tercer acto fue memorable y en la actuación tuvo
gestualidad, transmisión y absoluta entrega. Macarena Giménez fue la figura de
la noche. Una sobresaliente protagonista, con técnica, desplazamientos
certeros, maravillosa gestualidad, derroche de simpatía, superando con creces
su intervención en el “Cascanueces” del año pasado . Estuvo a la altura de la
última gran Liliana Belfiore o de la Venezolana Zhandra Rodríguez tanto como
Nuestra Cristina Delmagro quien junto al inolvidable Daniel Escobar formaron
una magnífica dupla protagónica. La Dupla Giménez-Ledo cautivó al público que
los ovacionó justicieramente. Y todo esto no hubiese sido posible, sin la presencia
en el podio del Inglés Martin West al frente de la Filarmónica. Precisión y
sincronización con los movimientos del Cuerpo de Baile, Orquesta ajustadísima y
aportes magníficos de sus solistas que ayudaron a redondear una función
brillante.
Es inadmisible
que “Coppelia” haya estado tanto tiempo ausente del escenario del Colón. La
cabe a Paloma Herrera el mayor elogio por devolverla y por elevar la Calidad
del Cuerpo de Baile Estable. Ahora es el momento de programarla con mayor
periodicidad.
Donato Decina
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