ROBERTO FALCONE
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jueves, 21 de marzo de 2019
Critica Rigoletto - Teatro Colon 19/03/2019
Una buena función en lo musical de la opera Rigoletto, de Giuseppe Verdi, pudo escucharse en el Teatro Colon el martes 19 de marzo.
Pilar fundamental de esta versión, que no se representaba en el Colon desde el año 2002, fue el director de orquesta Maurizio Benini. Una clara lectura de la partitura, el nervio, el temperamento y el fraseo verdiano, estuvieron presentes. El Maestro Benini, respira con el cantante, frasea con ellos, lo que les permite afrontar esta difícil partitura con comodidad.
Rigoletto encontró en Fabián Veloz, a un sólido protagonista, de voz bella y generosa, demostrando una vez más, la calidad vocal de este barítono argentino.
El tenor bielorruso, Pavel Valuzhin, también se destacó en esta función. Bella voz, soltura escénica, cantó sobretodo un muy buen tercer acto. Su fraseo no fue quizás su mayor virtud, pero supo ser expresivo y sólido vocalmente en los momentos en los que la dificultad de la partitura, para el Duque de Mantua, lo exije.
Por su parte, la soprano rusa Ekaterina Siurina, cumplió con exquisita voz en el rol de Gilda, luciéndose sobre todo en “Tutte le feste al tempio”, cantado con mucha expresividad.
Sin mayor trascendencia pasó por el Colon el bajo georgiano George Andguladze, cantando el rol de Sparafucile. Discreto en lo vocal y en lo escénico. Todo lo contrario a Guadalupe Barrientos, la notable mezzo argentina, quien se lució con su portentosa voz de mezzo soprano y su soltura escénica en el rol de Maddalena.
Entre el muy buen elenco en los roles comprimarios, cabe destacar las actuaciones de Ricardo Seguel, como Monterone, y Christian Peregrino como Marullo; ambos muy convincentes en lo vocal y en lo escénico.
En cuanto a la parte visual del espectáculo, si bien es cierto que a la vista resultaba bella, poco o nada tuvo que ver con la obra representada. La caprichosa escenografía, a cargo de Nicolás Boni, lejos está de lo que el Rigoletto de Verdi mínimamente requiere. El “magnífico salón de baile en el palacio del Duque de Matua”, se convirtió en un l “magnífico salón de baile en ruinas, en el palacio del Duque de Matua”. La acción del segundo cuadro del primer acto, transcurre en la calle, frente a la casa de Rigoletto, por lo cual hace caer en la incoherencia el texto y la acción de la obra.
El tercer acto del Rigoletto de Verdi, pide una división de la escena, dentro y fuera de la taberna de Sparafucule. Requiere también, algo tan simple como una puerta al menos, que se abra, se cierre y se golpee. Aquí, todo está a la vista de todos, por más que “oscura sea la noche”.
El director de escena Jorge Takla, decidió representar el preludio de la obra para contar lo que durante el transcurso del primer cuadro, del primer acto, el libreto de Piave nos dice. Truculento, audaz e innecesario, nos lleva a concluir que algo muy grave le hizo Monterone al Duque de Mantua, como para que este, no solo viole a su hija, sino que además la cuelgue desnuda de una jaula, en medio de ese salón de baile en ruinas.
En fin; una puesta llena de arbitrariedades e incoherencias, que desencaja del buen resultado musical del espectáculo.
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