domingo, 17 de marzo de 2019

Muy buena actuación de la Filarmónica junto a Sharon Isbin en el Colón UN EXCELENTE MARCO PARA UN APROPIADO HOMENAJE Martha CORA ELISEHT El título de esta nota parece un juego de palabras, pero en realidad, constituyó el mejor homenaje que podía rendirse a dos eximios bailarines, quienes integraron el Ballet Estable Del Teatro Colón y se desempeñaron posteriormente como maestro de baile y Director de dicho organismo: Enrique Lommi y Gustavo Mollajoli respectivamente, fallecidos durante el transcurso de la semana pasada y a quienes el maestro Enrique Arturo Diemecke les rindió homenaje el pasado jueves 14 del corriente durante el 2° concierto del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón. Se interpretaron las siguientes obras: Three Dance Variations de Fancy Free, de Leonard Bernstein (1918-1990); Fantasía para un Gentilhombre, de Joaquín Rodrigo (1901-1999), con la participación de la guitarrista estadounidense Sharon Isbin; el estreno mundial de Invocación, del compositor argentino Alex Nante y la Sinfonía n° 2, Op. 30 (“Romántica”), de Howard Hanson (1896-1981). Antes de comenzar el concierto, y haciendo uso de su habitual alocución, Diemecke dedicó el mismo a la memoria de estos grandes artistas, desaparecidos físicamente la semana pasada y posteriormente, ejecutó la mencionada obra de Bernstein. Compuesta en 1944, Fancy Feet se transformó en un gran éxito –bajo la magistral coreografía de Jerome Robbins- y consta de tres movimientos: Galop, Vals y Danzón. A diferencia de los dos primeros –que poseen influencias de jazz y blues-, este último movimiento es un ritmo derivado de la contradanza cubana, que Bernstein supo asimilar con notable precisión. La presente versión fue muy correcta, con un buen equilibrio sonoro y destacadas intervenciones de los diferentes instrumentos solistas. Lo mismo sucedió con la consabida obra de Joaquín Rodrigo, donde Sharon Isbin se destacó por una ejecución soberbia de la guitarra, con buenos matices, excelente fraseo, punteo e impecable digitación, logrando un sonido diáfano y puro. La orquesta supo acompañar muy bien a la solista, logrando un diálogo perfecto y una excelente versión, donde los instrumentos solistas desempeñaron un rol muy importante en la ejecución de la obra. Excelentes interpretaciones de Natalia Silippo (oboe) y Fernando Ciancio (trompeta). Al finalizar, Sharon Isbin se dirigió al público en un perfecto castellano y solicitó un aplauso para su primo –el conocido actor Norman Brisky, quien se hallaba en platea esa noche- tras lo cual, interpretó un bis: Gatonia, del compositor venezolano Antonio Larro, que supo ejecutar con su impecable técnica y gran maestría. Naturalmente, el público estalló en aplausos. La segunda parte del concierto abrió con el estreno mundial de Invocación, de Alex Nante. Este joven compositor argentino de fama mundial decidió estrenar su obra en el Colón, que se trata de una pieza comprendida en un solo movimiento, pero con diferentes secciones, que termina en un clímax mediante un marcado crescendo de la orquesta, que cierra con un acorde fff. Por tratarse de una obra contemporánea, no suena disonante ni atonal; por el contrario, posee elementos impresionistas y expresionistas. La misma se inicia con un solo de clarinete bajo, seguido posteriormente por la flauta y el clarinete, a los cuales se acoplan los violines y violas, dando origen al tema central en ritmo lento, teas lo cual, el resto de las cuerdas acompaña al contrapunto iniciado por los contrabajos y la percusión. Esto genera un clima de misterio en tono menor, que luego pasa a tono mayor mediante la introducción de los violines y, posteriormente, sigue toda la orquesta. Seguidamente, los metales y el bombo ofrecen un efecto de profundidad sonora interesante, que contrasta con los glissandi a cargo de la percusión. A continuación, las maderas inician la recapitulación del tema principal, seguidas por las cuerdas, metales y percusión, que contrastan con el glissando del arpa solista. Le sigue un crescendo y un tutti a cargo del corno –excelente interpretación de Fernando Chiappero- y los trombones, la trompeta con sordina marca 6 notas que alternan con sus respectivos silencios, seguidos por un tutti orquestal – marcado por el bombo- antes de la recapitulación final, que alude al título de la obra. La 2° Sinfonía de Howard Hanson fue compuesta en 1930 y estrenada por Sergei Koussevitsky ese mismo año. Consta de tres movimientos (Adagio- Allegro moderato, Andante con tremezza y Allegro con brío) y comienza en tono menor, a cargo de las maderas, que es retomado posteriormente por las cuerdas, brindando una atmósfera de misterio –con reminiscencias del movimiento “Saturno” de Los Planetas,de Gustav Holst-. Mediante un crescendo orquestal, deriva en un solo de oboe que da lugar al tema principal, romántico –que alude al subtítulo de la sinfonía- y en tono mayor, con reminiscencias de Gershwin y Ravel. Es una obra ricamente elaborada, con una gran orquestación y que además, posee reminiscencias de Holst (“Marte”, de Los Planetas) y de Respighi –quien fuera maestro de Howard Hanson- , al igual que de Copland, con matices hollywoodenses. El 2° movimiento –Andante con tenerezza- se inicia con un bellísimo tema a cargo de las maderas, tomado posteriormente por las cuerdas, donde se pueden apreciar reminiscencias de Charles Ives. En la presente versión, la orquesta logró un equilibrio sonoro perfecto, con muy buenas intervenciones a cargo de todos los instrumentos solistas. Existe un diálogo entre el primer violín y el solista de los segundos violines, que Pablo Saraví como Hernán Briático supieron ejecutar magistralmente, logrando ese clima romántico característico de la obra, que cierra con los acordes de la canción “America, so beautiful”. El 3° movimiento abre con una fanfarria a cargo de los cornos en tono mayor, donde se acoplan posteriormente los metales, mientras que la percusión y las cuerdas logran un excelente contrapunto. Sigue con un bello cantábile a cargo de los cellos en tono mayor, coronado por un tutti orquestal, con ciertas reminiscencias de Stravinsky y Alfvén –sobre todo, en el caso particular de las fanfarrias- . Tras la recapitulación del tema principal, el movimiento cierra con una espectacular fuga con variaciones por parte de la orquesta, que culmina con un tutti y un acorde fff. A oídos de esta cronista, éste debió haber sido el concierto inicial de la Filarmónica, donde se pudo apreciar a la orquesta en toda su dimensión, en un concierto de brillantes proporciones, donde se alternaron obras muy conocidas con otras menos conocidas, pero de singular belleza. Y que sirvió de marco ideal para brindar homenaje a dos grandes artistas, que han partido de gira hacia la eterna morada de Dios. Ojalá que este tipo de obras se ejecuten más a menudo.

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