martes, 26 de marzo de 2019


Muy buena reposición de “RIGOLETTO” en el Colón

EL SUTIL ENCANTO DEL DRAMA VERDIANO
Martha CORA ELISEHT

            Tras diecisiete años de ausencia, la Temporada Lírica 2019 del Teatro Colón abrió con un clásico de Giuseppe Verdi: “RIGOLETTO”, que se representó en el primer coliseo entre los días 12 al 22 de Marzo inclusive, con dos elencos: el internacional, encabezado por Fabián Veloz en el rol principal y acompañado por los siguientes intérpretes: Ekaterina Siurina (Gilda), Pavel Valuzhin (Duque de Mantua), George Anguladze (Sparafucile), Guadalupe Barrientos (Maddalena), Ricardo Seguel (Conde Monterone), Christian Peregrino (Marullo), Alejandra Malvino (Giovanna), Gabriel Centeno (Borsa), Sergio Wamba (Conde Ceprano), Mariana Rewerski (Condesa Ceprano), Sebastián Sorarrain (Ujier) y Ana Sampedro (Paje). El otro elenco contó con un elenco formado en su totalidad por cantantes nacionales –con excepción del bajo georgiano Goderdzi Janelidze, en el rol de Sparafucile- , integrado por el siguiente reparto: Leonardo López Linares (Rigoletto), Laura Rizzo (Gilda), Darío Schmunck (Duque de Mantua), María Luján Mirabelli (Maddalena), Leonardo Estévez (Monterone), Juan Font (Marullo), Gabriel Renaud (Borsa), Alicia Ceccotti (Giovanna), Mario de Salvo (Conde Ceprano), Mariana Carnovali (Condesa Ceprano), Gustavo Gibert (Ujier) y Ana Sampedro (Paje).
            La dirección musical estuvo a cargo de Maurizio Benini, quien supo sacar brillo a la Orquesta Estable, ofreciendo una versión auténticamente verdiana, donde se respetaron las pausas y silencios de los cantantes, al igual que las entradas. El Coro Estable se escuchó magníficamente y supo crear el clima ideal que requiere el drama de Verdi –magistrañmente dirigido de la mano de Miguel Ángel Martínez-. Lo mismo sucedió con el excelente vestuario de época de Jesús Ruiz, que brindó el marco oportuno que requería este clásico, al igual que la iluminación, a cargo de José Luis Fiorruccio.  Sin embargo, no pude decirse lo mismo de la controvertida puesta en escena del brasileño Jorge Takla, quien decidió presentar la decadencia moral de la corte de Mantua desde el inicio de la obra. ¿Era necesario exhibir una joven desnuda en público dentro de una jaula, tras haber sido sometida sexualmente en contra de su voluntad y ultrajada en su pudor?... A juicio de quien escribe, se trató de un morbo absolutamente innecesario. Lo mismo sucedió con el Prólogo de la obra, donde se muestra la violación de la hija de Monterone –cuando dicho fragmento musical anticipa implícitamente la misma y el drama que tendrá lugar posteriormente-. Y en cuanto a la posada donde Maddalena seduce a las víctimas del sicario Sparafucile, el libreto de la ópera indica precisamente que deben ser dos ambientes: uno, exterior y el otro, interior. Nada que ver con el naufragio de un barco encallado en la playa, y encima, en ruinas. Si estuviera en el lugar del Duque de Mantua, ¡una preferiría pasar la noche a la intemperie o refugiarse en una cueva  antes que dormir en semejante pocilga!
            En cuanto a la parte vocal, el barítono argentino Fabián Veloz interpretó a Rigoletto con ductilidad escénica, maestría y una línea de canto impecable, creando la emoción necesaria que necesita el protagonista en los dos aspectos de su personalidad: irónico y satírico como bufón de la corte y un padre cariñoso y sobreprotector hacia su hija Gilda. La soprano rusa Ekaterina Siurina ofreció una muy buena versión de la heroína verdiana, que decide sacrificarse por amor antes de traicionar a su amado. Posee una buena técnica vocal, excelente fraseo y muy buenas dotes histriónicas. En cuanto al Duque de Mantua, el tenor bielorruso Pavel Valuzhin posee un bellísimo timbre y color de voz y supo salvar las principales arias (“Questa o quella” y “Ella me fu rapita”), aunque hubo momentos donde la orquesta lo sobrepasó. Tampoco tuvo una participación brillante en el aria más conocida de la ópera (“La donna é mobile”).  En cambio, sí descollaron los roles secundarios interpretados por cantantes nacionales: tal es el caso de la excelente Maddalena de Guadalupe Barrientos o del Conde Monterone de Ricardo Seguel, al igual que Christian Peregrino y Gabriel Centeno- como Marullo y Borsa, respectivamente- y Alejandra Malvino como Giovanna. No se puede decir lo mismo del bajo George Andguladze, a quien costaba escuchar las notas más graves en el rol de Sparafucile.
            En líneas generales, se logró una excelente concepción de este clásico de la ópera desde el punto de vista vocal y musical. Lamentablemente, la puesta en escena opacó el marco donde se desarrolla esta tragedia. Precisamente, el encanto de los dramas de Verdi en general –y en particular, de RIGOLETTO- radica en su sutileza. No se necesita una agresión al público mediante escenas de sexo innecesario, explícito y gratuito para ayudar al espectador a comprender un clásico de la lírica mundial.  

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