Muy buena reposición de “RIGOLETTO” en el Colón
EL SUTIL ENCANTO DEL
DRAMA VERDIANO
Martha CORA ELISEHT
Tras diecisiete años de ausencia, la
Temporada Lírica 2019 del Teatro Colón abrió con un clásico de Giuseppe Verdi: “RIGOLETTO”, que se representó en el
primer coliseo entre los días 12 al 22 de Marzo inclusive, con dos elencos: el
internacional, encabezado por Fabián Veloz en el rol principal y acompañado por
los siguientes intérpretes: Ekaterina Siurina (Gilda), Pavel Valuzhin (Duque
de Mantua), George Anguladze (Sparafucile),
Guadalupe Barrientos (Maddalena),
Ricardo Seguel (Conde Monterone),
Christian Peregrino (Marullo),
Alejandra Malvino (Giovanna), Gabriel
Centeno (Borsa), Sergio Wamba (Conde Ceprano), Mariana Rewerski (Condesa Ceprano), Sebastián Sorarrain (Ujier) y Ana Sampedro (Paje). El otro elenco contó con un
elenco formado en su totalidad por cantantes nacionales –con excepción del bajo
georgiano Goderdzi Janelidze, en el rol de Sparafucile-
, integrado por el siguiente reparto: Leonardo López Linares (Rigoletto), Laura Rizzo (Gilda), Darío Schmunck (Duque de Mantua), María Luján Mirabelli
(Maddalena), Leonardo Estévez (Monterone), Juan Font (Marullo), Gabriel Renaud (Borsa), Alicia Ceccotti (Giovanna), Mario de Salvo (Conde Ceprano), Mariana Carnovali (Condesa Ceprano), Gustavo Gibert (Ujier) y Ana Sampedro (Paje).
La dirección musical estuvo a cargo
de Maurizio Benini, quien supo sacar brillo a la Orquesta Estable, ofreciendo
una versión auténticamente verdiana, donde se respetaron las pausas y silencios
de los cantantes, al igual que las entradas. El Coro Estable se escuchó
magníficamente y supo crear el clima ideal que requiere el drama de Verdi
–magistrañmente dirigido de la mano de Miguel Ángel Martínez-. Lo mismo sucedió
con el excelente vestuario de época de Jesús Ruiz, que brindó el marco oportuno
que requería este clásico, al igual que la iluminación, a cargo de José Luis
Fiorruccio. Sin embargo, no pude decirse
lo mismo de la controvertida puesta en escena del brasileño Jorge Takla, quien
decidió presentar la decadencia moral de la corte de Mantua desde el inicio de
la obra. ¿Era necesario exhibir una joven desnuda en público dentro de una
jaula, tras haber sido sometida sexualmente en contra de su voluntad y ultrajada
en su pudor?... A juicio de quien escribe, se trató de un morbo absolutamente
innecesario. Lo mismo sucedió con el Prólogo de la obra, donde se muestra la
violación de la hija de Monterone
–cuando dicho fragmento musical anticipa implícitamente la misma y el drama que
tendrá lugar posteriormente-. Y en cuanto a la posada donde Maddalena seduce a las víctimas del
sicario Sparafucile, el libreto de la
ópera indica precisamente que deben ser dos ambientes: uno, exterior y el otro,
interior. Nada que ver con el naufragio de un barco encallado en la playa, y
encima, en ruinas. Si estuviera en el lugar del Duque de Mantua, ¡una preferiría pasar la noche a la intemperie o
refugiarse en una cueva antes que dormir
en semejante pocilga!
En cuanto a la parte vocal, el
barítono argentino Fabián Veloz interpretó a Rigoletto con ductilidad escénica, maestría y una línea de canto
impecable, creando la emoción necesaria que necesita el protagonista en los dos
aspectos de su personalidad: irónico y satírico como bufón de la corte y un
padre cariñoso y sobreprotector hacia su hija Gilda. La soprano rusa Ekaterina Siurina ofreció una muy buena
versión de la heroína verdiana, que decide sacrificarse por amor antes de
traicionar a su amado. Posee una buena técnica vocal, excelente fraseo y muy
buenas dotes histriónicas. En cuanto al Duque
de Mantua, el tenor bielorruso Pavel Valuzhin posee un bellísimo timbre y
color de voz y supo salvar las principales arias (“Questa o quella” y “Ella me
fu rapita”), aunque hubo momentos donde la orquesta lo sobrepasó. Tampoco
tuvo una participación brillante en el aria más conocida de la ópera (“La donna é mobile”). En cambio, sí descollaron los roles
secundarios interpretados por cantantes nacionales: tal es el caso de la
excelente Maddalena de Guadalupe
Barrientos o del Conde Monterone de
Ricardo Seguel, al igual que Christian Peregrino y Gabriel Centeno- como Marullo y Borsa, respectivamente- y
Alejandra Malvino como Giovanna. No
se puede decir lo mismo del bajo George Andguladze, a quien costaba escuchar
las notas más graves en el rol de Sparafucile.
En líneas generales, se logró una
excelente concepción de este clásico de la ópera desde el punto de vista vocal
y musical. Lamentablemente, la puesta en escena opacó el marco donde se
desarrolla esta tragedia. Precisamente, el encanto de los dramas de Verdi en
general –y en particular, de RIGOLETTO- radica
en su sutileza. No se necesita una agresión al público mediante escenas de sexo
innecesario, explícito y gratuito para ayudar al espectador a comprender un
clásico de la lírica mundial.
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