lunes, 23 de marzo de 2020


COLUMNA DE OPINIÓN
PARA MEDITAR Y REFLEXIONAR
Martha CORA ELISEHT

            Cuando una era chica, las transmisiones televisivas solían terminar con un programa religioso. Canal 13 fue pionero en el tema con “UN MOMENTO DE MEDITACIÓN” y posteriormente, varias emisoras siguieron su ejemplo.
            En estos tiempos de pandemia por coronavirus, donde todas las actividades sociales, culturales y eventos donde hay conglomeración de gente están suspendidos, uno debe quedarse en casa para evitar el contagio y salir a abastecerse en los comercios cercanos al domicilio. Y en caso de tener que ir a trabajar por estar considerado como trabajador esencial, portar los permisos correspondientes –ya sean suministrados por la entidad empleadora o en caso de tener que trasladarse mediante transporte público, por el Gobierno de la Ciudad-. Sin embargo, la sociedad está tan acostumbrada a tomarse un fin de semana largo, mantenerse constantemente activa y fuera de su domicilio, que le cuesta mucho quedarse encerrada en tiempos de cuarentena.
            El encierro y el aislamiento acarrean tedio, aburrimiento y –en muchos casos- pueden ocasionar depresión como consecuencia de estar en soledad. Sin embargo, esta última puede ser muy enriquecedora, porque permite pensar, reflexionar y encontrarse con uno mismo.
            El problema es que, precisamente, como consecuencia de la vorágine en que se ha convertido la vida cotidiana,  los seres humanos han perdido esa capacidad de reflexión. No hay tiempo para eso, porque el estilo de vida capitalista no lo permite. Hay que trabajar para vivir, producir y pagar las cuentas, pensar qué hace falta, qué cuenta ha quedado pendiente y dormir pensando en la intensa jornada laboral que a uno le espera al día siguiente.
            Parece mentira que un pequeño microbio haya sido capaz de poner al mundo en aislamiento y haya modificado esencialmente el modelo y el estilo de vida al que uno está acostumbrado. Al respecto, vale la pena releer un párrafo de una de las más importantes novelas escritas durante el siglo pasado:
…”A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas, se dieron cuenta de que estaban atrapados en la misma red y que había que arreglárselas. Así fue que, por ejemplo, un sentimiento tan individual como es el de la separación de un ser querido se convirtió de pronto, desde las primeras semanas, mezclado a aquel miedo, en el sufrimiento principal de todo un pueblo durante aquel largo exilio.
Una de las consecuencias más notables de la clausura de las puertas fue, en efecto, la súbita separación en que quedaron algunos seres que no estaban preparados para ello. Madres e hijos, esposos, amantes que habían creído aceptar días antes una separación temporal, que se habían abrazado en la estación sin más que dos o tres recomendaciones, seguros de volverse a ver pocos días o pocas semanas más tarde, sumidos en la estúpida confianza humana, apenas distraídos por la partida de sus preocupaciones habituales, se vieron de pronto separados, sin recursos, impedidos de reunirse o de comunicarse. Pues la clausura se había efectuado horas antes de publicarse la orden de la prefectura y, naturalmente, era imposible tomar en consideración los casos particulares. Se puede decir que esta invasión brutal de la enfermedad tuvo como primer efecto el obligar a nuestros conciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales. Desde las primeras horas del día en que la orden entró en vigor, la prefectura fue asaltada por una multitud de demandantes que por teléfono o ante los funcionarios exponían situaciones, todas igualmente interesantes y, al mismo tiempo, igualmente imposibles de examinar. En realidad, fueron necesarios muchos días para que nos diésemos cuenta de que nos encontrábamos en una situación sin compromisos posibles y que las palabras “transigir”, “favor”, “excepción” ya no tenían sentido”.
                                                                                Albert CAMUS, “La peste”, 1947

            La novela de Camus sorprende no sólo por vaticinar una actualidad candente, sino porque además, pone de manifiesto las relaciones entre seres humanos y las modificaciones del estilo de vida cotidiano ante la aparición de una enfermedad incurable, que se disemina rápidamente y que la única manera posible de evitar el contagio es el aislamiento. Así de simple. Pero además, pone de manifiesto la fragilidad de la vida, ya que el aislamiento embota la mente y obnubila la capacidad de razonar. Y sin embargo, también invita a la reflexión en medio del recogimiento que obliga a estar solo durante una cuarentena. Es el propio ser humano el que debe dar sentido a su vida mediante la meditación y la reflexión en un momento de preciosa soledad. Si se logra, puede ser algo muy enriquecedor, porque volverá a adquirir su característica esencial: el raciocinio, que lo diferencia del resto de las especies animales. Ojalá que así sea y que la humanidad haya aprendido algo a partir de esta pandemia: entre otras cosas, que no se puede vivir en un mundo globalizado, ya que la está aniquilando lentamente.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario