Inauguración del Ciclo de Conciertos 2020 de la
Sinfónica Nacional en el CCK
LA MEJOR ORQUESTA JUEGA
EN TODAS LAS CANCHAS
Martha CORA ELISEHT
La Orquesta Sinfónica Nacional ha
comenzado su Temporada de Conciertos 2020 el miércoles 11 del corriente en el
tradicional escenario de la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) y
debió hacerlo con un concierto en homenaje al 250° aniversario del nacimiento
de Ludwig van Beethoven (1770-1827) bajo la dirección de Mariano Chiacchiarini.
En dicha ocasión debió producirse
el estreno del Concierto para vibrafón y orquesta del compositor argentino
Guillermo Zalcman. Lamentablemente, el maestro Chiacchiarini reside en Alemania
y por ende, debió guardar la cuarentena correspondiente como consecuencia de la
activación del protocolo de prevención de coronavirus, motivo por el cual fue
reemplazado en último momento por Gustavo Fontana.
Se ofreció un programa alternativo,
compuesto por las siguientes obras: Danzas
Polovtsianas de “El Príncipe Igor” de Alexander Borodin (1833-1887); Una Noche en el Monte Calvo, de
Modesto Mussorgsky (1839-1881) y la Sinfonía
n° 9 en mi menor, Op.95 (“Del Nuevo Mundo”) de Antonin Dvorak (1841-1904).
Si bien el Auditorio Nacional no
estuvo colmado de público ante los rumores que circularon sobre una posible
cancelación del concierto, la gente se dio cita en el CCK para escuchar a la
mejor orquesta del país –ganadora del Premio KONEX de Platino 2019 y
recientemente reconocida por el Ministro de Cultura, Tristán Bauer-, que sonó
muy compacta en la afinación. Y llamó la atención que hubiera ocho sillas
colocadas en círculo alrededor del podio en la formación. Cuando ingresaron los
músicos, todos tomaron sus lugares –a excepción de los cellistas-.
Posteriormente, los mismos ingresaron para rendir homenaje a Jorge Pérez
Tedesco- primer violoncello de la agrupación, desaparecido físicamente en
Diciembre pasado- y lo hicieron con una obra fuera de programa, que era una de
sus predilectas y que ejecutaba muy a menudo: Himno de la Consagración, de Félix Ruggater. Es un hermoso canon para 10 cellos, que van alternando
y tomando la melodía. Al finalizar, la solista Myriam Santucci no pudo contener
las lágrimas y se la vio profundamente emocionada luego de haber tocado su
parte.
Seguidamente, la orquesta ofreció una muy buena versión de la
celebérrima obra de Borodin, compuesta en 1869 y orquestada por Rimsky-
Korsakov y Glazunov luego de la muerte de su autor, que falleció sin haberla
concluido. En la ópera, las Danzas
Polovtsianas son cantadas y danzadas por los jóvenes de dicha nacionalidad
en el campamento del Khan Kontchak, en
homenaje a Igor y su hijo Vladimir, quienes cayeron prisioneros
del Khan en su intento por liberar a Rusia. Se inicia con la Canción
de las Esclavas –en este caso, sin acompañamiento del coro-. Fontana logró
un muy buen equilibrio sonoro en la Alabanza al Khan, donde se destacaron
los percusionistas sin caer en excesos.
También se logró un buen equilibrio instrumental en el contrapunto entre el Allegro frenético de la Danza de los guerreros polovtsianos,
contrastante con la Canción y Danza de
las Esclavas – notable y destacable los solos de los diferentes instrumentistas-,
que se mantuvo hasta el final.
Seguidamente, la orquesta sorprendió
con una excelente versión de Una Noche en
el Monte Calvo. Su nombre original era La
Noche de San Juan en el Monte Calvo y fue compuesta en 1867. Es la única
obra escrita originalmente para orquesta en vida del compositor –hay que
recordar que Cuadros de una Exposición fue
concebida como una suite para piano, brillantemente orquestada a posteriori por Maurice Ravel- y está basada
tanto en el cuento fantástico de Nikolai Gogol (La Noche de San Juan) como en la Danza de los Muertos de Franz Liszt. Según palabras del mismo
Mussorgsky: “…Las brujas se reúnen en
dicha montaña, preparan trucos de magia y esperan a Satán. Cuando el diablo
llega, ellas forman un círculo alrededor del trono donde se sienta con forma de
una cabra y cantan su alabanza. Cuando Satán se siente omnipotente ante el
canto de las brujas, inicia el Sabbath y arma una orgía…” “Pero mi Noche de San Juan en el Monte Calvo
es rusa en su forma y carácter, manteniendo la tradición y el folklore rusos y
nutriéndose del pan que crece en suelo ruso”. Mediante una serie de leitmotivs, Mussorgsky representa
fielmente sus palabras y los personajes en música, hasta que las campanas de
una iglesia anuncian el fin del aquelarre
y el alba da paso a la luz del día. Las actuaciones de los diferentes grupos de
instrumentos fueron muy destacadas, al igual que los solistas. Lamentablemente,
no se pueden precisar los nombres de los mismos por la ausencia de programas de
mano, de modo que sería muy injusto olvidar u omitir algún nombre.
Tras los aplausos, Gustavo Fontana
anunció las obras anteriores y la Sinfonía
n° 9 de Dvorak. Y lo hizo con su título original (“Desde el Nuevo Mundo”) porque en el último acorde, la melodía
decrece a piano y da la idea de
alejamiento de la vieja Europa. Si bien Dvorak la compuso durante un viaje a
Estados Unidos en 1893, lo curioso es que nunca incorporó temas de los nativos
americanos en su sinfonía, sino que compuso música bohemia pura. Según palabras
del mismo autor: “En realidad no he
utilizado ninguna de las melodías de los nativos americanos. Simplemente he escrito
temas originales que incorporan las peculiaridades de la música indígena y
usando estos temas como sujetos, los he desarrollado con todos los recursos
del ritmo,
el contrapunto y el color orquestal modernos.”
Y pese a que estaba interesado en los negro spirituals y en la música nativa,
no los utilizó. En cambio, se inspiró en el poema de Longfellow La Canción de Hiawatha para componer el
bellísimo Largo del 2º movimiento,
donde se destaca el maravilloso solo de corno inglés -magistralmente
interpretado por la solista-. También se inspiró en dicho poema para componer
el Scherzo del 3º movimiento,
haciendo alusión a la danza de los nativos. La versión ofrecida por Fontana y
la orquesta fue memorable- pese a algunas notas fallidas por parte del 3°
corno-, pero que no le restaron mérito. Si se tiene en cuenta que es una
sinfonía caracterizada por el diálogo y el contrapunto constante entre los
diferentes grupos de instrumentos, sonó magistralmente. El consabido Allegro con fuoco final fue de una
perfección absoluta, donde la orquesta demostró su alto grado de
profesionalismo.
Afortunadamente, y pese a todos los
contratiempos, el concierto inaugural de la Sinfónica Nacional se puso
realizar. Y una vez más, demostró su altísimo nivel artístico y profesional.
Por algo es la mejor orquesta del país, capaz de desenvolverse con holgura en
todas las canchas y con cambios de repertorio en último momento.
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