viernes, 13 de marzo de 2020


Inauguración del Ciclo de Conciertos 2020 de la Sinfónica Nacional en el CCK

LA MEJOR ORQUESTA JUEGA EN TODAS LAS CANCHAS
Martha CORA ELISEHT

            La Orquesta Sinfónica Nacional ha comenzado su Temporada de Conciertos 2020 el miércoles 11 del corriente en el tradicional escenario de la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) y debió hacerlo con un concierto en homenaje al 250° aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven (1770-1827) bajo la dirección de Mariano Chiacchiarini. En  dicha ocasión debió producirse el  estreno del Concierto para vibrafón y orquesta del compositor argentino Guillermo Zalcman. Lamentablemente, el maestro Chiacchiarini reside en Alemania y por ende, debió guardar la cuarentena correspondiente como consecuencia de la activación del protocolo de prevención de coronavirus, motivo por el cual fue reemplazado en último momento por Gustavo Fontana.
            Se ofreció un programa alternativo, compuesto por las siguientes obras: Danzas Polovtsianas de “El Príncipe Igor” de Alexander Borodin (1833-1887); Una Noche en el Monte Calvo, de Modesto Mussorgsky (1839-1881) y la Sinfonía n° 9 en mi menor, Op.95 (“Del Nuevo Mundo”) de Antonin Dvorak (1841-1904).
            Si bien el Auditorio Nacional no estuvo colmado de público ante los rumores que circularon sobre una posible cancelación del concierto, la gente se dio cita en el CCK para escuchar a la mejor orquesta del país –ganadora del Premio KONEX de Platino 2019 y recientemente reconocida por el Ministro de Cultura, Tristán Bauer-, que sonó muy compacta en la afinación. Y llamó la atención que hubiera ocho sillas colocadas en círculo alrededor del podio en la formación. Cuando ingresaron los músicos, todos tomaron sus lugares –a excepción de los cellistas-. Posteriormente, los mismos ingresaron para rendir homenaje a Jorge Pérez Tedesco- primer violoncello de la agrupación, desaparecido físicamente en Diciembre pasado- y lo hicieron con una obra fuera de programa, que era una de sus predilectas y que ejecutaba muy a menudo: Himno de la Consagración, de Félix Ruggater. Es un hermoso canon para 10 cellos, que van alternando y tomando la melodía. Al finalizar, la solista Myriam Santucci no pudo contener las lágrimas y se la vio profundamente emocionada luego de haber tocado su parte.
            Seguidamente,  la orquesta ofreció una muy buena versión de la celebérrima obra de Borodin, compuesta en 1869 y orquestada por Rimsky- Korsakov y Glazunov luego de la muerte de su autor, que falleció sin haberla concluido. En la ópera, las Danzas Polovtsianas son cantadas y danzadas por los jóvenes de dicha nacionalidad en el campamento del Khan Kontchak, en homenaje a Igor y su hijo Vladimir, quienes cayeron prisioneros del Khan en su intento por liberar a Rusia. Se inicia con la  Canción de las Esclavas –en este caso, sin acompañamiento del coro-. Fontana logró un muy buen equilibrio sonoro en la  Alabanza al Khan, donde se destacaron los percusionistas sin  caer en excesos. También se logró un buen equilibrio instrumental en el contrapunto entre el Allegro frenético de la Danza de los guerreros polovtsianos, contrastante con la Canción y Danza de las Esclavas – notable y destacable los solos de los diferentes instrumentistas-, que se mantuvo hasta el final.
            Seguidamente, la orquesta sorprendió con una excelente versión de Una Noche en el Monte Calvo. Su nombre original era La Noche de San Juan en el Monte Calvo y fue compuesta en 1867. Es la única obra escrita originalmente para orquesta en vida del compositor –hay que recordar que Cuadros de una Exposición fue concebida como una suite para piano, brillantemente orquestada a posteriori por Maurice Ravel- y está basada tanto en el cuento fantástico de Nikolai Gogol (La Noche de San Juan) como en la Danza de los Muertos de Franz Liszt. Según palabras del mismo Mussorgsky: “…Las brujas se reúnen en dicha montaña, preparan trucos de magia y esperan a Satán. Cuando el diablo llega, ellas forman un círculo alrededor del trono donde se sienta con forma de una cabra y cantan su alabanza. Cuando Satán se siente omnipotente ante el canto de las brujas, inicia el Sabbath y arma una orgía…”   “Pero mi Noche de San Juan en el Monte Calvo es rusa en su forma y carácter, manteniendo la tradición y el folklore rusos y nutriéndose del pan que crece en suelo ruso”. Mediante una serie de leitmotivs, Mussorgsky representa fielmente sus palabras y los personajes en música, hasta que las campanas de una iglesia anuncian el fin del aquelarre y el alba da paso a la luz del día. Las actuaciones de los diferentes grupos de instrumentos fueron muy destacadas, al igual que los solistas. Lamentablemente, no se pueden precisar los nombres de los mismos por la ausencia de programas de mano, de modo que sería muy injusto olvidar u omitir algún nombre.
            Tras los aplausos, Gustavo Fontana anunció las obras anteriores y la Sinfonía n° 9 de Dvorak. Y lo hizo con su título original (“Desde el Nuevo Mundo”) porque en el último acorde, la melodía decrece a piano y da la idea de alejamiento de la vieja Europa. Si bien Dvorak la compuso durante un viaje a Estados Unidos en 1893, lo curioso es que nunca incorporó temas de los nativos americanos en su sinfonía, sino que compuso música bohemia pura. Según palabras del mismo autor: En realidad no he utilizado ninguna de las melodías de los nativos americanos. Simplemente he escrito temas originales que incorporan las peculiaridades de la música indígena y usando estos temas como sujetos, los he desarrollado con todos los recursos del ritmo, el contrapunto y el color orquestal modernos.  Y pese a que estaba interesado en los negro spirituals y en la música nativa, no los utilizó. En cambio, se inspiró en el poema de Longfellow La Canción de Hiawatha para componer el bellísimo Largo del 2º movimiento, donde se destaca el maravilloso solo de corno inglés -magistralmente interpretado por la solista-. También se inspiró en dicho poema para componer el Scherzo del 3º movimiento, haciendo alusión a la danza de los nativos. La versión ofrecida por Fontana y la orquesta fue memorable- pese a algunas notas fallidas por parte del 3° corno-, pero que no le restaron mérito. Si se tiene en cuenta que es una sinfonía caracterizada por el diálogo y el contrapunto constante entre los diferentes grupos de instrumentos, sonó magistralmente. El consabido Allegro con fuoco final fue de una perfección absoluta, donde la orquesta demostró su alto grado de profesionalismo.
            Afortunadamente, y pese a todos los contratiempos, el concierto inaugural de la Sinfónica Nacional se puso realizar. Y una vez más, demostró su altísimo nivel artístico y profesional. Por algo es la mejor orquesta del país, capaz de desenvolverse con holgura en todas las canchas y con cambios de repertorio en último momento.

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