Estupenda versión
contemporánea de “EL LAGO DE LOS CISNES” en El Nacional
UN THRILLER PSICOLÓGICO EN UN ÁMBITO LACUSTRE
Martha CORA ELISEHT
Los cisnes son uno de los animales más bellos que existen
en la naturaleza. Su porte y elegancia lo transforman en una atracción
universal, mientras que su nadar majestuoso marca la delicia de los visitantes
en jardines zoológicos y estanques de todo el mundo donde los mismos habitan. A
pesar de ser la más bella de las aves, su siringe no puede emitir sonido y
diera la impresión de estar atrapado dentro de su belleza.
Bajo esta concepción psicológica, Jorge Amarante se basó
para transformar el clásico ballet de Tchaikovsky -EL LAGO DE LOS CISNES- en
un thriller psicológico en versión de danza contemporánea, cuyas funciones
se llevaron a cabo los días 23 y 30 de Noviembre pasados en el teatro EL
NACIONAL, con auspicio del Mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
y de la Fundación Julio Bocca, con la participación de los siguientes
bailarines: Sofía Menteguiaga (Odette/ Odile), Lisandro Casco (Sigfrido),
Nahuel Prozzi (Von Rothbart), Iara Fassi (Reina Madre), Marcone
Fonseca (amigo de Sigfrido y Tercero deseado), Sabina Álvarez (Odile
transformada), Lorena Sabena (Primera deseada), Manuela Lavalle (Segunda
deseada), Agostina Sturla (Tercera deseada) y cuerpo de baile
perteneciente a la compañía Jorge Amarante, con participación de alumnos de la
Fundación Julio Bocca. La puesta en escena, coreografía y vestuario estuvieron
a cargo del mismo Amarante, con realización de vestuario de Stella Maris López;
iluminación de Martín Rebello y Christian Richards y producción general de
Karina Battilana, con Analía Sosa Guerrero como asistente coreográfico y Gilda
Aguirre como asistente de ensayo. Se utilizó pista de audio como
acompañamiento musical acorde a las normativas sanitarias vigentes.
Los cuatro actos que normalmente integran este gran
clásico se resumieron en una hora y media de espectáculo, con un intervalo
entre los dos primeros actos de 10 minutos de duración para dar paso
inmediatamente a los dos segundos y de esa manera, brindar tiempo a los
bailarines para el cambio de vestuario. La mayoría de los principales números
que integran el ballet se representaron prácticamente en su totalidad. La
puesta en escena -sumamente austera y sencilla- comprendió dos colores: blanco,
para las escenas de fiesta y negro, para las de misterio. Este último color fue
el predominante para los bailarines en las escenas de conjunto, al igual que
para Sigfrido -distinguido sólo por portar un chaleco de lamé plateado-,
su amigo y el perverso y enigmático mago Von Rothbart al igual que Odile.
Por su parte, Odette usa un vestido celeste en el prólogo y
ya transformada en cisne, musculosa y falda de tul color gris. Los cisnes usaron
musculosas de color gris y polleras de tul del mismo color -simulando un tutú
romántico-, mientras que la Reina Madre sorprendió con un enterizo
ceñido al cuerpo en tonos de verde botella y negro. A su vez, las figuras deseadas
que aparecen en el 3º Acto lucían faldas de tul de diferentes colores
(violeta, fucsia y verde) cubiertas de tul negro con musculosa al tono. ¿Por
qué esta prenda? Porque permitía no solamente mostrar el trabajo de
espalda, sino que también era fácil de quitar en la escena final, donde se
rompe el maleficio y los cisnes van tomando nuevamente su forma humana. En este
caso, todas las bailarinas quedaron semidesnudas, cayendo de a una tras otra con
los últimos compases de música. Un recurso sumamente sencillo y efectivo para
mostrar una metamorfosis.
Tal como se dijo anteriormente, Odette es
transformada en cisne como objeto de deseo de Von Rothbart: bella,
callada y sumisa. Pero a diferencia del resto de los cisnes -cuya voluntad ha
sido quebrada-, ella es capaz de rebelarse y decide terminar con su vida para
romper el maleficio y hacer que Von Rothbart se transforme en víctima de
su propio odio. En cuanto al resto de los personajes, Sigfrido aparece
como el joven y despreocupado príncipe a quien su madre le impone la obligación
matrimonial. El rol del bufón está
interpretado por su amigo, quien lo acompaña al lago donde tendrá su encuentro con
Odette, de la cual se enamora, pero ella lo rechaza para que no caiga en
la trampa de Von Rothbart. En este caso, cuando el malvado hechicero se
da cuenta, decide transformar a Odile -una joven víctima cuya voluntad
también ha sido quebrantada, en vez de su hija- en una réplica de Odette.
Al igual que en la versión clásica, la primera bailarina interpreta ambos
roles, y en vez de ser la fiesta de compromiso en palacio, la fiesta transcurre
en un lugar donde Sigfrido busca a Odette entre jóvenes privados
de su voluntad, ataviados con máscaras. Las mismas permiten que caiga en la
trampa de Von Rothbart, quien le presenta a las personas deseadas -en
vez de las princesas y sus séquitos-. Por último, en vez de consolar a Odette,
los cisnes bailan suplicando volver a ser lo que alguna vez fueron. En el
final, Von Rothbart mata a Sigfrido, pretende apoderarse de Odette
y ésta cae fulminada por un rayo -efecto logrado mediante un genial recurso
de iluminación sobre una tela plateada-. El mago se retuerce sobre el
escenario, mientras va siendo cubierto junto con los cisnes mediante un telón
negro, bajo el cual, las bailarinas se van cambiando mientras él desaparece y
recuperan su forma humana.
En este tipo de producciones, los personajes secundarios
-que solamente aparecen actuando sin danzar- realizan sus solos como cualquier
protagonista. Tal es el caso de Iara Fassi, quien con suma elegancia encarnó el
rol de la Reina Madre combinando pasos de danza clásica con giros y
otros elementos de danza contemporánea. Lo mismo sucedió con Marcone Fonseca, quien
asumió el rol del amigo de Sigfrido y del deseado durante
el 3ª acto. Es uno de los mejores solistas suplentes de primeros bailarines del
Colón en la actualidad y se destacó por su técnica y plasticidad. Las escenas
de conjunto estuvieron muy bien logradas mediante movimientos de expresión
corporal en una muy buena sincronización. En el caso de los cisnes, se hizo
mucho hincapié en el trabajo a espalda descubierta. Y en el caso particular del
celebérrimo pas de quatre del 2ª Acto, un par de bailarinas ejecutaba
una sucesión de movimientos, mientras que el otro par repetía la misma
coreografía, pero “en espejo”, con una perfecta sincronización. Por su parte,
Lisandro Castro es un buen bailarín de danza contemporánea, quien se desempeñó
con ductilidad, plasticidad y armonía de movimientos. Lamentablemente, se vio
un tanto eclipsado por la excelencia actoral de Nahuel Prozzi, quien encarnó a
un estupendo Von Rothbart, sobresaliente desde todo punto de vista. En cuanto a la protagonista, ya se puede
considerar a Sofía Menteguiaga como prima donna assoluta en danza
contemporánea nacional. Si bien es una bailarina con formación clásica -posee
un excelente cambré y una figura longilínea, ideal para este tipo de
roles-, su especialidad son las contracciones, relajaciones y giros en técnica
Graham. Demostró con creces sobre el escenario su perfecto dominio de la
técnica, su plasticidad pero por sobre todas las cosas, sus dotes histriónicas
y su expresividad en brazos y manos -simulando las plumas y el vuelo del cisne-.
Sus solos, dúos y tríos junto a Lisandro Casco y Nahuel Prozzi fueron de una
perfección absoluta y ejerció un juego de seducción perfecto como Odile en
el 3ª acto.
Resulta sumamente difícil traducir en lenguaje
contemporáneo un ballet blanco clásico tal como EL LAGO DE LOS CISNES, pero
el talento y la maestría de Jorge Amarante lo hicieron posible. Habrá una nueva
función el Martes 7 del corriente (vispera de feriado)para que los amantes del ballet puedan
disfrutar esta particular versión, transformada en un interesante thriller psicológico
bajo la enigmática belleza de los auténticos habitantes del lago.
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