sábado, 19 de marzo de 2022

 

Brillante actuación de la Filarmónica dirigida por Fabio Mechetti en el Colón

 

BRILLO, JERARQUÍA Y PRECISIÓN

Martha CORA ELISEHT

 

            Desde hace un par de años atrás -previamente al inicio de la pandemia de COVID 19- se ha venido dando una lógica al comienzo del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA). Los segundos conciertos eran ostensiblemente mejores -en cuanto a calidad y repertorio- que el concierto inaugural. Dicha lógica ha vuelto a repetirse en el día de la fecha, donde tuvo lugar el 2º concierto correspondiente al Ciclo de Abono de la mencionada orquesta en el Teatro Colón bajo la dirección de Fabio Mechetti con la participación del pianista español Javier Perianes como solista, en un programa donde se ejecutaron las siguientes obras:

-          Concierto en La menor para piano y orquesta, Op.16- Edvard H. GRIEG (1843-1907)

-          Sinfonía nº1 en Sol menor- Vassily S. KALINNIKOV (1866-1901)

Previamente al inicio del concierto, pudo apreciarse que la orquesta poseía un sonido muy compacto y bien afiatado desde el momento de afinación de los instrumentos. Estas características van a prevalecer durante todo el concierto, que se resumen en los tres términos que figuran en el título de esta nota.

Tras los aplausos de presentación, tanto Fabio Mechetti como Javier Perianes tomaron sus puestos para dar comienzo a la celebérrima obra de Grieg, que fue compuesta en 1868 en Søllerød (Dinamarca) en homenaje a su homónima de Schumann y en la misma tonalidad (La menor) cuando el músico noruego contaba con 24 años de edad. Grieg era un gran admirador de la obra de Schumann merced a su profesor en el Conservatorio de Leipzig -E. F. Wenzel-, quien fue amigo personal del gran compositor alemán. Y como buen concierto romántico, consta de los tres movimientos tradicionales: Allegro molto moderato/ Adagio/ Allegro moderato molto e marcato- Quasi presto- Andante maestoso, de gran virtuosismo para la orquesta y el instrumento solista. Pese a gozar de inmensa popularidad desde su estreno en Copenhague en 1869, Grieg realizó numerosas revisiones del mismo durante su vida. La última tuvo lugar entre los años 1906 y 1907 y es la que se representa actualmente. Tras los golpes de timbal que dan inicio a la obra, el piano abre el juego en el Allegro moderato inicial, escrito en forma de sonata, donde el clarinete repica el primer tema para luego, dar paso al segundo -a cargo de los violoncellos- con una melodía típicamente noruega. La labor desarrollada por Perianes fue magnífica, caracterizada por una excelente pulsación, precisión en los tempi pero por sobre todas las cosas, exquisitez y sutileza en su interpretación. Por otra parte, hubo una perfecta marcación por parte de Fabio Mechetti en los forti y tutti, pero sin caer en excesos. Unido esto a cada una de las intervenciones de los principales solistas de los diferentes grupos de instrumentos (Mariano Rey en clarinete, Gabriel La Rocca en fagot, Matías Bisulca en trombón, Fernando Ciancio en trompeta, Claudio Barile en flauta, Néstor Garrote en oboe, Pablo Saraví como concertino, Martcho Mavrov en corno, Benjamín Báez y Diego Fainguersch en violoncellos y Javier Dragún en contrabajo), fue una versión memorable desde todo punto de vista. El pianista se lució en los trinos del Adagio central y en la perfecta pulsación del Allegro moderato molto en tempo de halling (danza popular noruega en ritmo de ¾). El esfuerzo de los músicos y el solista se vio coronado por numerosos aplausos y vítores, que obligaron a Javier Perianes a hacer un bis: una transcripción del Liebestod de TRISTÁN E ISOLDA de Wagner, tras la cual se retiró sumamente aplaudido.

La obra de fondo elegida para esta ocasión fue la Sinfonía nº1 en Sol menor de Vassily Kalinnikov, que raramente se representa en los habituales programas de conciertos pese a ser la banda sonora de la película El Bosque de los Abedules de Andrzej Wajda. Compuesta entre 1894 y 1895, consta de 4 movimientos (Allegro moderato/ Andante commodamente/Scherzo: Allegro non troppo/ Finale: Allegro moderato) y fue estrenada en un concierto de la Sociedad Musical de Rusia en Kiev en 1897, bajo la dirección de Vinogradsky. La obra está dedicada a S. N. Krugilov, quien fuera amigo personal de Kalinnikov y su profesor de composición. Hay que recordar que, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, Kalinnikov provenía de un hogar humilde (su padre era agente de policía) y por ende, tras aprender fagot en el Conservatorio de Moscú mediante una beca, tuvo que abandonar sus estudios porque la precaria condición económica de su familia le impedía mantenerlo. En consecuencia, trabajó como pudo en numerosas orquestas para ganarse el sustento y enfermó de tuberculosis en el interín -dolencia que le provocará la muerte a los 34 años de edad-. Por dicho motivo, su obra sinfónica es reducida (dos sinfonías y la música incidental para el drama Zar Boris de Aleksey Tolstoi). No obstante, son obras típicamente rusas y que poseen una inusual belleza cromática. El Allegro moderato inicial abre con un tema lírico que permite el diálogo entre las diferentes secciones de instrumentos. Dicho de otra manera: la orquesta debe “cantar” la melodía. Pocas veces se escuchó a la Filarmónica con un sonido prístino, con mucho vuelo y una perfecta marcación de los tempi. Fabio Mechetti no sólo demostró ser un excelente director, sino también un profundo conocedor de la obra -la dirigió de memoria-. Se produce un profundo contraste en el Andante comodante, introducido mediante un solo de arpa con cuerdas muteadas para dar lugar al bellísimo solo de oboe central, característico de este movimiento, cuyo tema es retomado a posteriori por el corno inglés -brillante labor de Néstor Garrote y Paula Llan de Roson al respecto-. El scherzo del 3º movimiento abre con otro tema típicamente ruso, seguido por los sones de una danza de campesinos, donde la orquesta se luce en todo su esplendor. Finalmente, el último movimiento abre con el tema inicial del primero, pero se desarrolla mediante una monumental fuga que permite que la orquesta se expanda hasta el paroxismo. Tras una ejecución magistral, el público estalló en aplausos.

Según opinión personal de quien escribe, éste debió haber sido el concierto de inicio del Ciclo de Abono de la Filarmónica. No sólo por las obras comprendidas en el repertorio, sino también por los tres elementos que fueron la constante de la presente función: brillo, jerarquía y precisión. Hubiera sido bueno aprovechar la presencia de este gran director brasileño para ejecutar las dos sinfonías de Kalinnikov, ya que se consagró como un especialista en la materia. Ojalá que los programadores de conciertos lo tengan en cuenta.

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