lunes, 21 de mayo de 2018


Presentación del Ballet Nacional de Rusia en el Teatro Coliseo

UN LAGO CON ALGUNOS DESNIVELES





            El pasado jueves 17 del corriente hizo su presentación el Ballet Nacional de Rusia en el Teatro Coliseo, como parte de una gira latinoamericana que comprendió presentaciones en Argentina, Chile y Perú. No sólo actuaron en Santiago y otras ciudades del país trasandino, sino también en Mendoza, San Juan y Buenos Aires. Posteriormente, la compañía regresará a Chile para bailar en Arica y Antofagasta, para luego culminar su gira en Lima.
 En la Argentina, el repertorio comprendió una versión reducida de El Lago de los Cisnes de Tchaikowsky, con coreografía de Reisinger y Gordeev (adaptación de la original de Maruis Petipa, que se representó en el Coliseo) y una Gala donde se incluyeron fragmentos de Don Quijote de Ludwig Minkus y Scheherezade, de Nikolai Rimsky- Korsakov, que se representó en Mendoza y San Juan.
            Es la primera vez que dicha compañía de ballet hace su presentación en Argentina, bajo la dirección de quien fuera uno de los máximos referentes del Ballet Bolshoi en la década del ’80: Viacheslav Gordeev, quien junto a su esposa  - Nadieszhda Pavlova- visitó nuestro país en 1981 y ofreció una memorable interpretación de Cascanueces en el Colón (sumamente apreciada por quien escribe, que tuvo la oportunidad de estar presente en dicha función). En esta oportunidad, también lo hizo como coreógrafo.
            La mayoría de los integrantes de la compañía cuentan con antecedentes de peso, acorde a la gran tradición de ballet en Rusia: por ejemplo, la primera bailarina Siori Fukuda – quien interpretó los roles de Odette (reina de los cisnes)  y Odile (hija del mago Von Rothbart, el cisne negro) ha sido ganadora del Gran Premio Internacional de Moscú y Medalla de Oro en dicho certamen. Lo mismo sucede con Svetlana Ustyuzhaninova, quien interpretó a la Reina (madre del protagonista) y que ha sido declarada “Tesoro Nacional de Rusia”, que es uno de los máximos galardones a los cuales puede aspirar un artista de dicha nacionalidad. Y otros ostentan títulos de Artistas Honorarios, como Dmitry Protsenko (el tutor del príncipe) o Artista Honrado de la región de Moscú – el primer bailarín Anton Geyker, quien interpretó al príncipe Sigfrido- .  Sin embargo, sus dotes de bailarín no supieron corresponderse con su interpretación del rol masculino principal. Si bien posee muy buena técnica y presencia escénica, le faltó expresión. No transmitió ninguna emoción al recibir su regalo de cumpleaños en el primer acto, y mucho menos, en el encuentro con Odette en el segundo. Aquí también hubo un error por parte de la protagonista- según criterio de quien escribe- . Quizás, debido a los cortes que sufrió la música, no se vio la escena donde Odette le explica a Sigfrido que si mata a Von  Rothbart, ocasionaría no sólo su muerte, sino también la de todos los cisnes del lago. Ya en el tercer acto, se lo vio algo mejor en la escena donde confunde a Odile con Odette, al igual que en la escena final, donde triunfa el amor de la pareja protagónica.
            En cuanto a la primera bailarina, Siori Fukuda interpretó una excelente Odette y una mejor Odile. Posee una técnica perfecta- notables sus panchées y developées- que, por momentos, hizo recordar a Natalia Bessmertnova (quien interpretó dichos roles en el Colón junto al Ballet del Bolshoi en 1986). Pese a la omisión de la escena del 2° acto anteriormente mencionada, posee buenas dotes histriónicas. Pero las mejores interpretaciones de la noche fueron las de los solistas Artem Kudryashov y Alexei Zuev, quienes encarnaron a Von Rothbart y el Bufón, respectivamente. El primero demostró ser un bailarín de carácter ideal: excelente presencia escénica, histrionismo y con una caracterización impecable. Al estar vestido con un traje donde los brazos simulaban ser plumas, fue un placer en todos los sentidos; sobre todo, al hechizar a Odette para que volviera a recuperar su forma humana por la noche, y al sacar a Odile  debajo de su capa en el 3° acto. En esta versión, Sigfrido le arranca sus plumas en el último acto, con lo cual, el mago muere y se rompe el maleficio al amanecer. Aquí, Kudryashov alcanzó su máximo rendimiento y fue ovacionado al final. Y Alexei Zuev se llevó los laureles: técnica perfecta, excelente actor y sorprendió a todos con su simpatía. Sus piruetas sobre el escenario fueron memorables y demostró ser un digno ganador del Concurso Internacional de Ballet.
            En cuanto a las escenas de conjunto, se notó la perfección, sincronización de movimientos y disciplina por parte de todos los integrantes de la compañía. Cabe destacar también su alto grado de profesionalismo (sobre todo, si se tiene en cuenta que luego de una gira maratónica, tuvieron muy poco tiempo para ensayar y conocer el escenario). Y dentro de los números a cargo de los solistas principales, se destacaron Daria Darina y Ekaterina Loseva en el Pas de Trois del primer acto, mientras que Denis Zverev demostró cierta inseguridad, al compararlo con sus compañeras de elenco. Excelente el celebérrimo Pas de Quatre del segundo acto (interpretado por Elena Bulatova, Nina Koloskova, Zlata Levandovskaya y Erica Kolotova), donde la coordinación de movimientos entre las cuatro bailarinas fue perfecta, mientras que las solistas principales Daria Darina, Elena Titova y Anastasia Kolesnikova encarnaron el trío de cisnes que acompañaron a Siori Fukuda en el segundo acto.
            Luego del intervalo, las mismas primeras solistas y solistas principales encarnaron a las princesas que pretenden conquistar el corazón de Sigfrido al comienzo del tercer acto (Darina, Loseva, Bulatova, Kolotova y Koloskova), impecablemente vestidas con tutú romántico blanco. Dentro de las danzas del 3° acto, sólo se interpretaron la Mazurka (intervinieron Ksenia Bugaeva, Elena Titova, Anastasia Chekhovskaya, Egor Bolshukhin, Dmitry  Zhukov, Denis Zverev y Alexey Rybin), la Danza Napolitana (donde actuaron la mencionada Zlata Levandovskaya junto a Kristina Semenova, Bianka Navari, Elizabeta Nazimova y Andrei Semyonov) y la Danza Española (magistralmente interpretada por los primeros solistas Matisse Love y Carly Denlinger). Por tratarse de una versión reducida, faltaron las célebres Czardas húngaras y la Danza Rusa, al igual que algunos números comprendidos en el Pas de Deux de El Cisne Negro. Por momentos, los solistas que encarnaron estos roles secundarios tuvieron mejores interpretaciones que el primer bailarín Anton Geyker. Hay que tener en cuenta que este último es aún muy joven, pero se considera que debe mejorar sus dotes actorales para poder interpretar grandes papeles. No sólo basta con tener buena técnica, sino también poseer soltura escénica a la hora de interpretar un rol de semejante magnitud.  
            La reducción musical de esta representación también jugó en contra en el cuarto y último acto de la obra. Faltaron números a cargo del conjunto en el Divertimento y en la Danza de los Pequeños Cisnes (según el libreto original,  debe ser interpretada por niñas o adolescentes tempranas, vestidas con tutú clásico de color gris o negro, en contraste con el plumaje de los cisnes blancos). Posteriormente, el crescendo dramático entre los tres protagonistas principales tomó vuelo y recuperó trascendencia hacia el final de la obra, donde se desencadenan los acontecimientos que en este caso,  llevan al triunfo del amor en vida (a diferencia de la versión de Jack Carter, donde Odette y Sigfrido aparecen juntos en la transfiguración que marca el vencimiento del amor eterno más allá de la muerte). Al caer el telón, Fukuda y Kudryashov fueron ovacionados por parte del público.
            Ha sido lamentable el hecho de no contar con programas de mano ni con ficha técnica por varios motivos. En primer lugar, es una absoluta falta de respeto hacia los artistas, ya que fueron lisa y llanamente ignorados. En segundo lugar, tampoco pudo saberse quiénes estuvieron a cargo de la escenografía y el vestuario. Si bien este último fue espléndido, el hecho de usar telones pintados con el castillo y el lago de fondo jugó en contra de la entrada de los bailarines; sobre todo, si se tiene en cuenta que el escenario es pequeño. Bien  pudo haberse reemplazado por una proyección digital, en una época donde se cuenta con la tecnología suficiente y necesaria para montar un espectáculo de jerarquía.
            Por último, es una falta de respeto hacia el público presente y el periodismo especializado, ya que no se puede escribir una crítica sin saber quiénes fueron los participantes. Afortunadamente, uno cuenta con gente que le proporciona los datos, pero no es así como funcionan las cosas. El periodista especializado debe contar con la información necesaria para poder emitir un juicio de valor en base al desempeño de los protagonistas. Ha sido una versión más de una obra celebérrima, donde hubo muchos altibajos. Y por sobre todas las cosas, un  Lago que presentó alternancia de momentos brillantes con  marcados desniveles.
                                                                     Martha CORA ELISEHT

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