Magistral transmisión por streaming de “EUGÉNE
ONEGUIN” desde el Metropolitan
DE CORAZONES ROTOS Y
AMORES NO CORRESPONDIDOS
Martha CORA ELISEHT
Una de las óperas más bellas que se
han compuesto dentro del repertorio ruso es EUGÉNE
ONEGUIN, de Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893), que se representó el pasado
lunes 30 del corriente en transmisión pos streaming
del Metropolitan Opera House de New York, en una versión que data de 2007 y que
contó con puesta en escena de Robert Carsten, escenografía y vestuario de
Michael Levine, iluminación de Jean Kalman y coreografía de Serge Bennathan. Y
se caracterizó no sólo por tener un elenco y una dirección orquestal de lujo,
sino también un presentador de lujo: el eximio bailarín y coreógrafo ruso
Mikhail Barishnikov, quien explicó la concepción de la obra antes de que la
misma comenzara.
El elenco estuvo compuesto por los
siguientes cantantes: Dmitri Hvorostovsky (Eugéne
Oneguin), Renée Flemming (Tatiana), Ramón Vargas (Lenski),
Elena Zaremba (Olga), Sergei
Aleksashkin (Príncipe Gremlin), Svetlana
Volkova (Larina, madre de Tatriana y
Olga), Larisa Schevchenko (Nodriza), Jean-
Paul Fouchêcourt (Triquet), Keith
Miller (Capitán Roitny) y Richard
Bernstein (Zaretsky). Participaron
los bailarines solistas Linda Gelinas y Sam Meredith, mientras que Donald
Palumbo tuvo a su cargo la dirección del Coro. Por último, Valery Gergiev ocupó
el podio para dirigir a la Orquesta Estable de la institución.
La más famosa de las óperas de
Tchaikovsky fue compuesta en 1877 con libreto de Konstantin Shilovsky sobre la
novela homónima de Alexander Pushkin a instancias de la soprano Elizaveta
Andreyevna Lavrovskaya, quien convenció al compositor. Para ese entonces,
Tchaikovsky ya había conocido a su mecenas –la baronesa Nadezhda Filaretovna
von Meck- y se encontraba en la composición de su 4° Sinfonía. Al leer la novela de Pushkin, se entusiasmó y comenzó
la composición a partir de la Escena de
la Carta de Tatiana. Fue el único
segmento de la obra que no sufrió ningún tipo de modificaciones y cuya
composición se mantuvo intacta hasta la actualidad. Se estrenó en el Teatro
Maly de Moscú en 1879 bajo la dirección de Nikolai Rubinstein y tuvo un suceso
rotundo desde el principio. El
protagonista –un aristócrata hedonista y egocéntrico- sufre una profunda
transformación emocional durante el desarrollo de la obra: despierta la pasión
en la joven Tatiana, pero la
desprecia cuando ésta le declara su amor mediante una carta durante el 1° Acto.
Despierta los celos de su mejor amigo – el poeta Lenski- al coquetear con Olga
(novia del mismo), a punto tal de batirse a duelo y pagar la afrenta en el
2° Acto. Pero el destino le juega una mala pasada: al asesinar a su mejor amigo
en el duelo, queda estupefacto y decide viajar para olvidar el hecho. En el 3°
Acto, luego de unos años, al ser invitado a una fiesta en el palacio del Príncipe Gremlin, descubre –con
sorpresa- que su amigo se ha casado con Tatiana.
Se enamora perdidamente de ella y le escribe una carta apasionada. Pero las
cosas cambiaron: pese a que lo ama, ella es una mujer casada y no está
dispuesta a abandonar a su marido. Se invierte la situación planteada durante
el 1° Acto: ahora es ella la que lo deja solo y con el corazón destrozado.
Precisamente, la presente puesta en
escena hace hincapié sobre el protagonista, donde se lo representa solo y
abatido durante el Prólogo, sentado, leyendo un libro. A medida que avanza la
música, se ilumina la escena en tonos de naranja y comienza una lluvia de hojas
secas –en alegoría al otoño de la vida de Oneguin-
y a partir de ahí comienza el
relato de los hechos. La escenografía
es sumamente simple: una habitación cuadrada, con escasos elementos acorde a la
trama –que son aportados y retirados por figurantes- y donde se pasa de una
escena a la otra mediante recursos de iluminación. También se utiliza la misma
haciendo foco en los protagonistas y oscureciendo el resto. Sin embargo, se
compensa con un magnífico vestuario de época –fines del siglo XIX-, sencillo
para los campesinos y lujoso para la aristocracia. Durante el 1° Acto, la
hojarasca mencionada previamente se mantendrá hasta el ingreso del Coro
femenino (“Dyevitsi krasavitsi”/
Preciosas jóvenes), donde comienzan a barrer con sus escobas formando un
círculo para que tenga lugar el desenlace entre Oneguin y Tatiana luego
de haber recibido la carta y destruir las ilusiones de amor de la muchacha. En
esta ocasión, sólo hubo un intervalo entre el 1° y 2° Actos, mientras que el 2°
y el 3° se representan sin interrupción. Un grupo de figurantes le alcanzan al
protagonista agua para lavarse las manos tras la muerte de Lenski y vestirlo adecuadamente para la fiesta en el palacio de Gremlin durante los acordes de la
célebre Polonesa, mientras otros
retiran el cadáver del poeta y un
tercer grupo coloca las sillas para la recepción en palacio.
A diferencia de otras versiones, el
ballet sólo tiene participación en la Escocesa
del 3° Acto –magistralmente danzada por Linda Gelinas y Sam Meredith-, mientras
que el Coro jugó un papel esencial. No sólo aparece en las escenas más
importantes, sino que además sonó muy sólido, compacto y con una gran
expresividad, brindando el marco adecuado ante el desarrollo de los
acontecimientos. La mezzosoprano Svetlana Volkova y la contralto Larisa
Schevchenko formaron un excelente dúo durante el 1° Acto, recordando su
juventud. Keith Miller brindó un muy buen Roitny,
al igual que el bajo Richard Bernstein como Zaretsky. Por su parte, el tenor Jean- Paul Fouchêcourt interpretó
al simpático tutor francés Triquet. Y
en cuanto a los roles principales, la mezzosoprano Elena Zaremba encarnó una
jovial y divertida Olga merced a su
hermoso timbre y color tonal desde su primera aria (“Ah, Tanya! Tanya!”), al igual que en el Cuarteto del 1° Acto (“Ah! Znala ya chto poyavlyenye Oneguina”…
“Hubiera adivinado que la presencia de Oneguin”…), mientras su hermana
suspira de amor por el visitante (“Ya
dozhdalas, otkiiliis ochni!”/ Mi hora ha llegado! Mis ojos se abren!”) y a
su vez, Oneguin le dice a Lenski que hubiera elegido a Tatiana (“Iá vibrai bi droogooya”),
mientras el poeta clama que ambas son diferentes (“Ah, moi dorogoi… volna i katinyen”). También tuvo una
destacadísima actuación el bajo Sergei Aleksashkin como Gremlin, merced a su maravillosa voz. Su aria es una de las
preferidas del repertorio ruso (“El amor
ocurre a cualquier edad”/ “Lyubvi vsye vozrasti pokorni”) y la ejecutó con
gran profesionalismo.
Siguiendo con los roles principales,
el tenor mexicano Ramón Vargas dio vida al poeta Lenski, que hizo delirar al Metropolitan ante cada una de sus
intervenciones (“Ia lyublu ti vya, Olga”/
“Te amo, Olga”; “V vashem domye! V vashem domye”… /”En esta casa, donde viví mi
juventud”) y en la celebérrima “Kudá,
kudá kudá vi oodalilis?” (“Dónde, dónde se han ido, preciosos días de mi juventud?...”)
donde se despide de la vida antes de batirse a duelo con su amigo. La ovación
tras la misma fue total y el Met estalló en aplausos y vítores. Renée Flemming
ha sido una de las mejores intérpretes del rol de Tatiana y lo demostró con creces desde todo punto de vista:
romántica, soñadora y angelical –a diferencia de su hermana Olga-, que se permite soñar con el amor
y hacer esperanza su sueño cuando conoce a Oneguin.
La Escena de la Carta –punto
crucial de la obra- es un monólogo que contiene una de las arias más bellas que
se han compuesto y que permite el lucimiento vocal e histriónico de la soprano (“O da, klyalas va sokhrainits dooshe”/
“Eres mi ángel de la guardia o un voluptuoso traidor?”…). Al finalizar la
misma, el Met se vino abajo en materia de aplausos y vítores. Pero también
posee otra aria crucial: la previa a la escena final del 3° Acto, donde ella
lee la carta que Oneguin le envía
declarándole su amor (“O kak mnye
tyazhelo! O pyasts Oneguin vstal na pooti moyom!”/ “Ah! Cómo sufro! Otra vez
Oneguin entra en mi vida”…) antes del dúo final (“La felicidad estaba tan cerca”/ “Schastye bilo tak vozmoznyo”). ¿Y qué decir del inolvidable Dmitri
Hvorostovsky?... Un barítono de raza y un eximio intérprete de este rol –con el
cual hizo su debut en el Colón-, vocal e histriónicamente perfecto. Además de
su presentación junto a Lenski y del
sublime Cuarteto del 1° Acto, se luce desde que regresa de su paseo con Tatiana (“Moi dyadya samikh chyestnikh
pravili”/ Mi tío tenía los más altos principios”), siguiendo con Tatiana luego de recibir la carta (“Vi mnyé pisali…Nye otpraityest!”/ “Me has
escrito, no lo niegues”; “Kogda bi zhizn domashrim kroogom”/ Si quisiera confinar mi vida a un círculo
familiar…), su arrepentimiento tras
el duelo con Lenski por el incidente
ocurrido en el 2° Acto y el tedio que manifiesta en la fiesta en palacio (“I zdyes mnye skoochno!”/Aquí también me
aburro”) hasta que descubre que la esposa de Gremlin es Tatiana (“Oozhel
ta samanya Tatyana”/ Es la misma Tatiana, aquella que un día encontré”…) y
es capaz de postrarse a sus pies con tal de recuperarla (“Oh szhaltyes, szhaltyes nado mnoyo!”/
Ten piedad de mí!). Y cuando se ve solo y abandonado, la ovación del Met
fue total.
Naturalmente, nada de esto hubiera
sido posible sin la magistral dirección de Valery Gergiev, quien dio el
suficiente vuelo y la precisión necesaria para que la orquesta sonara perfecta,
poniendo énfasis en los tempi y en
las escenas más románticas y dramáticas. Independientemente de ser uno de los
mejores directores de la actualidad, es un eximio intérprete de esta ópera,
además de un asiduo concurrente del Met. E incluso fue ovacionado antes de
comenzar a dirigir.
Una interpretación excelsa desde
todo punto de vista, con cantantes de primer nivel y un director experto en la
materia son los ingredientes necesarios para lograr una combinación perfecta de
este gran clásico del romanticismo ruso. Y sumamente actual, ya que es la mujer
quien dice que no tras haber sufrido un fracaso sentimental.
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