miércoles, 2 de diciembre de 2020

 

Magistral transmisión por streaming de “EUGÉNE ONEGUIN” desde el Metropolitan

 

DE CORAZONES ROTOS Y AMORES NO CORRESPONDIDOS

Martha CORA ELISEHT

 

            Una de las óperas más bellas que se han compuesto dentro del repertorio ruso es EUGÉNE ONEGUIN, de Piotr I. Tchaikovsky (1840-1893), que se representó el pasado lunes 30 del corriente en transmisión pos streaming del Metropolitan Opera House de New York, en una versión que data de 2007 y que contó con puesta en escena de Robert Carsten, escenografía y vestuario de Michael Levine, iluminación de Jean Kalman y coreografía de Serge Bennathan. Y se caracterizó no sólo por tener un elenco y una dirección orquestal de lujo, sino también un presentador de lujo: el eximio bailarín y coreógrafo ruso Mikhail Barishnikov, quien explicó la concepción de la obra antes de que la misma comenzara.

            El elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Dmitri Hvorostovsky (Eugéne Oneguin), Renée Flemming (Tatiana), Ramón  Vargas (Lenski), Elena Zaremba (Olga), Sergei Aleksashkin (Príncipe Gremlin), Svetlana Volkova (Larina, madre de Tatriana y Olga), Larisa Schevchenko (Nodriza), Jean- Paul Fouchêcourt (Triquet), Keith Miller (Capitán Roitny) y Richard Bernstein (Zaretsky). Participaron los bailarines solistas Linda Gelinas y Sam Meredith, mientras que Donald Palumbo tuvo a su cargo la dirección del Coro. Por último, Valery Gergiev ocupó el podio para dirigir a la Orquesta Estable de la institución.

            La más famosa de las óperas de Tchaikovsky fue compuesta en 1877 con libreto de Konstantin Shilovsky sobre la novela homónima de Alexander Pushkin a instancias de la soprano Elizaveta Andreyevna Lavrovskaya, quien convenció al compositor. Para ese entonces, Tchaikovsky ya había conocido a su mecenas –la baronesa Nadezhda Filaretovna von Meck- y se encontraba en la composición de su 4° Sinfonía. Al leer la novela de Pushkin, se entusiasmó y comenzó la composición a partir de la Escena de la Carta de Tatiana. Fue el único segmento de la obra que no sufrió ningún tipo de modificaciones y cuya composición se mantuvo intacta hasta la actualidad. Se estrenó en el Teatro Maly de Moscú en 1879 bajo la dirección de Nikolai Rubinstein y tuvo un suceso rotundo desde el principio.  El protagonista –un aristócrata hedonista y egocéntrico- sufre una profunda transformación emocional durante el desarrollo de la obra: despierta la pasión en la joven Tatiana, pero la desprecia cuando ésta le declara su amor mediante una carta durante el 1° Acto. Despierta los celos de su mejor amigo – el poeta Lenski- al coquetear con Olga (novia del mismo), a punto tal de batirse a duelo y pagar la afrenta en el 2° Acto. Pero el destino le juega una mala pasada: al asesinar a su mejor amigo en el duelo, queda estupefacto y decide viajar para olvidar el hecho. En el 3° Acto, luego de unos años, al ser invitado a una fiesta en el palacio del Príncipe Gremlin, descubre –con sorpresa- que su amigo se ha casado con Tatiana. Se enamora perdidamente de ella y le escribe una carta apasionada. Pero las cosas cambiaron: pese a que lo ama, ella es una mujer casada y no está dispuesta a abandonar a su marido. Se invierte la situación planteada durante el 1° Acto: ahora es ella la que lo deja solo y con el corazón destrozado. 

            Precisamente, la presente puesta en escena hace hincapié sobre el protagonista, donde se lo representa solo y abatido durante el Prólogo, sentado, leyendo un libro. A medida que avanza la música, se ilumina la escena en tonos de naranja y comienza una lluvia de hojas secas –en alegoría al otoño de la vida de Oneguin- y a partir de ahí comienza el relato de los hechos. La escenografía es sumamente simple: una habitación cuadrada, con escasos elementos acorde a la trama –que son aportados y retirados por figurantes- y donde se pasa de una escena a la otra mediante recursos de iluminación. También se utiliza la misma haciendo foco en los protagonistas y oscureciendo el resto. Sin embargo, se compensa con un magnífico vestuario de época –fines del siglo XIX-, sencillo para los campesinos y lujoso para la aristocracia. Durante el 1° Acto, la hojarasca mencionada previamente se mantendrá hasta el ingreso del Coro femenino (“Dyevitsi krasavitsi”/ Preciosas jóvenes), donde comienzan a barrer con sus escobas formando un círculo para que tenga lugar el desenlace entre Oneguin y Tatiana luego de haber recibido la carta y destruir las ilusiones de amor de la muchacha. En esta ocasión, sólo hubo un intervalo entre el 1° y 2° Actos, mientras que el 2° y el 3° se representan sin interrupción. Un grupo de figurantes le alcanzan al protagonista agua para lavarse las manos tras la muerte de Lenski y vestirlo adecuadamente para la fiesta en el palacio de Gremlin durante los acordes de la célebre Polonesa, mientras otros retiran el cadáver del poeta y un tercer grupo coloca las sillas para la recepción en palacio.

            A diferencia de otras versiones, el ballet sólo tiene participación en la Escocesa del 3° Acto –magistralmente danzada  por Linda Gelinas y Sam Meredith-, mientras que el Coro jugó un papel esencial. No sólo aparece en las escenas más importantes, sino que además sonó muy sólido, compacto y con una gran expresividad, brindando el marco adecuado ante el desarrollo de los acontecimientos. La mezzosoprano Svetlana Volkova y la contralto Larisa Schevchenko formaron un excelente dúo durante el 1° Acto, recordando su juventud. Keith Miller brindó un muy buen Roitny, al igual que el bajo Richard Bernstein como Zaretsky. Por su parte, el tenor Jean- Paul Fouchêcourt interpretó al simpático tutor francés Triquet. Y en cuanto a los roles principales, la mezzosoprano Elena Zaremba encarnó una jovial y divertida Olga merced a su hermoso timbre y color tonal desde su primera aria (“Ah, Tanya! Tanya!”), al igual que en el Cuarteto del 1° Acto (“Ah! Znala ya chto poyavlyenye Oneguina”… “Hubiera adivinado que la presencia de Oneguin”…), mientras su hermana suspira de amor por el visitante (“Ya dozhdalas, otkiiliis ochni!”/ Mi hora ha llegado! Mis ojos se abren!”) y a su vez, Oneguin le dice a Lenski que hubiera elegido a Tatiana (“Iá vibrai bi droogooya”), mientras el poeta clama que ambas son diferentes (“Ah, moi dorogoi… volna i katinyen”). También tuvo una destacadísima actuación el bajo Sergei Aleksashkin como Gremlin, merced a su maravillosa voz. Su aria es una de las preferidas del repertorio ruso (“El amor ocurre a cualquier edad”/ “Lyubvi vsye vozrasti pokorni”) y la ejecutó con gran profesionalismo.

            Siguiendo con los roles principales, el tenor mexicano Ramón Vargas dio vida al poeta Lenski, que hizo delirar al Metropolitan ante cada una de sus intervenciones (“Ia lyublu ti vya, Olga”/ “Te amo, Olga”; “V vashem domye! V vashem domye”… /”En esta casa, donde viví mi juventud”) y en la celebérrima “Kudá, kudá kudá vi oodalilis?” (“Dónde, dónde se han ido, preciosos días de mi juventud?...”) donde se despide de la vida antes de batirse a duelo con su amigo. La ovación tras la misma fue total y el Met estalló en aplausos y vítores. Renée Flemming ha sido una de las mejores intérpretes del rol de Tatiana y lo demostró con creces desde todo punto de vista: romántica, soñadora y angelicala diferencia de su hermana Olga-, que se permite soñar con el amor y hacer esperanza su sueño cuando conoce a Oneguin. La Escena de la Carta –punto crucial de la obra- es un monólogo que contiene una de las arias más bellas que se han compuesto y que permite el lucimiento vocal e histriónico de la soprano (“O da, klyalas va sokhrainits dooshe”/ “Eres mi ángel de la guardia o un voluptuoso traidor?”…). Al finalizar la misma, el Met se vino abajo en materia de aplausos y vítores. Pero también posee otra aria crucial: la previa a la escena final del 3° Acto, donde ella lee la carta que Oneguin le envía declarándole su amor (“O kak mnye tyazhelo! O pyasts Oneguin vstal na pooti moyom!”/ “Ah! Cómo sufro! Otra vez Oneguin entra en mi vida”…) antes del dúo final (“La felicidad estaba tan cerca”/Schastye bilo tak vozmoznyo”).  ¿Y qué decir del inolvidable Dmitri Hvorostovsky?... Un barítono de raza y un eximio intérprete de este rol –con el cual hizo su debut en el Colón-, vocal e histriónicamente perfecto. Además de su presentación junto a Lenski y del sublime Cuarteto del 1° Acto, se luce desde que regresa de su paseo con Tatiana (“Moi dyadya samikh chyestnikh pravili”/ Mi tío tenía los más altos principios”), siguiendo con Tatiana luego de recibir la carta (“Vi mnyé pisali…Nye otpraityest!”/ “Me has escrito, no lo niegues”; “Kogda bi zhizn domashrim kroogom”/ Si quisiera confinar mi vida a un círculo familiar…), su arrepentimiento tras el duelo con Lenski por el incidente ocurrido en el 2° Acto y el tedio que manifiesta en la fiesta en palacio (“I zdyes mnye skoochno!”/Aquí también me aburro”) hasta que descubre que la esposa de Gremlin es Tatiana (“Oozhel ta samanya Tatyana”/ Es la misma Tatiana, aquella que un día encontré”…) y es capaz de postrarse a sus pies con tal de recuperarla (“Oh szhaltyes, szhaltyes nado mnoyo!”/ Ten piedad de mí!). Y cuando se ve solo y abandonado, la ovación del Met fue total.

            Naturalmente, nada de esto hubiera sido posible sin la magistral dirección de Valery Gergiev, quien dio el suficiente vuelo y la precisión necesaria para que la orquesta sonara perfecta, poniendo énfasis en los tempi y en las escenas más románticas y dramáticas. Independientemente de ser uno de los mejores directores de la actualidad, es un eximio intérprete de esta ópera, además de un asiduo concurrente del Met. E incluso fue ovacionado antes de comenzar a dirigir.

            Una interpretación excelsa desde todo punto de vista, con cantantes de primer nivel y un director experto en la materia son los ingredientes necesarios para lograr una combinación perfecta de este gran clásico del romanticismo ruso. Y sumamente actual, ya que es la mujer quien dice que no tras haber sufrido un fracaso sentimental.

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