LA TARDE FUE DEL
DIRECTOR
Teatro
Colón, temporada 2022, Segundo concierto del ciclo a cargo de la Orquesta
Estable, Director: Sylvain Gasançon. Solístas: Rachel Willis-Sorensen
(Soprano), Freddy Varela Montero (Violín). Programa: Obras de Elgar y Richard
Strauss. 17/07/22.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO
Dentro del ciclo de cinco conciertos sinfónicos que se
llevan a cabo por la Orquesta Estable del
Teatro Colón en la presente temporada, esta segunda fecha fue confiada al
conductor francés Sylvain Gasançon quien por quinta vez visita Ntro. país pero recién
ahora se presenta en la sala de Ntro. primer coliseo. Flamante Director Titular
de la Orquesta Filarmónica de la UNAM de México , es portador de un interesante
currículum el que incluye su triunfo en el Concurso para Jóvenes Directores
Eduardo Mata de México en 2005 y colaboraciones con Orquestas Europeas e
Iberoamericanas de primer orden. El programa que le fue confiado estuvo
compuesto por dos obras de altísima exigencia interpretativa: el concierto para
violín y orquesta en Si menor, op. 61 de Sir Edward Elgar y “Las Cuatro Ultimas
Canciones de Richard Strauss con dos solistas de primer nivel: Rachel Willis-Sorensen
en Strauss y Ntro. bién conocido Freddy Varela Montero en la obra de Elgar.
Es de lamentar que no se hubiese programado
alguna obra puramente orquestal ya que considerando el trabajo de Elgar cuya
duración se ubica entre los 50 a 55 minutos y las canciones de Strauss en
alrededor de 20 minutos sumado al breve intervalo dispuesto, la duración
alcanzó la hora y treinta minutos de extensión, sin poder tener el gusto de
verlo dirigir algún cierre de fuste con la Estable. También fue llamativo el
hecho de que se programaran las canciones como cierre y no como inicio. Por
supuesto que todo esto es materia opinable.
Pudo apreciarse un lleno interesante en la
sala. Teniendo en cuenta que se trató del primer fin de semana del receso
escolar invernal obviamente la composición del público fue heterogénea. También
gran parte de ese público fue neófito, concurrió hasta con los más pequeños y
lamentablemente aplaudió entre movimiento y movimiento y entre canción y
canción aunque justo es decirlo, los intérpretes se prodigaron de tal forma que
lograron captar en todo momento la atención de la sala.
Cuatro
años le llevó a Sir Edward Elgar la
concreción de su concierto para Violín y Orquesta que dedicó a Fritz Kreisler.
Tal vez los suficientes para poder plasmar en el pentagrama una profusa riqueza
de ideas tanto melódicas, como tímbricas o técnicas y lo principal, Solista y Orquesta
están en un pié de igualdad y por lo tanto las exigencias del trabajo les caben
a ambos. Encontraremos momentos de tensión, de enjundia, de intensas melodías a
las que se agrega un final en el que la cadenza es acompañada por un increíble rasguido
de cuerdas en violines y violas acompañando al solista. Puede decirse entonces
que en esta versión escuchada en el Colón Freddy Varela Montero construyó ladrillo
por ladrillo su interpretación con gran solvencia y pleno entendimiento con Orquesta
y Director. Aquí Gasançon encontró el punto justo en la interpretación de la
música de Elgar, tan identificada con el sentir de su país, como para brindarle a Varela Montero un ropaje
ideal para la actuación. La Estable brilló en esta obra y en cuanto al solista,
mostró todos sus recursos interpretativos, tuvo enjundia, vehemencia para
marcar los instantes de mayor dramatismo y supo ser sutil en la cadenza previa
al final. Algunos pasajes iniciales de sonido un tanto turbio no desmerecen en
lo más mínimo su muy buena prestación.
En la segunda parte, se presentó por primera
vez la soprano norteamericana Rachel Willis-Sorensen, poseedora de amplios
antecedentes previos, con actuaciones de importancia tanto en Europa como en
Estados Unidos. Figura relevante en los
elencos de la Staatsoper de Viena, Covent Garden de Londres, Metropolitan de
New York o la Lyric de Chicago por citar solo algunos, llegó al Colón para
presentarse interpretando “Las Cuatro Ultimas Canciones” de Richard Strauss,
obra póstuma del genial creador alemán, en la que virtualmente se despide de la
creación y del mundo a partir de los textos de los poemas elegidos para integrar
este trabajo. Llega a los 88 años a expresarse de la firma más conmovedora
musicalmente hablando con muchas sutilezas y pasajes que surgen de las entrañas
mismas de la orquesta, es decir desde lo más profundo. Aquí en esta versión,
hubieron dos características distintivas:
Desde la orquesta un discurso absolutamente expresivo, sutilezas más
allá de algún percance de bronces que no empañó en modo alguno el fondo del
trabajo y un cuidado por parte de Gasançon para con la interprete para que
hiciera lo suyo de la mejor forma posible. En cambio Willis-Sorensen quien es
portadora de un registro absolutamente
robusto y muy potente no pudo llegar a los matices y sutilezas que esta
partitura requiere, abordando los fragmentos
desde la zona grave en pianissimo para pasar directamente al ataque
desde la zona aguda, por lo que su enfoque no fue más allá de la corrección
cuando esperábamos algo más y eso se alcanzó a percibir cuando tras el final y
tras los sostenidos aplausos de gran parte del público abordaron todos “Morgen”
del mismo Strauss en donde ahí si se la percibió más cómoda y convincente y en
donde Varela Montero quien en esta segunda parte retornó a su sitial de
concertino de la Orquesta se floreó en los solos de violín tanto como en “Las cuatro
últimas Canciones”. Si queremos encontrar detalles de color, digo que mientras
que al finalizar Elgar Varela Montero obsequió
a su compañera de orquesta Natalia Shishmonina (quien ocupó el rol de
Concertino en esta primera parte) el ramo de flores que el Teatro obsequia a
los solistas y directores, Willis-Sorensen optó por lanzarlo ampulosamente a la
platea en gratitud por la ovación recibida, tal vez exagerando un poco. Sin
dudas, lo más rescatable del atardecer de Domingo fue la presencia de un
notable conductor quién logró entenderse a la perfección con la Estable y que
ojalá sea este el inicio de una
fructífera colaboración con Ntro. primer coliseo.
Donato Decina
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