REENCUENTRO FILARMÓNICO CON SU
TITULAR…
Por Jaime Torres Gómez
La
llegada de Roberto Rizzi-Brignoli al titularato
de la Filarmónica de Santiago ha sido “muy especial”, por cuanto recién en marzo pasado pudo llegar a Chile para debutar en ese rol, luego de dos años de ausencia debido a la pandemia.
Con
un importante currículum, este maestro
italiano no es desconocido en Chile, habiendo tenido importantes y
continuas colaboraciones para producciones de ópera en el Teatro Municipal
de Santiago hasta el año 2008. Sin
embargo, fue apresurado haberle
confiado la titularidad de la Filarmónica tras una larga ausencia, considerando que una
designación así debiera ser la culminación
de un proceso de colaboración con una
razonable vecindad temporal…
Debiendo
debutar en la temporada 2020, no fue
posible ante la razón señalada, no obstante, a partir de la apertura de los espectáculos con público presencial en agosto pasado -y antes de manera virtual-, era menester dar una señal de presencia
en Chile para iniciar in situ el trabajo junto a los filarmónicos.
Por
otro lado, no se conoce hasta cuándo se extendería su contrato, considerando
los 2 años de ausencia, más el hecho que recién se le está conociendo. Y su dedicación a la orquesta para la actual
temporada es insuficiente
respecto a los titulares históricos,
notado especialmente en los conciertos,
con apenas una presencia del 20% del ciclo de abono, no obstante una presencia
de dos tercios en la temporada de ópera
(de un total de 3 títulos…) más un título de ballet.
Las
consideraciones anteriores obedecen a lo esperable de un maestro titular, que es liderar con fuerte presencia el desarrollo
de la agrupación a su cargo, siendo la instancia
de la temporada de conciertos la
mejor plataforma para profundizar un trabajo de modelación sonora, idealmente mediante una amplia gama de
repertorios. Y al no conocerse bien a Rizzi-Brignoli
en este ámbito, debiera esperarse a futuro revierta
su poca presencia, y con mayor variedad repertorística.
Titulado
“Grandes
Románticos”, el programa (primera
función) consultó obras de Carl Maria von Weber, Felix
Mendelssohn y Johannes Brahms, no disponiendo de mayor
variedad de períodos musicales para calibrar, con mejor óptica, las capacidades
de Rizzi-Brignoli en el campo de
conciertos, habiéndose circunscrito sólo al romanticismo
musical…
No
obstante la limitación señalada, los resultados
en general fueron muy positivos,
dando cuenta de la buena formación musical de Rizzi-Brignoli y su eficacia en extraer entusiastas entregas de los
filarmónicos. Comenzando con la Obertura
de la ópera “El Cazador Furtivo” de Von
Weber -largamente ausente en el medio-, resultó afín a la batuta. De
contagiosa vitalidad, e impregnada de una directa influencia italiana y algo francesa, no obstante de recio carácter germano, esta pieza posee una rica variedad de contrastes y
enjundiosos desarrollos. La versión del maestro Rizzi-Brignoli acertó con creces al espíritu de la obra, con
generosa exposición de las líneas melódicas, estupendos balances, empáticos tempi
y calibradas progresiones expresivas. Muy buena respuesta de los filarmónicos.
Seguidamente,
una errática versión de la Sinfonía
N° 4 “Italiana” de Mendelssohn. Siendo una obra de
inmensa frescura (como toda la producción mendelssohniana),
amén de una bestial exigencia técnica global, una idiomática interpretación supone
una amabilidad de discurso que provea natural fluidez (y calidez) del flujo
armónico, y ajena a indicaciones que endurezcan el sonido y marcaciones que rigidicen
los pasajes briosos, ya de fuertes exigencias rítmicas.
La
versión ofrecida discurrió de menos a más, en cuanto tuvo un
arranque en exceso rígido y agresivo, confundiendo frescura con extemporáneo
ímpetu, amén de una respuesta a ratos imprecisa de la orquesta. El segundo movimiento, si bien estuvo bien
ensamblado, careció de profundidad de carácter (alusión a una procesión de peregrinos), donde lo arcano debiera ser la constante, no obstante
hubo claridad de voces especialmente al comienzo del entrañable pasaje de las corcheas en staccato de los cellos y bajos. El tercero, si
bien hubo amabilidad discursiva, pero sin mayores relieves, salvo en el hermoso
Trío con muy buenas participaciones
de cornos y fagotes. Y en el endemoniado cuarto
movimiento (Saltarello-Presto),
hubo extraordinarios logros en transparencias y ajuste grupal ante el
arrebatador y puntilloso requerimiento de la batuta.
Y
como última obra, una formidable versión de la Primera Sinfonía de Brahms,
donde Rizzi-Brignoli demostró soberano dominio. Considerada como la “Sinfonía Patética” brahmsiana (no apodada así por el compositor), se da una lógica
quasi dialéctica de fuerzas oponentes entre lo trágico y lo amable. Con una arrebatadora invocación del Destino en la introducción (decisivo
protagonismo de los timbales), sus
desarrollos a lo largo de toda la obra reflejan gran oficio de armonía y orquestación. Grandes logros con una magnífica adopción de tempi, inteligente manejo del rubato, más una generosa exposición de
las líneas melódicas, contrastes y controladas progresiones expresivas. Y los filarmónicos, con atenta respuesta,
flexibles y con buen esmalte sonoro.
En suma, un reencuentro de la Filarmónica
de Santiago con su maestro titular,
dando cuenta de un debido anhelo por contar con su mayor presencia en el ámbito de conciertos, máxime al darse un sólido resultado con esta presentación.
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