lunes, 24 de abril de 2023

 

Sinfónica en triunfal noche shakesperiana…

                                                                                  Por Jaime Torres Gómez

Continuando la temporada oficial de la Sinfónica Nacional, el cuarto programa, desde marzo, nuevamente estuvo a cargo de su formidable maestro titular, Rodolfo Saglimbeni.

No obstante un buen marco de público, nuevamente se insiste en la necesidad de dar a conocer la totalidad de la temporada internacional, para así fidelizar mejor al público abonado, y no continuar dando a conocer los programas sobre la marcha sin un horizonte mayor de los mismos…

Con un monográfico Tchaikovsky-Shakespeare, se contemplaron las tres obras del compositor ruso inspiradas en los textos del legendario escritor inglés, siendo un gravitante aporte editorial al escasear su periodicidad en buena parte de las orquestas del mundo. Asimismo, se incluyó, como curiosidad, el Gran Dúo para Violín y Contrabajo de Giovanni Bottesini, al parecer estreno local.  

Luego de 27 años de ausencia, llegó el Hamlet tchaikovskiano, obra de impactante visceralidad y que magistralmente refleja el trágico carácter inspirante. Siendo un poema sinfónico, fue publicado como Obertura-Fantasía, op 67, y originalmente concebido como música incidental a la producción escénica de la tragedia homónima. De tensionada expresividad, no hay tanta claridad de asociación temática en todos los personajes, aunque pueden reconocerse los tormentosos soliloquios del mismo Hamlet, como la aparición del fantasma a través de las intervenciones del gong, asimismo la hermosa melodía del oboe representando a Ofelia, y la inclusión de una marcha representando a Fortinbras. Y como buena obra de Tchaikovsky, posee gran factura de orquestación y estructura armónica.

En Chile, de gran recuerdo la notable versión de la Sinfónica en 1996 junto al recordadísimo maestro Henrique Morelenbaum, recibiéndose ahora a Saglimbeni con máximo beneplácito al ofrecer una versión plena de idiomatismo. Un completo triunfo interpretativo y de ejecución.

Intercalado dentro del monográfico Tchaikovsky-Shakespeare, y luego del desgarrador dramatismo hamletiano, inteligentemente se dispuso del Gran Dúo para Violín y Contrabajo de Botessini, proveyendo completa distensión ante tal intensidad... Estilísticamente asociado al belcanto decimonónico (género operístico), Bottesini magistralmente lleva al plano instrumental las estructuras y caracteres propios de la ópera belcantista -recitativo-aria-cabaletta-, plasmándose en esta pieza pirotécnico virtuosismo.

Con el concertino de la Sinfónica (Alberto Dourthé) y el solista en contrabajo de la misma (Héctor Leyton), musicalmente la entrega tuvo debido vuelo expresivo y calibrada musicalidad global. No obstante ello, se evidenció un desnivel entre los solistas, quedando en inferioridad de rendimiento el concertino de la agrupación, incurriendo en desafinaciones y destemples con extemporáneos sforzatos que restaron linealidad a las frases, y consecuente fluidez de discurso. Por distinto carril discurrió el solista en contrabajo, con irreprochable cometido en todo orden. Y no siempre idiomático el acompañamiento, fundamentalmente ante la inhabitualidad de la Sinfónica en abordar repertorio belcantista y sus derivados, como en el caso de Bottesini.         

La segunda parte, retornando a Tchaikovsky, finalizó con La Tempestad y Romeo y Julieta. En el caso de primera, se trata de una obra compuesta poco después de la segunda, tras la exitosa incursión shakesperiana previa del compositor.

Notables la evocación del paisaje marino en La Tempestad, de magnífico colorido -con tintes impresionistas- de las cuerdas iniciales (en especial los violines) y los desarrollos alusivos a las distintas escenas, como la evocación amorosa de los protagonistas Miranda y Fernando, asimismo de atrapante envolvencia la tempestad misma. Notable la riqueza armónica y efectividad atmosférica global. Localmente se recuerda su inclusión de extractos en Anna Karenina (Ballet de Santiago), y hace poco la pieza completa para una coreografía del Ballet Nacional Chileno.

Plenamente autorizada la versión de Saglimbeni, con pasmosa asertividad de relato y carácter, obteniendo máxima jerarquía de los sinfónicos y gran referente para el desarrollo de la temporada. Lo mismo en Romeo y Julieta (que no requiere mayor presentación…), con un nivel de impacto raras veces experimentado, y al umbral del paroxismo de toda la concurrencia…

En suma, una programa inapelablemente triunfal en su concepción y jerarquía de resultados globales…   

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