¡BIENVENIDA!
Teatro Colón (Temporada
2017), Opera: “La Prohibición de Amar”, Opera Cómica en dos actos con libreto y
música de Richard Wagner, basada en “Medida por Medida” de William Shakespeare.
Interpretes: Lise Davidsen (Isabella), María Hinojosa (Dorella), Peter Lodahl
(Luzio), Christian Hübner (Brighella),Hernán Iturralde (Friederich), Carlos
Ullán (Claudio), Sergio Spina (Antonio), Fernando Chalabe (Pontio Pilato),
Norberto Marcos (Angelo), Emiliano Bulacios (Danieli), Marisú Pavón (Mariana).
Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Escenografia y
Vestuario: Steffen Aarfing. Iluminación: Bruno Poet. Proyecciones: Luke Halls.
Coreografía: Signe Fabricius. Orquesta Estable del Teatro Colón, Director:
Oliver Von Dohnanyi. Puesta en Escena: Kasper Holten. Co-Producción entre los
Teatros Real de Madrid, Royal Opera House (Covent Garden) de Londres y Colón de
Buenos Aires. Función del 28 de Abril de 2017.
NUESTRA OPINION:MUY
BUENA
Tal vez el “guiño”
mas complice que el Regisseur Kasper Holten le haga al público es el del
comienzo, en donde por arte de la tecnología actual, una foto de Wagner cobra
vida y menea su cabeza en forma negativa como una especie de “reto” ante la
travesura que se va a consumar, cuál es el representar “La Prohibición de Amar”, cuando
El dispuso, luego de su estreno fallido, la “prohibición” de que se volviera a
representar. Luego ese retrato “sonreirá” a la Orquesta por el nivel de interpretación
de la “Obertura” y guiñará ojos al público como expresando que no está del todo
mal lo que se escuchaba. Y decididamente fue así, a partir de la sólida concertación de Oliver Von Dohnanyi,
portador de ilustre apellido (¡Que venga seguido por favor!), con un ida y
vuelta permanente con el palco escénico y un rendimiento superlativo de la
Estable, afiatada, ajustada y afinada.
La idea básica de la puesta es, dado que Wagner sitúa en Palermo (Sicilia) la
acción, trasladar la misma al día de hoy, por lo que las escenas principales
transcurren en la “Zona Roja”, lo que hace mas entendible la “prohibición” que
el Gobernador Friederich realiza en el sentido de cancelar los festejos de
Carnaval, como extender la misma a la consumación de “deseos carnales”. Tanto
va el cántaro a la fuente que el mismo intentará “morder la manzana”, cuando
piensa en corromper a Isabella, una monja de clausura quién va al tribunal que
El mismo preside (¿suma del poder público, como se decía por estas latitudes a comienzos
del siglo diecinueve?) a pedir clemencia por la vida de su hermano Claudio, el
que fue pescado “In fraganti” al intentar consumar con Dorella el objetivo,
siendo detenido por Brighella, el infaltable fiel ladero del perverso
gobernador. Lo que Wagner jamás pensó es que le daría a la ópera una adelanto
en faz cómica de lo que Victorien Sardou llevara al drama con “La Tosca” y por
la que Illica y Giacosa le proveyeran a Puccini, el que acaso sea su drama mas
tenso de la ópera con toda la trama de corrupción, escatología y deseos no
correspondidos, la que acá se lleva a cabo mediante un ardid por el cuál Mariana
(ex Esposa abandonada por el Gobernador, devenida en novicia y compañera de
Claustro de Isabella) tomará el lugar de la religiosa y será quien consume la
aventura. El Gobernador, por supuesto, será descubierto y sin mas remedio, se ve
obligado a perdonar a todos. Los
desplazamientos, escénicos fueron impecables, lo mismo que el marco de una
escenografía polifuncional y muy efectiva de Steffen Aarfing, realzada por una
magnífica iluminación de Bruno Poet, reforzada con proyecciones muy efectivas de
Luke Halls. En cuanto a la obra en sí, no cabe duda alguna que es un ensayo,
una aproximación al género, de un compositor que por ese entonces estaba en la
búsqueda de su propio estilo, el que como sabemos, solo irrumpirá a partir de “El
Holandés Errante”, y es por ello que las óperas que se representan
en su “santuario personal” de Bayeruth, lo son a partir de este título. Es
innegable que tiene, fundamentalmente en el primer acto “baches” casi insalvables
que lo único que hacen es retrasar la acción de manera innecesaria y que acaso
haya sido esa, la que provocó la reacción inicial negativa del público que asistió
a la única representación de ese entonces, como también que aquí, nadie se
animó a “pasar tijera” en algunos diálogos excesivamente largos. Es obvio
también que lo que hay son fuertes
influencias marcadas por los compositores entonces en boga y, sin negar que la
línea Bellini-Donizetti aparece en muchos momentos, también la línea Mozart,
Von Weber y hasta Schubert, lo está en mayor medida y es a partir de allí en
donde mas claramente el compositor abrevó hasta lograr su propio estilo. Sea como fuere, el producto final presentado
fue sumamente digno y es por ello que el público del Colón lo terminó aceptando
de buena manera. En lo vocal, la actuación mas descollante le cupo a Lise
Davidsen, una soprano danesa dueña de sólidos recursos vocales y actorales a la
que ya quisiéramos escucharle al menos una “Senta”. Junto a Ella, Hernán Iturralde
como el corrupto “Friederich” descolló en Voz y actuación. Otro tanto le cabe a
Christian Hübner como “Brighella” el ladero del Gobernador (casi un gemelo del
Spoletta Pucciniano), el que termina enamorándose de Dorella. Marisú Pavón
trazó una maravillosa Mariana. María Hinojosa, quién viniera al Colón junto al conjunto
que ofreciera la recordada “Pasión Según San Marcos de Golijov”, aportó
frescura, buen canto y mucho mas que una agraciada figura. Sergio Spina,
imponente como siempre. Emiliano Bulacios, en la que ha sido a mi juicio, su
mas impecable actuación en el Teatro Colón, dando vida a Danieli, el socio de
Antonio, al igual que Norberto Marcos como Angelo devenido en “dueño” de la “Zona
Roja”. Fernando Chalabe en un desopilante Pontio Pilato (homónimo del bíblico)
y correctas las intervenciones de Carlos Ullán como el “condenado” Claudio y
Peter Lodahl como Luzio. El Coro Estable, lució de manera muy solida, en las
grandes escenas de conjunto, prólogo de las que vendrán a partir de “Rienzi” en
adelante.
El Colón ha sabido
cumplir con su cometido de presentar la novedad en medio de un abono de ópera.
Es su finalidad y está bien que así sea, independientemente de la cantidad de
títulos que se ofrezcan. Si hemos tenido polémicos estrenos como “Calígula” de
Glannert, está bien el poder conocer una obra de un incuestionable como Wagner.
Bienvenido sea ello.
Donato Decina
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