Presentación del Ciclo de Conciertos del Ensamble
440 en el Teatro del Colegio Pío IX
CON SELLO PROPIO
Martha CORA ELISEHT
Es sorprendente la cantidad de salas
de auditorios no convencionales que existen en la Ciudad de Buenos Aires y que
podrían dar albergue a jóvenes valores en las diferentes disciplinas artísticas
a fines de mostrar su talento. Lamentablemente, la mayoría de ellas no se
aprovechan como debiera. Sin embargo, el pasado sábado 22 del corriente hubo un
hecho que permitió que una agrupación integrada por músicos muy jóvenes pudiera
mostrar en un escenario aquello que mejor saben hacer: tocar sobre un
escenario. Y lo hizo en el Teatro del Colegio Pío IX, sito en el barrio de
Caballito, en la sala Gustavino, donde el Ensamble 440 inauguró su temporada de
conciertos para este año, bajo la dirección de Ignacio Mandrafina.
Este conjunto se formó en 2015 y
desarrolla un repertorio basado fundamentalmente en música de cámara y música
para cuerdas. Se ha presentado en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe,
Iglesia Santa Rita, Teatro Auditorio CENDAS, en el Gran Rex y en el Club de
Pescadores, entre otros lugares. Entre sus miembros figuran instrumentistas de
prestigioso nivel, como Nelly Guevara – concertino del Ensamble y solista guía
de segundos violines de la Filarmónica de Buenos Aires- , el violinista Sergio
Rodríguez y los violistas Luis Bohorquez y Christina Moreno.
La sala donde actuaron el 22 del
corriente mes también se reinauguró tras una remodelación. Consta con una
capacidad aproximada para 150 personas y posee un escenario apto para
representar no sólo conciertos, sino también una ópera de cámara, porque posee
un foso para la orquesta. Quien escribe tuvo oportunidad de visitar no sólo el
mencionado foso, sino también, los 5 camarines que se encuentran debajo del
escenario luego del concierto, de modo que es una sala que cuenta con todas las
comodidades para los artistas y el público. Por lo tanto, se puede aprovechar
muy bien.
Tras unas breves palabras de
presentación a cargo del director, la orquesta abrió el concierto con A Prayer for Peace (“Una oración por la
paz”) del compositor estadounidense John Williams. Nacido en 1932, es bien
conocido por ser compositor de música de películas y es el tema de Black Sunday (Domingo Negro), que narra
la masacre de los atletas olímpicos de Israel, asesinados durante los Juegos
que se realizaron en Munich en 1972. La apertura estuvo a cargo de los 4
cellos- todas mujeres-, seguidas por el resto de la orquesta, al cual se le
incorpora un solo de violín –a modo de lamento- que, posteriormente, es tomado
por el resto de la orquesta en una excelente recapitulación. Desde el inicio,
la agrupación sonó muy compacta, bien ajustada y afiatada, con una excelente
labor de Nelly Guevara como solista y un muy buen acompañamiento por el
resto del conjunto.
| Debido a un inconveniente surgido con
el segundo violín guía –un corte de una de las cuerdas del instrumento, que
obligó a cambiarla-, la violinista Luz Merlo ocupó el lugar de su compañero y
ofrecieron una muy buena versión del 2° movimiento de la Sinfonía n° 7 en La mayor, Op.92 de Ludwig van Beethoven, que sonó
muy compacta y solemne. Muy destacada labor de los violistas Luis Bohorquez y Christian Manzano, de la
violinista Nelly Guevara y de la cellista Lorena Nogueira, que supieron darle
brillo a los pasajes de los diferentes instrumentos. Si bien estaba programado como un bis, Mandrafina supo solucionar
inmediatamente la situación y utilizar un “plan B” que funcionó a la
perfección. Seguidamente, el
Ensamble brindó una obra del compositor barroco austríaco Heinrich Franz von
Biber (1644- 1704): la sonata La
battaglia (Battaglia a 9), que consta de 9 movimientos. Compuesta en 1673,
su versión original es para 3 violines, 4 violas, 2 violones y 2 continuos.
Debido a que el grupo no posee instrumentos barrocos originales, se ofreció una
versión por todo el conjunto, pero usando algunos recursos para que tratara de
sonar lo más fidedignamente posible acorde a la partitura original (Ej.: golpes
con los pies para marcar el compás por parte de los músicos en los presti y allegri con brio; frotes con los arcos para lograr efectos metálicos cercanos al
puente de los instrumentos e interponer un papel entre las cuerdas del
contrabajo para lograr un sonido un poco
más áspero). Para esta cronista fue una sorpresa total, debido a que hay
pasajes de la misma que son muy similares a la música de folkedans escandinavo o al ceilidgh
celta- irlandés –algo casi imposible de imaginar en una obra barroca- .
Naturalmente, sonó muy bien y fue muy aplaudida y bien recibida por el público.
Por último, la orquesta ofreció una
obra romántica y de envergadura: la Serenata
para cuerdas en Do mayor, Op. 48 de Piotr I. Tchaikowsky (1840- 1893).
Compuesta en 1880, consta de 4 movimientos: Pezzo
in forma de sonatina- Andante non troppo- Allegro moderato (Do mayor)/ Valse.
Moderato- Tempo di valse (Sol mayor)/ Elegia- Larghetto elegiaco (Re mayor)/ Finale-
Andante- Allegro con spirito (Do mayor). Como en casi todas sus obras,
Tchaikowsky incorpora temas folklóricos rusos en el último movimiento (“Bajo el manzano verde”) y lo desarrolla
en el mismo tono con el que se inicia la obra. La agrupación supo darle su
impronta personal, ya que sonó muy romántica y fiel a la partitura original.
Mandrafina demostró en escena su amplia formación en el repertorio de cámara,
ofreciendo una versión luminosa y equilibrada. Y el público presente supo
elogiar la labor realizada por el conjunto con un fuerte y cálido aplauso. Y hubo tiempo para
ofrecer un bis: una versión para
cuerdas del tango Por una cabeza, de
Carlos Gardel y Alfredo Le Pera –hay que recordar que El Mudo fue alumno de dicho colegio-, de modo que también se le
rindió homenaje a la institución que cobijó a los músicos.
Una espera que estos jóvenes valores
puedan seguir desarrollando su arte en el futuro, ya que brindaron un concierto
de excelente calidad en el ámbito de una institución no oficial, que
afortunadamente, abrió sus puertas al público. Ojalá que se repitan muchos
emprendimientos de este tipo y que las autoridades de los organismos oficiales
puedan apoyar a estos grandes talentos: ya sea brindándoles apoyo económico, o
permitirles presentarse sobre algún escenario de alguna institución dependiente
de su jurisdicción. Y que asimismo, los escenarios que hoy están vacíos e
inutilizados puedan llenarse de artistas en el futuro.
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