buena representación de “DIDO Y
ENEAS” en el Teatro Empire
ASÍ
DA GUSTO
Martha
CORA ELISEHT
En
los últimos años, el Teatro Empire, se ha convertido en un nuevo espacio para
el desarrollo de la ópera independiente. Se han ofrecido espectáculos líricos inclusive
durante la pandemia y constituye un espacio apto para este tipo de
representaciones. En este caso, la compañía MÚSICA EN ESCENA presentó su
primera propuesta de la Temporada Lírica 2023: DIDO Y ENEAS, del
compositor inglés Henry Purcell (1659-1695), cuyas funciones se van a
representar entre los días 6 al 20 del corriente con producción general de
Silvana D’Onofrio, régie de Antonio Leiva, escenografía de Silvana
D’Onofrio y Antonio Leiva, vestuario de Liliana Palacio, iluminación de Estefanía
Briones Leyton, maquillaje de Lux Rondán y traducción y subtitulado de Ana
María Rozzi de Bergel. Participaron la orquesta académica y el coro de la
compañía, dirigidos por Silvana D’Onofrio y con la participación de los
siguientes maestros internos: preparación de cuerdas a cargo de Mauricio Veber
y Mario Dardis como pianista acompañante.
Esta
cronista tuvo la oportunidad de asistir a la función del sábado 13 del
corriente, con el siguiente reparto: Elisa Calvo (Dido, reina de Cartago), Germán
Polón (Eneas, príncipe de Troya), Claudio Rotella (Sorceress), Martina
Gioiosa (Belinda), Lorena Venegas (segunda Dama), Carolina Bejar (Primera
bruja), Patricia López (Segunda bruja), María Laura Weiss (Espíritu),
Matías Klemm (Marinero) y los actores Hermes Molaro (Febo) y
Rocío Belén Moragues (Venus).
La
primera ópera de Purcell es, a su vez, una de las principales óperas del
barroco y a su vez, está considerada como la primera ópera nacional inglesa. Fue
compuesta en 1688 con libreto de Nahum Tate (1652-1715) sobre su tragedia Brutus
of Alba (The Enchanted Lovers) y el Canto IV de La Eneida de
Virgilio. Su estreno comercial tuvo lugar en Londres en 1700 y narra el romance
entre la reina de Cartago Dido y el príncipe troyano Eneas, quien
la abandona para refundar Troya por mandato de los dioses. En realidad, es una alegoría al matrimonio
entre dos monarcas – William III y Mary II- según referencia de un poema del
propio Tate de 1678, que representa al rey Jack II en la figura de Eneas, quien
queda aturdido y confuso por la maquinación de las Brujas – clara
alusión a la iglesia católica, metáfora muy común en aquella época- para
facilitar su separación de Dido, quien simboliza al pueblo británico -y
a la religión protestante anglicana-. Es lo único que no aparece en el texto
original de La Eneida, donde el príncipe de Troya debe refundar la
ciudad por mandato de Zeus.
Si
bien hoy en día se prefiere ejecutar música barroca con instrumentos de época, no
siempre se dispone de los mismos. En este caso, el trabajo realizado por
Mauricio Veber y Mario Darlis en la preparación de las cuerdas y el clavecín fue
impecable. Con un ensamble integrado tan sólo por 20 instrumentos ubicados
fuera del foso, la labor al podio de Silvana D’Onofrio fue muy precisa,
logrando un sonido de muy buena calidad. La puesta en escena de Antonio Leiva fue muy
sencilla, pero efectiva, al igual que el vestuario diseñado por Liliana
Palacio: tonos claros y luminosos en las escenas donde participan los
protagonistas y su séquito -predominando el blanco, dorado y verde- y oscuros
en las escenas del aquelarre a cargo de las brujas. Asimismo, hubo dos parejas
de baile en alusión a los marineros que zarpan prometiendo a sus amadas que van
a volver, pero que jamás lo harán. Es una pena que no se mencionó en el
programa de mano a la bailarina que ejecutó a la perfección los movimientos de
danza en las escenas de las brujas. En la escena final y mediante un cambio de
túnica, Dido se suicida íntegramente vestida de blanco, mientras que el
coro aparece fuera de escena portando velas. La iluminación también fue muy
efectiva y esto demuestra una vez más que, con pocos recursos y buen gusto, se
puede ofrecer una puesta en escena de época respetando la concepción original
de la obra.
En
esta ocasión, previamente a la obertura a cargo de la orquesta, hubo un
monólogo en castellano a cargo de los actores invitados Rocío Belén Moragues y
Hermes Molabo como Venus y Febo respectivamente, a modo de
introducción acerca del amor y el poder. Por tratarse de un coro no profesional
y con preponderancia de voces femeninas sobre las masculinas, el coro de la
compañía sonó muy bien en las escenas donde intervino y en las arias a su cargo
(“Fear no danger to ensure”; “Pursue thy conquest, Love” y “With
drooping wings”). Y en cuanto a los
roles secundarios, hubo varias revelaciones: la contralto Carolina Bejar
descolló vocal y actoralmente como la Primera Bruja, secundada por la
soprano Patricia López, quien también fue otra de las sorpresas de la noche, al
igual que el tenor Matías Klemm como el marinero. Por su parte, Lorena
Venegas brindó una correcta interpretación de la Segunda Dama y lo mismo
hizo María Laura Weiss como el espíritu que ordena a Eneas a
partir inmediatamente. Bien son conocidas las dotes vocales e histriónicas de
Claudio Rotella para encarar a Sorceress, pero la gran revelación de la
noche fue la soprano ligera Martina Gioiosa como Belinda. Posee una voz
bella, bien timbrada, caudalosa, con buen dominio para ejecutar la fioritura,
gorjeos y trinos característicos de las óperas barrocas, lo que le
valió un cálido aplauso por parte del público. En cuanto a los roles
protagónicos, Germán Polón dio vida a un muy buen Eneas -independientemente
del physique du rôle, que le sentó de perlas merced a su estatura-,
mientras que Elisa Calvo hizo gala de los matices de su voz para encarnar a la
reina Dido. Hubo muy buen balance vocal en las escenas de amor, de
cacería y los diálogos junto a Eneas, pero el aria de mayor intensidad
dramática es la célebre When I am laid in Earth (Cuando yazca bajo la
tierra) hacia el final de la obra - más conocida como Lamento de
Dido, quien se suicida ante el abandono por parte de su amado-. Ahí se
lució en toda su plenitud antes del cierre a cargo del coro. Las actuaciones se
vieron coronadas por un aplauso unánime por parte del público.
Pese
a la difícil situación económica que atraviesa el país -motivo por la cual,
muchas salas han cerrado sus puertas- y a todos los contratiempos, la ópera
independiente sigue conquistando espacios y abriendo puertas. Y, pese a no
contar con apoyo oficial, esto demuestra que se pueden realizar muy buenas
producciones con pocos pesos, talento y buen gusto. En este caso, ha sido un
auténtico placer apreciar una ópera barroca con una puesta clásica, sin caer en
lo descollante ni sacarla fuera del contexto dentro del cual fue compuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario