La Filarmónica en ambiciosos programas
Por Jaime Torres Gómez
Hasta la fecha ha sido posible asistir a casi todos los conciertos de la Filarmónica
de Santiago en la actual temporada de abono del Teatro Municipal de Santiago.
Si bien el abono filarmónico es insuficiente en cantidad de presentaciones
(ocho conciertos, en comparación a los diez de antaño…), es menester ponderar
la “generosidad” de la buena música dispuesta, tanto en relevancia de obras como
a las duraciones de cada jornada, no obstante, en algunos casos, con
combinaciones un tanto burdas. Igualmente, se agradece mostrar el máximo de
repertorio posible, aunque ideal distribuirlo mejor, evitando así abultar ciertos
programas.
Puntualmente, hubo presentaciones con excesos como la Misa Solemnis de L.V.
Beethoven precedida, innecesariamente, de la Obertura Trágica de J. Brahms…, a
la vez haber juntado el Primer Concierto para Piano de J. Brahms con la Sinfonía
Alpina de R. Strauss, como la Suite del Mandarín Maravilloso de B. Bartók con
la Suite del West Side Story, de L. Bernstein. Si bien se trata de obras
notables, pero inconveniente comprimirlas en un solo programa... Empero,
se celebran sus resultados, dando cuenta de la admirable capacidad de
los filarmónicos por sacar adelante presentaciones desafiantes…
En el caso de la Misa Solemnis beethoveniana, se trató de una formidable
versión dirigida por el titular filarmónico, Roberto Rizzi-Brignoli, quien ha
liderado solventes presentaciones a lo largo de la actual temporada.
Este logro se realza ante la complejidad de una obra “extraña y revolucionaria”, al
ser un genuino “auto da fe”, con cuestionamientos internos respecto a la
misma Fe y su praxis ante la realidad del Mundo… Así, con un despliegue de una
endemoniada batería de recursos, las mayores dificultades se dan en el
tratamiento polifónico del orgánico coral, amén de inmisericordes altas tesituras
vocales, como requerimientos no menores en lo instrumental, con abruptos
giros en las progresiones expresivas.
Rizzi-Brignoli, con cabal entendimiento del entramado armónico, extrajo lo mejor
de los filarmónicos en balances, acentos y evolución
expresiva. Deslumbrante desempeño del Coro Profesional del Municipal de
Santiago, con pulido esmalte y ajuste. Formidables intervenciones
solísticas de Yaritza Véliz (soprano), Evelyn Ramírez (mezzo), Gonzalo
Quinchahual (tenor) y Matías Moncada (bajo). Y huelga insistir en
la extemporánea presencia de la Obertura Trágica brahmsiana inicial,
deslucida y descontextualizada frente a la gran versión de la Misa
beethoveniana…
La siguiente presentación, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio (Director
Residente de la Filarmónica), contempló el Primer Concierto para Piano de J.
Brahms junto a la Sinfonía Alpina de R. Strauss, sin duda una apuesta
riesgosa por la gran duración y complejidad de sendas obras.
Luego de varios años de ausencia en el Municipal, regresó el destacado pianista
chileno Gustavo Miranda (Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 2023),
en esta oportunidad para el concierto brahmsiano. Con pleno entendimiento
del pathos interno, Miranda construye una interpretación con grandes méritos en
la construcción de atmósferas -notables transiciones de lo amable a lo
desgarrador-, con una galería de detalles en total correlato. Con diáfana digitación
y aplomo, se destaca un sereno inicio más completa precisión de los trinos en el
primer movimiento, como una profunda exposición del segundo, y completa
claridad de voces en los pasajes fugados del último. Y la alada
batuta de Prudencio proveyó un inmejorable marco idiomático junto a
los filarmónicos.
Con una esperada Sinfonía Alpina de Richard Strauss finalizó esta jornada
filarmónica, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio. Cabe señalar la larga ausencia de
esta atractiva obra straussiana -en el tiempo-, con no más de tres ocasiones
hecha en Chile, recordándose vivamente las versiones de Gabor Ötvös con
la Filarmónica y luego con David del Pino con la Sinfónica. Luego, al ser
programada en los años 2005 y 2018, a último momento fueron canceladas…
pudiendo ahora concretarse.
Y como buena pieza de R. Strauss, la Alpina (en rigor, “Una Sinfonía Alpina”, “Eine
Alpensinfonie”…) obedece al género “poema sinfónico” del cual este compositor
fue un gran exponente, asimismo representa uno de sus trabajos
más virtuosísticos en lo orquestal. Gran versión firmada por Pedro-Pablo
Prudencio, con musicalidad a borbotones… Encomiable visión del todo y a la vez
puntilloso en auscultar detalles que ayudaron a recrear el relato del “alpino
viajero”. Formidable respuesta de los filarmónicos en ensamble y calidad de
sonido. Sin duda, una versión triunfal…
Finalmente, muy esperado regreso a la Filarmónica de Helmuth Reichel Silva,
talentoso director chileno radicado en Alemania. Con
un programa definitivamente inadecuado en la relación (y combinación) de las
obras, empero, los resultados fueron de excelencia por parte del abordaje
interpretativo como de una respuesta de gran nivel de los filarmónicos.
Incomprensiblemente iniciando con la Suite del ballet “El Mandarín
Maravilloso” de Béla Bartók -obra de compleja temática-, resultaba lógico
disponerla al final del programa. Con una inmisericorde exigencia a todas las
secciones, exige un acabado nivel de preparación. Reichel Silva, con celebrada
solvencia, ofreció una desgarradora versión con acertadas transparencias,
empáticos tempi y neurálgicas progresiones expresivas.
Con radical giro estético y de carácter, se continuó con la Raphsody in Blue, de
George Gershwing, adhiriéndose al centenario de su estreno. Escasamente
ofrecida localmente, encomiable haber programado esta popular pieza que fusiona
estructuras de la música de tradición escrita con efectos jazzísticos. De solista -
con un tardío debut en la Filarmónica-, se contó con el formidable pianista nacional
Danor Quinteros, demostrando completa afinidad con la obra. Con un idiomático
enfoque, más deslumbrante técnica y consumada musicalidad, Quinteros
desarrolla una eficaz interpretación con magníficos fraseos (celebrado legato en
las frases), y certera intuición en el manejo de los contrastes y transparencias.
Reichel Silva, con cabal comprensión, siguió magistralmente al autorizado solista
junto a una entusiasta Filarmónica, a pesar del accidentado popular glissandi
inicial del clarinete…
La segunda parte, y nuevamente sin entender la relación de las obras, consultó
notables versiones de la Rapsodia Española, de Maurice Ravel, y las Danzas
del West Side Story, de Leonard Bernstein, obteniendo resultados de gran
jerarquía de los filarmónicos junto a un empoderado Reichel Silva, dando cuenta
de absoluta versatilidad en variopintos repertorios. Deslumbrantes resultados en la
Rapsodia Española en calidad de sonido -esfumado y esmaltado- como una
magistral administración de los matices y rubatos. Asimismo, con soltura, Reichel
Silva dominó una versión sin efectismos aunque de gran sustrato en West Side
Story, justripreciado ante una rotunda ovación del numeroso público.
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