Protagonístas de "Hansel y Gretel" de Humperdinck durante la función presenciada por Martha Cora Eliseht en el Teatro Avenida. Créditos a la autora de la crítica.
Buena producción de “HÄNSEL Y GRETEL” por Opera Festival Buenos Aires
EN LOS CUENTOS DE HADAS, LAS BRUJAS SON MALAS
Martha CORA ELISEHT
En vacaciones de invierno, las óperas infantiles representan una excelente
opción para familiarizar a los chicos con el género y, de paso, crear y formar nuevos
públicos. Dentro de éstas, la más conocida y representada mundialmente es HÄNSEL Y
GRETEL, de Engelbert Humperdinck (1854-1921), basada en el cuento homónimo de
los hermanos Grimm y que se representó en el Teatro Avenida los días 6 y 13 del
corriente por la compañía Ópera Festival Buenos Aires, con dirección general y artística
de Graciela De Gyndefelt. Esta producción contó con la siguiente ficha técnica:
dirección de escena, escenografía e iluminación de Emilio Urdapilleta, vestuario de
Mariela Daga, asistencia de vestuario y maquillaje de Ana Julia Figueroa y María Luisa
Gómez Hoyos; peinado y pelucas por parte de Fabián Seguino y subtitulado de
Guadalupe Sánchez. Participaron el Coro de Mujeres y Niños del Festival, dirigido por
Damián Roger y la Orquesta del Ópera Festival, dirigida por Helge Dorsch.
Esta cronista asistió a la función del pasado sábado 13 del corriente, con el
siguiente reparto: Lidice Robinson (Hänsel), Ana Sampedro (Gretel), Virginia Lía
Molina (Madre), Luis Gaeta (Padre), Luchi De Gyndefelt (La Bruja) y Lorena Sayegh
(Hombrecito de Arena y Hada del Rocío).
Esta auténtica gema de la ópera infantil se representó en su idioma original y se
dispuso de subtitulado electrónico para facilitar su comprensión. Discípulo y asistente
de Richard Wagner, Engelbert Humperdinck ha sido un músico muy prestigioso y un
gran pedagogo, que puso la influencia wagneriana al servicio de la música popular y,
especialmente, de la ópera infantil, siendo un auténtico precursor del género. Además de
Hänsel y Gretel, compuso otros títulos tales como Cuatro Lieder para niños, La Bella
Durmiente, Los siete Geislein, Los Hijos del Rey y Sueño de Navidad. El libreto
pertenece a su hermana -Adelhaide Wette-, sobre el cuento de los hermanos Grimm. Su
estreno tuvo lugar en Weimar en 1893 bajo la dirección musical de Richard Strauss y
gozó de una enorme popularidad desde su estreno. Posteriormente, Gustav Mahler la
dirigió al año siguiente en Hamburgo y Arturo Toscanini, en 13 ocasiones entre 1901 y
1902. Se compone de tres actos, divididos por interludios orquestales donde predominan
los diferentes leitmotives característicos de los protagonistas, junto con melodías
folklóricas alemanas y danesas. El resultado es una obra maestra, con una línea
melódica exquisita que ilustra a la perfección este célebre cuento infantil.
En la presente producción, la escenografía es sumamente sencilla, pero efectiva.
El primer acto muestra la humildad en la que vive la familia (una cocina, una mesa, una
alacena y dos sillas), mientras que el segundo se desarrolla en el bosque y, en el tercero,
no faltan la casa de dulces de la Bruja -en cuyo marco se leía claramente la palabra
Hexe (en alemán, bruja)-, la jaula donde encierra a Hänsel y el horno. Los cambios de
escena se hicieron mediante la presencia de figurantes y bajada de telón entre los
diferentes actos y sus correspondientes interludios orquestales. La caracterización de los
personajes estuvo muy bien realizada, al igual que la de los niños que recuperan la vida
cuando se rompe el maléfico hechizo tras meter en el horno a la Bruja. El bien triunfa
sobre el mal, los padres se reúnen con sus hijos y hacia el final, la algarabía sobre el
escenario es total.
El maestro alemán Helge Dorsch tuvo un muy buen desempeño, teniendo en
cuenta que el foso del Avenida es pequeño para que quepa el orgánico que la obra
requiere -motivo por el cual, la percusión se situó en el palco avant-scène-. Logró que la
orquesta del Festival tuviera un buen sonido, al igual que el coro de niños y las voces
femeninas. Excelente las actuaciones de Lidice Robinson y Ana Sampedro en los roles
protagónicos, sobresaliendo por los matices vocales, la coloratura y la línea de canto,
además de la caracterización. Por su parte, Virginia Lía Molina tuvo un muy buen
desempeño como la Madre, al igual que Lorena Sayegh como el Hombrecito de Arena -
que protege el sueño de los niños cuando se pierden en el bosque- y el Hada del Rocío
cuando los despierta. Pero quien se llevó los aplausos fue Luis Gaeta, quien, una vez
más, hizo gala de su maestría, profesionalidad e histrionismo al encarnar al Padre. De
más está decir que es uno de los mejores cantantes líricos argentinos y lo demostró con
creces sobre el escenario.
El rol de la Bruja es uno de los más importantes dentro de esta ópera y lo
interpreta una mezzosoprano. En este caso, estuvo a cargo de Luchi De Gyndefelt, quien
se define como una mezzo queer; es decir, se relaciona con una identidad de género que
no corresponde con las reglas establecidas en cuanto al tema de sexualidad o de género.
Si bien su caracterización y su actuación estuvieron perfectamente bien, se notó mucho
desde el punto de vista vocal que se trata de un hombre que canta en falsete, con una
emisión sonora áspera, desprolija y -por momentos- chillona. Una pena, porque opacó
una función que era muy buena en todos los aspectos hasta su intervención.
Como en todos los cuentos infantiles, el bien triunfa sobre el mal y en la ópera
de Humperdinck, cuando los hermanos se enfrentan al maléfico poder de la Bruja, la
inteligencia y la astucia priman por sobre la maldad. En los cuentos de hadas, las brujas
son malas y puede llegar a ser peor cuando no se define.
Escena de conjunto de "Hansel y Gretel" que Opera Festival de Buenos Aires ofrece en el teatro Avenida. Créditos: Martha Cora Eliseht.
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