jueves, 27 de febrero de 2025

 



Muy buen concierto con obras de Nicolás Sorin en el Auditorio Nacional


TRAS LAS HUELLAS DE NANSEN Y AMUNDSEN


Martha CORA ELISEHT


Nacido en Buenos Aires en 1979, Nicolás Sorin es un talentoso pianista,

arreglador y compositor argentino radicado en Estados Unidos. Se perfeccionó en el

Berklee College of Music con Bob Brookmeyer, María Schneider y Vuk Kulenovic. Sus

arreglos y composiciones han sido interpretados por orquestas sinfónicas de gran

prestigio tales como la London Session Orchestra, la Sinfónica de México y la

Sinfónica Nacional de Argentina. Ha ganado el premio Clarín y tres Premios Cóndor

por bandas de sonido y música de películas, así como también recibió 4 nominaciones al

Grammy Latino como productor. También tuvo a su cargo la dirección orquestal de su

suite ARGENTUM – compuesta junto con Gustavo Mozzi y Nicolás Guerschberg-

durante la cumbre del G20 en 2018 en el Teatro Colón y dirigió a la Orquesta Sinfónica

Nacional en el estreno de su Sinfonía Antártica en el Auditorio Nacional del Centro

Cultural Kirchner – actual Palacio Libertad- en 2019. Precisamente, el pasado sábado 22

del corriente en ese mismo escenario tuvo lugar un concierto con obras de su autoría

denominado “SINFONÍA BIPOLAR”, donde dirigió una orquesta integrada por

instrumentos de cuerdas, percusión y piano para interpretar el siguiente programa:

- Sinfonía Ártica (estreno)

- Sinfonía Antártica

Para componer sus obras, Sorin viajó en 2013 a la Antártida y en 2024, a Laponia.

Si bien no llegó al Polo Norte, el hecho de haber estado en las regiones más

septentrional y meridional del planeta no sólo sirvió como fuente de inspiración, sino

también, de creación artística. Así lo manifiesta el autor:

“No hay lugar donde puedas estar más solo y te puedas conocer más a vos mismo

que en los polos geográficos. La Naturaleza es la mejor fuente de inspiración, pero

también es súper sanadora y terapéutica para uno mismo.”

El espectáculo contó con proyección de video de los viajes hacia ambas regiones del

propio compositor y material fotográfico de Marcelo Gurruchaga. Asimismo, coincidió

con la inauguración de la exhibición fotográfica Antártida: belleza que se derrite.

Aurora, que puede apreciarse en el 6° piso del Centro Cultural Palacio Domingo

Faustino Sarmiento. Contó con una orquesta formada por prestigiosos músicos

pertenecientes a las orquestas Sinfónica Nacional, Nacional de Música Argentina “Juan

de Dios Filiberto” y Libertador Gral. San Martín e integrada por instrumentos de

cuerda, percusión y piano con presencia del compositor en el podio.

Ambas obras poseen la estructura de una sinfonía, pero están escritas como poemas

sinfónicos en estilo minimalista/ simplista, de línea melódica tonal. En el caso de la

Sinfonía Ártica, posee tres movimientos cuyos nombres están escritos en finlandés:

Auringonnousu (Amanecer), Talvi (Invierno) y Auringonlasku (Atardecer). La apertura


del 1° movimiento (Adagio) está a cargo de las violas, seguida posteriormente por

cellos, contrabajos, primeros y segundos violines y va paulatinamente in crescendo

hasta lograr un clímax. Posee reminiscencias del Adagietto de la 5° sinfonía de Mahler,

mientras que el 2° movimiento abre con una melodía netamente romántica interpretada

por un solo de piano, que describe la soledad del paisaje lapón en invierno.

Posteriormente, las cuerdas desarrollan el tema, que termina con un anota en suspenso.

El último movimiento (Adagio. Lento) describe la belleza de la aurora boreal mediante

la introducción de las violas en ostinato y un solo de violoncello tomado posteriormente

por el resto de las cuerdas en una melodía de gran belleza, sostenida por golpes suaves

de timbal. Culmina con una coda brillante, con expansión del tema principal hasta la

interjección de una pequeña disonancia que contrasta con la melodía principal,

introducid por las cuerdas y sostenida por el piano. Ante un Auditorio Nacional

atiborrado de público, la obra fue sumamente aplaudida tras su interpretación.

A diferencia de su homónima de Vaughan Williams, la Sinfonía Antártica de Sorin

es un poema sinfónico de dos movimientos: Base Carlini y Base Esperanza. Se inicia

con una melodía lenta, romántica, interpretada por el piano y, posteriormente, seguida

por violas, cellos y contrabajos en pizzicato, que narra la magnitud y el paisaje del

continente blanco. A medida que se desarrolla in crescendo, el segundo tema es un

canon a 4 voces en cuerdas, mientras el piano marca la melodía, apoyado sobre golpes

de triángulo, platillos y percusión. La melodía simula el vuelo de petreles y albatros

mediante un trémolo en cuerdas para cerrar con el tema inicial en diminuendo luego de

un poderoso tutti orquestal. En cambio, Base Esperanza es un allegretto que abre con

un stacatto en tono menor en cuerdas, con pizzicato en violines y violoncellos mientras

las violas y los contrabajos lo desarrollan en continuo. Posteriormente, los cellos y

contrabajos interpretan un cantabile en contrapunto con los violines mientras las violas

ejecutan el tema principal. Luego de un canon a 4 voces en cuerdas, la melodía prosigue

con un tutti para cerrar el movimiento con una fuga interpretada por las cuerdas en

cascada. El público volvió a dar su aprobación y buena parte del Auditorio Nacional se

puso de pie luego de su interpretación.

No sólo es muy bueno incluir obras inéditas de compositores argentinos en un

concierto- en este caso, un estreno mundial-, sino también, convocar a un músico

vernáculo de fama internacional para apreciar sus obras. Si bien no ha logrado la hazaña

del FRAM – el barco que navegó por ambos polos-, un compositor argentino fue capaz

de seguir las huellas del alférez Sobral, Frithof Nansen, Roald Amundsen y todos

aquellos exploradores de las regiones polares a través de la música. Un arte que no

reconoce fronteras y que llega hasta las regiones más inhóspitas del planeta.

domingo, 23 de febrero de 2025

 


El imponente marco de público que presentó anoche, 22/02/25 el Teatro Colón de Mar del Plata para el concierto del cierre del ciclo de verano 2025 de la Orquesta Sinfónica Municipal de General Pueyrredón (Mar del Plata). Fotografía enviada por el autor del artículo.


Último Concierto del Ciclo de Verano de la Orquesta Sinfónica

Municipal de Mar del Plata

.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: Maestro Guillermo Becerra

.Teatro Municipal Colón, Mar del Plata, 22 de febrero, hora 21.

En su último concierto del ciclo de verano la Orquesta Sinfónica

Municipal concluyó un interesante ciclo musical.

El programa comenzó con la Fantasía opus 6 de Nikolái Rimsky

Korsakov (1844-1908) rica obra compuesta sobre temas serbios. En el

lenguaje del color orquestal –motivos que pasan de un instrumento a otro-

encontramos cambios rítmicos, que predominan sobre el elemento melódico.

Opus por demás interesante, es muy poco frecuente en las salas de concierto.

En segundo término, fueron interpretados los valses Voces de

Primavera, El bello Danubio Azul y la Marcha Radetzky, de Johann Strauss

(1825-1899) muy a tono con un programa de verano. Son muchas las

inflexiones, los ralentandos y las gradaciones dinámicas que este género

demanda y que pueden pasar inadvertidos ante la belleza de las melodías.

Como fue posible apreciar, no todas esas demandas son sencillas de plasmar.

El bello Danubio… fue el más logrado, así como la vibrante marcha que cerró

la sección.

En la parte final del programa fue interpretada la Sinfonía nro. 9, opus

95, “Del Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak (1841-1904).

Son conocidas las circunstancias en que fue gestada en 1893: la

invitación a Dvorak por parte de Jeannete Thurber, una mujer acaudalada,

amante de las artes, que había fundado en 1883 el Conservatorio de Nueva

York, para llevar a cabo una actividad musical en Estados Unidos.

El marco de fascinación y descubrimiento de un ámbito rico y

estimulante musicalmente, el desahogo económico y una intensa actividad

como director de conciertos fue la atmósfera en la que escribió una obra donde

se alternan la nostalgia así como el anhelo de utilizar nuevos ritmos en algo

diferente que es, en su esencia, una sinfonía eslava en la cual utiliza, a su vez,

materiales preexistentes.

El ejemplo más conocido es el solo de corno inglés –interpretado de

manera excelente- que, luego de una introducción, desarrolla una bellísima

melodía evocativa del spiritual Swing Low, Swing Charriot (Ven amado carro).

Inicialmente pensado por el compositor para clarinete, consideró a la voz del

corno inglés más apropiada para esta melodía en escala pentatónica. El

Maestro Lanci se refirió a dicho spiritual en su programa dedicado al género en

la invalorable serie de programa de Un viaje al Interior de la Música. El uso de

elementos de materiales autóctonos sigue a lo largo del movimiento y se vale

también de un material que había pensado para una ópera que no llegó a

escribir y que utilizó para concebir el largo e inspirar el Scherzo posterior.

No es fácil determinar la forma musical, que pareciera responder a una

sucesión de motivos antes que a una forma sonata. Lo señalo para ubicar el

pasaje, luego de la segunda intervención del corno inglés, que comienza con

un pasaje de flauta cual la orquesta hizo un accelerando en el tempo diferente

al de otras interpretaciones que contribuyó a disipar el tono melancólico del

movimiento.


Como también sucede con el último movimiento de la octava sinfonía de

Dvorak, es difícil decir si el movimiento final es un tema con variaciones, que

alterna, como elemento de referencia, el motivo inicial del primer movimiento

–que le da unidad a la obra- o si se afilia a otra forma musical.

En síntesis, tuvimos una versión lograda de uno de los opus más

entrañables del género sinfónico, con una orquesta muy homogénea y con la

intensidad en los metales que la obra demanda, así como la ductilidad en la

cuerda y la dulzura de los pasajes en las maderas.

En su actual conformación, la orquesta demostró que no se limita a

cumplir con un cronograma y llevar adelante un ciclo sino que las obras son

abordadas muy seriamente y con un gran trabajo.

Es de esperar que en el próximo ciclo invernal pueda contarse con

solistas cuya convocatoria sea factible concretar en un medio donde se

destacan tanto valores jóvenes (como Emiliano Rivarola, Martín Schuster o

Leonardo Chacón Oribe, Ciro Rolón, por nombrar algunos) como otros músicos

experimentados.

Coda

No puedo cerrar el comentario sin citar las palabras del último posteo de

la orquesta en las redes: “Logramos sostener una programación digna y de

calidad a pesar de tener presupuesto CERO para alquiler de partituras o

contratación de solistas invitados. Y logramos HACER MÚSICA a pesar de que

aún nos falta el 30% de los músicos mínimos necesarios para poder sonar.

Y cuando hablo en primera persona del plural, hablo de nosotros, los músicos y

de ustedes, nuestro amadísimo público. Porque cada butaca ocupada y cada

aplauso propinado fue un aliciente para seguir adelante y darles lo mejor de

nosotros.

Quizás el milagro de esta orquesta resida ahí, en sus músicos y en su

público y en el AMOR POR LA MÚSICA que nos tenemos”.


Eduardo Balestena


El Maestro Jordi Mora, Factotum del Campus Musical Santa María de la Armonía desde hace 34 años. Fotografía del autor del presente artículo.


Conversaciones con Jordi Mora

Entre el 5 y el 11 de febrero de 2025 tuvo lugar la 34 ta. Edición del

Campus Musical de Santa María de La Armonía.

Director de orquesta, educador, director de organismos como la Müncher

Camerata, la Orquesta Sinfónica del Valles, la de Grecia, la Bruckner Akademie de

Munich, entre otras experiencias, como la de la Orquesta del Líbano, Jordi Mora

viene desde 1991 a dirigir en Campus de la Armonía. Es dice, una experiencia

diferente a las que vive otros países.

Este año hubo numerosos participantes, de la Argentina, de Brasil, de los

alumnos del Proyecto Creciendo en Armonía.

Es el trabajo de las servidoras de la Fundaciüon Cultural Argentina la que

hace posible que tanto el Campos como el Proyecto Creciendo en Armonía sean

posibles.


Un proceso de ida y vuelta

En la pausa del extenso concierto final el maestro se hace un tiempo para

que hagamos una entrevista en la casa que ocupa en La Armonía cuando viene a

dar los campus.

Una vez más tenemos la oportunidad de dialogar y en un momento le

pregunto por aquel Jordi que en 1991 hizo su primera experiencia en el campus y

el de 34 años más tarde, cuando los alumnos de hoy lo son a su vez de una

anteror generación de músicos que también fueron sus alumnos.

Se siente enriquecido por la experiencia: él brinda la suya pero se nutre de

la de los demás y recuerda a aquel que, nervioso ante la primera conferencia

sobre la fenomenología musical que debía pronunciar hace 34 anos se aventuró al

desafío.

No le he confesado que en el último comentario que hice sobre nuestra

sinfónica le robé una frase: “si no nos lanzamos a hacer aquello que parece

imposible nunca sabremos que somos capaces”. La charla es tan intensa que lo

que tengo para decirle no es importante y sí lo es todo lo que tengo por escuchar.

El músico experimentado se nutre de los alumnos: ellos traen su talento, su

amor a la música, el hambre de aprender y eso nutre a alguien que aunque haya

hecho mucho siempre sentirá que tine mucho más por hacer.


Todo menos lo esencial

Hay al menos tres momentos del campus: el trabajo sobre las obras que

traen los alumnos; las conferencias diarias y el concierto final donde todo ese

proceso luce y se ven los frutos. La sensación que sobreviene cuando termina es

única y lo sintetiza todo.

En esos días, confluyen tanto alumnos avanzados como profesionales muy

formados en la música, que integran distintos organismos. Es soprendente, dice,

el giro que pueden hacer luego de solo unos días de trabajo.

La música hace que un momento sea único, que la obra vaya revelando

todo aquello que contiene y nosotros podamos descubrirlo. Así, partitura en mano,

el maestro sigue la interpretación de los participantes y hace notar aquellos

aspectos referentes a lo musical: la función de cada elemento, que conduce a un

clímax o a otro elemento y la importancia de conocer formalmente la obra para

luego aportarle esa luz que es la del propio intérprete. Descubrimos las

particularidades de cada lenguaje, sus exigencias y al mismo tiempo que todos

tienen la misma esencia. La música es como el habla oral: tiene su sentido e

inflexiones, sus frases y cadencias y también contiene un mensaje.

Es recurrente la famosa frase de Gustav Mahler: “En la partitura está todo

menos lo esencial”: el respeto a la intención del compositor es acaso lo más

importante, pero se revela a partir de aquello que quien lo interpeta es capaz de

descifrar y sentír.

Cuenta algunas de sus experiencias en El Sistema venezolano, cuando el

maestro Abreu, que lo fundó, encomendaba tareas que parecían imposibles pero

que él sabía que no lo eran. De pronto, recuerda, faltaba un director y Abreu le dijo

a Dudamel, ubicado en el cuarto atril de los primeros violines que dirigiera. El

famoso director tenía entonces 14 años. Cuenta que en 1992 fue invitado a dirigir

allí y que había preparado prolijamente la Cuarta Sinfonía de Brahms pero que al

llegar la orquesta le dijo que debía hacer una gira próximamente y que las obras

que les deba para elegir eran: La quinta sinfonía de Tchaicovsky; la quinta de

Shostacovich o la Consagación de la Pirmavera, ninguna de las cuales había

dirigido previamente. Luego de la primra gran impresión, eligio la quinta de

Thaicovsky, que le pareció la más afín a lo que venía haciendo. La orquesta

accedió pero le dijeron que los músicos querían conocerlo y que ensayara un

movimiento de la 5ta. de Shostacovich. “Tengo que ir al baño”, dijo él para ganar

tiempo y poder leer allí al menos los primeros 30 compases del tercer movimiento.

La orquesta quedó encantada: literalmente según el método Abreu, lo habían


arrojado a la pileta y el había podido nadar por la parte más profunda hasta llegar

al otro lado y descubrir su propia habilidad para encarar una obra tan compleja

como esa.

Las anécdotas son muchas y alternan con las frases que cita de Sergiu

Celibidache, su maestro.

Al principio uno se siente intimidado ante su experiencia, su dominio

absoluto de las partituras y su formación filosófica, solo para descubrir, al cabo del

tiempo a alguien tan ocurrente como amable, capaz de matizar sus exposiciones

con salidas inesperadas y abrirse a la experiencia de lo que pueden aportarle los

demás.


Instantes únicos

Todo confluye: los alumnos cada uno con su obra; el lugar; la escucha; el

descubrimiento. La música no es un proceso en el cual dada la acción a sucede el

efecto b, sino una experiencia indefinible y siempre renovada.

Alguna vez conversamos con el maestro Lanci acerca de la idea de

Stravinsky de que la música es incapaz, por sí misma, de representar nada. La

música no es un arte de representación sino una finalidad en sí misma, parece tan

innegable como el hecho de que produce en nosotros sensaciones y si no vienen

de la música ¿entonces de donde vienen? Parece un enigma tan imposible de

resolver sobre aquel otro que plantea el maestro Mora: hay una esencia en las

cosas que permanece invariable: la forma músical se reduce a un proceso de

presentar elementos que cambian, que son expresados en momentos de tensión y

distensión, de clímax y de calma y esto es presentado de distintas maneras por

todos los lenguajes, pero al mismo tiempo, todo cambia, como en la metáfora de

Heráclito: "ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el

hombre ni el agua serán los mismos";. No parece haber una respuesta definitiva

En una sala de conciertos, en la casa grande de La Armonía luego de cada

clase o de cada concierto es posible sentir que la música es algo profundo,

indefinible, que nos produce sensaciones sin las cuales la vida no sería la misma y

que eso sucede en un instante donde algo brilla, tanto en ese momento como en

el recuerdo de ese momento.


Una puerta de acceso


Las musas, hijas de Zeus, nos dice Susana María García en su libro Qué

hay en el lenguaje, son de naturaleza divina y poseían el don de la profecía, la

inspiración y la omnisciencia. De allí derivan museo y música. La imagen que nos

da el mito, dice García, no es la imagen de la cosa sino la cosa misma. El mensaje

de la música, entonces, es la misma música: ese orden mágico al cual podemos

acceder, siempre parcialmente porque es inagotable.

De este modo, la música es relativa al don de la omnisciencia y de la

imspiración, por eso es capaz de ir a través del dolor y producir felicidad o

atravesar la oscuridad y producir luz.

Cada año tenemos eso en la mágica confluencia en que las cosas se

organizan y dan por resultado una experiencia tan llena de felicidad como de

inetrrogantes, porque la música es un proceso inacabable y eso es lo que

decubrimos al asomarnos, por vía de alguien que la conoce profundamente.


Eduardo Balestena

sábado, 22 de febrero de 2025

 

LA VUELTA AL RUEDO

 

Usina del Arte de Buenos Aires, Ciclo de Verano 2025. Presentación de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Javier Mas. Programa: Obras de Saint-Saëns y Dvorak . 21 de Febrero de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

 

  Ante un auditorio principal virtualmente colmado, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dio el puntapié inicial para una extensa temporada 2025 llena de compromisos musicales. Lo hizo bajo la conducción de Javier Mas, titular de la Sinfónica de Rosario, uno de los directores que mayor proyección ha alcanzado en los últimos años.

 

  El concierto se inició con una muy buena interpretación de Phaeton de Camille Saint-Saëns.  Compuesto en 1873, describe en música la tragedia de este hijo de Helios, el que quiso conducir el carro del sol finalmente cedido por su padre. El vértigo, los impulsos y  la tragedia, magníficamente expuestos aquí por el gran compositor galo, fueron resaltados por la orquesta a partir de la firme conducción del maestro Mas y el notable desempeño de todos los sectores del conjunto. Sonido brillante, perfectamente acoplado a la acústica del auditorio, logró enfervorizar al público quien respondió con una cerrada ovación a la interpretación efectuada.

 

  A continuación y siguiendo con la música del gran maestro francés, Mas y la Orquesta ofrecieron una muy colorida interpretación de la célebre “Danza Macabra” en donde descolló en sus solos el Concertino, Xavier Inchausti, uno de los percusionistas, quién fue muy buen interprete del xilofón y los vientos, con muy buenas participaciones de Nestor Garrote en Oboe y Claudio Barile en flauta.

 

 Finalmente escuchamos una muy prolija versión de la Sinfonía Nº 8 en Sol mayor, Op. 88 de Antonin Dvorak en una interpretación intensa, por momentos vibrante y en donde se vio la pericia de Javier Mas para la conducción. Pequeñas imperfecciones en metales, en nada disminuyen la calidad del producto ofrecido. Pasajes notables, momentos de brillo, revelan que hubo un trabajo serio por parte de todos y que se tradujo en cuatro salidas al escenario para que el Director retribuya el saludo del público. Noche gratificante para el reencuentro y para olvidar por un momento el calor soporífero que azota a Buenos Aires en estos días.

 

Donato Decina

miércoles, 19 de febrero de 2025



Sin dudas de que el Maestro Evelino Pido ha sido la figura central en este concierto de inicio de festejo del Centenario de los Cuerpos Estables del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón. Fotografía de Juanjo Bruzza.


Magistral dirección de Evelino Pidó en el centenario de la Orquesta Estable


CON LA POMPA Y SUNTUOSIDAD DEL CENTENARIO

Martha CORA ELISEHT


Han pasado 100 años desde la creación de la Comisión Administradora del

Teatro Colón creada por decreto del Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Carlos M.

Noel en 1924, cuyo objetivo era intervenir en todo lo relativo al mantenimiento, cuidado

y conservación del Teatro Colón. En aquel entonces, la Comisión quedó constituida por

el Presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes, el Director del Conservatorio

Nacional de Música y dos compositores, quienes debieron designar un administrador y

un director artístico. Posteriormente y, durante el transcurso de ese mismo año, la

Comisión integrada por Martín Noel, Emilio Ravignani, Alberto Malaver, Carlos López

Buchardo, Floro Ugarte y Cirilo Grassi Díaz adoptó las medidas destinadas a la

institucionalización de la Orquesta, Coro y Cuerpo de Baile Estables. Finalmente, por

resolución del 31 de Marzo de 1925 firmada por el Presidente de la Nación Dr. Marcelo

T. de Alvear y el Intendente Carlos M. Noel quedaron definitivamente creados los

Cuerpos Estables del Teatro Colón.

El debut de la Orquesta Estable se produjo el 25 de Mayo de 1925 -coincidente

con el 17° aniversario del Teatro- durante una representación de la ópera THAÏS de Jules

Massenet bajo la dirección de Arturo Luzzatti, con participación de Ninon Vallin y

Marcelo Urizar en los roles protagónicos. Desde entonces, ha sido dirigida por batutas

muy prestigiosas de todos los tiempos de la talla de Tulio Serafín, Arturo Toscanini,

Erich Kleiber y Wilhelm Furtwängler -tan sólo por mencionar algunos- y compositores

como Camille Saint- Saëns, Richard Strauss, Igor Stravinsky, Héctor Panizza, Ottorino

Respighi y Pietro Mascagni, tanto en ópera como ballet y conciertos sinfónicos.

Para conmemorar el centenario de la Orquesta Estable, el Teatro Colón organizó

un concierto sinfónico el pasado martes 18 del corriente bajo la dirección musical de

Evelino Pidó, donde se interpretó el siguiente repertorio:

- Sinfonía n°9 en Do mayor, D.944 (“La Grande”)- Franz P. SCHUBERT (1797-

1828)

- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)


Ante una sala colmada de público, la orquesta ofreció una de las mejores y más

brillantes versiones de la mencionada sinfonía de Schubert, compuesta entre 1825 y

1826 y denominada “La Grande” no sólo para diferenciarla de su homónima en Do

mayor (“La Pequeña”), sino también por su extensión -dura alrededor de 60 minutos- y

la complejidad en su orquestación. Debido a que Schubert no podía costear su

representación, envió una carta a la Sociedad de Amigos de la Música de Viena junto

con una dedicatoria. En respuesta, la Sociedad le hizo un pequeño pago y le encargó una

copia de las partes orquestales. Sin embargo, no pudo ser estrenada en vida del


compositor debido a su complejidad, que era inusual para la época. Afortunadamente,

Robert Schumann encontró la partitura original de La Grande junto a otras obras

inéditas en casa de Ferdinand Schubert -hermano del compositor- en 1839. Su estreno

tuvo lugar en Marzo de ese mismo año por la legendaria Orquesta de la Gewandhaus de

Leipzig bajo la dirección de Félix Mendelssohn, pero recién se editó en 1850 y a partir

de ese año se incorporó al repertorio de las orquestas más importantes de Europa.

Consta de 4 movimientos: Andante. Allegro ma non troppo (Do mayor, 2/2) /Andante

con moto (La menor, 2/4) / Scherzo. Allegro vivace (Do mayor). Trío (La mayor, ¾) y

Finale: Allegro vivace (Do mayor, 2/4). El Andante inicial es un tema que cuenta con su

propia introducción, desarrollo y coda en miniatura antes del Allegro ma non troppo

central, portentoso e implacable desde el punto de vista rítmico, que reaparece triunfal

en la coda final. El oboe presenta el tema principal del Andante -magistral

interpretación de Rubén Albornoz-, caracterizado por sus ritmos con puntillo y con una

escritura calma para las trompas -excelentes Gerardo Rosón y Melgarejo al respecto-. El

Scherzo con trío sonó sublime y brillante, con ribetes marcadamente beethovenianos

para desembocar en un excelso Allegro vivace final, donde el maestro italiano marcó su

total correspondencia y romance con la orquesta merced a su impecable marcación. (No

por nada, la Estable lo honró en 2023, entregándole la batuta que utilizó Arturo

Toscanini durante su última visita al Colón para dirigir el Intermezzo de CAVALLERÍA

RUSTICANA, durante el recital de Vittorio Grigolo). Tras tan impecable dirección, el

Colón se vino abajo en un estallido de aplausos y vítores. Una de las pocas veces donde

el auditorio se puso unánimemente de pie en estos últimos años.

La celebérrima Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de Beethoven data de 1812 y

forma parte del repertorio sinfónico de las principales orquestas universales. Consta de

4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y 6/8) / Allegretto (en La

menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La mayor, 2/4), que deben ser

ejecutados con una precisión milimétrica, ya que es muy fácil caer en exceso en los dos

últimos movimientos cuando se utiliza un tempo más rápido que lo habitual. Esto se

debe a que, precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del

ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción

irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que

lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental

obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la

definió de la siguiente manera:

“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más

lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de

ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film

argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María

Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de

Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.

La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Evelino Pidó fueron

superlativas, donde la precisión milimétrica anteriormente descripta se cumplió a

rajatabla, logrando una versión brillante, de fuste y enjundia. Una vez más, el Colón

estalló en aplausos y el público se puso unánimemente de pie tras un de las mejores

versiones de esta célebre obra que quien escribe haya escuchado en el mayor coliseo

argentino.


Mientras el público deliraba aplaudiendo, los músicos de la Estable que no habían

participado en la 7° Sinfonía (trombones, tuba y percusión) fueron tomando posiciones

sobre el escenario hasta que un solo de redoblante anunció un bis: una divertida versión

de la famosa Marcha Radetsky de Johann Strauss (h), donde el maestro italiano no sólo

dirigió la orquesta, sino también, al público indicándole el acompañamiento con palmas.

Algo que pudo haber sonado algo trillado, pero que fue recibido muy bien por el

público y que otros famosos directores también lo hicieron. Un final a toda orquesta

para culminar un brillante festejo con toda la pompa y la suntuosidad de un siglo de

vida.

 



Momentos de "Historia de un Amor". Laura Rizzo, Diego Bento y Eduviges Picone en el Piano.


Estupenda versión de “HISTORIA DE UN AMOR” en la Sala Argentina del Sarmiento


HAY HISTORIAS QUE MERECEN SER CANTADAS

Martha CORA ELISEHT


Ganador del premio “Estrella de Mar” al mejor espectáculo lírico- vocal en

2023, HISTORIA DE UN AMOR se ha representado con gran éxito en numerosas salas

del país. Con motivo de los festejos de San Valentín, la talentosa creación de Laura

Rizzo y Luis Lima se presentó el pasado domingo 16 del corriente en la Sala Argentina

del Centro Cultural Palacio Domingo Faustino Sarmiento con participación de la

soprano Laura Rizzo y el tenor Diego Bento, acompañados al piano por Eduviges

Piccone. La producción contó con la siguiente ficha técnica: iluminación de Oscar

Bonardi, vestuario de Fernando Ferrigno y producción general de Marcela Corral (La

Torre Management).

Con escenografía y vestuario ambientados en la década del ’50 y una exquisita

selección de temas románticos que incluyen boleros (Historia de un Amor, Alma mía,

Perfidia, Usted, Algo contigo, Somos novios, Inolvidable, Se te olvida, Te quiero dijiste,

Media vuelta, Regálame esta noche, Cuando vuelva a tu lado, Si nos dejan, Solamente

una vez, entre otros), canciones románticas de Palito Ortega y Dino Ramos (Sabor a

nada, Lo mismo que a usted), Nat “King” Cole (Ansiedad), Alberto Cortez (Te sigo

queriendo) y tangos canción (Vete, Frente al mar, El día que me quieras), la obra

describe a la perfección las tres etapas en la vida de una pareja: la maníaca, donde todo

es color de rosa; la depresiva, donde la rutina y el hastío se hacen presentes -lo que en la

mayoría de los casos, conduce a la separación- y la reflexiva, que culmina en la

reconciliación o en la separación definitiva. En este caso, la pareja formada por

Margarita y Alfredo llega a un final feliz.

Pese a que los recursos de escenografía han sido escasos, permiten plenamente el

desarrollo de la obra entre un bar y un living y han sido muy efectivos. No presenta

intervalos y los cambios de vestuario se dan mediante interludios musicales, donde

además de escucharse algunos de los boleros anteriormente mencionados, se incluyen

temas como Invierno porteño y Oblivion de Astor Piazzolla -magistralmente

interpretados por Eduviges Piccone-. A su vez, los cambios de vestuario también son

indicativos de las etapas ya mencionadas: colores claros ante el primer encuentro; rojo,

para el romance; negro, para la fase depresiva y verde, ante la esperanza de una

reconciliación.

Desde el punto de vista vocal, el tenor Diego Bento sorprendió por sus dotes

interpretativas. Posee una voz varonil, muy agradable e ideal para este tipo de repertorio

y lo demostró sobre el escenario de la Sala Argentina desde el primer tema (Lo mismo

que a usted) hasta el último (Te sigo queriendo). Y Laura Rizzo se encuentra en el mejor

momento de su carrera, poniendo su voz al servicio de las melodías ya descriptas y

haciendo gala de sus dotes histriónicas en Frente al mar, donde el espectáculo alcanzó

su clímax y marcó una ovación de aplausos y vítores tras su interpretación. Los dúos


estuvieron muy bien logrados en El día que me quieras, Somos novios y Esta tarde vi

llover, donde ambos fueron muy aplaudidos. Y, como era de esperarse, invitaron al

público a cantar Solamente una vez como broche de oro para cerrar el espectáculo. El

acompañamiento musical y la maestría de Eduviges Piccone hicieron el resto.

A lo largo de los tiempos han ocurrido numerosas historias de amor. Algunas,

apasionantes; otras, prohibidas y otras, muy interesantes, que merecen ser contadas. En

este caso, merecen ser cantadas.

martes, 18 de febrero de 2025

 Plácido Domingo: el retorno de una ilusión…


Por Jaime Torres Gómez

Un reciente e inesperado regreso protagonizó el mítico tenor Plácido Domingo,

en su novena visita a Chile desde finales de la década de los 60 del siglo pasado.

Con una difusión principalmente en redes sociales y prescindiendo de una

cobertura de prensa en medios escritos tradicionales (salvo un aviso de rigor en

un diario de circulación nacional), asimismo, no convocando a la crítica

especializada, como antaño, la promoción, a la postre, fue zigzagueante y

confusa, deviniendo en una serie cócteles de anuncios espaciados en relación a

los artistas convocados, como por ejemplo, casi a último momento, dando a

conocer el nombre de la orquesta invitada… como el súbito cambio de lugar del

evento (al Espacio Riesco), entre muchos desaciertos.

Huelga referirse a los pergaminos de Plácido Domingo, quien, a sus 84 años,

persevera con presentaciones en todos los continentes. Poseedor de un particular

registro de tenor spinto, de hermoso timbre y homogéneo legato, su trayectoria

avala a un artista de marca mayor, con una dilatada carrera hasta hace pocos

años, y ostentando niveles proporcionalmente competitivos como pudo

apreciársele en su última visita del año 2018.

De la presentación, se aclara que no se la presenció in situ, teniendo como

referente una mala transmisión de televisión por un canal de señal abierta,

lamentándose su exhibición parcial, aunque suficiente para ponderar la globalidad

de lo ofrecido.

Con la presencia de la destacada soprano chilena Verónica Villarroel

(compañera artística por décadas de Domingo), además de los artistas populares

nacionales Andrés de León más la cantante y flamante Miss Chile para Miss

Universo, Emilia Dides, y Plácido Domingo JR, se sumó la denominada

Orquesta Sinfónica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

(PUCV), dando cuenta de un espectáculo débil en su conjunto y amparado en la

ilusión de rememorar glorias pasadas, específicamente en los casos de Domingo y

Villarroel.

Mención aparte la Sinfónica PUCV, al tratarse de toda una “sorpresa”, donde aún

la prestigiosa casa de estudios que la alberga no la ha dado a conocer

oficialmente, conociéndose su existencia sólo como una orquesta ad-hoc para el


evento de marras. A priori, se recibe con beneplácito enterarse de contar en

Valparaíso con una agrupación sinfónica (al parecer) profesional, como lo fuera la

recordada Filarmónica Regional, requiriéndose, cuanto antes, que las autoridades

de la PUCV den a conocer a la comunidad sus lineamientos artísticos,

conformación de músicos estables y dinámica de funcionamiento, esperando se

trate de un proyecto sostenible con debido valor agregado y no en base a

“eventualidades”…

Sobre el actual estado vocal de Domingo, el inmisericorde paso del tiempo no ha

dado tregua a un natural desgaste, conforme lo apreciado en esta presentación,

no obstante su incuestionable oficio. Y si bien su actual cambio al registro de

barítono no ha sido afortunado al no poseer la extensión ni el color obscuro

propiamente baritonal, a todas luces reviste más lógica continuar con un repertorio

tenoril debidamente adecuado a sus condiciones presentes. A la vez, su otrora

importante prestancia se apreció ostensiblemente disminuida, razón suficiente

como para no insistir en tanta visibilidad, como lo es una transmisión televisiva…

En el caso de Verónica Villarroel, ostentó debilidades en un repertorio que hoy

en día no se aviene a sus actuales condiciones vocales, con una línea de canto

sinuosa -en momentos con calados de notas y problemas en el pasaje-,

ameritando abarcar otros repertorios a futuro. Verónica, sin duda, es una gran

artista y de un inmenso magnetismo, siendo menester, en aras del reconocimiento

a su importante trayectoria internacional, un replanteo global…

De los demás artistas invitados, destacable la presencia de Andrés de León,

demostrando oficio y respetuoso estilísticamente (atractivo timbre y homogeneidad

de canto), celebrándose su convocatoria. En el caso de Emilia Dides, de

innegable desplante, se trató de una apuesta de potenciación de imagen, dejando

en claro sus interesantes condiciones vocales para continuar profesionalmente en

esta carrera. Y definitivamente inadecuada la presencia de Plácido Domingo JR,

monocorde, sin relieve y no en sintonía a las trayectorias del resto de los artistas.

Del desempeño de la Sinfónica PUCV, bien liderada por el director histórico de

las presentaciones en conciertos de Plácido Domingo, Eugene Kohn, se mostró

debidamente atenta a los autorizados requerimientos de la batuta visitante,

reiterándose la conveniencia de conocer más de su proyecto artístico y su

proyección en el tiempo.

En suma, una presentación que sólo quedó en la ilusión de rememorar un glorioso

pasado y la apuesta por jóvenes valores nacionales de los que amerita seguirles

su derrotero.

 Triunfales conciertos en Teatro Municipal de Viña


Por Jaime Torres Gómez

Enmarcados en la efeméride de los 150 años de la fundación de Viña del Mar,

durante enero se presentaron tres de las principales orquestas nacionales, como

la Sinfónica Nacional, la Orquesta de Cámara de Chile y la Sinfónica Nacional

Juvenil, conciertos realizados en el emblemático Teatro Municipal de la ciudad,

este último acercándose al centenario de su fundación.

Cabe señalar que por veinte ininterrumpidos años las más importantes orquestas

del país sistemáticamente se presentaron dentro de enero en el ciclo de los

Conciertos de Verano en el anfiteatro de la Quinta Vergara (con capacidad para

15.000 personas), muy bien liderados por la Fundación Beethoven, con alta

convocatoria y colmando muchas veces la capacidad de ese importante espacio.

Lamentablemente, su discontinuidad tras la llegada de la pandemia y luego el

desinterés de las actuales autoridades edilicias en apoyar su reedición, derivó en

la pérdida de una relevante instancia de proyección a la misma ciudad, como lo

tienen el reconocido Concurso Internacional de Ejecución Musical Dr. Luis Sigall,

el Festival Internacional de Cine y el popular Festival de la Canción, este último,

lamentablemente, con un creciente desperfilamiento de su dimensión cultural

dentro de lo popular, convirtiéndose en una instancia chacabana que poco o nada

prestigia a la comunidad viñamarina...

En este contexto, plausible haber organizado estas presentaciones en el

formidable Teatro Municipal, de gran valor arquitectónico y excelente acústica, y

por casi 14 años inutilizado ante las refacciones post terremoto del 2010,

esperándose allí sigan llegando más orquestas con programas de alto valor

agregado, como los ofrecidos recientemente.

En el caso de la Sinfónica Nacional Juvenil, orquesta presente exitosamente en

el Municipal viñamarino durante el 2024, de relevancia constituyó la presencia del

prestigioso maestro Maximiano Valdés con un atractivo programa que contempló

la Sinfonía N° 35 “Haffner” de W.A. Mozart, el Concierto para Viola de Karl

Stamitz y la Suite del ballet “El Pájaro de Fuego” de Igor Stravinsky. Si bien no

se presenció este programa en Viña, sí fue posible ver parte del mismo en

Santiago (Pájaro de Fuego), dando cuenta de una estupenda dirección de Valdés

más una atenta respuesta de los jóvenes músicos nacionales.


A la semana siguiente, la Sinfónica Nacional de Chile junto a su director titular,

maestro Rodolfo Saglimbeni, ofreció una presentación de importante gravitación,

recordando grandes épocas con importantes presentaciones en el Municipal al

repetir buena parte de sus conciertos de abono de Santiago.

Con un programa de atractivas obras, se inició con una excelente entrega del

Preludio a la Siesta de un Fauno, de Claude Debussy, de completo idiomatismo

y con ensamblada respuesta de los sinfónicos.

Seguidamente, luego de muchos años de ausencia local, una deslumbrante

versión de La Valse, de Maurice Ravel. Esta fundamental pieza raveliana

magistralmente refleja el declive de los imperialismos hacia el final del siglo 19,

deconstruyendo el género “vals” al evocar, con tintes decadentes, un glorioso

pasado. Saglimbeni y los sinfónicos captaron con creces la quintaesencia de la

obra, con grandes logros en timbres, colores y empáticos tempi, percibiéndose en

plenitud ante la extraordinaria acústica del teatro viñamarino.

Como última obra, una sólida versión de la Suite N° 2 del ballet “Romeo y Julieta”

de Sergej Prokofiev, otra obra muy ausente localmente. La música de este ballet

es de las más importantes escritas en el siglo 20, siendo asiduamente programada

tanto para montajes coreográficos como en conciertos. Interesante el material de

esta Segunda Suite, con una secuencia cronológicamente más literal. Con una

orquestación de gran riqueza colorística más cautivantes progresiones expresivas,

ha ganado un indispensable lugar en las programaciones de las orquestas como

una amplia recepción de las audiencias.

Bien enfocada por Saglimbeni, privilegiando una mirada más interior por sobre un

distante relato argumental, hubo correlato con una sonoridad no destemplada y

enfatizada en la claridad del tejido armónico. Y si bien la Suite N° 2 finaliza con la

desgarradora escena de Romeo en la tumba de Julieta, se agregó,

innecesariamente a continuación, el brillante pasaje orquestal de la muerte de

Tebaldo (final de la Suite N° 1), restándole dramatismo, aunque relativamente

compensado conforme el enfoque global. Muy buena respuesta de los sinfónicos,

y altamente premiado por el numeroso público congregado.

Y al día siguiente, una de las más atractivas presentaciones de lo que va del año,

a cargo de la Orquesta de Cámara de Chile dirigida por su titular Emmanuel

Siffert, y en un programa ciento por ciento de estrenos.

Así, con gran beneplácito se recibieron las Cinco Doloras de Alfonso Leng,

figura fundamental de la composición nacional. Originalmente para piano (1914)

están inspiradas en apuntes líricos del poeta Pedro Prado. De estética post

romántica, responde a un espíritu de completa melancolía y nostalgia, reflejando la


profundidad de la interioridad del alma en su dimensión dolorosa. Del todo

atractiva la orquestación estrenada en esta oportunidad, de Julio Retamal,

violinista integrante de la OCCH, respetando la poética atmósfera de estas cinco

piezas, y de completo dominio de timbres y colores. A la vez, acertada la lectura

de las acotaciones líricas de Pedro Prado -inspirantes de cada Dolora- por parte

de Isidro Rodríguez, integrante de la orquesta. Y comprometida labor de

Emmanuel Siffert en develar el pathos interno de una obra en sí enigmática, con

magistral respuesta en ensamble y carácter de los camaristas nacionales.

Posteriormente, los Doce Minuetos para Orquesta (WoO 7) de L. V Beethoven,

al parecer, estreno en Chile. Esta colección de danzas de un joven Beethoven

fueron estrenadas en un baile en 1795, reflejando la directa influencia de Haydn y

Mozart, aunque con giros expresivos más avanzados para la época. Piezas de

atractivo valor musical, poco se explica su ausencia en las programaciones de las

orquestas. Notable versión de Siffert, de completo idiomatismo y con una

deslumbrante respuesta de los músicos en todo orden, logrando una efusiva

recepción del numeroso público congregado.

Finalmente una rareza, con el estreno en Chile (y al parecer, en Latinoamérica) de

la Serenata en Re mayor, Op. 49 de Felix Draeseke (1835-1913), compositor

alemán imbuido en la música Richard Wagner y cercano a Franz Liszt. En el caso

de esta serenata, se trata de una enjundiosa y original obra (notable la

participación del cello solista en el tercer movimiento, casi un verdadero concierto

para dicho instrumento), de gran riqueza melódica y rítmica, más un formidable

tratamiento armónico. Notable versión en todo orden y completamente

justipreciado por la audiencia, obligando a repetir el magnético cuarto movimiento

en señal de completa aceptación.

lunes, 17 de febrero de 2025

 



Momento de Interpretación de ka Orquesta Nacional de Música Argenina Juan de Dios Filiberto en su primer concierto del año en el Museo Nacional de Arte Decorativo.




Muy buen debut de la Juan de Dios Filiberto en el Museo Nacional de Arte Decorativo


IDEAL PARA UNA TARDE DE LLUVIA


Martha CORA ELISEHT


El pasado 14 de Febrero amaneció nublado y lluvioso sobre Buenos Aires.

Coincidentemente con el día de San Valentín, el mal tiempo imperante no sólo

representó un aliado imprescindible para todos aquellos que celebraron su amor, sino

también para todos aquellos amantes de la música que se dieron cita en el Museo

Nacional de Arte Decorativo para escuchar el concierto inaugural de la Orquesta

Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” (ONMA) bajo la dirección de

Sebastián Giraudo, quienes interpretaron el siguiente repertorio:

- “Impresiones poéticas”- Eliel GARBERI

- “Variaciones Dowland”- Eduardo ALONSO CRESPO

- Selección de temas populares (arreglos: Gustavo “Popi” SPATOCCO):

- “El cosechero”- Ramón AYALA

- “Juan del Monte”- Manuel CASTILLA/ Gustavo LEGUIZAMÓN

- Selección de tangos (arreglos: Christian ZÁRATE):

- “Quejas de bandoneón”- Juan de Dios FILIBERTO

- “Pa’ que bailen los muchachos”

- “La Trampera”- Aníbal TROILO

Debido al mal tiempo imperante, el concierto tuvo lugar en el bellísimo Gran Hall

del Palacio Errázuriz, que brindó un marco perfecto para el evento. Ante una sala llena

y, bajo una impecable organización, el personal del Museo ofreció a los asistentes un

código QR para que pudieran acceder al programa. Por su parte, Sebastián Giraudo

aprovechó la oportunidad para explicar brevemente las obras y agradecer a las

autoridades presentes en el concierto: el director del Museo -Hugo Pontoriero- y el

representante de la Dirección Nacional de Elencos Estables Marcos González, quien

asistió en reemplazo de Mariela Bolatti.

El concierto comenzó con una bella versión de la obra de Eliel Garberi (Impresiones

poéticas), compuesta originalmente en 2024 como una suite de 5 movimientos para

piano. Posteriormente, se realizó la versión orquestal, cuyo estreno se produjo en

Septiembre de ese mismo año por la Orquesta Sinfónica Municipal de 3 de Febrero bajo

la dirección de Ezequiel Fautario. Cada uno de los movimientos que la integran posee

un subtítulo: Una tarde gris (Andante)/ Duelo criollo (Allegro agitato) / A la siesta

(Lento. Lánguido) / Interludio (Presto. Furioso. Andante) y Despedida (Allegro con

fuoco). Posee una línea melódica tonal de carácter romántico, muy agradable al oído,

cuya apertura se encuentra a cargo de las cuerdas en el 1° movimiento y,

posteriormente, el tema principal es desarrollado por las maderas, metales y percusión

durante toda la obra para culminar con un final brillante. Sebastián Giraudo supo poner

su impronta personal a la orquesta mediante un gran trabajo de marcación y empaste,


logrando un muy buen sonido. Tanto los músicos como el compositor -quien se

encontraba presente en sala- fueron sumamente aplaudidos.

En 1999, Eduardo Alonso Crespo decidió componer una serie de variaciones para

un programa de conciertos que incluía las Variaciones sinfónicas de Brahms. Para ello,

empleó una obra suya (Fiesta en Inverness) compuesta en 1994 como música incidental

para una producción teatral de Macbeth de Shakespeare, donde el músico tucumano

decidió homenajear al compositor isabelino John Dowland (1563-1626) quien, a su vez,

era contemporáneo del gran dramaturgo inglés. De ahí el nombre de esta pieza, cuyo

estreno tuvo lugar en el año 2000 por la Orquesta Sinfónica de Rosario con el

compositor en el podio y que, posteriormente, fuera interpretada por las orquestas

sinfónicas más prestigiosas del país. Consta de tres partes: Prólogo/ Tema con

variaciones / Epílogo, que se ejecutan de manera attaca (sin interrupción). Tras una

melodía de tinte oscuro y misterioso en el Prólogo, le sigue un tema de carácter

medieval (Allegro moderato) sobre el cual se desarrolla una serie de variaciones (Piú

mosso/ Molto meno mosso/ Poco piú mosso/ Gymnopédie/ Allegro vivace),

caracterizadas por numerosos contrapuntos entre cuerdas, maderas, metales y percusión

y donde el tema medieval se fusiona con elementos del folklore del noroeste argentino,

mientras que la Gymnopédie es un tema sumamente romántico introducido por el piano,

con reminiscencias de su homónima de Erik Satie. En el allegro vivace que precede al

epílogo, el tema principal alcanza su máximo grado de desarrollo. La labor de la

orquesta fue magnífica, demostrando una excelente calidad sonora.

Seguidamente, los instrumentos típicos del tengo y del folklore (bandoneones,

guitarra y charango) se hicieron presentes sobre el escenario para ofrecer una selección

de temas del folklore argentino magistralmente arreglados por Gustavo “Popi”

Spatocco: “El cosechero” (chamamé) de Ramón Ayala y la celebérrima chacarera

“Juan del Monte”, de Manuel Castilla y Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Una vez más, la

ONMA puso de manifiesto su versatilidad, ya que es una orquesta capaz de abarcar

tanto el repertorio de música académica como el popular. Y lo demostró con creces

mediante la interpretación de tres clásicos del tango con arreglos de Christian Zárate:

Quejas de Bandoneón, de Juan de Dios Filiberto; Pa’ que bailen los muchachos y La

Trampera, de Aníbal Troilo, que sonaron con brillo y enjundia. En la última pieza se

lucieron tanto el percusionista como el guitarrista, pianista y bandoneonista merced a la

excelente marcación y dirección de Sebastián Giraudo, quien tuvo una magnífica labor

durante todo el concierto. El público aplaudió a rabiar y todos se retiraron sumamente

satisfechos. Un programa variado y un muy buen comienzo de ciclo para una de las

orquestas sinfónicas más importantes del país, que se destaca por su versatilidad y

calidad de sonido. Una combinación ideal para una tarde de lluvia.

jueves, 13 de febrero de 2025

 



Concierto final de la 34ta. Edición del Campus Musical de Santa María de la

Armonía

.Director: Maestro Jordi Mora

.Solistas e intérpretes: Felipe Garese (violoncello); Nadia Baldi (violín); Fanny Suárez

(piano); Juan Simón Tori (piano); Erika Falzuk (canto); Rosario Turco (piano); Ana Paula

Rodríguez (piano); Mariana Bianchetto (canto); Federico Servin (piano); Juan Ignacio

Videla (piano); Esther Lovato Radische (violoncello); Joaquin Freier (piano); Fiorella Sacco

(violín); Juan Francisco Stella (piano); Jazmín Victoria Pieres (canto); Juliana Rufail (viola);

Carolina Cho (piano)

La edición de 2025 del Campus Musical de Santa María de la Armonía fue la

trigésima cuarta desde su inicio en 1991.

Como es habitual, el intenso programa de actividades con las distintas obras

elegidas por los alumnos para trabajar a lo largo de los días que dura el campus finaliza con

el concierto final en el cual son interpretadas, parcial o totalmente, las referidas obras.

Primera parte

Alumno del proyecto Creciendo en Armonía, Felipe Garese interpretó la Suite nro.

3 en Do M, BWV 1009, de Johann Sebastian Bach (1685-1750) que, en su precisa

arquitectura requiere un fraseo determinado y una gran variedad de inflexiones en cada uno

de los ritmos de danza.

El Alegro con spirito de la Sonata para violín y piano K. 301, de Wolfgang

Amadeus Mozart (1756-1791) fue interpretada por Nadia Baldi en violín y Fanny Suárez

en piano. El requerimiento, en este caso, es el de la transparencia y riqueza melódica

propias del lenguaje mozartiano.

El Adagio de la Sonata en sol m BWV 1029 de Johann Sebastian Bach fue

abordado seguidamente por Nerea Baldi, esta vez en viola, y Juan Simón Tori.

Erika Falzuk (canto) y Rosario Turco (piano) tocaron los lieder Das Verlassene

Mägdlein y Begegnung, de Hugo Wolf (1860-1903) de gran belleza en la línea de la

delicadeza de la línea de canto propia del compositor.

Ana Paula González interpretó los movimientos III Menuetto- Allegretto y IV

Prestissimo de la Sonata nro. 1 en fa m, opus 2, nro. 1 de Ludwig van Beethoven (1770-

1827) y la Tarantelle Stryenne, de Claude Debussy (1862-1918) muy cómoda en obras

de gran exigencia, la pianista de 13 años que participó asimismo en el Campus Musical de

Bariloche, fue seleccionada para proseguir su experiencia musical en Ginebra.

Marianella Bianchetto (canto) y Federico Servin (piano) abordaron An die musik,

de Franz Schubert (1797-1828); Verbongenheit, de Hugo Wolf; y Ein Traum, de

Edvard Grieg (1843-1907). De una voz dulce, honda y flexible a la vez Marianela

Bianchetto es una gran cantante de cámara.

La Sonata nro. 17, op. 31, La Tempestad, de Ludwig van Beethoven (1770-

1827) fue interpretada por Juan Ignacio Videla, un pianista de enorme versatilidad que

obtuvo una muy lograda versión de este opus.

Segunda parte

La Suite nro. 1 en sol M, BWV 1007 de Johann Sebastian Bach fue la obra que,

una vez transcurrido el intermedio, interpretó Esther Lovato Radiske, de Brasil en una muy

lucida performance de tan conocido opus.

El I Allegro assai de la Sonata nro. 23, opus 57, “Appasionata” de Ludwig van

Beethoven fue abordado por Juan Simón Tori, que el año anterior hizo completo el

Carnaval de Schumann. Su versión de esta obra fue del más alto nivel. La unidad de los


diversos materiales beethovenianos –intensidad, tensión, distensión, enlace de un elemento

con otro- se encuentra en el tempo, uno que debe ser muy justo. Todo cambia todo el

tiempo pero dentro de un orden.

La Chanson Espagnole de Maurice Ravel (1875-1937) y los lieder Du bist die

Ruth, op.59 nro 3, D 776 y Gretchen am Spinnrade opus 2, D. 118 de Franz Schubert

fueron interpretadas por Marianela Bianchetto (canto) esta vez con Joaquín Freier (piano).

Nuevamente lució la belleza de una voz con todos los matices que obras tan refinadas

demandan.

Fiorella Sacco (violín); Juan Francisco Stella (viola) y Josue Silva Castro (piano)

tocaron Tres canciones rusas para violín, viola y piano, de Mikhail Glinka (1804-

1857) de gran brillo melódico y alternancia sonora entre los diversos instrumentos.

La mort m´apparait souriante (Orphée aux enfers, de Jaques Offembach

(1819-1880); Vaga luna che inargenti, de Vincenzo Bellini (1801-1835) y Stäandchen

(aus Cymbeline) de Franz Schubert, fueron interpretadas por Jazmin Victoria Pieres

(canto) y Juan Ignacio Videla (piano). De una cristalina, dúctil y expresiva voz la cantante

abordó estos trabajos de lenguajes y demandas muy distintos.

Juliana Rufail (viola) y Carolina Cho (piano) tocaron los movimientos I Allegro

appasionato y II Andante un poco adagio de la Sonata para viola y piano op. 120, nro. 1 de

Johannes Brahms (1833-1897) que implica un diálogo muy cerrado entre ambos

instrumentos, que alternativamente presentan el elemento melódico en ese timbre refinado

y sin estridencias propio de las obras del gran compositor.

La Premiere Rhapsodie para clarinete y piano de Claude Debussy por

Roberto Gutiérrez en clarinete y Juan Ignacio Videla (piano) cerró el programa. Es un opus

verdaderamente virtuoso y de gran dificultad técnica en todos los matices de ambos

instrumentos, con pasajes extremadamente rápidos en el clarinete y una textura muy

cerrada en el dialogo permanente con el piano. Roberto Gutiérrez ya había demostrado ser

un virtuoso del instrumento, asimismo Juan Ignacio Videla demostró tanto su versatilidad

como su gran talento como pianista.

La obra estuvo dedicada al maestro Carlos Céspedes, fallecido prematuramente,

quien la interpretó en el campus un cuarto de siglo atrás. Destacado por el maestro Mora

como un gran músico, fue profesor de Roberto Gutiérrez.

El campus es un espacio de confluencia de experiencias, técnicas, estéticas y

filosóficas acerca de la música donde confluyen músicos profesionales experimentados con

alumnos avanzados. Fueron numerosos los participantes de este año, algunos nuevos, otros

que lo han hecho anteriormente.

La ocasión de hacer música es un momento privilegiado en el que algo, que es el

producto de un gran trabajo previo, brilla, nos deslumbra y nos señala un camino.


Eduardo Balestena

lunes, 10 de febrero de 2025

 Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal

.Orquesta Sinfónica Municipal

.Director: maestro Guillermo Becerra

.Teatro Municipal Colón, Mar del Plata, 8 de febrero, hora 21.

Un demandante programa fue el abordado por la Orquesta Sinfónica

Municipal en su último concierto.

La Danza Húngara nro. 1 de Johannes Brahms (1833-1897) de la

serie de 21 del género, en uno de sus opus más conocidos, fue la primera de

las obras interpretadas.

Le siguió la Obertura Scherzo y Final, opus 52 de Robert Schumann

(1810-1856) rico opus muy poco frecuente en el repertorio de las salas de

concierto. Se encuentra estructurada en tres movimientos: obertura, andante

con moto, allegro; Scherzo, vivo, trío y Finale allegro vivace. De gran riqueza

melódica, en todos sus movimientos, el diálogo entre las distintas secciones es

permanente en una estructura cerrada y precisa, con permanentes cambios

dinámicos y tímbricos. Es muy marcada y ajustada en sus pasajes rápidos, y

muy delicada desde el punto de vista del fraseo que requiere.

En la última parte del programa fue interpretada la Sinfonía nro. 4 en fa

menor, opus 36 de Piotr Illich Tchaicovsky (1840-1953) que marca un

evidente cambio en el pensamiento sinfónico del compositor. Concebida de

manera marcadamente subjetiva, en la carga de sensaciones que suscita (el

destino que irrumpe en la intensa fanfarria del primer movimiento, como el

doloroso tema del vals que surge en la cuerda luego de la introducción)

demanda, al mismo tiempo que la fuerza sonora capaz de producir

sensaciones, una gran precisión y homogeneidad en el diálogo entre las

distintas secciones de una orquesta que trabaja siempre exigida.

El primer movimiento en sí, ya es un mundo, doloroso, intenso y violento

El Andantino (segundo movimiento) en abierto contraste con lo anterior, lleva a

un sentimiento interno en la voz del oboe.

Otro lugar donde la concepción es novedosa es el extenso pizzicato en

la cuerda en el tercer movimiento (Scherzo. Pizzicato ostinato – Allegro), que

también demanda una absoluta precisión en el extenso pasaje de toda la

cuerda en pizzicato.

Como no podría ser de otra manera, el cuarto movimiento (Finale.

Allegro con fuoco) es apoteótico y de gran dificultad, no solo en el raoido solo

de piccolo sino en el diálogo entre las secciones de los metales (cornos,

trombones y trompetas).

La Orquesta

Muy homogénea en una cuerda exigida tanto por la musicalidad de las

frases como por la precisión e intensidad, la orquesta estuvo muy ajustada

tanto en el diálogo entre metales y madera como con la cuerda.

Los ensayos generales nos permiten apreciar básicamente dos cosas: la

estructura de las obras y sus demandas y que se trabaja con todo detalle hasta

el final, en texturas muy complejas, tanto en el volumen como en la precisión

de los diálogos entre las secciones. Tchaicovsky fue un genial instrumentador,

lo que demanda a veces distintas intensidades en distintas secciones y esta es

una de sus obras más destacadas en tal sentido.


La Orquesta Sinfónica está siendo conformada en gran medida con

contratos temporarios, lo cual es un indicador del enorme trabajo que significa

el armado de una obra como esta sinfonía, lo que habla a las claras de trabajo

de preparación que lleva a cabo el maestro Becerra.

Sin un horizonte de salvación a la vista, en lugar de estacionarse en

repertorios de menor dificultad se ha optado por abordar obras de gran

dificultad técnica y musical. Si no nos lanzamos hacia un desafío nunca

sabremos de qué somos capaces, podría ser el enunciado que subyace a esto.

Tan evidente como las carencias es la sensación de que todos los

problemas quedan afuera apenas surge el gesto de apertura del maestro y

comienza la música.


Eduardo Balestena