Sin dudas de que el Maestro Evelino Pido ha sido la figura central en este concierto de inicio de festejo del Centenario de los Cuerpos Estables del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón. Fotografía de Juanjo Bruzza.
Magistral dirección de Evelino Pidó en el centenario de la Orquesta Estable
CON LA POMPA Y SUNTUOSIDAD DEL CENTENARIO
Martha CORA ELISEHT
Han pasado 100 años desde la creación de la Comisión Administradora del
Teatro Colón creada por decreto del Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Carlos M.
Noel en 1924, cuyo objetivo era intervenir en todo lo relativo al mantenimiento, cuidado
y conservación del Teatro Colón. En aquel entonces, la Comisión quedó constituida por
el Presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes, el Director del Conservatorio
Nacional de Música y dos compositores, quienes debieron designar un administrador y
un director artístico. Posteriormente y, durante el transcurso de ese mismo año, la
Comisión integrada por Martín Noel, Emilio Ravignani, Alberto Malaver, Carlos López
Buchardo, Floro Ugarte y Cirilo Grassi Díaz adoptó las medidas destinadas a la
institucionalización de la Orquesta, Coro y Cuerpo de Baile Estables. Finalmente, por
resolución del 31 de Marzo de 1925 firmada por el Presidente de la Nación Dr. Marcelo
T. de Alvear y el Intendente Carlos M. Noel quedaron definitivamente creados los
Cuerpos Estables del Teatro Colón.
El debut de la Orquesta Estable se produjo el 25 de Mayo de 1925 -coincidente
con el 17° aniversario del Teatro- durante una representación de la ópera THAÏS de Jules
Massenet bajo la dirección de Arturo Luzzatti, con participación de Ninon Vallin y
Marcelo Urizar en los roles protagónicos. Desde entonces, ha sido dirigida por batutas
muy prestigiosas de todos los tiempos de la talla de Tulio Serafín, Arturo Toscanini,
Erich Kleiber y Wilhelm Furtwängler -tan sólo por mencionar algunos- y compositores
como Camille Saint- Saëns, Richard Strauss, Igor Stravinsky, Héctor Panizza, Ottorino
Respighi y Pietro Mascagni, tanto en ópera como ballet y conciertos sinfónicos.
Para conmemorar el centenario de la Orquesta Estable, el Teatro Colón organizó
un concierto sinfónico el pasado martes 18 del corriente bajo la dirección musical de
Evelino Pidó, donde se interpretó el siguiente repertorio:
- Sinfonía n°9 en Do mayor, D.944 (“La Grande”)- Franz P. SCHUBERT (1797-
1828)
- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)
Ante una sala colmada de público, la orquesta ofreció una de las mejores y más
brillantes versiones de la mencionada sinfonía de Schubert, compuesta entre 1825 y
1826 y denominada “La Grande” no sólo para diferenciarla de su homónima en Do
mayor (“La Pequeña”), sino también por su extensión -dura alrededor de 60 minutos- y
la complejidad en su orquestación. Debido a que Schubert no podía costear su
representación, envió una carta a la Sociedad de Amigos de la Música de Viena junto
con una dedicatoria. En respuesta, la Sociedad le hizo un pequeño pago y le encargó una
copia de las partes orquestales. Sin embargo, no pudo ser estrenada en vida del
compositor debido a su complejidad, que era inusual para la época. Afortunadamente,
Robert Schumann encontró la partitura original de La Grande junto a otras obras
inéditas en casa de Ferdinand Schubert -hermano del compositor- en 1839. Su estreno
tuvo lugar en Marzo de ese mismo año por la legendaria Orquesta de la Gewandhaus de
Leipzig bajo la dirección de Félix Mendelssohn, pero recién se editó en 1850 y a partir
de ese año se incorporó al repertorio de las orquestas más importantes de Europa.
Consta de 4 movimientos: Andante. Allegro ma non troppo (Do mayor, 2/2) /Andante
con moto (La menor, 2/4) / Scherzo. Allegro vivace (Do mayor). Trío (La mayor, ¾) y
Finale: Allegro vivace (Do mayor, 2/4). El Andante inicial es un tema que cuenta con su
propia introducción, desarrollo y coda en miniatura antes del Allegro ma non troppo
central, portentoso e implacable desde el punto de vista rítmico, que reaparece triunfal
en la coda final. El oboe presenta el tema principal del Andante -magistral
interpretación de Rubén Albornoz-, caracterizado por sus ritmos con puntillo y con una
escritura calma para las trompas -excelentes Gerardo Rosón y Melgarejo al respecto-. El
Scherzo con trío sonó sublime y brillante, con ribetes marcadamente beethovenianos
para desembocar en un excelso Allegro vivace final, donde el maestro italiano marcó su
total correspondencia y romance con la orquesta merced a su impecable marcación. (No
por nada, la Estable lo honró en 2023, entregándole la batuta que utilizó Arturo
Toscanini durante su última visita al Colón para dirigir el Intermezzo de CAVALLERÍA
RUSTICANA, durante el recital de Vittorio Grigolo). Tras tan impecable dirección, el
Colón se vino abajo en un estallido de aplausos y vítores. Una de las pocas veces donde
el auditorio se puso unánimemente de pie en estos últimos años.
La celebérrima Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de Beethoven data de 1812 y
forma parte del repertorio sinfónico de las principales orquestas universales. Consta de
4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y 6/8) / Allegretto (en La
menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La mayor, 2/4), que deben ser
ejecutados con una precisión milimétrica, ya que es muy fácil caer en exceso en los dos
últimos movimientos cuando se utiliza un tempo más rápido que lo habitual. Esto se
debe a que, precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del
ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción
irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que
lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental
obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la
definió de la siguiente manera:
“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más
lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de
ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film
argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María
Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de
Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.
La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Evelino Pidó fueron
superlativas, donde la precisión milimétrica anteriormente descripta se cumplió a
rajatabla, logrando una versión brillante, de fuste y enjundia. Una vez más, el Colón
estalló en aplausos y el público se puso unánimemente de pie tras un de las mejores
versiones de esta célebre obra que quien escribe haya escuchado en el mayor coliseo
argentino.
Mientras el público deliraba aplaudiendo, los músicos de la Estable que no habían
participado en la 7° Sinfonía (trombones, tuba y percusión) fueron tomando posiciones
sobre el escenario hasta que un solo de redoblante anunció un bis: una divertida versión
de la famosa Marcha Radetsky de Johann Strauss (h), donde el maestro italiano no sólo
dirigió la orquesta, sino también, al público indicándole el acompañamiento con palmas.
Algo que pudo haber sonado algo trillado, pero que fue recibido muy bien por el
público y que otros famosos directores también lo hicieron. Un final a toda orquesta
para culminar un brillante festejo con toda la pompa y la suntuosidad de un siglo de
vida.
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