miércoles, 19 de febrero de 2025



Sin dudas de que el Maestro Evelino Pido ha sido la figura central en este concierto de inicio de festejo del Centenario de los Cuerpos Estables del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón. Fotografía de Juanjo Bruzza.


Magistral dirección de Evelino Pidó en el centenario de la Orquesta Estable


CON LA POMPA Y SUNTUOSIDAD DEL CENTENARIO

Martha CORA ELISEHT


Han pasado 100 años desde la creación de la Comisión Administradora del

Teatro Colón creada por decreto del Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Carlos M.

Noel en 1924, cuyo objetivo era intervenir en todo lo relativo al mantenimiento, cuidado

y conservación del Teatro Colón. En aquel entonces, la Comisión quedó constituida por

el Presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes, el Director del Conservatorio

Nacional de Música y dos compositores, quienes debieron designar un administrador y

un director artístico. Posteriormente y, durante el transcurso de ese mismo año, la

Comisión integrada por Martín Noel, Emilio Ravignani, Alberto Malaver, Carlos López

Buchardo, Floro Ugarte y Cirilo Grassi Díaz adoptó las medidas destinadas a la

institucionalización de la Orquesta, Coro y Cuerpo de Baile Estables. Finalmente, por

resolución del 31 de Marzo de 1925 firmada por el Presidente de la Nación Dr. Marcelo

T. de Alvear y el Intendente Carlos M. Noel quedaron definitivamente creados los

Cuerpos Estables del Teatro Colón.

El debut de la Orquesta Estable se produjo el 25 de Mayo de 1925 -coincidente

con el 17° aniversario del Teatro- durante una representación de la ópera THAÏS de Jules

Massenet bajo la dirección de Arturo Luzzatti, con participación de Ninon Vallin y

Marcelo Urizar en los roles protagónicos. Desde entonces, ha sido dirigida por batutas

muy prestigiosas de todos los tiempos de la talla de Tulio Serafín, Arturo Toscanini,

Erich Kleiber y Wilhelm Furtwängler -tan sólo por mencionar algunos- y compositores

como Camille Saint- Saëns, Richard Strauss, Igor Stravinsky, Héctor Panizza, Ottorino

Respighi y Pietro Mascagni, tanto en ópera como ballet y conciertos sinfónicos.

Para conmemorar el centenario de la Orquesta Estable, el Teatro Colón organizó

un concierto sinfónico el pasado martes 18 del corriente bajo la dirección musical de

Evelino Pidó, donde se interpretó el siguiente repertorio:

- Sinfonía n°9 en Do mayor, D.944 (“La Grande”)- Franz P. SCHUBERT (1797-

1828)

- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)


Ante una sala colmada de público, la orquesta ofreció una de las mejores y más

brillantes versiones de la mencionada sinfonía de Schubert, compuesta entre 1825 y

1826 y denominada “La Grande” no sólo para diferenciarla de su homónima en Do

mayor (“La Pequeña”), sino también por su extensión -dura alrededor de 60 minutos- y

la complejidad en su orquestación. Debido a que Schubert no podía costear su

representación, envió una carta a la Sociedad de Amigos de la Música de Viena junto

con una dedicatoria. En respuesta, la Sociedad le hizo un pequeño pago y le encargó una

copia de las partes orquestales. Sin embargo, no pudo ser estrenada en vida del


compositor debido a su complejidad, que era inusual para la época. Afortunadamente,

Robert Schumann encontró la partitura original de La Grande junto a otras obras

inéditas en casa de Ferdinand Schubert -hermano del compositor- en 1839. Su estreno

tuvo lugar en Marzo de ese mismo año por la legendaria Orquesta de la Gewandhaus de

Leipzig bajo la dirección de Félix Mendelssohn, pero recién se editó en 1850 y a partir

de ese año se incorporó al repertorio de las orquestas más importantes de Europa.

Consta de 4 movimientos: Andante. Allegro ma non troppo (Do mayor, 2/2) /Andante

con moto (La menor, 2/4) / Scherzo. Allegro vivace (Do mayor). Trío (La mayor, ¾) y

Finale: Allegro vivace (Do mayor, 2/4). El Andante inicial es un tema que cuenta con su

propia introducción, desarrollo y coda en miniatura antes del Allegro ma non troppo

central, portentoso e implacable desde el punto de vista rítmico, que reaparece triunfal

en la coda final. El oboe presenta el tema principal del Andante -magistral

interpretación de Rubén Albornoz-, caracterizado por sus ritmos con puntillo y con una

escritura calma para las trompas -excelentes Gerardo Rosón y Melgarejo al respecto-. El

Scherzo con trío sonó sublime y brillante, con ribetes marcadamente beethovenianos

para desembocar en un excelso Allegro vivace final, donde el maestro italiano marcó su

total correspondencia y romance con la orquesta merced a su impecable marcación. (No

por nada, la Estable lo honró en 2023, entregándole la batuta que utilizó Arturo

Toscanini durante su última visita al Colón para dirigir el Intermezzo de CAVALLERÍA

RUSTICANA, durante el recital de Vittorio Grigolo). Tras tan impecable dirección, el

Colón se vino abajo en un estallido de aplausos y vítores. Una de las pocas veces donde

el auditorio se puso unánimemente de pie en estos últimos años.

La celebérrima Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de Beethoven data de 1812 y

forma parte del repertorio sinfónico de las principales orquestas universales. Consta de

4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y 6/8) / Allegretto (en La

menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La mayor, 2/4), que deben ser

ejecutados con una precisión milimétrica, ya que es muy fácil caer en exceso en los dos

últimos movimientos cuando se utiliza un tempo más rápido que lo habitual. Esto se

debe a que, precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del

ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción

irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que

lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental

obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la

definió de la siguiente manera:

“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más

lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de

ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film

argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María

Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de

Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.

La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Evelino Pidó fueron

superlativas, donde la precisión milimétrica anteriormente descripta se cumplió a

rajatabla, logrando una versión brillante, de fuste y enjundia. Una vez más, el Colón

estalló en aplausos y el público se puso unánimemente de pie tras un de las mejores

versiones de esta célebre obra que quien escribe haya escuchado en el mayor coliseo

argentino.


Mientras el público deliraba aplaudiendo, los músicos de la Estable que no habían

participado en la 7° Sinfonía (trombones, tuba y percusión) fueron tomando posiciones

sobre el escenario hasta que un solo de redoblante anunció un bis: una divertida versión

de la famosa Marcha Radetsky de Johann Strauss (h), donde el maestro italiano no sólo

dirigió la orquesta, sino también, al público indicándole el acompañamiento con palmas.

Algo que pudo haber sonado algo trillado, pero que fue recibido muy bien por el

público y que otros famosos directores también lo hicieron. Un final a toda orquesta

para culminar un brillante festejo con toda la pompa y la suntuosidad de un siglo de

vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario