Monumental concierto fuera de sede de la Filarmónica
en el Centro Cultural Kirchner
DEL POSTIMPRESIONISMO A
LA VANGUARDIA
Martha CORA ELISEHT
Además de su habitual Ciclo de Abono
en el Teatro Colón, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ofrece conciertos
fuera de sede, como el Ciclo “Divertimentos y Pasiones” en la Usina del Arte. Y
de vez en cuando, en el Centro Cultural Kirchner (CCK), como el que tuvo lugar
en el Auditorio Nacional el pasado viernes 11 del corriente bajo la dirección
de Nicolás Rauss, donde se ofreció un repertorio poco convencional, compuesto
por las siguientes obras: Pour une fête
de printemps (“Para una fiesta de primavera”), Op.25 y la Suite del Ballet “Bacchus et Arianne” (Baco
y Ariadna n° 2, Op.43 de Albert Roussel (1869-1937); El Lago Encantado, Op.62 de Anatoli Liadov (1855-1914) y el estreno
local del Concierto para clarinete y
orquesta “Crónicas Latinoamericanas” de Daniel Freiberg (1957), con la
presencia del compositor al piano y una orquesta de jazz formada por Luis
Cerávolo (batería), Juan Pablo Navarro (contrabajo), Ricardo Lew (guitarra) y
la participación de Mariano Rey como solista.
La primera de las obras de Albert
Roussel es un poema sinfónico compuesto en 1922 y está dedicado a Eugène Gigout
(1844- 1925), quien fue su maestro y con quien estudió piano, órgano, armonía,
fuga y contrapunto, característica
principal de su música. Se trata de una composición que sólo dura 12 minutos y
que marca el comienzo del postimpresionismo francés, llevado a cabo
magníficamente durante la presente versión, donde la orquesta logró un sonido
puro y de gran calidad. Cada uno de los instrumentos solistas supo lucirse y otorgar
brillo a esta versión, bajo la impecable dirección de Nicolás Rauss, que supo
ganarse la confianza de los músicos y el aplauso del público.
El ballet Bacchus et Arianne fue
compuesto en 1930 y posteriormente, Roussel compuso dos suites orquestales sobre el mismo, de las cuales, la n° 2 es la más
representada y lleva el Op. 43 del catálogo de obras de este gran compositor
francés. Su introducción se basa en un clima oriental hasta que la protagonista
(Arianne) es introducida por un solo
de viola –muy buena ejecución de la solista Kristine Bara- , quien luego de
despertar, decide suicidarse arrojándose desde un peñasco, pero es salvada por Bacchus (Baco)- representado por el
fagot, con una impecable actuación de Gabriel La Rocca- . Ambos bailan la Danza del Sueño, que es seguida por un scherzo – compuesto en 6/8- , tomado de
la Suite en Fa del mismo compositor.
La voluptuosidad de la música narra el beso de los protagonistas –magnífica
ejecución del solo de violín por parte de Nicolás Favero, quien reemplazó a
Pablo Saraví como concertino-, que es
seguida por la Marcha de la Bacanal,
que Roussel escribe de modo similar a la Danza
General de Daphnis et Cholé de
Maurice Ravel (1912). Tras una melodía pianissima
(cantábile) escrita en escala cromática, aparece la Bacanal en 10/8 que concluye la obra, caracterizada por escalas en
los metales, que representan la coronación de Arianne por parte de Baco con
una diadema de estrellas. Esto se logra mediante un ostinato en cornos y trombones, que desemboca en el vals final
coronado por las trompetas, con una muy buena intervención de Daniel Marzal Crespo
como solista. La presente versión fue de una excelencia auditiva y de una
interpretación magistral, donde pocas veces se escuchó sonar a la Filarmónica de
esa manera y donde además, Nicolás Rauss demostró su eficacia y su eficiencia
como director. Lo mismo sucedió con El
Lago Encantado de Liadov, obra sinfónica representativa del impresionismo
ruso y la más conocida de la extensa producción de dicho compositor. Data de
1909 y es otro poema sinfónico basado en una leyenda rusa, que arranca en un
tono oscuro dado por los contrabajos hasta la introducción de las arpas y las
cuerdas en tono mayor, con un contrapunto por parte de las maderas y cuerdas.
El Concierto para clarinete y orquesta “Crónicas Latinoamericanas” fue
compuesto por encargo de la Orquesta de la Radiodifusión de Colonia (Köln,
Alemania) y consta de tres movimientos: Panorámicas,
Diálogos e Influencias. El
primero es un Allegro en ritmo de malambo,
que abre con una cadencia en las cuerdas, seguida por el clarinete como
instrumento solista y el piano, de estilo similar a las obras del compositor
tucumano Alonso Crespo. Posteriormente,
la flauta y el resto de la orquesta se unen en un diálogo instrumental para que
luego el clarinete tome la melodía sobre la cual se apoya el conjunto de
instrumentos de jazz mediante escalas cromáticas en ascendente y descendente,
para luego recapitular con la melodía inicial de malambo por parte de la
orquesta en un final brillante, con un gran tutti.
La labor desempeñada por Rauss y Mariano Rey fue estupenda, con muy buenos
matices y planos sonoros. Seguidamente, el segundo movimiento es un Andante en ritmo de vidala, introducido
por el clarinete y seguido por un solo de bombo, luego del cual se acopla el
resto de los instrumentos. Previo a la
entrada del clarinete hay un magnífico diálogo entre el oboe y el cello
(soberbia labor de los solistas Néstor Garrote y Julio Fainguersch,
respectivamente). En cambio, el 3° movimiento en un Allegro vivace en ritmo de huella, gato y chacarera con ribetes de
jazz. Aquí se produce una auténtica fusión de ambos ritmos y es donde entra a
jugar el conjunto de jazz, donde cada uno de los solistas (percusión,
contrabajo, guitarra y piano) realiza improvisaciones sobre la melodía, apoyados
por el clarinete, que cierra con recapitulación del tema inicial por parte de
la orquesta. El resultado fue una combinación perfecta, donde los músicos
recibieron una gran ovación por parte del numeroso público presente y una
lluvia de aplausos. Posteriormente, Mariano Rey, Daniel Freiberg y el conjunto
de jazz entraron para brindar dos bises: una
melodía de Astor Piazzolla (arreglo de Christian Zárate, quien estuvo presente)
y la Milonga del Barro del propio
compositor, donde cada uno de los músicos improvisó sobre el tema principal. No
sólo Mariano Rey demostró ser un músico de dotes excepcionales y el novísimo
ganador del Premio Konex de Platino 2019, sino que Juan Pablo Navarro ofreció
un espléndido solo de contrabajo. El legendario guitarrista Ricardo Lew realizó
una magistral zapa con su
instrumento, mientras que Freiberg brindó una improvisación soberbia. Puede
decirse que esta tercera parte del concierto hizo vibrar a la audiencia de la
Sala Sinfónica del CCK, mientras sus colegas de la Filarmónica festejaban el
suceso.
Una vez más, quien escribe recalca
las excepcionales dotes de la orquesta y del director. Es un placer escuchar a
la Filarmónica fuera de su ámbito natural en el Colón, bajo una batuta de
grandes quilates como la de Nicolás Rauss, en un programa compuesto por obras
prácticamente inéditas, o al menos, que hacía mucho tiempo que una no
escuchaba. Éste es el camino que debe seguir para equipararse y consolidarse
como una orquesta de gran jerarquía, que suena muy bien cuando lo encuentra y
es capaz de enriquecerse, merced al esfuerzo y la profesionalidad de cada uno
de sus integrantes.
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