Espectacular transmisión por streaming de “THAÏS” en
el Metropolitan
ENTRE EL AMOR TERRENAL
Y EL AMOR DIVINO
Martha CORA ELISEHT
De las óperas de Jules Massenet
(1842-1912), “THAÏS” es una de las
menos representadas por el difícil nivel de exigencia vocal que tiene la
protagonista –una soprano lírica que a la vez, debe poseer una excelente
coloratura- y por los numerosos sobreagudos que poseen las arias correspondientes
al rol protagónico. En el Teatro Colón está ausente desde 1956 y tras 30 años de ausencia en el Metropolitan
Opera House de New York (la última vez que se representó fue en 1978), el Met ofreció
una transmisión por streaming el
pasado lunes 8 del corriente que data de 2008 –última vez que se representó en
ese escenario- con el siguiente reparto: Renée Flemming (Thaïs), Thomas Hampson (Atanaël),
Michael Schade (Nicias), María
Zifchak (Albine), Alain Verhnes (Palémon), Alison Cambridge (Crobyle), Ginger Costa Jackson (Myrtale), Leah Partridge (La Charmeuse) y el Coro de Monjes de Antinoé integrado por los siguientes cantantes:
Richard Pearson, Craig Montgomery, Daniel Claric Smith, Roger Andrews y Barry
Braitwhite. La bailarina Zahra Haseherman interpretó a la Odalisca en el ballet comprendido en el 2° Acto, que contó con un
presentador de lujo: Plácido Domingo, mientras que la dirección orquestal
estuvo a cargo del célebre Jesús López- Cobos.
Esta reposición contó con la
producción general de John Cox, iluminación de Duane Schuler, coreografía de
Sara Jo Slate y un vestuario diseñado especialmente para la ocasión por
Christian Lacroix para Renée Flemming. Por las excelentes actuaciones e
interpretaciones de los protagonistas fue llevada al DVD en 2009 y está
considerada como una de las mejores versiones en vivo de la mencionada ópera.
Esta bellísima obra de Massenet fue
compuesta en 1894 con libreto de Louis Galliet, basado en la novela homónima de
Anatole France. Sin embargo, Thaïs existió
en la vida real. Era una rica cortesana de Alejandría que vivió en el siglo IV
de la era cristiana y que posteriormente, indagó sobre el cristianismo y se
convirtió. Según la historia, un monje entró en sus habitaciones para
convencerla –que da origen al personaje de Atanaël
en la ópera- y no se sabe con exactitud si fue San Pafnucio (obispo egipcio de la
Tebaidía Superior), San Besarión (discípulo de San Antonio Abad en el desierto
egipcio) o San Serapión el Escolástico (obispo del Delta del Nilo) Lo que sí se sabe es que luego de haber sido
aceptada, entró en la celda de un convento donde purgó sus pecados por tres
años y que luego de haber cumplido con su penitencia, vivió junto con las
monjas y falleció 15 días después. En la actualidad, Santa Thaïs es venerada tanto por coptos, católicos y ortodoxos. En cuanto a la ópera, Massenet la compuso para
la soprano estadounidense Sybil Sanderson –quien la estrenó en la Opéra Garnier de París en 1894-, pero la
mejor intérprete de este rol fue Mary Garden, quien la estrenó en la Manhattan
Opera en 1907. Otra gran intérprete de Thaïs
fue Ninon Vallin, quien la cantó en el Teatro Colón en 1918, 1923 y 1925.
En la presente representación se
utilizó una escenografía muy sencilla en el 1° y 3° Acto de la obra, que
transcurren en el desierto –el Monasterio de Antinoé y el convento,
respectivamente, que contrasta con la pompa y suntuosidad de la 2° escena del
1° Acto y todo el 2° Acto –que ocurre en la habitación de Thaïs y en el Palacio de Alejandría-, donde los protagonistas suben
y bajan por una escalera dorada. En ese mismo espacio tendrá lugar la
presentación de La Charmeuse junto a
la Odalisca en el divertissement del 2° Acto. La única que
lleva un vestuario de época es la protagonista, mientras que el resto de los
personajes femeninos –Crobyle, Myrtale
y La Charmeuse- lucen atuendos típicos coloridos con mangas
largas. Los monjes visten túnicas de colores oscuros; las monjas y Añlbine, atuendos blancos –color que
también usará Thaïs en la escena
final como símbolo de virtud y pureza-, mientras que el rico Nicias usa una bata larga negra y dorada
sobre un frac. Atanaël también luce
un atuendo de características similares para la fiesta al cual lo invita su
amigo. Y en cuanto a la protagonista, para la escena del espectro en el 1° Acto
(sueño de Atanaël) viste un atuendo
color rojo fuego –símbolo del pecado-, que será dorado y morado en la 2° escena
del 1° Acto, resaltando su figura esbelta; rojo en el 2° Acto y marrón para su
partida junto a Atanaël al desierto y
como ya se dijo, blanco en la escena final.
Naturalmente, la dirección orquestal
de Jesús López- Cobos fue magnífica, con gran vuelo y desempeño en los
interludios para los cambios de escena, exaltando los matices dramáticos y con
una descollante actuación del concertino David
Chan en la célebre Meditación del 2°
Acto. El tema de la Meditación religiosa
–que precisamente, marca la conversión de la protagonista al cristianismo-
es tomado por la flauta en el 3° Acto y luego, por el violín antes de la escena
final. La actuación de ambos instrumentistas fue soberbia y se llevó los
aplausos luego del celebérrimo solo de dicho instrumento. También fue muy buena
la actuación de la bailarina Zahra Hasherman en el divertissement del 2° Acto junto a la soprano Leah Partridge, quien
sorprendió con su excelente interpretación de La Charmeuse. Posee una bellísima coloratura y muy buenos matices
para la ejecución de este rol secundario, pero no menor. Lo mismo puede decirse
de los cantantes que integraron el Coro
de los Monjes, al igual que el bajo Alain Vernhes como Palémon. Su participación fue muy buena para dar vida a su
personaje. A su vez, el tenor Michael Schade también interpretó un muy buen Nicias merced a la musicalidad de su
voz. Pero a diferencia de las óperas convencionales, el rol masculino principal
está interpretado por un barítono: Por lo tanto, la elección del gran Thomas
Hampson estuvo muy acertada para dar vida al monje Atanaël, quien se dirime entre su férrea convicción religiosa de
convertir a la pecadora Thaïs al
cristianismo y su deseo carnal por ella. Sobresalió en sus arias principales (“Toi, que mis la pitié dans nos âmes” y “Voilà donc la terrible cité », refieriéndose a su Alejandría natal, ambas en el 1° Acto), al
igual que en los diálogos con la protagonista y ante la visión de su muerte
inminente (“Thaïs va mourir!”). Sus
dotes histriónicas fueron asimismo admirables durante toda la obra. Y Renée
Flemming fue la protagonista ideal: bella, esbelta, expresiva, talentosa, con
perfectos matices vocales y la voz ideal para los sobreagudos del final del 1°
Acto (“Qui te fait si sévère”) y la
famosísima aria frente al espejo en el 2° Acto (“Dit moi que je suis belle”). Lo mismo sucedió en las arias de la
protagonista en el 3° Acto (“L’ardent
soleil m’écrasse” y “O, méssager de
Dieu, si bon dans ta rudesse”) y en la escena final junto a Atanaël (“C’est toi, mon père!”), donde
ella entrega su alma a Dios y muere
en paz, dejando a este último sumido en un hondo dolor. Naturalmente, el Met
estalló en aplausos no sólo al final de cada una de las arias principales, sino
también al final. Y en cuanto al resto de los roles
femeninos, muy buen desempeño de la mezzosoprano María Zifchak como la
superiora Albine, al igual que el dúo
formado por Alison Cambridge y Ginger Costa Jackson como Crobyle y Myrtale
respectivamente. Estas dos cantantes tuvieron un excelente desempeño en el
cuarteto del 1° Acto junto a Nicias y
Atanaël (“Ah! Ah! Ah!- Atanaël, c’est
toi”… Je vais donc te revoir”).
Cuando se trata de óperas poco
representadas o de versiones consideradas de
culto, vale la pena poder apreciar espectáculos de alta calidad y jerarquía
mediante el streaming. E independientemente de estar ya considerada
como una versión histórica, reúne la combinación perfecta: un gran director,
intérpretes de gran jerarquía vocal y actoral para poder representar dignamente
una obra maestra y una de las grandes joyas de la ópera francesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario