viernes, 5 de junio de 2020

Transmisión por streaming de “LULÚ” desde el Metropolitan de New York

UN PERFECTO PALÍNDROMO MUSICAL
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la constelación de transmisiones por streaming que en este momento están ofreciendo los mayores teatros líricos del mundo, el Metropolitan Opera House de New York sorprendió el martes 3 del corriente con una notable producción  de “LULÚ”       de Alban Berg (1885-1935), en coproducción con la English National Opera (ENO) y la ópera Real de Holanda, emitida en 2015 con producción integral de William Kentridge, escenografía de Sabine Thieunissen, vestuario de Greta Goiris, iluminación de Urs Schönebaum. y proyección de video de Catherine Mayburgh. La dirección orquestal estuvo a cargo de Lothar Koenigs y Deborah Voigt actuó como presentadora.
            El elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Marlis Petersen (Lulú), Susan Graham (Condesa Geschwitz), Daniel Brenna (Alwa), Franz Grundheber (Schigolsch), Paul Groves (El Pintor/ Príncipe Africano), Julian Reuter (Doctor Schön/ Jack el Destripador), Martin Winkler (Acróbata/ Animador), Elizabeth DeShong (Escolar/ Paje/ Acomodadora de Guardarropas), Alan Oke (Marqués/ Mayordomo), Julian Close (Empresario Teatral/ Banquero), Ashley Emerson (Quinceañera), Jane Shaulis (Su madre), Kathryn Day (Periodista), Paul Corona (Sirviente) y James Courtney (Médico/ Profesor/ Comisionado de Policía). A su vez, participaron también los actores Joanna Dudley y Andrea Fabi (Alegorías).
            La segunda y más famosa de las óperas de Alban Berg constituye un perfecto palíndromo musical, con estructura en forma de espejo a partir del interludio del 2° Acto en la parte central de la obra. Por definición, un palíndromo es una palabra o frase que puede leerse de la misma forma tanto al derecho como al revés (ananá, Neuquén, “Dadle arroz a la zorra del abad”). La protagonista es recogida de la calle a los 12 años por Schigolsch, quien se la entrega a una Madame para que la instruya en el oficio de la prostitución. A partir de allí conoce al amor de su vida –el Doctor Schön-, quien la casa con un colega suyo (el Doctor Goll) y pasa a ser Nelly. Ahí se transforma en la modelo  y amante del Pintor hasta que su marido cae fulminado de un infarto y posteriormente, se casa con el  Pintor y pasa a ser Eva. No es casual que al iniciar la obra, el Animador la presente con ese nombre –en alusión a la primera mujer y a quien comete el pecado original-. Cuando el Doctor Schön le cuenta al Pintor que mantiene una relación paralela con su esposa, éste se suicida. Por lo tanto, Lulú enviuda nuevamente, adquiere fortuna y triunfa como bailarina en un espectáculo ideado por Alwa –hijo del Doctor Schön-, que la llama Mignon. Finalmente, logra su cometido haciendo que éste rompa su compromiso con la Condesa Geschwitz y se case finalmente con ella. Sin embargo, cuando todo parece ir de maravilla en su vida, aparecen un Escolar, Schigolsch y un acróbata, quienes la seducen sin que Lulú oponga resistencia. Abrumado por los celos, Schön toma un revólver e intenta matarla, pero ella se apodera del arma, mata a su marido y paga su condena con 20 años de cárcel. A partir de allí comienza su decadencia: contrae cólera en prisión, logra salir con la complicidad de la Condesa –de quien se ha hecho amiga-, pero sin un centavo y enferma, todos la abandonan excepto Schigolsch y Alwa, quien siempre estuvo enamorado de ella. Vende el periódico de su padre y la ayuda a cruzar la frontera. Ya en Londres, se transforma en una prostituta callejera, que encuentra la muerte a manos de Jack el Destripador.
            Independientemente de este cúmulo de acontecimientos que suceden en la vida de Lulú, quienes fueron sus esposos y/o amantes durante su apogeo serán sus clientes como prostituta durante su decadencia. Para ilustrarlo, Berg utiliza no sólo el método dodecafónico fundado por su maestro Arnold Schönberg, sino que además emplea un arpegio ascendente y descendente a cargo del piano en el interludio del 2° Acto, que marca el palíndromo musical ya mencionado. Pero en vez de emplear una serie dodecafónica para toda la obra, usa una serie para cada uno de los personajes a modo de leitmotiv. En el caso de Lulú, la serie es: Fa- Sol- La bemol- Si bemol- Do- Re- Fa sostenido- Re sostenido- Mi- La_ si- Do sostenido. Este ciclo se repite 3 veces sobre la serie básica, mientras que en el caso de Alwa, la secuencia es: Si, Fa, Mi, Sol, Fa, Si, Mi, Re, La, Do, Do, Sol y para el Dr. Schön: Si, Mi, Sol, Sol, Re, Fa, Mi, La, Si, Do, Fa, Do. La orquestación comprende los siguientes instrumentos: 3 flautas, piccolo, 3 oboes, corno inglés, 3 clarinetes en Si bemol (uno en Mi bemol), un clarinete bajo, un saxo alto en Mi bemol, 3 fagotes, contrafagot, 4 cornos en Fa, 3 trompetas, 3 trombones, tuba, percusión, timbales, arpa y piano, además de las cuerdas. Comprende también un conjunto de jazz formado por 3 clarinetes, 1 clarinete bajo, saxo alto, saxo tenor, contrafagot, 2 trompetas de jazz en Si y otras 2 en Do, batería, 3 violines con trompas de jazz, contrabajo y vibrafón. Estos arreglos fueron hechos por el compositor austríaco Friedrich Certha, ya que Alban Berg murió dos años antes del estreno de su obra en Zurich, en 1937. Curiosamente, el primer escenario donde se representó fuera de Europa fue en el Teatro Colón en 1965, con dirección de Ferdinand Leitner y Evelyn Lear en el rol principal. La primera vez que se representó en el Metropolitan fue en 1977, con Tatiana Troyanos y Carol Farley dirigidas por James Levine.
            Los cambios de escena se logran mediante una excelente proyección de video, que permite pasar del atelier del Pintor a su casa, al teatro donde la protagonista presiona al Dr. Schön, de la casa de Schön a la cárcel, la fiesta donde Lulú es presionada por todos los asistentes –que la abandonan- y al oscuro y lúgubre recinto donde la protagonista ejerce la prostitución y encontrará la muerte. Los colores son los mismos para los cantantes que representan a varios personajes, mientras que Alwa, la Condesa y Schigolsch utilizan –con algunas variantes- la misma ropa. La protagonista usa sólo dos colores: blanco y negro, pero aparece en short casi todo el tiempo –lo que permite exhibir su físico-, mientras que usa una falda amplia en forma de flor –siempre en los mismos colores-como bailarina y un vestido blanco con falda en jirones de papel de diario –símbolo de la decadencia-, mientras que cambia al gris al salir del presidio y como prostituta callejera. Permite pegar papeles sobre la ropa haciendo alusión a los genitales y las mamas sin aparecer desnuda sobre el escenario  o cubrir su decadencia con un sobretodo y un saco.
            La difícil y compleja partitura mencionada anteriormente encontró en el director alemán Lothar Koenigs a un intérprete que supo brindar un equilibrio sonoro muy preciso, brindando en las escenas de mayor dramatismo la intensidad que las mismas requerían. La ejecución del mencionado arpegio en el piano fue perfecta desde el punto de vista técnico como interpretativo. Todos los personajes secundarios estuvieron perfectamente interpretados y se destacó la mezzosoprano Elizabeth DeShong en los tres roles que le tocó interpretar (El Escolar, la Acomodadora del Guardarropas y el Paje), pero El Escolar fue el mejor, ya que permitió un lucimiento perfecto de su voz. Por su parte, el tenor Paul Groves dio vida al Pintor y al Príncipe Africano que le propone matrimonio a Lulú. Su excelente técnica vocal y sus dotes histriónicas le permitieron componer perfectamente al atormentado segundo marido de la protagonista. El barítono Martin Winkler brindó una estupenda versión del Animador en el Prólogo y del Acróbata que pretende los favores sexuales de Lulú en el 2° Acto, mientras que el bajo Franz Grundheber ofreció un soberbio Schigolsch. Este personaje es complejo, ya que es como un padre para la protagonista –pese a haberla iniciado en la prostitución- , pero al mismo tiempo, es un estafador y un vividor. Y a pesar de todo, es el único que acompaña a Lulú en todos sus contratiempos y en las circunstancias adversas, al igual que Alwa –magistralmente interpretado por el tenor Daniel Brenna desde el punto de vista vocal como actoral-. La mezzosoprano inglesa Susan Graham supo encarnar perfectamente a la controvertida Condesa Geschwitz- quien es bisexual y desea a Lulú, mostrando su costado lésbico-, al igual que el barítono Julian Reuter como el Doctor Schön y Jack el Destripador. Su poderosa voz y sus soberbias dotes histriónicas le permitieron componer a estos dos personajes, aunque descolló en el primero por ser el que posee mayor participación como el artífice, amante y marido de Lulú. También estuvo muy bien la pareja de figurantes compuesta por Joanna Dudley y Andrea Fabi, quienes eran un espejo de la protagonista y los personajes principales, ayudando a componer el mencionado palíndromo en escena.
            El rol protagónico encontró en la soprano alemana Marlis Petersen a su intérprete ideal. No sólo posee una bellísima voz con excelentes matices y una técnica vocal estupenda, sino también una muy buena contextura física, que le permite lucir su esbelta figura con escasa vestimenta sobre el escenario. Independientemente de pasar a la serie dodecafónica con total facilidad, es una excelente actriz. Pasó del apogeo a la caída en un santiamén, viéndose desesperada, sin un centavo y presionada cuando todo el mundo le exige dinero. Y sumamente ansiosa en el Epílogo final de la obra, en su desesperación por encontrar clientes. Y se retiró ovacionada.
            El mismo equipo que realizó la reposición de WOZZECK en Enero del corriente año fue el encargado de esta genial producción. Si bien el dodecafonismo vienés no es la especialidad ni su música del gusto personal de quien escribe, es una obra magnífica como thriller psicológico. El apogeo y caída de una persona se exhiben en una forma brutal y descarnada, apoyado por una estructura musical en forma de espejo. Y cuando se la representa con 

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