sábado, 7 de mayo de 2022

 

Apertura del ciclo “Colón Contemporáneo” con estrenos de Strasnoy y Györgi Ligeti

 

LA VANGUARDIA EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN

Martha CORA ELISEHT

 

            Cuando una va a escuchar un concierto de música contemporánea, pueden suceder dos cosas: que se trate de una obra interesante, agradable al oído y que guste, o que vaya condicionada para escuchar un bodrio en cuatro tiempos. Habitualmente, esta última opción es la más prevalente pero también, la más alejada de la realidad. Lo que sucede es que lamentablemente, muchos preconceptos y prejuicios siguen firmemente arraigados en el público habitué y la única manera de eliminarlos es no sólo educando al oído para escuchar detenidamente este tipo de composiciones, sino también investigar las analogías que existen entre lo barroco y lo contemporáneo. Aunque parezca mentira, ambos géneros se parecen mucho desde el punto de vista musical. Ambos abrevan en las mismas fuentes (el madrigal, los motetes y la polifonía tonal) y de ahí radica su similitud cuando una es capaz de analizar ambos tipos de música desde un pensamiento abstracto. Precisamente, el pasado miércoles 4 del corriente tuvo inicio el Ciclo “COLÓN CONTEMPORÁNEO” con la participación de una orquesta de cámara integrada por músicos pertenecientes a las Orquestas Estable del Colón y Filarmónica de Buenos Aires, encabezados por Elías Gurevich y bajo la dirección de Pablo Drucker, con la participación de los siguientes solistas: Marcelo Balat (piano) y Francesco D’Orazio (violín) en un programa integrado por las siguientes obras:

-          Sequenza VIII para violín solo- Luciano BERIO (1925-2003)

-          “Kuleshov” (concierto para piano y orquesta de cámara)- Oscar STRASNOY (1970) (estreno latinoamericano)

-          Concierto para violín y orquesta- György LIGETI (1923-2006) (estreno latinoamericano)

Las Sequenzas son una serie de composiciones para instrumentos solistas escritas por Luciano Berio entre 1958 y 2002. En el caso particular de la Sequenza VIII para violín solista, “es la obra más extraordinaria que se ha escrito para el violín, juntamente con la Ciaccona de la Partita en Re menor de Bach, que le sirvió como modelo a Berio”- expresó Francesco D’Orazio en una entrevista al diario Página 12. “En la potencia expresiva y la cohesión formal de la Sequenza resuena la historia del violín y por eso, me gusta mucho proponerla junto a la Ciaccona, porque en el contraste se revela la actualidad de Bach y la “antigüedad” de Berio”. En este caso, el prestigioso intérprete italiano compara la similitud entre la armonía y la escritura de ambos compositores, lo cual condice -y coincide- con lo anteriormente expresado. Fue compuesta en 1976 y está dedicada a Carlo Chiarappa. Es una obra de difícil ejecución, con armonías disonantes que resaltan la complejidad del violín. Según palabras de su autor: “el violín es el instrumento más sutil y complejo”. Y un solista de los quilates de D’Orazio la ejecutó de manera sublime, merced a una técnica perfecta, un fraseo impecable y una soberbia interpretación de las cadencias, trémolo, cantábile y del imponente staccato central de la obra, que culmina con un final apenas perceptible.

Tras retirarse con el cálido aplauso del numeroso público que se dio cita esa noche, Marcelo Balat y Pablo Drucker hicieron su aparición en el escenario junto a la orquesta para el estreno sudamericano de Kuleshov, de Oscar Strasnoy. Este concierto para piano fue compuesto en 2017 y traslada en música lo que el cineasta ruso Lev Kuleshov aplicaba en el séptimo arte: lo que una imagen sugiere a los espectadores radica más en la secuencia del montaje que en sí misma. Para ello, Strasnoy inicia su obra con un tutti orquestal con acompañamiento de piano que brinda una inmensa profundidad sonora con elementos del jazz, síncopa y blue. También permite brindar ese efecto lumínico descripto por Kuleshov mediante un poderoso cromatismo, mientras el piano se apoya en el glissandi ofrecido por la percusión -trío entre xilofón, cajas y karimba-. Los solos de piano poseen reminiscencias de Rachmaninov y Ravel mediante una línea melódica y armónica. La ejecución de Marcelo Balat fue magistral, así como también el contrapunto de contrabajo frotado en escala descendente-a cargo de Julián Medina- y los solos de trompeta y trombón a cargo de Valentín Gravie y Pablo Fenoglio. La línea melódica es sumamente agradable, audible, con una variedad de recursos en técnica -glissandi, arpegios, trinos y arabescos- que -por momentos- remedan números de la suite orquestal de El Amor por Tres Naranjas de Prokofiev. La labor desempeñada por Pablo Drucker fue muy buena, con una precisión muy puntual en las entradas de los diferentes instrumentos y una perfecta marcación de los tempi. Es uno de los mejores directores argentinos del momento y no sólo fue intensamente aplaudido, sino que además invitó a Oscar Strasnoy a subir al escenario para compartir los aplausos junto al solista.

Como obra de fondo tuvo lugar el estreno sudamericano del Concierto para violín y orquesta del compositor húngaro- rumano Györgi Ligeti, que fue compuesto entre 1990 y 1992 y estrenado en New York durante el transcurso de ese mismo año. Consta de 5 movimientos (Præludium: vivaccisimo luminoso- attaca/ Aria, Hoquetus, Choral: Andante con moto- attaca/Intermezzo: presto fluido/ Passacaglia: lento intenso/ Appasionato: Allero molto) de los cuales, los 3 primeros se ejecutan de modo attaca: es decir, sin interrupción, mientras que los dos últimos están mucho mejor definidos. El violín solista inicia con un ostinato en cascada hasta que se acoplan los violines y la percusión seguidos por cellos, contrabajos en pizzicato y contrapunto de timbal. Puede sonar algo disonante, pero con la microtonalidad característica de la música de Ligeti en maderas y metales, mientras el solista mantiene la melodía inicial en escala cromática ascendente. El segundo movimiento consta de un andante con moto con reminiscencias de melodías folklóricas húngaras, que es introducido por el violín solista con contrapunto de viola y contrabajo hasta la introducción de las maderas y la viola en agudo apoyando al solista, donde generan un sonido muy similar al de una ocarina. Tras un solo de trompeta y trombón con sordina, el violín solista retoma la melodía inicial. Un solo de flauta cierra este movimiento y la labor de los solistas de diferentes instrumentos fue soberbia, al igual que la dirección de Pablo Drucker, quien tuvo a su cargo la ejecución de una obra tan difícil y compleja, pero a la vez, fascinante. El violín solista abre el 3° movimiento con una cadencia en escala cromática mientras la orquesta acompaña con las disonancias características del compositor, que crean un efecto de misterio tomado por cuerdas, maderas y metales hasta que el solista toma la melodía inicial mediante una cascada para terminar con una fuga a cargo de los metales. El 4° movimiento (passacaglia) se inicia con clarinete y corno inglés en tono grave mientras el violín solista ejecuta un contrapunto mediante una cadencia en agudo hasta la incorporación e los metales. Seguidamente, las cuerdas entran en un lento sostenido para desembocar en un acorde fff hasta la capitulación del primer tema. Finalmente, el violín solista vuelve sobre el tema inicial en el movimiento final, luego de un desarrollo monumental de orquestación mediante fuga, fortissimi y cadenza a cargo de los metales y la percusión para desembocar en un golpe final por parte de esta última. Tanto Francesco D’Orazio como Pablo Drucker fueron ovacionados al final del concierto.

La música contemporánea requiere de gran atención por parte del oyente para poder comprenderla por diferentes motivos. En primer lugar, porque su escritura es compleja. La música de Ligeti se basa en ritmos múltiples y subdivisiones de los tempi, ya que abandonó el cromatismo para dedicarse a la politonalidad y microtonalidad con elementos de música renacentista y medieval. En segundo lugar, porque condensa ritmos de diversa índole en estructuras polimodales y politonales. Según palabras del propio D’Orazio: “Ligeti es el Bach del siglo XX, ya que es capaz de trabajar materiales diversos y distintos tiempos, coordinados como un gran mecanismo de relojería”. Una definición muy certera, que demuestra una vez más la convergencia entre lo barroco y lo contemporáneo descripta al principio de esta nota y que asimismo reafirma uno de los principios de la filosofía hermética: Los extremos se tocan.  

 

 

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