Apertura del ciclo “Colón
Contemporáneo” con estrenos de Strasnoy y Györgi Ligeti
LA
VANGUARDIA EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN
Martha
CORA ELISEHT
Cuando
una va a escuchar un concierto de música contemporánea, pueden suceder dos
cosas: que se trate de una obra interesante, agradable al oído y que guste, o
que vaya condicionada para escuchar un bodrio en cuatro tiempos. Habitualmente,
esta última opción es la más prevalente pero también, la más alejada de la
realidad. Lo que sucede es que lamentablemente, muchos preconceptos y
prejuicios siguen firmemente arraigados en el público habitué y la única manera
de eliminarlos es no sólo educando al oído para escuchar detenidamente este
tipo de composiciones, sino también investigar las analogías que existen entre
lo barroco y lo contemporáneo. Aunque parezca mentira, ambos géneros se parecen
mucho desde el punto de vista musical. Ambos abrevan en las mismas fuentes (el
madrigal, los motetes y la polifonía tonal) y de ahí radica su similitud cuando
una es capaz de analizar ambos tipos de música desde un pensamiento abstracto. Precisamente,
el pasado miércoles 4 del corriente tuvo inicio el Ciclo “COLÓN
CONTEMPORÁNEO” con la participación de una orquesta de cámara integrada por
músicos pertenecientes a las Orquestas Estable del Colón y Filarmónica de
Buenos Aires, encabezados por Elías Gurevich y bajo la dirección de Pablo
Drucker, con la participación de los siguientes solistas: Marcelo Balat (piano)
y Francesco D’Orazio (violín) en un programa integrado por las
siguientes obras:
-
Sequenza VIII para
violín solo- Luciano BERIO (1925-2003)
-
“Kuleshov” (concierto
para piano y orquesta de cámara)- Oscar STRASNOY (1970)
(estreno latinoamericano)
-
Concierto para violín y
orquesta- György LIGETI (1923-2006) (estreno
latinoamericano)
Las
Sequenzas son una serie de composiciones para instrumentos solistas escritas
por Luciano Berio entre 1958 y 2002. En el caso particular de la Sequenza
VIII para violín solista, “es la obra más extraordinaria que se ha
escrito para el violín, juntamente con la Ciaccona de la Partita
en Re menor de Bach, que le sirvió como modelo a Berio”- expresó Francesco
D’Orazio en una entrevista al diario Página 12. “En la potencia expresiva y
la cohesión formal de la Sequenza resuena la historia del violín y por
eso, me gusta mucho proponerla junto a la Ciaccona, porque en el
contraste se revela la actualidad de Bach y la “antigüedad” de Berio”. En
este caso, el prestigioso intérprete italiano compara la similitud entre la
armonía y la escritura de ambos compositores, lo cual condice -y coincide- con
lo anteriormente expresado. Fue compuesta en 1976 y está dedicada a Carlo
Chiarappa. Es una obra de difícil ejecución, con armonías disonantes que
resaltan la complejidad del violín. Según palabras de su autor: “el violín
es el instrumento más sutil y complejo”. Y un solista de los quilates de
D’Orazio la ejecutó de manera sublime, merced a una técnica perfecta, un fraseo
impecable y una soberbia interpretación de las cadencias, trémolo, cantábile
y del imponente staccato central de la obra, que culmina con un
final apenas perceptible.
Tras
retirarse con el cálido aplauso del numeroso público que se dio cita esa noche,
Marcelo Balat y Pablo Drucker hicieron su aparición en el escenario junto a la
orquesta para el estreno sudamericano de Kuleshov, de Oscar Strasnoy. Este
concierto para piano fue compuesto en 2017 y traslada en música lo que el
cineasta ruso Lev Kuleshov aplicaba en el séptimo arte: lo que una imagen
sugiere a los espectadores radica más en la secuencia del montaje que en sí
misma. Para ello, Strasnoy inicia su obra con un tutti orquestal con
acompañamiento de piano que brinda una inmensa profundidad sonora con elementos
del jazz, síncopa y blue. También permite brindar ese efecto
lumínico descripto por Kuleshov mediante un poderoso cromatismo, mientras el
piano se apoya en el glissandi ofrecido por la percusión -trío entre
xilofón, cajas y karimba-. Los solos de piano poseen reminiscencias de Rachmaninov
y Ravel mediante una línea melódica y armónica. La ejecución de Marcelo Balat
fue magistral, así como también el contrapunto de contrabajo frotado en escala
descendente-a cargo de Julián Medina- y los solos de trompeta y trombón a cargo
de Valentín Gravie y Pablo Fenoglio. La línea melódica es sumamente agradable,
audible, con una variedad de recursos en técnica -glissandi, arpegios, trinos
y arabescos- que -por momentos- remedan números de la suite orquestal
de El Amor por Tres Naranjas de Prokofiev. La labor desempeñada por
Pablo Drucker fue muy buena, con una precisión muy puntual en las entradas de
los diferentes instrumentos y una perfecta marcación de los tempi. Es
uno de los mejores directores argentinos del momento y no sólo fue intensamente
aplaudido, sino que además invitó a Oscar Strasnoy a subir al escenario para
compartir los aplausos junto al solista.
Como
obra de fondo tuvo lugar el estreno sudamericano del Concierto para violín y
orquesta del compositor húngaro- rumano Györgi Ligeti, que fue compuesto entre
1990 y 1992 y estrenado en New York durante el transcurso de ese mismo año. Consta
de 5 movimientos (Præludium: vivaccisimo luminoso- attaca/ Aria, Hoquetus,
Choral: Andante con moto- attaca/Intermezzo: presto fluido/ Passacaglia: lento
intenso/ Appasionato: Allero molto) de los cuales, los 3 primeros se
ejecutan de modo attaca: es
decir, sin interrupción, mientras que los dos últimos están mucho mejor
definidos. El violín solista inicia con un ostinato en cascada hasta
que se acoplan los violines y la percusión seguidos por cellos, contrabajos en pizzicato y contrapunto de timbal. Puede sonar algo disonante, pero con la
microtonalidad característica de la música de Ligeti en maderas y metales,
mientras el solista mantiene la melodía inicial en escala cromática ascendente.
El segundo movimiento consta de un andante
con moto con reminiscencias de
melodías folklóricas húngaras, que es introducido por el violín solista con
contrapunto de viola y contrabajo hasta la introducción de las maderas y la
viola en agudo apoyando al solista, donde generan un sonido muy similar al de
una ocarina. Tras un solo de trompeta y trombón con sordina, el violín solista
retoma la melodía inicial. Un solo de flauta cierra este movimiento y la labor
de los solistas de diferentes instrumentos fue soberbia, al igual que la
dirección de Pablo Drucker, quien tuvo a su cargo la ejecución de una obra tan
difícil y compleja, pero a la vez, fascinante. El violín solista abre el 3°
movimiento con una cadencia en escala cromática mientras la orquesta acompaña
con las disonancias características del compositor, que crean un efecto de
misterio tomado por cuerdas, maderas y metales hasta que el solista toma la
melodía inicial mediante una cascada para terminar con una fuga a cargo de los metales. El 4° movimiento (passacaglia) se inicia
con clarinete y corno inglés en tono grave mientras el violín solista ejecuta
un contrapunto mediante una cadencia
en agudo hasta la incorporación e
los metales. Seguidamente, las cuerdas entran en un lento sostenido para
desembocar en un acorde fff hasta la capitulación del primer tema.
Finalmente, el violín solista vuelve sobre el tema inicial en el movimiento
final, luego de un desarrollo monumental de orquestación mediante fuga, fortissimi y cadenza a cargo de los metales y la percusión para
desembocar en un golpe final por parte de esta última. Tanto Francesco D’Orazio
como Pablo Drucker fueron ovacionados al final del concierto.
La música contemporánea requiere de gran atención
por parte del oyente para poder comprenderla por diferentes motivos. En primer
lugar, porque su escritura es compleja. La música de Ligeti se basa en ritmos
múltiples y subdivisiones de los tempi,
ya que
abandonó el cromatismo para dedicarse a la politonalidad y microtonalidad con
elementos de música renacentista y medieval. En segundo lugar, porque condensa
ritmos de diversa índole en estructuras polimodales y politonales. Según
palabras del propio D’Orazio: “Ligeti
es el Bach del siglo XX, ya que es capaz de trabajar materiales diversos y
distintos tiempos, coordinados como un gran mecanismo de relojería”. Una definición muy certera, que demuestra una vez
más la convergencia entre lo barroco y lo contemporáneo descripta al principio
de esta nota y que asimismo reafirma uno de los principios de la filosofía
hermética: Los
extremos se tocan.
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