Muy buena representación de
“CAVALLERÍA RUSTICANA” en el Teatro Empire
UN
EQUIPO DE PRIMER NIVEL
Martha
CORA ELISEHT
Desde
hace un tiempo a esta parte y tras la pandemia, poco a poco la ópera
independiente va ganando cada vez más su espacio en el denominado circuito off
Colón y brinda múltiples posibilidades tanto al público como a los
artistas. Uno de los escenarios de dicho circuito es el Teatro Empire, donde la
compañía “Música en Escena” ofreció representaciones de CAVALLERÍA RUSTICANA
de Pietro Mascagni (1863-1945) entre los días 7 al 20 del corriente, con
dirección musical de Silvana D’Onofrio y régie de Antonio Leiva, con un
elenco formado por los siguientes cantantes: Elisa Calvo/ Susana Palomeque
Flores (Santuzza), Germán Polón/Matías Klemm (Turiddu), Leonardo
Estévez/ Jorge Balagna (Alfio), María Laura Weiss (Lola) y Alicia
Alduncín/ Cristina Wasylyk (Mamma Lucía), acompañados por el actor Juan
Carlos Uccello (Sacerdote) y los figurantes Tiziana y Santino Flores.
Participaron el Coro de la compañía y la orquesta de la Fundación Muzitap, con
diseño escenográfico de Antonio Leiva y realización de escenografía de Ezequiel
Ocampo; diseño de vestuario de Antonio Leiva y Silvana D’Onofrio y realización de
Liliana Palacio; iluminación de Stefany Briones Leyton, maquillaje de Angie
Zamora Valladares y traducción y subtítulos a cargo de Ana María Rozzi de
Bergel, mientras que David Bautista Camacho se desempeñó como asistente de
dirección.
Quien
escribe asistió a la última representación ofrecida el viernes 20 del
corriente, donde actuaron los siguientes cantantes: Elisa Calvo (Santuzza), Germán
Polón (Turiddu), Leonardo Estévez (Alfio), María Laura Weiss (Lola)
y cristina Wasylyk (Mamma Lucía).
De
todas las óperas compuestas por Mascagni, CAVALLERÍA RUSTICANA es la más
popular y la más representada en todo el mundo. Fue compuesta en 1890 como parte de un
concurso para compositores noveles que jamás habían montado una ópera en
escena, organizado por el editor de música milanés Edoardo Sonzogno. Una de las
condiciones era que debía ser un melodrama en un único acto. Tan sólo dos meses
antes de la fecha del concurso, Mascagni le pidió a su amigo Giovanni Targioni-
Tozzetti que le proporcionara un libreto. Éste eligió la novela homónima de
Giovanni Verga y junto con su colega Guido Menasci fueron enviándole el libreto
por partes. Finalmente, resultó electa entre las tres finalistas sobre un total
de 73 óperas participantes y se estrenó en el Teatro Constanzi de Roma en Mayo
de ese mismo año, con un suceso notorio de público y crítica que perdura hasta
nuestros días.
Para
la presente producción, Antonio Leiva empleó una puesta en escena clásica, con
una escenografía sencilla -la Iglesia, la plaza del pueblo -representada con
una fuente- y la vinería de Mamma Lucía- y vestuario de época. La
orquesta se ubicó en el foso, mientras que el coro lo hizo de la siguiente
manera: las mujeres, ubicadas en las escaleras que dan hacia ambos lados del
escenario, y los varones, en la bóveda de la sala. Por tratarse de un coro no
profesional, su actuación fue muy buena y las voces sonaron muy compactas, lo
que demostró un muy buen trabajo de Silvana D’Onofrio en la materia, quien
también se hizo cargo de la dirección orquestal. La mayoría de los integrantes
de la orquesta de la Fundación Muzitap son muy jóvenes y si bien hubo algunas
imperfecciones, D’Onofrio realizó un muy buen trabajo de marcación -tanto a los
músicos como al Coro y a los principales cantantes-, de ensayo y preparación. La
iluminación de Stefany Briones Leyton resultó muy eficaz, resaltando las
escenas más luminosas y oscureciendo las más dramáticas. Por su parte, Ana
María Rozzi de Bergel realizó un muy bien la correspondiente traducción
simultánea y el subtitulado para facilitar la comprensión por parte del numeroso
público que prácticamente llenó esa noche la sala del Empire.
En
cuanto a los roles secundarios, María Laura Weiss brindó una muy buena y
seductora Lola, destacándose en su aria (“Fior di giaggiolo”) mientras
que Cristina Wasylyk hizo lo mismo con Mamma Lucía. No sólo es una muy
buena contralto, sino que también mostró sus dotes histriónicas en escena. Por su parte, Leonardo Estévez ofreció un
excelente Alfio -tanto desde lo vocal como lo actoral- e hizo gala de su
profesionalismo en sus dos arias (“Il cavallo va…” y “Ad essi non perdono,
vendetta avró”). Pero la revelación de la noche fue el tenor Germán Polón,
quien dio vida a un Turiddu que será sumamente recordado. Posee una voz
amplia, con buenos matices, inflexiones y línea de canto que le permitió
lucirse desde el inicio de la obra, cuando canta su amor por Lola fuera
de escena (“Oh, Lola, ch’ai di latti”) hasta su encuentro con Santuzza
y la célebre “Viva il vino spumeggiante” junto al Coro. También interpretó
con un perfecto tono dramático la celebérrima “Mamma, quel vino é generoso” antes
de batirse a duelo con Alfio. Por su parte, Elisa Calvo hizo gala de sus
dotes de soprano dramática para encarnar a una Santuzza acorde a los
requerimientos del personaje: temperamental, celosa, que sufre en carne propia
el despecho de haber sido seducida y posteriormente abandonada por Turiddu y
de ser mal vista por la gente del pueblo tras haber sido excomulgada. Cantó
perfectamente la consabida “Voi ió sapete, mamma” y “Me l’ha rapito” hasta
el dúo junto a Turiddu (“Oh, Turiddu, rimani ancora”) y luego, desearle
una mala Pascua. Su voz también sobresalió del resto al interpretar junto al
Coro el canto pascual Regina Coeli Laetare.
Al
terminar la función, el numeroso público que se dio cita esa noche aplaudió a
rabiar. En comparación con otras producciones -tanto oficiales como
independientes-, la presente versión fue de muy buen nivel. Eso demuestra que
cuando se quiere, se puede montar perfectamente bien una ópera. No hace falta incurrir
en grandes gastos para ofrecer espectáculos de buena calidad. Basta con tener
buen conocimiento sobre la obra, intérpretes para cantarla adecuadamente e
imaginación para optimizar los recursos.
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