viernes, 27 de mayo de 2022

 

Sensacional concierto conmemorativo del 25 de Mayo en el CCK

 

EN BUSCA DEL PATRIMONIO CULTURAL PERDIDO

Martha CORA ELISEHT

 

            La música clásica argentina es rica en ritmos, variada en repertorio y hubo numerosos compositores que han escrito obras bellísimas, pero que lamentablemente suelen estar ausentes de los tradicionales programas de conciertos. Por dicho motivo, la Secretaría de Cultura de la Nación y el Centro Cultural Kirchner (CCK) han decidido rescatar el patrimonio cultural sinfónico argentino de su prolongado letargo merced al trabajo de innumerables profesionales: personal de archivo, musicólogos, historiadores, copistas, ingenieros de sonido y otros tantos para poder reconstruir dicho legado y que el público lo pueda apreciar. Como parte del ciclo “ARGENTINA SINFÓNICA” se ofreció un concierto con motivo de los festejos del 25 de Mayo en el Auditorio Nacional del CCK en dicha fecha, con la participación de la Orquesta Sinfónica Juvenil “Libertador Gral. San Martín” dirigida por Francisco Varela y con el pianista Antonio Formaro en calidad de solista, en un programa integrado pura y exclusivamente por las siguientes obras de compositores argentinos:

-          “El rancho abandonado”

-          “Nostalgias de la pampa” – Alberto WILLIAMS (1862-1952)

-          Concierto n°2 para piano y orquesta, Op.56- Arturo LUZZATTI (1875-1959)

-          “Nahuel Huapi”- Enrique Mario CASELLA (1891-1948)

-          Danzas sinfónicas del 1° Acto de la ópera “La leyenda del Urutaú”- Gilardo GILARDI (1889-1963)

El evento contó con un presentador de lujo: el violinista Sebastián Masci, quien no sólo se refirió a las obras comprendidas en el programa y sus respectivos autores, sino que también puso en valor el trabajo de los profesionales mencionados en el párrafo anterior para poder poner en valor y rescatar el patrimonio sinfónico de la Nación. Y también mencionó la escasa difusión de la música clásica argentina tanto en los colegios primarios y secundarios como en el Conservatorio. Los estudiantes de música salen de dicho ámbito académico sabiendo tocar perfectamente a Bach, Mozart, Beethoven, Tchaikovsky u otros músicos europeos, pero no saben cómo interpretar las obras de los compositores clásicos argentinos desde Alberto Williams en adelante. Resaltó a los integrantes de la orquesta como “auténticos titanes, capaces de enfrentarse como héroes dando todo ante un repertorio rescatado del olvido y poniendo en valor al patrimonio artístico y cultural de los argentinos”.

De la vasta y extensa obra de Alberto Williams, El rancho abandonado representa la primera obra del denominado nacionalismo musical argentino. Lleva el n°4 de la Suite “En la Sierra”, Op.32 y fue compuesta originariamente para piano en 1890. Posteriormente, Williams la orquestó en forma de sonata y es una de las piezas más representadas del repertorio vernáculo. En cambio, Nostalgias de la pampa pertenece a la suite Aires de la Pampa, Op.63 y data de 1912. Es una de las milongas que Williams transcribió para orquesta sinfónica y las reagrupó con el mismo título, pero que lleva el Op.117 de su catálogo (1944). Hacia el final de su vida, el compositor iba a agrupar estas dos piezas con una tercera (Tres aires de la pampa), pero falleció antes de componer la última. En la presente versión, la orquesta sonó magnífica, con brillo y enjundia. La labor del concertino fue estupenda, al igual que en el contrapunto con el contrabajo en el primer tema de El rancho abandonado, mientras que el segundo tema -en ritmo de malambo- también fue perfectamente abordado. En Nostalgias de la pampa, las violas y los violoncellos dan la base melódica, mientras que los vientos -maderas y metales- introducen el tema principal, tomado por los violines en ritmo de milonga y habanera. Francisco Varela demostró con creces su labor sobre el escenario de la Sala Sinfónica del CCK y fue sumamente aplaudido.

Nacido en Torino en 1875, Arturo Luzzatti estudió en el Conservatorio de Milano y posteriormente se estableció en Argentina, donde fue director musical y artístico del Teatro Colón. Su Concierto n°2 para piano y orquesta, Op.56 fue compuesto en 1954 y es de corte netamente romántico, con tintes de impresionismo francés y ruso (por momentos, remeda a su homónimo de Alexander Scriabin o de Sergei Rachmaninov). Se estrenó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires ese mismo año por la Orquesta de Radio Nacional Argentina dirigida por Bruno Bandini, con la participación de Perla Brugola como solista. No es casual que un alumno suyo -Antonio Formaro- lo rescatara de su ostracismo casi 70 años después.  Consta de tres movimientos: Moderato/ Andante/ Allegro vivace, donde el piano comienza desde el registro grave seguido por el corno y el clarinete, que llevan la melodía hasta desembocar en un acorde central en Fa mayor, con reminiscencias que recuerdan a Debussy en una bella línea melódica cromática. La orquesta tuvo un sonido muy equilibrado -inclusive, hasta en los tutti y los forti, donde no sonó excedida- en perfecta armonía con el instrumento solista. Cabe destacar la sutileza, exquisitez y maestría de Antonio Formaro en la materia. El Andante abre con un solo de contrabajo en contrapunto con el corno y el clarinete hasta la introducción del piano con un glissandi en agudo. Hubo una perfecta consonancia entre la orquesta y el solista que se mantuvo al fin de este movimiento y también en el poderoso Allegro vivace final, con una magnífica labor de Formaro en el cantábile central de dicho movimiento, que culminó con una brillante ejecución de la cadencia. El numeroso público que llenó la Sala Sinfónica estalló en aplausos y vítores luego de finalizar el mismo.

El poema sinfónico Nahuel Huapi fue compuesto por Enrique Mario Casella en 1926 y constituye una de las obras más tempranas del compositor. Uruguayo de origen, estudió en Buenos Aires y posteriormente, se perfeccionó en Europa. Tras su regreso al país, trabajó un tiempo en Buenos Aires y Goya (Corrientes) hasta que se estableció definitivamente en Tucumán en 1920. Junto con Luis Gianneo dirigieron en 1922 el Instituto Musical Tucumán y posteriormente, fundó el Trío Tucumán en 1923 y el Cuarteto Tucumán en 1940.  Desde 1937 fue director de la Banda Sinfónica Provincial, que posteriormente dará origen a la Orquesta Sinfónica Provincial. Basado en una leyenda puelche, narra el romance prohibido entre la bella Maitén y el valiente Collán, pertenecientes a tribus diferentes. Maitén es raptada por dos hermanos de su misma tribu, que le dan a beber una poción mágica para colocarla en una canoa en medio del lago a merced del Espíritu de las Aguas, quien está dispuesto a entregar a la joven a uno de los hermanos. Al despertar, la joven comienza a gritar y es escuchada por su amado, quien se arroja al agua para salvarla. Esto desata la furia del Espíritu de las Aguas al ver en peligro su plan y decide vengarse de los amantes, que se ahogan abrazados en las profundidades del lago. Pero el Dios protector se apiada de ellos y los transforma en macas -pájaros del sur argentino que viven en pareja durante toda su vida-. Para traducir la leyenda en música, Casella emplea una melodía de neto corte impresionista, rica en cromatismo, donde el Andante ondulante representa al Espíritu de las Aguas; los golpes de percusión, el arrojo de Collán y el trombón solista, a las maléficas intenciones de los dos hermanos y al enojo del Espíritu de las Aguas. Por su parte, la metamorfosis está representada por el violín, que junto con las arpas y el corno inglés marcan la transición y transformación de los amantes en pájaros. Los efectos sonoros estuvieron perfectamente bien logrados, con gran labor de todos los solistas.

Para cerrar este vasto y rico programa, la orquesta apostó a otro plato fuerte: las Danzas sinfónicas del 1° Acto de la ópera La Leyenda del Urutaú, compuesta por Gilardo Gilardi en 1930 con libreto de José Oliva Nogueira y que fuera ganadora del Premio Municipal en dicho año. Su estreno se produjo en 1934 en el Teatro Colón. Si bien es una de las más bellas páginas musicales que se han escrito, lamentablemente se representa muy poco -quien escribe recuerda haberla escuchado sólo una vez en 1979, en un concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Nacional en una Temporada de Verano-. La versión ofrecida fue espléndida, donde la orquesta desarrolló un sonido muy compacto y equilibrado en todos los grupos de instrumentos.

Al terminar el concierto y tras los aplausos de rigor, Sebastián Masci retornó al escenario provisto de su violín e invitó a todo el público a ponerse de pie para entonar las estrofas del Himno Nacional. Se colocó en la última fila de violines, mientras que Antonio Formaro lo hizo como pianista acompañante para ponerse a disposición de Francisco Varela, quien ofreció junto a la orquesta una bellísima versión de la canción patriótica compuesta por Vicente López y Planes y Blas Parera. Y como no podía ser de otra manera, el Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores.

Ya se logró el puntapié inicial del rescate del patrimonio artístico cultural de la Nación; en este caso, del patrimonio sinfónico, tras desempolvar obras que quedaron abandonadas a su suerte durmiendo el sueño de los justos y que han despertado luego de un prolongado letargo. El desafío actual es incorporarlas a los programas de estudio de colegios primarios, secundarios y de los Conservatorios de Música y Universidades de Artes. Tarea difícil, pero no imposible. Porque recuperar el patrimonio cultural también es una forma de honrar a la Patria.

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