El Pianísta Teo Gheorghiu y el Maestro Manuel Hernández Silva Junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires el pasado Viernes en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.
Muy buen concierto de Teo Gheorghiu y Hernández Silva al frente de la Filarmónica
UN REPERTORIO VARIADO Y CONVINCENTE
Martha CORA ELISEHT
Una de las principales características del actual Ciclo de Abono de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es la alternancia de intérpretes -tanto nacionales
como internacionales- que ya han participado o dirigido la misma, con aquellos que
hacen su presentación sobre el escenario del Colón. El pasado viernes 24 del corriente le
tocó el turno al pianista canadiense Teo Gheorghiu bajo la dirección de un habitué: el
venezolano Manuel Hernández Silva, quienes ofrecieron el siguiente programa:
- Lágrimas de Tahuarí (1° audición)- Gabriel SIVAK (1979)
- Concierto en La menor para piano y orquesta, Op.16- Edvard H. GRIEG (1843-
1907)
- Sinfonía n°12 en Re menor, Op.112 “El año 1917”- Dmitri SHOSTAKOVICH
(1906-1975)
Esta vez, la responsabilidad del concertino titular recayó en Ana Cristina Tarta,
quien se desempeña como concertino suplente de la Orquesta Estable del Teatro
Argentino de La Plata y que tuvo a su cargo la tradicional afinación de instrumentos
previamente al inicio del concierto. A continuación, Manuel Hernández Silva anunció
que el compositor argentino Gabriel Sivak se encontraba presente en el auditorio para
participar de la primera audición de Lágrimas de Tahuarí en el Colón. Compuesta por
encargo de la Orchestre des Pays de la Loire y la Fundación Banque Populaire, la obra
está dividida en 5 movimientos (Entrada no mato, Huka- Huka, Aguas de Barití, Danse
et polyrythmie, Kuikuros) y narra la experiencia del compositor en convivencia con los
pueblos originarios de la selva amazónica (kuikuros) en 2022. Posee un buen colorido
orquestal, cromatismo y describe perfectamente los sonidos de la selva, las costumbres
y los cánticos de los habitantes de la Amazonia, mediante recursos rítmicos tales como
la síncopa y el ostinato. La orquestación lleva cuerdas, maderas por dos, dos cornos,
dos trompetas y abundante percusión, donde a los instrumentos tradicionales se le
suman silbatos para emular el canto de los pájaros y sogas para originar distintos
efectos, tales como chasquidos o el movimiento de una serpiente. También hay
mangueras que se soplan bajo recipientes con agua y sirenas para ilustrar el daño que el
hombre le provoca al medio ambiente. El primer número evoca la entrada a la selva y el
ritual fúnebre donde los Kwarup exorcizan el dolor provocado por la muerte de un ser
querido, mientras que el segundo (Huka- huka) es un arte marcial de dichos pueblos.
Aguas de Burití se refiere a la inmersión de un baño en la Naturaleza y Danse et
polyrythmie, a la imagen de la Naturaleza y al daño infringido por el hombre -motivado
por los incendios que destruyeron buen parte de los bosques nativos en 2019-. Por
último, Kuikuros alude a la música de las etnias del territorio Xingú. Los numerosos
contrapuntos entre cuerdas, maderas y percusión más su intenso cromatismo la hacen
una obra fácil de escuchar, muy descriptiva y agradable al oído. Su término, Hernández
Silva invitó a Sivak a subir al escenario, retirándose sumamente aplaudido.
Inspirado en su homónimo de Schumann, el celebérrimo Concierto en La menor
para piano y orquesta, Op.16 de Grieg fue compuesto en Søllerød (Dinamarca) en 1868
y estrenado al año siguiente en Copenhague, bajo la batuta de Holger Paulli.
Posteriormente, Grieg realiza una revisión entre 1906 y 1907, que es la que se
representa hasta la actualidad. Tuvo un suceso rotundo desde su estreno, ya que
combina la estructura tradicional de un concierto romántico con elementos y melodías
del folklore noruego desde la impetuosa cascada descendente con la que comienza y
termina el primer movimiento (Allegro molto moderato en La menor, 4/4). El piano
tiene numerosos pasajes de lirismo, virtuosismo y una cadencia soberana, además de
hermosos contrapuntos con la flauta y el clarinete. Teo Gheorghiu resultó ser un pianista
de grandes cualidades, ya que su interpretación fue precisa y exquisita desde los
primeros compases, al igual que en el bellísimo adagio en Re bemol mayor (3/8), con
una perfecta resolución de los trinos. Y el último movimiento (Allegro moderato molto
e marcato- Quasi presto- andante maestoso en 2/4, que alterna las tonalidades de La
menor, Fa mayor y La mayor) sonó con una marcación perfecta en tempo de halling
(danza típica noruega que bailan sólo los hombres, en ritmo de ¾), tanto por parte del
solista como de la orquesta. La Filarmónica supo acompañarlo perfectamente, con
grandes actuaciones de los solistas (Claudio Barile en flauta, Mariano Rey en clarinete,
Martcho Mavrov en trompa y Franco Rapetti en timbales). El auditorio estalló en
aplausos tras su interpretación, motivo por el cual el solista -quien se dirigió al público
en un perfecto castellano- ofreció como bis Arabesque, de Schumann.
La Sinfonía n°12 en Re menor, Op.112 “El año 1917” de Shostakovich integra el
grupo de las denominadas “sinfonías patrióticas” del gran compositor ruso, ya que junto
con la n°2, 3, 7 (“Leningrado”) y 11 (“El año 1905”) se refieren a hechos históricos.
En este caso, a la revolución bolchevique y, más precisamente, a la memoria de
Vladimir Lenin, a quien está dedicada. Se estrenó en 1961 con la Orquesta Filarmónica
de Leningrado, dirigida por Yevgeni Mravinski y consta de 4 movimientos: Petrogrado
revolucionario (Moderato- Allegro, en Re menor), Razliv (Adagio), Aurora (Allegro) y
El amanecer de la Humanidad (Allegro- L’istesso tempo), que se ejecutan de forma
attaca (sin interrupción). Esta monumental obra posee dos temas: el primero, que se
presenta al inicio del 1° movimiento y narra la opresión y la lucha contra la misma
(presentado en el Allegro de dicho movimiento), mientras que el segundo es más sereno
y marcial, que representa la esperanza y la victoria sobre los opresores. Estos temas se
alternan durante toda la obra y se presentan de forma grandilocuente; especialmente, en
la marcha cercana al final del 3° movimiento y en la impactante coda del Finale, donde
la percusión se luce en su máximo esplendor y magnitud mediante una serie de acordes
fff (fortisssimo). De todas las sinfonías de Shostakovich, no se representa muy
comúnmente a nivel local y, por ende, una no está tan familiarizada como con la 7° y la
11°. La versión ofrecida por Hernández Silva fue muy buena, con una perfecta
marcación de tempi, aunque la percusión sonó un tanto excedida a oídos de quien
escribe en la mencionada coda final. Para corroborar si estaba o no errada, una apeló a
otras versiones interpretadas tanto por orquestas europeas como latinoamericanas y
confirmó que su diagnóstico inicial era correcto. De todas maneras, la interpretación fue
muy bien recibida y sumamente aplaudida por el público.
El hecho de incluir obras de compositores argentinos -y sea en carácter de estreno o
primera audición- es un logro y algo sumamente positivo, al igual que una obra de cierre
que se represente escasamente o no se interprete muy a menudo. Un acierto por parte de
los programadores, que enriquece al repertorio de la orquesta y que representa un deleite
para los oídos del público.
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