Excelente actuación de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación en el CCK
PARA LA BUENA MÚSICA, NO HAY FERIADO QUE VALGA
Martha CORA ELISEHT
Durante los feriados puente para fomentar un fin de semana largo pueden pasar
dos cosas: que se aproveche con fines turísticos o para realizar tareas o actividades que
quedan postergadas durante la semana. Y, en caso de no poder viajar, suelen ofrecerse
espectáculos de muy buen nivel como el brindado por la Orquesta de Cámara del
Congreso de la Nación, que tuvo lugar en el auditorio Nacional del Centro Cultural
Kirchner (CCK) el pasado viernes 21 del corriente bajo la dirección de su titular -
Sebastiano De Filippi-, donde se interpretaron las siguientes obras:
- “Figarillo”- Juan Bautista ALBERDI (1810-1884)
- Danzas populares rumanas, Sz. 56/68- Bela BARTÓK (1881-1945)
- Cinco danzas griegas- Nikolaos STALKOTTAS (1904-1949)
- La Muerte y la Doncella en Re menor, D.810 (transcripción para orquesta de
cuerdas)- Franz SCHUBERT (1797-1828)
Ante un auditorio prácticamente colmado de gente -se habilitaron las bandejas
superiores-, la orquesta hizo su presentación para brindar el consabido Figarillo, minuet
compuesto por Juan Bautista Alberdi en 1837 y que alude al apodo con el escribía en el
periódico La Moda -fundado por él mismo durante dicho año- sobre música, literatura,
poesía, vestimenta y costumbres. Es un clásico del repertorio de cámara nacional y el
conjunto brindó una muy buena versión.
Seguidamente, se interpretaron las Danzas populares rumanas Sz.56/68 de Bela
Bartók en orquestación de Arthur Willner. Compuestas originalmente para piano en
1915, reúne los siguientes números: Danza con bastón, danza del brazo, danza en el
lugar, danza con cornamusa, polca rumana y danza rápida, donde el compositor inserta
temas folklóricos típicos de dicho país y de su Hungría natal. Constituye otra de las
especialidades del ensamble, donde el concertino Pablo Pereira se lució en todos los
solos a su cargo y acompañado magistralmente por el resto. La precisión y la marcación
de De Filippi fueron perfectas y sumamente precisas. Lo mismo sucedió en la
interpretación de las Cinco danzas griegas de Nikos Stalkottas (Epirótica/ Cretiscense/
Tsamicótica/ Arcádica/ Clefticense), compuestas entre 1931 y 1936 tras su regreso a su
tierra natal. En ellas, el compositor fusiona danzas folklóricas típicas de diferentes
regiones griegas con elementos de la Segunda Escuela de Viena. Los músicos se
destacaron en una versión de fuste, colorida y vibrante.
Previamente a la segunda parte del concierto, el maestro De Filippi tomó el
micrófono para dedicar la obra de Schubert a la memoria del maestro Guillermo Opitz,
personalidad trascendental de la música de cámara en el país y especialista en la
materia, fallecido ese mismo día. En este caso, se eligió una transcripción para cuerdas
del Cuarteto para cuerdas en Re menor, Op.14 (“La muerte y la doncella”), inspirado
en su lied homónimo con texto de Matthias Claudius, compuesto por Schubert en 1817
y publicado póstumamente en 1832. Sin embargo, no fue hasta bien entrado el siglo XX
cuando alcanzó fama mundial gracias a David Oistrach, quien fuera el principal difusor
de muchas de las obras del compositor vienés. Consta de 4 movimientos: Allegro/
andante con moto/ Scherzo: allegro molto/ Presto, que narran el enfrentamiento de una
joven moribunda y la muerte, que se le presenta para acompañarla a dormir el sueño
eterno. Esta bellísima obra ya es una especialidad de la orquesta -la interpretó durante el
transcurso del corriente año bajo la dirección de Pablo Saraví- y sonó perfecta desde su
violenta apertura al unísono del 1° movimiento, que muestra una carrera por parte de la
doncella a través del dolor, la angustia y la resignación, que culmina con un acorde
agonizante en Re menor. En cambio, el Andante con moto es de carácter apacible y
representa a la muerte, donde el concertino, el solista guía de segundos violines, la
segunda viola, el primer violoncello y el contrabajo se lucen en espléndidos solos, como
sucedió en esta ocasión por parte de Pablo Pereira, Catriel Galván, Federico Butera,
Mariana Levitin y Adrián Speziale respectivamente. El poderoso Scherzo -que, por
momentos, remeda el leitmotiv del descenso al Nibelheim en EL ORO DEL RHIN-
culmina con un trío que muestra un carácter más lírico para desembocar en el vibrante
Presto final en ritmo de tarantela, que era la danza que protegía tanto de la locura como
de la muerte, ejecutado con una impecable maestría y precisión. Una vez más,
Sebastiano De Filippi hizo gala de su excelente marcación y dominio de los tempi,
motivo que le valió una ovación de aplausos y vítores por parte del numeroso público
que se dio cita esa noche en el Auditorio Nacional.
Una vez más, el hecho de brindar espectáculos de alto nivel con entrada libre y
gratuita hace que la concurrencia sea masiva. Esto demuestra que, pese al feriado
puente, el público se encuentra sumamente ávido por asistir a funciones de jerarquía y
lo demostró con un Auditorio Nacional prácticamente al tope de su capacidad. Para la
buena música, no hay domingo ni feriado que valga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario