Excelente interpretación del oratorio “ELÍAS” de Mendelssohn en el CCK
UNA PROFECÍA PERFECTAMENTE CUMPLIDA
Martha CORA ELISEHT
Uno de los profetas más representativos del Antiguo Testamento es Elías, cuya
historia forma parte del Libro de los Reyes. Bajo el reinado de Ajab, Elías erradicó la
idolatría del culto de Baal en Israel mediante una sucesión de hechos: la resurrección de
un niño ofrecido como víctima por los paganos; el sacrificio del Carmelo, donde Yahvé
convierte un sacrificio ofrecido en una columna de fuego, mientras una frenética
secuencia de plegarias ofrecidas por los sacerdotes de Baal fracasa; la invocación a la
lluvia por parte de Elías luego de una sequía prolongada para castigar la infidelidad de
Israel; la persecución del profeta por la reina Jezabel, su retiro al desierto, su visión de
Dios, su regreso a su trabajo y la ascensión mediante un carro de fuego al cielo. Esto
motivó a Félix Mendelssohn- Bartholdy (1809-1847) a componer un oratorio sobre este
personaje bíblico.
Tras muchos años de ausencia de los escenarios porteños, ELÍAS se representó
en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner el pasado jueves 13 y viernes 14
del corriente con los siguientes intérpretes: la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil
“Libertador Gral. San Martín”, The Washington Chorus, The University of Michigan
Chamber Choir, bajo la dirección de Eugene Rogers; el Coro Nacional de Niños,
dirigido por María Isabel Sanz y la presencia de los siguientes solistas: Will Liverman
(barítono), Juliet Schlefer (soprano), Monique Spells (mezzosoprano) y Tyrese Byrd
(tenor).
Nacido en el seno de una familia judía y convertido posteriormente al
protestantismo, Mendelssohn era un profundo admirador de la obra religiosa de Bach y
de hecho, no sólo se convirtió en un férreo difusor de su obra, sino que también
organizó la primera representación de La Pasión según San Mateo en 1829. También
era admirador de Händel y preparó una edición de oratorios de este último compositor,
los cuales, a su vez, le sirvieron para componer su primer oratorio: Paulus (1836), con
textos elegidos por el pastor protestante alemán Julius Schubring. En 1845, el Festival
de Birmingham le pidió a Mendelssohn que compusiera un oratorio por encargo.
Originalmente, le solicitó el texto a Karl Klingemann sobre la figura del profeta Elías,
pero no fue capaz de terminarlo. Por lo tanto y, en colaboración con Schubring, lo
compuso con texto en alemán y luego, lo fue adaptando a la traducción inglesa realizada
por William Bartholomew. Esta versión fue la que se estrenó en 1846 y la que se
representó en el CCK. No fue hasta después de la muerte del compositor que se estrenó
la versión original en alemán en 1848 en Leipzig, bajo la dirección de Niels Gade. En
ambos casos, obtuvo un suceso rotundo desde su estreno y se representó con frecuencia
en los principales escenarios del mundo.
La obra se divide en dos partes (20 números en la primera y 22, en la segunda),
con una introducción a cargo de Elías y luego, se interpreta la obertura. El protagonista
está representado por el barítono, mientras que la soprano canta la viuda, el joven y el
segundo ángel; la mezzosoprano, el primer ángel y la reina Jezabel, mientras que el
tenor interpreta a Abdías y Ajab. Se alternan pasajes con recitativo y voces solistas
como con recitativo y coro, para lograr escenas de mayor dramatismo.
Eugene Rogers demostró ser un director sinfónico- coral de primer nivel. Es el
actual director del Washington Chorus, que sonó muy compacto, con una perfecta
selección de las voces y en compaginación con el University of Michigan Chamber
Choir. Ambos coros sonaron de manera celestial en los cánones a 4 voces que cierran
cada una de las dos partes del oratorio. Por su parte, el Coro Nacional de Niños también
tuvo una destacadísima actuación de la mano de María Isabel Sanz, sonando de manera
angelical en su intervención en la 2° parte. Una de sus integrantes actuó como el joven
en el penúltimo número de la 1° parte y tuvo un correctísimo desempeño vocal. Una
pena que quien escribe no supo su nombre, porque merece ser destacada.
La orquesta sonó magnífica merced a la excelente preparación y trabajo de su
titular -Mario Benzecry- y demostró estar a la altura del director y los principales
intérpretes, con un perfecto dominio de tempi y un sonido excelso. Asimismo, contó con
un intérprete de los quilates de Sebastián Aschenbach a cargo del órgano Kreis.
En cuanto a las voces solistas, el barítono Will Liverman fue el mejor desde todo
punto de vista. Independientemente de poseer una voz clara, redonda, contundente, con
brillo, squillo y esmalte, su legato y línea de canto fueron impecables, lo que le
permitieron ejercer sin dificultad el rol protagónico. La soprano Juliet Schlefer también
posee una bellísima voz con buenos matices, coloratura y muy buena línea de canto y se
destacó en cada una de sus intervenciones; principalmente, al inicio de la 2° parte
(Escucha, Israel). La mezzosoprano afroamericana Monique Spells posee una voz con
buen color tonal y matices dramáticos -característico de las voces afroamericanas- y
tuvo un mayor crecimiento en el aria de la reina Jezabel. Si bien el tenor Tyrese Byrd
posee una voz clara, fue el que menos se destacó del cuarteto de solistas. El Auditorio
Nacional estalló en aplausos y vítores tras tan sublime interpretación.
Cuando se escucha una versión tan perfecta y sublime de esta magnífica obra, es
muy difícil encontrar las palabras justas y necesarias para dar un cierre a la crónica. En
este caso, puede decirse que la profecía se cumplió a la perfección.
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