Soberbia actuación del pianista Raúl Canosa en el escenario del MACBA
ÍNTIMO Y PERSONAL
Martha CORA ELISEHT
Dentro de la enorme oferta cultural que posee la ciudad de Buenos Aires, el
Museo de Arte Contemporáneo (MACBA) ha organizado una serie de conciertos donde
participaron intérpretes de música académica, popular y de diversos géneros. Este
prestigioso ciclo cuenta con la dirección de Fernanda Morello y brinda oportunidad de
participar a jóvenes valores para demostrar su talento en público. En este caso, se
accede por invitación y se reparten sobres para recaudar fondos a voluntad, con los
cuales no sólo se les abona el cachet a los artistas, sino que también se solventan los
gastos. El pasado martes 26 del corriente se presentó en el escenario del MACBA el
pianista español Raúl, Canosa, que brindó un recital compuesto íntegramente por obras
de Frederic Chopin (1810-1849) y que se detallan a continuación:
- Estudio Op.25, n°6
- Sonata n°2 en Si bemol mayor, Op.35
- Balada n°3, Op.47 en La bemol mayor
- Nocturno n°3, Op.9 en Si mayor
- Vals n°5 Op.42
- Polonesa en La bemol mayor n°6, Op.53 (“Heroica”)
Este joven pianista nacido en Madrid se encuentra actualmente radicado en
Estados Unidos y ha sido invitado a participar en el ciclo Conciertos del Mediodía
organizado por el Mozrteum Argentino durante el transcurso del corriente año.
Actualmente se perfecciona con el maestro Bruno Gelber con
motivo de su próxima participación en el Concurso Internacional de Piano Chopin en
Estados Unidos el año próximo. El auditorio del subsuelo del MACBA y un piano
Kawai completamente nuevo ubicado en el centro brindaron el marco adecuado para un
recital de carácter íntimo, que comenzó con una versión muy prolija del mencionado
Estudio, que sonó con fuerza y delicadeza desde los primeros compases. Seguidamente,
el pianista ofreció una memorable versión de la Sonata n°2 en Si bemol mayor Op.35,
publicada en Leipzig en 1840 y que consta de 4 movimientos: Grave- Doppio
movimiento/ Scherzo/ Marcha fúnebre- Lento/ Presto. La celebérrima Marcha fúnebre
fue compuesta como obra independiente en 1837 y posteriormente, incorporada a la
presente sonata en 1839. Tras una introducción breve e imponente, el 1° movimiento
(Doppio appasionato) contiene dos temas: uno, apasionado -como su nombre lo indica-
y el otro, de carácter más lírico, con desarrollo libre. En el 2° movimiento, Chopin
invierte los tiempos y coloca este scherzo en Mi bemol menor, fogoso y de tinte
netamente nacionalista, que alterna con un trío piú lento, en una gran interpretación. En
este caso, Raúl Canosa dedicó la Marcha fúnebre en memoria de un amigo fallecido
recientemente, motivo por el cual sonó de manera íntima y emotiva. Tal así fue, que el
público aplaudió fervientemente tras su interpretación, motivo por el cual el pianista
español se sintió sumamente halagado y completó la melodía del Presto final con un
pasaje formidable en octavas y tresillos, que sonó de manera apasionada y sentida.
Seguidamente, Raúl Canosa brindó una bellísima versión de la célebre Balada
en La bemol mayor n°3, op.47, compuesta en 1841 y dedicada a la Princesa de Noailles.
Es la más completa de las 4 baladas que escribió Chopin y posee una serie de
modulaciones (dolce/ mezza voce/ piano/ forte) que permiten aumentar la tensión
mediante una serie de cadencias y arpegios que fueron ejecutados de manera solemne y,
a la vez, romántica. Una interpretación exquisita y de gran calidad, con un excelente
dominio de la pulsación y la digitación que hizo que el público estallara en aplausos,
tras los cuales, el mismo intérprete anunció los bises: una bellísima interpretación del
Nocturno n°3, Op.9 en Si mayor, caracterizado por una serie de elementos de técnica
que exigen un alto grado de virtuosismo. No fue mayor problema para el intérprete, que
lo demostró con creces sobre el escenario. A continuación, Canosa ofreció una
espléndida versión del Vals n°5en La bemol mayor, Op.42, compuesto en 1840 y que
sonó de manera precisa, romántica y, por sobre todas las cosas, muy personal. Y, como
no podía ser de otra manera, no podía faltar el sello distintivo del compositor y su obra
más famosa: la Polonesa n°6 en La bemol mayor, op.53 (“Heroica”). Compuesta en
1842, posee numerosas dificultades técnicas (escalas dobles, trinos, arpegios y acordes
que exigen mucha apertura de manos) que hacen que sólo pueda ser interpretadas por un
virtuoso. Fue una versión brillante y precisa desde los primeros compases hasta la
introducción del tema principal y el tema en escalas ascendentes y descendentes
centrales, logrando una interpretación soberbia en la recapitulación. El pianista se retiró
ovacionado y sumamente aplaudido.
Independientemente de descubrir un nuevo espacio sumamente apropiado para
realización de conciertos y recitales de cámara, el lugar cuenta con una muy buena
acústica y es de fácil acceso. Quizás sea muy moderno, pero permite el lucimiento del
artista en toda su dimensión. En este caso, de carácter íntimo y personal por el
repertorio elegido para la ocasión.
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