Estreno de “EL BAILE” de Oscar Strasnoy en el Colón
CUANDO SE MUESTRA LO
QUE MÁS DUELE
Martha CORA ELISEHT
El pasado jueves 26 del corriente se
produjo el estreno de la ópera “EL BAILE”
del compositor argentino Oscar Strasnoy
en el Teatro Colón, en forma conjunta entre los Ciclos “Colón
Contemporáneo” y el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
en versión de concierto, bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y la
participación de los siguientes cantantes: Sabrina Cirera (Rosine), Laura Pisani
(Antoinette), Marisú Pavón (Isabella,
la Profesora de piano), Alejandra Malvino (Betty, la institutriz), Carlos Ullán (Alfred) y Víctor Torres (Georges,
el mayordomo). La dirección escénica y la proyección de video estuvieron a
cargo de Matías Feldman, con ilustraciones del recordado dibujante Hermenegildo
Sábat.
Compuesta en 2009, la obra de
Strasnoy cuenta con libreto de Matthew Jocelyn y está basado en la novela
homónima de Iréne Némirovsky, que narra los pormenores de una familia judía
disfuncional, de origen mediocre, que decide ofrecer un baile e invitar a
personalidades de la nobleza y la aristocracia para aparentar su condición de
nuevos ricos. Sin embargo, todos tienen algo que ocultar. A medida que
transcurre la obra, el oscuro pasado de los protagonistas va saliendo a la luz.
En el caso de Rosine, ha dado a luz a
una hija fuera de los cánones del matrimonio (Antoinette) con un hombre al cual desprecia, pero no le quedó otro
remedio que casarse con él. A su vez, Alfred
(padre de Antoinette y esposo de Rosine) sospecha de su esposa, pero no
se atreve a enfrentarla, mientras que Antoinette
desprecia a sus padres, a quienes
considera unos mediocres idiotas. El mayordomo (Georges) sabe vida y obra de cada uno de ellos y los extorsiona. A
su vez, este último mantiene un romance secreto con Betty (institutriz de Antoinette),
quien es, a su vez, aliada de la adolescente en contra de su madre. El
círculo familiar se completa con la tía Isabelle
(la profesora de piano), quien tiene una mala relación con Rosine y
que será el detonante que hará explotar al núcleo familiar durante el
mencionado baile.
Desde el punto de vista argumental,
es una obra donde se muestran las miserias humanas en su máxima expresión. Rosine representa la típica iddische mame que comanda la familia y
hace que todo el mundo baile a su compás. Es quien decide organizar el baile
para aparentar su condición de nueva rica y decidir no sólo lo que se va a
servir haciendo alarde de derroche, sino además, buscar un pretendiente para Antoinette, a quien le pide que redacte
las invitaciones para la fiesta por su impecable caligrafía. No duda en
convocar a la aristocracia local y a un tal G-E-L-D (dinero, en alemán), que se
supone ser un millonario. Pero cuando le niega a su propia hija el ir al baile,
Antoinette decide vengarse del
desprecio materno destruyendo las invitaciones para el evento en vez de
enviarlas por correo. Los padres muestran su mediocridad y su falta de
diplomacia, que se traduce en la música y en las caricaturas de Sábat. Con
respecto a la proyección de video, es un recurso muy bien empleado, ya que
permite comprender mejor el argumento y cómo se van armando las relaciones
entre los diferentes protagonistas. Finalmente, la venganza de Antoinette surte efecto, ya que la única
que concurre puntualmente es la profesora de piano Isabelle, quien les hace ver a todos la realidad: el baile resultó
un rotundo fracaso. Desesperada ante las circunstancias e incapaz de soportarlo,
la enfurecida Rosine echa a todos. Al
final, las miserias humanas salen a la luz y se muestran en su máxima
expresión.
Si bien es una obra interesante
desde el punto de vista argumental, no sucede lo mismo desde el punto de vista
musical. La atonalidad típica de la música contemporánea no es del agrado de
quien escribe, con excepción de algunas cosas: por ejemplo, la escena del baile
abre con la misma melodía que se escucha al inicio de la obra, para luego
continuar con inserts de música
kletzmer, fragmentos del 3° movimiento de la Sinfonía n° 1 (“El Titán”) de Mahler y cuando Rosine le pide a la orquesta que toque música para bailar, remeda a
la de las películas de Nino Rota. Para ello, Strasnoy emplea una orquestación
profusa, que incluye acordeón, banjo, celesta, piano y arpa (alineados del lado
izquierdo) y numerosa percusión y metales (alineados del lado derecho),
mientras que las cuerdas y las maderas se ubican en el centro del escenario.
Esto crea un efecto de profundidad sonora y cierto clima de misterio. Y, pese a
que la música no haya sido del gusto particular de esta cronista, la dirección
musical de Wolfgang Wengeroth fue soberbia, con una muy buena marcación y
entrada de los diferentes grupos de instrumentos. Lo mismo sucedió con la
preparación vocal, donde todos y cada uno de los cantantes convocados se
lucieron sobre el escenario. Sabrina Cirera logró una magistral interpretación
del complejo rol de Rosine, mientras que Marisú Pavón demostró sus
espléndidas cualidades vocales en un aria de difícil ejecución como la de Isabelle. Laura Pisani dio vida a una sufrida y rebelde Antoinette, mientras que Alejandra Malvino interpretó a su institutriz con su maestría
habitual. Muy buenas las actuaciones de Carlos Ullán y Víctor Torres como Alfred y Georges, respectivamente. Lamentablemente, no se vio acompañado del
aplauso por parte del público; probablemente, porque la música contemporánea es
difícil de entender y, por lo general, no suele gustar. No obstante, es
importante que se incluyan este tipo de obras dentro de un Ciclo de Abono de conciertos. Más
aún, si se trata de un compositor argentino en el marco del Colón.
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