Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal
.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata
.Director: Maestro Guillermo Becerra
.Coral Carmina
.Director: Maestro Horacio Lanci
.Solistas: Georgina Espósito, soprano; Facundo D. Marzán, barítono
.Teatro Colón, Mar del Plata, 26 de agosto, hora 20.
La Orquesta Sinfónica Municipal y el Coral Carmina de Mar del Plata, bajo la
dirección del maestro Guillermo Becerra, ofrecieron un concierto íntegramente dedicado al
repertorio francés, con obras de muy diferente naturaleza.
La Fanfarria del ballet la Peri, de Paul Dukas (1865-1935), para cornos,
trompetas, trombones y tuba abrió el programa. Aun en una formación reducida de metales
es una pieza vibrante.
La Suite nro. 1 de la Ópera Carmen de Georges Bizet (1838-1875) siguió en el
orden del programa. Los elementos musicales más representativos de la ópera se
encuentran en esta suite que, paradójicamente, comienza con los oscuros acordes del final
de la ópera. La Aragonesa del comienzo, luego de la introducción, destaca por el elemento
percusivo y la bella continuidad en la melodía de las maderas, luego del solo inicial del
oboe, de gran musicalidad. El Intermezzo, con el bellísimo solo de flauta, que descansa a
su vez, como lo hace el de clarinete que lo sucede, en la intervención del arpa, requiere un
suave fraseo de la cuerda en un sonido homogéneo y suave. En la Seguidilla el oboe lleva
la línea del canto de la mezzosoprano en la ópera –que corresponde al segundo acto, donde
Carmen se marcha a la taberna de Lillas Pastia-. Con un resultado más fluido en el ensayo
general que en la sesión de concierto, hubo una lograda versión de esta suite, donde
destacaron los solistas Alexis Nicolet (flauta), Aída Delfino (arpa), Mario Romano
(clarinete) y Gerardo Gautín (fagot).
El Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy (1862-1918), fue la
siguiente obra; inspirado en una égloga de Mallarmé y estrenado en 1894 es la primera gran
partitura orquestal de Debussy. Se trata de un lenguaje nuevo que hace evidente su gran
capacidad de concepción musical y talento de orquestador: enlaces de acordes, timbres
instrumentales aislados que sin embargo forman una trama sutil y diafanidad de la escritura
son algunas de sus características. El calificativo de Impresionistas aplicado a tanto a
Debussy como a Ravel, no resulta sin embargo del todo apto para una textura donde el
centro es el sonido en sí y que es independiente de toda “impresión” que potencialmente
puada producir. Ya el maestro Lanci señaló, en el programa de la serie “Un viaje al interior
de la Música” dedicado al compositor, que el término impresionista le era aplicado muy a
su pesar.
Lo señalado busca dar un marco a una obra central del repertorio que, en este
lenguaje, es de una gran dificultad técnica.
La eficacia con la que fue abordada habla del trabajo llevado a cabo por la orquesta.
El bellísimo solo inicial de la flauta (Alexis Nicolet) –que, como alguien señaló, abre un
mundo nuevo- es sucedido por un acorde maderas, cornos y arpa que establece el clima en
el que discurre la obra, dentro de la dualidad de timbres que se suceden –flauta, arpa,
clarinete, fagot- con el soporte de una base dada tanto por la cuerda como por otros
timbres en un tejido muy preciso y cerrado en donde prevalece la claridad sonora.
El Requiem opus 4 de Gabriel Fauré (1845-1924) –aunque no se aclara es
porbable que se tratara de la versión de 1900- fue interpretado en la segunda parte. Con el
Requiem Alemán de Brahms tiene el común la delicadeza, el sentimiento de paz superadora
de todo aquello deparado por la vida y la belleza del sonido. A diferencia de las restantes
obras del género, elimina el Diaes Irae. Se trata del sentimiento de la vida y de la muerte y
no de la ira de Dios. La vida es angustiante y la llegada a la muerte es resignada y liberadora
En el Introito y Kyrie las voces, tras el oscuro acorde inicial de las cuerdas, parecen
surgir del silencio (“Requiem aeternam dona eis Domine”) hasta el primer crescendo del
coro, casi sorpresivo e intenso (“et lux perpetua luceat eis”), que marca a la vez una
constante, en la sensación de marcha que produce este número: la permanente gradación
sonora, los cambios de intensidad y la sutileza de la relación con el tejido orquestal. El
Ofertorio que sigue (“O Domine Jesu Christie, rex gloriae”) marca la primera intervención
del barítono solista (“Hostias et preces tibi, Domine”). El coro vuelve a la estrofa inicial en
una bellísima línea.
Los expuestos son ejemplos un opus donde las voces tienes muchas inflexiones,
todas sutiles y parecen llevarnos de la oscuridad y la angustia a la diafanidad y la esperanza.
El Sanctus es un ejemplo, del mismo modo que el bellísimo Pie Jesu de la soprano solista
(“Pie Jesu, Domine, dona eis requiem”) demanda un fraseo sutil y un timbre puro y
cristalino.
El Libera me, además de la extensa intervención del barítono solista (“Libera me,
Domine, de norte aeterna”) marca una mayor intensidad en la intervención coral (“Dies
illa, dies irae”)
In Paradisum, (“In paradisum deducant angeli”) último de los números, con la
intervención inicial del órgano y la cuerda de sopranos en una tesitura pura, en la antesala
de un registro agudo, evoca una sensación de redentora pureza, con la que termina la obra.
Produce la sensación luminosa de que lo oído anteriormente lo fue como un camino de
elevación hacia la luz.
Con pasajes fugados de mucho compromiso, otros de pureza tímbrica y de
detenimiento, El Requien de Fauré, basa su belleza en lo sutil. El Coral Camina trabajó
durante mucho tiempo con esta obra. Lo hizo con el cuidado, detenimiento bajo la
dirección del maestro Lanci y de la maestra preparadora, Georgina Espósito, que conocen
la obra profundamente. El coro plasmó esta concepción dada en los colores y gradaciones
e intensidades cambiantes, siempre de un modo gradual y progresivo, que demanda un
fraseo acabado.
Facundo D. Marzán brindó a sus extensas intervenciones solistas su timbre
delicado y un fraseo acorde a los requerimientos de sus pasajes: suave y gradual en los
cambios.
Georgina Espósito, además de su gran capacidad de preparadora es dueña de una
voz delicada, cristalina y potente a la vez, que siempre administra a partir de un criterio
estético apropiado a las obras que interpreta.
Coda
En cuanto a la orquesta, acaso lo más importante es que, aun con personal
contratado, ha logrado un sonido homogéneo –si bien perfectible- y podido interpretar
obras que no solo requieren un orgánico amplio sino también un requerimiento técnico y
estético importante, lo que habla de un grado de preparación que comienza a dar frutos, y
que le permite abordar programas que vayan más allá del temprano clasicismo y de ciertas
formas del romanticismo también temprano.
La falta de programa de mano –que escenarios como el del CCK suplen con la
información de prensa- es una carencia importante para la cual la remanida pandemia sigue
siendo la justificación. Ello impide, entre otras cosas, conocer los antecedentes de los
organismos y los solistas. No sabemos por ejemplo, quien estaba a cargo del órgano, al cual
tan importante intervención cabe en el requiem.
Asimismo, hay maestros –como Christian Fernandez Larguía o Arturo Diemecke-
que aclaraban previamente al público sobre que los aplausos deben ir al final y no en cada
número o movimiento. En el caso de los Requiem el aplauso se estila luego del silencioso
momento de recogimiento que una obra de esa naturaleza impone y no en cada número, lo
cual rompe con el clima íntimo y sereno inherente a tal forma musical. Fue lo que sucedió
en esta oportunidad.
La Orquesta Sinfónica Municipal y el Coral Carmina han vuelto a actuar en
conjunto, tal como lo hicieron en la primera presentación de la orquesta luego de diez
meses de forzosa inactividad. Esperemos que ello signifique el comienzo de una nueva
etapa. El elemento humano con el que se cuenta permite sobradamente que así sea.
Eduardo Balestena
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