Creditos: Liliana Morsia para Mozarteum Argentino
Sublime concierto de la Sinfónica de Lucerna en el Colón por el Mozarteum
BRILLANTE DE PUNTA A PUNTA
Martha CORA ELISEHT
La Temporada 2023 es deslumbrante por varios motivos: la enorme cantidad de
espectáculos que se dan lugar en múltiples ámbitos, la calidad de intérpretes
internacionales invitados y la unánime participación del público, donde muchas veces se
encuentra con el cartel de “LOCALIDADES AGOTADAS” al entrar en la página web
del Teatro Colón para tratar de adquirirlas. No obstante, debido a la difícil situación
económica imperante en el país, es una temporada donde se observa la escasa
participación de orquestas extranjeras. Afortunadamente, mediante un enorme esfuerzo
por parte de las autoridades del Mozarteum Argentino, la Orquesta Sinfónica de
Lucerna hizo su presentación el pasado lunes 28 del corriente sobre el escenario del
Teatro Colón bajo la dirección de Michael Sanderling, con la participación del
violoncelista inglés Steven Isserlis como solista.
El programa estuvo integrado por las presentes obras:
- Obertura “Egmont”, Op.84, n°1- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)
- Concierto para violoncello y orquesta en La menor, op.129- Robert
SCHUMANN (1810-1856)
- Sinfonía n°5 en Do menor, Op.67- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)
A diferencia de otras visitas de Michael Sanderling a la Argentina, esta vez contó
con una formación con menor cantidad de músicos en virtud del repertorio que se iba a
ejecutar. Pero su maestría se notó desde los primeros compases de la celebérrima
obertura de Beethoven, compuesta en 1809 por encargo del Teatro de la Corte Imperial
de Viena como música incidental para el drama Egmont de Goethe. Ésta, a su vez, se
basa en el tramo final de la vida del Conde de Egmont -noble holandés que se opuso al
régimen de terror impuesto por la Santa Inquisición española en 1561, motivo por el
cual fue condenado a muerte-. El poeta alemán construyó sobre la vida del conde un
personaje heroico que lucha por la justicia y la libertad. Beethoven compartía los
mismos ideales que Goethe y decidió crear su célebre obertura, que traduce
musicalmente la opresión y el terror con sus acordes iniciales en modo menor.
Posteriormente, la valentía y el coraje de Egmont se traducen en la célebre melodía en
modo mayor, que representa la libertad y la esperanza. La calidad de los músicos de la
Sinfónica de Lucerna y la impecable dirección de Sanderling hicieron que esta
famosa obertura sonara auténticamente beethoveniana.
Tras prácticamente más de 30 años de ausencia de los escenarios porteños, Steven
Issserlis volvió a tocar sobre el escenario del Colón (vino a la Argentina en 1992,
invitado por el Mozarteum). Y su regreso se colmó de gloria al ejecutar un concierto tan
complejo y difícil como el de Schumann. No sólo lo hizo de memoria, sino que logró
una interpretación magna cum laude (porque decir sublime es quedarse corto). Quien
escribe pudo apreciarlo desde su ubicación en el palco y notó que la expresión de su
rostro irradiaba la misma pasión y sentimiento con los cuales tocaba el cello. Su
excelente fraseo, su versatilidad y una soberbia profundidad de sonido en los tres
movimientos que componen esta obra (Nicht zu schnell (No demasiado rápido) /
Langsam (Lento) y Etwas lebhalter- Sehr lebhalt (Algo más animado- Muy animado) y
que se interpretan de modo attaca (sin interrupción) enamoraron al público. Unido esto
a un perfecto acompañamiento por parte de la orquesta, fue una versión memorable,
sumamente aplaudida por el numeroso público que se dio cita esa noche en el Colón.
Tal así fue, que Isserlis no sólo estaba contento y feliz por el recibimiento del público,
sino que, además, ofreció un bis, que sonó de manera elegante y sutil: la Sarabande de
la Suite n°3 en Do mayor, BWV 1009 de Johann S. Bach. Tras esta auténtica
demostración de virtuosismo, el Colón estalló en aplausos.
“¿Puede haber otra obra de Beethoven que confirme todo esto en mayor grado que
su indescriptiblemente profunda y magnífica sinfonía en Do menor?... En un clímax que
sube sin cesar, esta maravillosa composición lleva al oyente imperiosamente para
entrar en el mundo de los espíritus infinitos”. Las palabras de E.T.A.Hoffmann son la
mejor definición de la célebre Sinfonía n°5 en Do menor, Op.67, compuesta entre 1804
y 1808, cuando el genio de Bonn tenía 40 años y estaba sumamente preocupado por su
sordera. Sólo con 4 notas elaboró el motivo inicial, que se repite a lo largo de los 4
movimientos que la integran (Allegro con brio/ andante con moto/ Scherzo- Trío-
scherzo/ Allegro- Presto). La versión ofrecida por la Sinfónica de Lucerna fue
brillante desde todo punto de vista: impecables solos instrumentales, sonido compacto
cuasi prístino, soberbia labor por parte del director y, por sobre todas las cosas, con todo
el ímpetu y la pasión característicos del espíritu beethoveniano. Una de las mejores
versiones de este clásico de clásicos que esta cronista escuchó en su vida y otra ovación
de aplausos para la orquesta y el director, quienes decidieron ofrecer un bis: una versión
descollante de la archiconocida Danza Húngara n°5 de Brahms, que sonó
auténticamente gitana. No obstante, el público quería más: por dicho motivo, Michael
Sanderling anunció el siguiente bis: NIMROD de las Variaciones ENIGMA, de Sir
Edward Elgar. Otra interpretación sublime, llena de finura y sutilezas, que sació el
apetito sonoro de la audiencia y que culminó con otra lluvia de aplausos y vítores.
Una vez más, el Mozarteum Argentino lo hizo posible. Volvió a marcar su nivel
brindando la excelencia y la calidad de los intérpretes invitados en la presente
Temporada. Y. como siempre, es sumamente difícil para el periodista especializado
encontrar las palabras necesarias cuando todo ha salido perfecto al momento de escribir
una nota. En este caso, brillante de punta a punta.
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