viernes, 2 de agosto de 2019


Interesante concierto de la Filarmónica bajo la batuta de John Axelrod en el Colón

UN ABANICO MELÓDICO DE ALTA GAMA
Martha CORA ELISEHT

            Dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, el 1° de Agosto pasado tuvo lugar el 10° concierto del mismo, bajo la dirección de John Axelrod y con la participación del violinista israelí Hagai Shahan, quienes interpretaron el siguiente repertorio: las Danzas Fantásticas, Op. 22 de Joaquín Turina (1882-1949), Baal Shem (Tres Pinturas de la vida jasídica) para violín y orquesta de Ernest Bloch (1885-1977), Escenas de la Czarda n° 4 “Hejre Kati”, Op. 32 y Escena de la Czarda n° 5 “Hullamzo  Balaton”, Op. 33 de Jenö Hubay (1858-1937) y las Danzas Sinfónicas, Op. 45 de Sergei Rachmaninov (1873-1943).
            El director texano John Axelrod es conocido por sus presentaciones en eventos de fama internacional, como el concierto de música para películas “Hollywood in Vienna”, emitido en numerosas oportunidades por la televisión por cable y, además, es discípulo directo de Leonard Bernstein. Desde 2014 se desempeña como director musical y artístico de la Orquesta Sinfónica de Sevilla y se destaca por su versatilidad y su temperamento. Esto se puso de manifiesto en la mencionada obra de Turina, que fuera compuesta originalmente como obra para piano en 1929, pero que posteriormente decidió orquestarla por presentar un abanico de colores instrumentales. En efecto, se divide en tres movimientos, donde cada uno de los cuales representa una danza española. El primero (Exaltación) es una jota aragonesa –introducida por el corno inglés, con una destacada actuación de la solista Michelle Wong- de carácter animado, mientras que el segundo (Ensueño) es un zortziko vasco, de carácter lírico y elegante. Finalmente, el último (Orgía) no se refiere a una bacanal sexual, sino a una farruca andaluza, con matices flamencos –acrecentados por los trombones, trompetas y percusión- y un final vibrante. Si bien la orquesta sonó redonda, bien afinada y con una notable actuación de los principales solistas de los diferentes instrumentos, no obstante, se notó un final estridente por parte de la marcación exagerada de la percusión, que opacó el buen trabajo desempeñado hasta ese momento.
            Seguidamente hizo su presentación el violinista Hagai Shahan, quien ejecutó una bellísima versión del tríptico “Baal Shem” de Bloch, referente a escenas de la vida jasídica judaica. Esta obra está inspirada en el rabino polaco Israel Ben Eliezer, considerado el fundador del jasidismo moderno –movimiento surgido en Europa del Este surgido en el siglo XVIII y que se caracteriza por usar la música y la danza como medio de comunicación con Dios-  y que data de 1939. El primer movimiento (Vidul/ Confesión) está escrito en tono menor y es aquí donde el violín adquiere una particular relevancia, ya que se trata de confesar el arrepentimiento por los pecados cometidos. El fraseo y el trémolo de Shahan fueron de una considerable belleza sonora y una profundidad religiosa muy acendrada, revelándose como un gran violinista en una interpretación destacada por su lirismo. También hubo una estupenda actuación de las maderas y la percusión previamente a la introducción del cantábile en tono menor, seguido de un stacatto por parte del violín solista. En contraste con el tinte de lamentación del 1° movimiento, el segundo (Nigún jasídico/ Melodía) es en tono mayor, que indica luminosidad y alegría. Se trata de un canto tradicional que alude a pasajes bíblicos y otros textos religiosos, que desemboca en el 3° movimiento (Simjat Torá/ Regocijo), donde el violín solista arranca con una melodía dulce y romántica en tono menor para luego desembocar en un Allegro caracterizado por las danzas que se bailan tradicionalmente en los casamientos judíos, con elementos de música kletzmer. Posteriormente, el violín recapitula el tema inicial con un Allegro con brio, seguido por las maderas, metales y el resto de la orquesta. Al finalizar la misma, el público estalló en aplausos. Acto seguido, se interpretaron los fragmentos de las Czardas n° 4 “Hejre Kati” y n° 5 “Hullamzo Balaton” del compositor húngaro Jenö Hubay. La primera es la más conocida y se basa en tres melodías populares del siglo XIX, mientras que la segunda narra sobre una canción folklórica referida a un pescador que pierde a su amada en las aguas del lago Balaton. Ambas arrancan lentamente y van aumentando en intensidad, lo que representa un auténtico desafío para el violinista. Una vez más, Hagai Shahan dio muestra de su extraordinaria digitación y su excelente fraseo, lo que hizo delirar al público al término de la obra. Tuvo que salir a saludar en numerosas oportunidades, hasta que desalojó a los 4 primeros cellistas y se acomodó cerca del piano. Acompañado por Iván Rutkausakas –contratado especialmente para esta ocasión- ofreció una pieza para violín y piano que no fue anunciada. Una supone que se trata  de Alexander Glazunov o un compositor similar, ya que en un determinado pasaje se pudo apreciar la melodía del Gran Pas Brillante del ballet RAYMONDA. Una vez más, el israelí cautivó al público y, tras los aplausos correspondientes, anunció un bis como solista: una Romanza para violín de Menachem Shuh –compositor israelí poco conocido en nuestro medio- que tocó con su prodigiosa maestría, ya que se reveló como un virtuoso del violín. Y se retiró ovacionado.
            Para la segunda parte del concierto, la Filarmónica ofreció las Danzas Sinfónicas, Op. 45, uno de los trabajos sinfónicos más tardíos del gran compositor ruso. Rachmaninov las compuso en 1940 –tres años antes de morir- y consta de tres movimientos: Non allegro, Andante con moto (tempo di valse) y Lento assai/ Allegro vivace, donde emplea no sólo una gran orquestación, sino también instrumentos no convencionales (saxo alto, doble gong, campanas y numerosa percusión). Es una obra que posee muchas reminiscencias de su Sinfonía n° 1 y de El Gallo de Oro de Rimsky- Korsakov Muy buena la actuación de la saxofonista María Noel Luxardo y de los solistas en general. El 2° movimiento posee un bellísimo solo de los dos primeros violines – sonó magnífico el ensamble compuesto por  Pablo Saraví y Alfija Guibaudulina-, mientras que la percusión se luce en el Allegro vivace del 3° movimiento. La orquesta sonó muy bien acompasada y el director contagió su temperamento a los músicos.
            A veces, es bueno innovar y presentar este tipo de obras –muchas de las cuales, una las escuchó por primera vez en el presente concierto- ; no sólo para estar familiarizado con estos compositores de estirpe nacionalista, sino también para descubrir un abanico de posibilidades que de otra forma, nunca llegarían a oídos del público. Si la Filarmónica sigue en esta tesitura será un logro muy meritorio, ya que se multiplicarán las oportunidades al incorporar más seguido este tipo de obras en el futuro.

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