Interesante concierto de la Filarmónica bajo la
batuta de John Axelrod en el Colón
UN ABANICO MELÓDICO DE
ALTA GAMA
Martha CORA ELISEHT
Dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires, el 1° de Agosto pasado tuvo lugar el 10° concierto
del mismo, bajo la dirección de John Axelrod y con la participación del
violinista israelí Hagai Shahan, quienes interpretaron el siguiente repertorio:
las Danzas Fantásticas, Op. 22 de
Joaquín Turina (1882-1949), Baal Shem
(Tres Pinturas de la vida jasídica) para violín y orquesta de Ernest Bloch
(1885-1977), Escenas de la Czarda n° 4
“Hejre Kati”, Op. 32 y Escena de la
Czarda n° 5 “Hullamzo Balaton”, Op. 33 de
Jenö Hubay (1858-1937) y las Danzas
Sinfónicas, Op. 45 de Sergei Rachmaninov (1873-1943).
El director texano John Axelrod es
conocido por sus presentaciones en eventos de fama internacional, como el
concierto de música para películas “Hollywood
in Vienna”, emitido en numerosas oportunidades por la televisión por cable
y, además, es discípulo directo de Leonard Bernstein. Desde 2014 se desempeña
como director musical y artístico de la Orquesta Sinfónica de Sevilla y se
destaca por su versatilidad y su temperamento. Esto se puso de manifiesto en la
mencionada obra de Turina, que fuera compuesta originalmente como obra para
piano en 1929, pero que posteriormente decidió orquestarla por presentar un
abanico de colores instrumentales. En efecto, se divide en tres movimientos, donde
cada uno de los cuales representa una danza española. El primero (Exaltación) es una jota aragonesa
–introducida por el corno inglés, con una destacada actuación de la solista
Michelle Wong- de carácter animado, mientras que el segundo (Ensueño) es un zortziko vasco, de
carácter lírico y elegante. Finalmente, el último (Orgía) no se refiere a una bacanal sexual, sino a una farruca
andaluza, con matices flamencos –acrecentados por los trombones, trompetas y
percusión- y un final vibrante. Si bien la orquesta sonó redonda, bien afinada
y con una notable actuación de los principales solistas de los diferentes instrumentos,
no obstante, se notó un final estridente por parte de la marcación exagerada de
la percusión, que opacó el buen trabajo desempeñado hasta ese momento.
Seguidamente hizo su presentación el
violinista Hagai Shahan, quien ejecutó una bellísima versión del tríptico “Baal Shem” de Bloch, referente a
escenas de la vida jasídica judaica. Esta obra está inspirada en el rabino
polaco Israel Ben Eliezer, considerado el fundador del jasidismo moderno
–movimiento surgido en Europa del Este surgido en el siglo XVIII y que se
caracteriza por usar la música y la danza como medio de comunicación con Dios- y
que data de 1939. El primer movimiento (Vidul/
Confesión) está escrito en tono menor y es aquí donde el violín adquiere
una particular relevancia, ya que se trata de confesar el arrepentimiento por
los pecados cometidos. El fraseo y el trémolo
de Shahan fueron de una considerable belleza sonora y una profundidad
religiosa muy acendrada, revelándose como un gran violinista en una
interpretación destacada por su lirismo. También hubo una estupenda actuación
de las maderas y la percusión previamente a la introducción del cantábile en tono menor, seguido de un stacatto por parte del violín solista.
En contraste con el tinte de lamentación del 1° movimiento, el segundo (Nigún jasídico/ Melodía) es en tono
mayor, que indica luminosidad y alegría. Se trata de un canto tradicional que
alude a pasajes bíblicos y otros textos religiosos, que desemboca en el 3°
movimiento (Simjat Torá/ Regocijo),
donde el violín solista arranca con una melodía dulce y romántica en tono menor
para luego desembocar en un Allegro caracterizado
por las danzas que se bailan tradicionalmente en los casamientos judíos, con
elementos de música kletzmer. Posteriormente, el violín recapitula el tema
inicial con un Allegro con brio, seguido
por las maderas, metales y el resto de
la orquesta. Al finalizar la misma,
el público estalló en aplausos. Acto
seguido, se interpretaron los fragmentos de las Czardas n° 4 “Hejre Kati” y n° 5 “Hullamzo Balaton” del compositor
húngaro Jenö Hubay. La primera es la más conocida y se basa en tres melodías
populares del siglo XIX, mientras que la segunda narra sobre una canción
folklórica referida a un pescador que pierde a su amada en las aguas del lago
Balaton. Ambas arrancan lentamente y van aumentando en intensidad, lo que
representa un auténtico desafío para el violinista. Una vez más, Hagai Shahan
dio muestra de su extraordinaria digitación y su excelente fraseo, lo que hizo
delirar al público al término de la obra. Tuvo que salir a saludar en numerosas
oportunidades, hasta que desalojó a los 4 primeros cellistas y se acomodó cerca
del piano. Acompañado por Iván Rutkausakas –contratado especialmente para esta
ocasión- ofreció una pieza para violín y piano que no fue anunciada. Una supone
que se trata de Alexander Glazunov o un
compositor similar, ya que en un determinado pasaje se pudo apreciar la melodía
del Gran Pas Brillante del ballet RAYMONDA. Una vez más, el israelí
cautivó al público y, tras los aplausos correspondientes, anunció un bis como solista: una Romanza para violín de Menachem Shuh
–compositor israelí poco conocido en nuestro medio- que tocó con su prodigiosa
maestría, ya que se reveló como un virtuoso del violín. Y se retiró ovacionado.
Para la segunda parte del concierto,
la Filarmónica ofreció las Danzas
Sinfónicas, Op. 45, uno de los trabajos sinfónicos más tardíos del gran
compositor ruso. Rachmaninov las compuso en 1940 –tres años antes de morir- y
consta de tres movimientos: Non allegro,
Andante con moto (tempo di valse) y
Lento assai/ Allegro vivace, donde emplea no sólo una gran orquestación,
sino también instrumentos no convencionales (saxo alto, doble gong, campanas y
numerosa percusión). Es una obra que posee muchas reminiscencias de su Sinfonía n° 1 y de El Gallo de Oro de Rimsky- Korsakov Muy buena la actuación de la
saxofonista María Noel Luxardo y de los solistas en general. El 2° movimiento
posee un bellísimo solo de los dos primeros violines – sonó magnífico el
ensamble compuesto por Pablo Saraví y
Alfija Guibaudulina-, mientras que la percusión se luce en el Allegro vivace del 3° movimiento. La
orquesta sonó muy bien acompasada y el director contagió su temperamento a los
músicos.
A veces, es bueno innovar y
presentar este tipo de obras –muchas de las cuales, una las escuchó por primera
vez en el presente concierto- ; no sólo para estar familiarizado con estos
compositores de estirpe nacionalista, sino también para descubrir un abanico de
posibilidades que de otra forma, nunca llegarían a oídos del público. Si la
Filarmónica sigue en esta tesitura será un logro muy meritorio, ya que se
multiplicarán las oportunidades al incorporar más seguido este tipo de obras en
el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario