domingo, 18 de agosto de 2019


Presentación de Aída Garifullina en el Colón bajo la dirección de Carlos Vieu

BELLEZA DE MUJER
Martha CORA ELISEHT

            Algún lector diría que el título de esta nota resulta más apropiado para un programa de revista de modas o de algún programa de belleza de los que abundan en los canales de cable destinados al público femenino. Pero Aída Garifullina no sólo posee una bella voz de soprano lírica ligera que se destaca por su coloratura, sino también por ser una mujer bellísima y sumamente elegante. Demostró estas últimas cualidades con holgura durante su concierto de presentación dentro del ciclo de Abono de Grandes Intérpretes Internacionales del Teatro Colón el pasado viernes 16 del corriente, acompañada por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la dirección del maestro Carlos Vieu.
            Ganadora del Concurso Operalia 2013, esta joven soprano rusa nació en Kazán y su madre es la maestra de coro Laylya Ildarovna, quien también fuera su primera profesora de canto. Sin embargo, su debut a nivel mundial se produjo en 2017, donde se consagró como ganadora del Premio ECHO Klassik. A partir de allí, tomó notoriedad por haber participado de la ceremonia de apertura del Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en Rusia el año pasado y también cantó junto a Joyce Di Donato en el Concierto de París durante el transcurso de ese mismo año. Por ende, se encuentra en los comienzos de su carrera internacional y aún le falta cantar en los escenarios más importantes del mundo. Su presentación en el Colón fue transmitida en directo no sólo por streaming, sino también por televisión, lo que permitió su llegada a miles de telespectadores.
            El programa estuvo compuesto por las siguientes obras: Farandole de la Suite n° 2 de “LA ARLESIANA”  de Georges Bizet (1838-1875), “Je veux vivre” de “ROMEO ET JULIETTE” de Charles Gounod (1818-1893), el Intermezzo dc “MANON LESCAUT” y “Sí, mi chiamano Mimí” de “LA BOHÈME” de Giacomo Puccini (1858-1924), la Polonesa de “EUGÈNE ONEGUIN”  de Piotr I. Tchaikowsky (1840-1893), la Escena de la Muerte de “LA DONCELLA DE NIEVE” de Nikolai Rimsky- Korsakov (1844-1908); la célebre Mazurka del ballet “COPPELIA”  y LES FILLES DE CÁDIZ” de Léo Délibes (1836-1891); el Preludio al 3° Acto, seguido del aria “Teneste la promessa… Addío del passato” de “LA TRAVIATA”  y la Obertura de “LUISA MILLER” de Giuseppe Verdi (1813-1901); “Quando m’en vo’” de “LA BOHÈME” de Giacomo Puccini; el célebre Intermezzo de “CAVALLERÍA RUSTICANA” de Pietro Mascagni (1863-1945); Élégie de Jules Massenet (1842-1912) y Mattinata, de Riggiero Leoncavallo (1857-1919).
            Al analizar el programa llaman la atención dos cosas: la gran cantidad de obras para orquesta comprendidas dentro del mismo y la escasa participación de la soprano. Por lo tanto, sería más justo hablar del concierto para orquesta dirigido magistralmente por Carlos Vieu con la participación de la soprano Aída Garifullina como estrella invitada que del recital de Aída Garifullina. Por definición, un recital es una manifestación musical donde el intérprete principal es la estrella y, por ende, debe cantar la mayor parte de las obras, mientras que aquí sucedió exactamente todo lo contrario. También llamó la atención de la inclusión de dos piezas no comprendidas dentro de un recital de ópera (la Farandole de “LA ARLESIANA” de Bizet y la Mazurka de ”COPPELIA” de Délibes). No obstante, personalmente una cree que la elección de las obras no fue elegida por azar, sino más bien todo lo contrario. Carlos Vieu no sólo tuvo una noche brillante, sino que su simbiosis con la Filarmónica fue total y absoluta, brindando lo mejor de sí mismo y sacando los mejores matices de todos y cada uno de los músicos a su cargo. Los solos de violín de Pablo Saraví y los de viola en el Intermezzo de MANON LESCAUT – a cargo de Kristine Bara- sonaron magistralmente, al igual que la parte del cello en el mismo –estupenda labor de José Araujo-, mientras que Natalia Silippo logró un bellísimo solo de oboe en “Addío del passato” de “LA TRAVIATA” y el clarinetista Matías Tchicouret hizo el difícil solo de su instrumento correspondiente a la Obertura de “LUISA MILLER”.  Demostró que no sólo es un excelente director de ópera, sino que también es capaz de dirigir música sinfónica y ballet (de hecho, ya lo hizo este año en “DON QUIJOTE”). Tanto las célebres Polonesa de “EUGÈNE ONEGUIN”  como la Mazurka de “COPPELIA” sonaron perfectamente acompasadas y el celebérrimo Intermezzo de “CAVALLERÍA RUSTICANA” fue de una belleza increíble, haciendo “cantar” a la orquesta. Y también fue apropiada la inclusión de la Obertura de “LUISA MILLER”, ya que hace muchos años que dicha ópera de Verdi no se toca en el Colón.
            Tras la mencionada obra de Bizet, Aída Garifullina hizo su presentación enfundada en un magnífico vestido rosa con campana plato y numerosos volados –al estilo de Scarlett O’Hara en “LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ”, que resaltaba su espléndida figura. Posee los rasgos característicos de la belleza de las mujeres tártaras –ojos almendrados, labios carnosos y pómulos ligeramente salientes- y se destacó en el aria de Julieta (“Je veux vivre”) por el bello color de su voz y la coloratura. Sin embargo, no sucedió lo mismo en la célebre aria de Mimí (“Sí, mi chiamano Mimí”), donde -por momentos- la orquesta la tapó y apenas se la escuchaba. Tuvo mejor suerte con el aria de Mussetta (“Quando m’en vo’”) de “LA BOHÈME”, pero le faltó el matiz seductor de la protagonista. En cambio, cantó a la perfección la Escena de la Muerte de “LA DONCELLA DE NIEVE”- título que jamás se canta en el Colón-, donde no sólo se destacó por la coloratura y el caudal vocal, sino también por el fraseo, la línea de canto y el perfecto dominio de su idioma natal.
            Para la segunda parte del concierto, Garifullina lució un soberbio vestido blanco con capa de larga cola e hizo una magnífica interpretación de la celebérrima aria de Violetta (“Addío del passato”), que le valió un cálido aplauso por parte del público. Lo mismo sucedió con la Élégie de Massenet –melodía sumamente bella y que también se canta muy pocas veces- , pero no sucedió lo mismo con la  Mattinata de Leoncavallo (aria reservada principalmente para los tenores). De todos modos, el público la aplaudió intensamente y la obligó a hacer un bis: “O mío babbino caro”, de GIANNI SCHICCHI. En lo personal, esta cronista cree que hubiera sido mejor haber invertido las cosas: cerrar el recital con la famosa aria de Puccini y haber ofrecido la de Leoncavallo como bis – ya que es una canzonetta napolitana, y no u aria, lo que se presta más-.
Debido a un compromiso impostergable esa misma noche, una debió partir raudamente. No obstante, a quien escribe le hubiera gustado no sólo que esta joven soprano  hubiera cantado más, sino también poder apreciarla en otro tipo de repertorio (ejemplo: obras rusas, entre  las cuales, le hubiera sentado muy bien el aria de Olga en “EUGÈNE ONEGUIN”- aprovechando que se tocó la Polonesa-, u otras arias para soprano lírica ligera tales como la  de Norina en “DON PASQUALE” o –dentro del repertorio francés- la de Rozénne en “LE ROI D’YS”, de Édouard Lalo). Si sabe elegirlo adecuadamente, podrá hacer una gran carrera. Aún es joven, bella y tiene todo para triunfar. El tiempo lo dirá.  

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