Presentación de Aída Garifullina en el Colón bajo la
dirección de Carlos Vieu
BELLEZA DE MUJER
Martha CORA ELISEHT
Algún lector diría que el título de
esta nota resulta más apropiado para un programa de revista de modas o de algún
programa de belleza de los que abundan en los canales de cable destinados al
público femenino. Pero Aída Garifullina no sólo posee una bella voz de soprano
lírica ligera que se destaca por su coloratura, sino también por ser una mujer
bellísima y sumamente elegante. Demostró estas últimas cualidades con holgura
durante su concierto de presentación dentro del ciclo de Abono de Grandes
Intérpretes Internacionales del Teatro Colón el pasado viernes 16 del
corriente, acompañada por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la
dirección del maestro Carlos Vieu.
Ganadora del Concurso Operalia 2013, esta joven soprano rusa
nació en Kazán y su madre es la maestra de coro Laylya Ildarovna, quien también
fuera su primera profesora de canto. Sin embargo, su debut a nivel mundial se
produjo en 2017, donde se consagró como ganadora del Premio ECHO Klassik. A
partir de allí, tomó notoriedad por haber participado de la ceremonia de
apertura del Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en Rusia el año pasado y
también cantó junto a Joyce Di Donato en el Concierto de París durante el
transcurso de ese mismo año. Por ende, se encuentra en los comienzos de su carrera
internacional y aún le falta cantar en los escenarios más importantes del
mundo. Su presentación en el Colón fue transmitida en directo no sólo por streaming, sino también por televisión,
lo que permitió su llegada a miles de telespectadores.
El programa estuvo compuesto por las
siguientes obras: Farandole de la Suite n° 2 de “LA ARLESIANA” de Georges Bizet (1838-1875), “Je veux vivre” de “ROMEO ET JULIETTE” de Charles Gounod (1818-1893), el Intermezzo dc “MANON LESCAUT” y “Sí, mi
chiamano Mimí” de “LA BOHÈME” de
Giacomo Puccini (1858-1924), la Polonesa de “EUGÈNE ONEGUIN” de Piotr
I. Tchaikowsky (1840-1893), la Escena de
la Muerte de “LA DONCELLA DE NIEVE” de
Nikolai Rimsky- Korsakov (1844-1908); la célebre Mazurka del ballet “COPPELIA” y “LES
FILLES DE CÁDIZ” de Léo Délibes (1836-1891); el Preludio al 3° Acto, seguido del aria “Teneste la promessa… Addío del passato” de “LA TRAVIATA” y la Obertura de “LUISA MILLER” de Giuseppe Verdi (1813-1901); “Quando m’en vo’” de “LA
BOHÈME” de Giacomo Puccini; el célebre Intermezzo
de “CAVALLERÍA RUSTICANA” de
Pietro Mascagni (1863-1945); Élégie de
Jules Massenet (1842-1912) y Mattinata, de
Riggiero Leoncavallo (1857-1919).
Al analizar el programa llaman la
atención dos cosas: la gran cantidad de obras para orquesta comprendidas dentro
del mismo y la escasa participación de la soprano. Por lo tanto, sería más
justo hablar del concierto para orquesta dirigido magistralmente por Carlos
Vieu con la participación de la soprano Aída Garifullina como estrella invitada
que del recital de Aída Garifullina. Por definición, un recital es una
manifestación musical donde el intérprete principal es la estrella y, por ende,
debe cantar la mayor parte de las obras, mientras que aquí sucedió exactamente
todo lo contrario. También llamó la atención de la inclusión de dos piezas no
comprendidas dentro de un recital de ópera (la Farandole de “LA ARLESIANA” de
Bizet y la Mazurka de ”COPPELIA” de Délibes). No obstante, personalmente una cree
que la elección de las obras no fue elegida por azar, sino más bien todo lo
contrario. Carlos Vieu no sólo tuvo una noche brillante, sino que su simbiosis
con la Filarmónica fue total y absoluta, brindando lo mejor de sí mismo y
sacando los mejores matices de todos y cada uno de los músicos a su cargo. Los
solos de violín de Pablo Saraví y los de viola en el Intermezzo de MANON LESCAUT –
a cargo de Kristine Bara- sonaron magistralmente, al igual que la parte del
cello en el mismo –estupenda labor de José Araujo-, mientras que Natalia
Silippo logró un bellísimo solo de oboe en “Addío
del passato” de “LA TRAVIATA” y
el clarinetista Matías Tchicouret hizo el difícil solo de su instrumento
correspondiente a la Obertura de “LUISA MILLER”. Demostró que no sólo es un excelente director
de ópera, sino que también es capaz de dirigir música sinfónica y ballet (de
hecho, ya lo hizo este año en “DON
QUIJOTE”). Tanto las célebres Polonesa
de “EUGÈNE ONEGUIN” como la Mazurka
de “COPPELIA” sonaron
perfectamente acompasadas y el celebérrimo Intermezzo
de “CAVALLERÍA RUSTICANA” fue de
una belleza increíble, haciendo “cantar” a la orquesta. Y también fue apropiada
la inclusión de la Obertura de “LUISA MILLER”, ya que hace muchos años
que dicha ópera de Verdi no se toca en el Colón.
Tras la mencionada obra de Bizet,
Aída Garifullina hizo su presentación enfundada en un magnífico vestido rosa
con campana plato y numerosos volados –al estilo de Scarlett O’Hara en “LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ”, que
resaltaba su espléndida figura. Posee los rasgos característicos de la belleza
de las mujeres tártaras –ojos almendrados, labios carnosos y pómulos
ligeramente salientes- y se destacó en el aria de Julieta (“Je veux vivre”) por el bello color de su voz y la
coloratura. Sin embargo, no sucedió lo mismo en la célebre aria de Mimí (“Sí, mi chiamano Mimí”), donde
-por momentos- la orquesta la tapó y apenas se la escuchaba. Tuvo mejor suerte
con el aria de Mussetta (“Quando m’en
vo’”) de “LA BOHÈME”, pero le
faltó el matiz seductor de la protagonista. En cambio, cantó a la perfección la
Escena de la Muerte de “LA DONCELLA DE NIEVE”- título que jamás
se canta en el Colón-, donde no sólo
se destacó por la coloratura y el caudal vocal, sino también por el fraseo, la
línea de canto y el perfecto dominio de su idioma natal.
Para la segunda parte del concierto,
Garifullina lució un soberbio vestido blanco con capa de larga cola e hizo una
magnífica interpretación de la celebérrima aria de Violetta (“Addío del passato”), que le valió un cálido aplauso por
parte del público. Lo mismo sucedió con la Élégie
de Massenet –melodía sumamente bella y que también se canta muy pocas
veces- , pero no sucedió lo mismo con la
Mattinata de Leoncavallo (aria
reservada principalmente para los tenores). De todos modos, el público la
aplaudió intensamente y la obligó a hacer un bis: “O mío babbino caro”, de
GIANNI SCHICCHI. En lo personal, esta
cronista cree que hubiera sido mejor haber invertido las cosas: cerrar el
recital con la famosa aria de Puccini y haber ofrecido la de Leoncavallo como bis – ya que es una canzonetta napolitana, y no u aria, lo que se presta más-.
Debido a un compromiso impostergable esa misma noche,
una debió partir raudamente. No obstante, a quien escribe le hubiera gustado no
sólo que esta joven soprano hubiera
cantado más, sino también poder apreciarla en otro tipo de repertorio (ejemplo:
obras rusas, entre las cuales, le
hubiera sentado muy bien el aria de Olga en
“EUGÈNE ONEGUIN”- aprovechando que se
tocó la Polonesa-, u otras arias para
soprano lírica ligera tales como la de Norina en “DON PASQUALE” o –dentro del repertorio francés- la de Rozénne en “LE ROI D’YS”, de Édouard Lalo). Si sabe elegirlo adecuadamente,
podrá hacer una gran carrera. Aún es joven, bella y tiene todo para triunfar.
El tiempo lo dirá.
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