viernes, 10 de julio de 2020


Excelente transmisión por streaming de “FRANCESCA DA RIMINI” en el Metropolitan

UNA JOYA RARAMENTE REPRESENTADA
Martha CORA ELISEHT

            Una de las principales ventajas que tienen las transmisiones por streaming desde los principales teatros líricos del mundo es poder apreciar óperas que raramente se representan en estas latitudes. En este caso, en el día de la fecha el Metropolitan Opera House de New York repuso “FRANCESCA DA RIMINI” de Riccardo Zandonai (1883-1944) con puesta en escena de Piero Faggioni, escenografía de Ezio Frigerio, vestuario de Franca Squarciapino, iluminación de Gil Wechsler y coreografía de Donald Mahler. La dirección orquestal estuvo a cargo de Marco Armiliato; la coral, de Donald Palumbo y como presentadora, Sondra Rabdanovsky.
            El elenco estuvo formado por los siguientes cantantes: Eva- María Westbroek (Francesca da Rimini), Marcello Giordani (Paolo Malatesta), Mark Delavan (Giovanni Gianciotto Malatesta), Robert Brubaker (Malatestino), John Moore (Simonetto), Philip Horst (Ostario), Keith Jameson (Toldo Berardengo), Stephen Gaertner (Berlingerio), Dina Kuznetsova (Samaritana, hermana de Francesca), Caitlin Lynch (Biancafiore), Renée Tatum (Adonella), Ginger Costa Jackson (Smaragdi), Gisella Larusdotir (Garsenda), Patricia Risley (Attichiara), Hugo Vera (Arquero) y Dustin Lucas (voz del Prisionero).
            Esta producción data del 2013 y no se representaba en el Met desde 1984, interpretada por Renata Scotto y Plácido Domingo. Es la más célebre de todas las óperas de Zandonai y fue compuesta en 1914 con libreto de Tito Riccordi, basada en la obra homónima de Gabirle D’Annunzio, inspirada a su vez en el Canto V de  La Divina Comedia de Dante Alighieri. La historia de los amantes adúlteros Paolo y Francesca ha inspirado a numerosos compositores, pero la de Zandonai tiene una particularidad: no sólo combina a la perfección el melodrama y la melodía italiana, sino que posee un poderoso dominio de la orquestación. No se caracteriza por presentar grandes arias, sino que la protagonista es la música y las voces, al igual que en PELLÉAS ET MELISANDE de Débussy. La melodía es bellísima y posee atisbos de romanticismo, atonalidad e impresionismo.  Consta de 4 Actos cortos, cada uno de los cuales se da en un ámbito diferente (Palazzo de Ostario, Torre de vigilancia, habitación de Francesca y Mazmorras del Castillo). Sólo la 2° escena del 4° Acto se desarrolla en la habitación de la protagonista, donde los amantes encontrarán la muerte a manos de Giovanni y Malatestino. Es una de las menos representadas en el mundo y la presente transmisión fue la última vez que se representó en el Met.
            La escenografía ideada por Ezio Frigerio muestra un típico palazzo italiano con balcón con balustrada y escaleras hacia ambos lados para representar la casa donde Francesca vive junto a sus hermanos Ostario y Samaritana en el 1° Acto. Sus damas de compañía adornan la habitación con flores mientras el juglar Simonetto canta la leyenda de Tristán. Aquí aparece el 1° paralelismo de la obra: Paolo Malatesta  debe pasar a buscar a la novia (Francesca) para entregarla como esposa a su hermano Giovanni Gianciotto. Sucede exactamente lo mismo con Tristán, quien se enamora de Isolda luego de beber el filtro de amor pero debe entregarla como esposa a su tío (Rey Mark). En este caso, cuando aparece el bello y rubio Paolo, él y Francesca se enamoran a primera vista. Ella le ofrece una rosa roja –símbolo de pasión- hasta que éste finalmente se inclina para besar su mano. En el 2° Acto –que transcurre en una Torree de Vigilancia- , el clima y la iluminación son totalmente sombríos y oscuros. Francesca se debate entre su amor por Paolo y su deber como esposa de su hermano Giovanni. El vestuario de época diseñado por Franca Squarciapino engalana esta representación, ambientada en la Italia del siglo XIII. Sucede lo contrario en el 3° Acto, donde Francesca y sus damas aguardan ansiosamente la llegada de la primavera hasta que aparece Paolo, quien se alejó ante la angustia de no poder olvidarla. Hasta que al leer la leyenda de Camelot, ambos confiesan su mutuo amor (“E la Regina vede al cava.liere”) mientras la música llega a su clímax. Por último, ante las amenazas de su cuñado Malatestino –quien se da cuenta de la situación y termina confesando la verdad ante Giovanni- , tiene lugar el desenlace fatal de la muerte de los amantes a manos de su esposo y de su mencionado cuñado. Mientras que la 1° escena se lleva a cabo en las mazmorras, la 2° tendrá lugar en la habitación de Francesca.
            Naturalmente, un director de orquesta de la talla de Marco Armiliato tuvo a su cargo la difícil tarea de dirigir esta auténtica joya musical. Supo poner énfasis en los momentos de mayor intensidad dramática y romántica y dejar que fluya la música como protagonista absoluta para acompañar el lenguaje gestual de los cantantes. El cellista Jerry Grossman ejecutó el bellísimo solo de su instrumento en la mencionada escena de la primavera. Asimismo, hubo un pequeño número de ballet en la misma, donde jóvenes bailarinas vestidas de rosa se movieron con gracilidad sujetando guirnaldas de flores blancas. Por su parte, el Coro también tuvo una destacada actuación en las escenas del cortejo nupcial en el 1| Acto y de los guerreros en el 2°.
            El rol protagónico estuvo a cargo de la soprano holandesa Eva- María Westbroek, quien encarnó una perfecta Francesca. Sus prodigiosas dotes vocales de soprano dramática supieron interpretar muy bien no sólo las escenas de amor, sino también el conmovedor dúo con su hermana Samaritana en el 1° Acto y con su dama de compañía Biancafiore en el 4° Acto. Y en cuanto a sus dotes histriónicas, cuando llega Paolo, ambos entrelazan sus manos a través de la reja del palazzo, para posteriormente, seguirse con las miradas frente a frente hasta desembocar en el momento cuando ella le entrega la rosa roja. Una actuación magistral tanto de su parte como del tenor Marcello Giordani, quien también repitió junto a ella el lenguaje gestual en el 3° Acto hasta desembocar en el tan ansiado beso que sella su pacto de amor. Desde el punto de vista vocal, se lo escucho mucho mejor y no tan exigido como en ERNANI. Y el barítono Mark Delavan dio el batacazo al encarnar un espléndido Giovanni Malatesta. No sólo estuvo muy bien caracterizado, sino que posee un bellísimo color de voz, caudalosa y con soberbios matices. Su fraseo y su línea de canto fueron impecables, al igual que los del tenor Robert Brubaker como el malvado y sanguinario Malatestino.  Ambos han sido excelentes actores y encarnaron un lenguaje gestual tan rico como el de la pareja protagónica. Con respecto de los roles secundarios, las cantantes que tuvieron a su cargo interpretar al grupo de damas que acompaña a Francesca (Biancafiore, Adonella, Smaragdi, Garsenda y Attachiara) estuvieron estupendamente bien, pero hubo dos que se destacaron: la soprano Caitlin Lynch como Biancafiore y la contralto Ginger Costa Jackson como la oriental Smaragdi (la única en quien la protagonista deposita su confianza y que a diferencia de las demás, viste un traje de odalisca rojo). Pero la voz que más impactó fue la de la mezzosoprano Dina Kuznetsova como Samaritana, quien se destacó en el dúo del 1° Acto junto a su hermana Francesca. El bajo Philip Horst dio vida a un muy buen Ostario, mientras que el tenor Keith Jameson interpretó un prudente y sabio Toldo Berardengo. El resto de los personajes secundarios masculinos también tuvo actuaciones destacadas.
            Es una pena que esta joya de la lírica se represente tan poco. Si se tiene en cuenta que faltó del repertorio del Metropolitan durante tanto tiempo, una no quiere ni imaginar hace cuánto tiempo falta de los escenarios porteños. El Colón tuvo el privilegio de ser el escenario de su estreno latinoamericano en 1915, con Rosa Raisa e Hipólito Lázaro en los roles protagónicos. Ojalá que algún día alguien se anime a reponerla en estos pagos, ya que se cuenta con los recursos necesarios y muy buenos intérpretes a nivel local como para poder hacerlo.  

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