viernes, 10 de julio de 2020


Otra histórica transmisión por streaming del Metropolitan de “IL TROVATORE”

 DRAMA VERDIANO DE ALTA CALIDAD
Martha CORA ELISEHT

            El pasado miércoles 8 del corriente, el Metropolitan Opera House de New York ofreció por streaming una transmisión histórica de uno de los más grandes clásicos de Giuseppe Verdi (1813-1901): IL TROVATORE, con  producción integral de Fabrizio Melano, escenografía de Enzo Frigerio, vestuario de Franca Squarciapino e iluminación de Gil Wechsler, con un elenco integrado por los siguientes cantantes: Luciano Pavarotti (Manrico), Eva Marton (Leonora), Sherill Milnes (El Conde de Luna), Dolora Zajick (Azucena), Mark Baker (Ruiz), Jeffrey Wells (Ferrando), Loretta Di Franco (Inez) y Ray Morrison (Gitano). La dirección de orquesta estuvo a cargo de James Levine y la del Coro, de David Stivender.
            Esta transmisión data de 1988 y al igual que en otras ocasiones, el material fílmico y sonoro se encuentra en perfecto estado de conservación para poder recrear este gran clásico de Verdi, cuyo libreto fue escrito por Salvatore Cammarano basado en la obra homónima de Antonio García Gutiérrez, escrita en 1836. Sin embargo, el libretista murió antes de concluir el mismo en 1852 y fue el joven Leone Emmanuele Bardare quien lo completó y revisó las arias principales: cambió la métrica de la canción de Azucena, añadió el cantabile del Conde de Luna (“Il balen del suo sorriso…”) y el de Leonora (“D’amor sull´ali rosee”). Se estrenó en Enero de 1853 en el Teatro Apollo de Roma y fue un suceso rotundo desde su primera representación. Junto con ERNANI, LA FORZA DEL DESTINO y DON CARLO forma parte de las óperas de Verdi ambientadas en España: en este caso, en Vizcaya y Aragón durante el siglo XV.  Este detalle fue muy tenido en cuenta para el riquísimo vestuario de época realizado por Franca Squarciapino para esta ocasión, donde los soldados del Conde de Luna y Ferrando lucen armaduras con faldas cortas, mientras que el Conde y Manrico lo hacen con largas túnicas. Los gitanos lucen trajes en tonos de rojo y marrón, con excepción de Azucena, que se presenta con un vestido en tonos de rosado y púrpura a rayas. Por su parte, Leonora se presenta ataviada con vestidos largos de corte princesa en tonos de morado, verde y azul en el 1°, 3° y 4° Actos respectivamente, mientras que luce velo blanco y traje con pechera de ese color cuando decide tomar los hábitos.
            La escenografía consta de una gran escalinata con paneles laterales que permiten los múltiples cambios de escena y el agregado de columnas en la escena en el convento del 2° Acto, mientras que al fondo se montan el castillo, la llegada de Leonora a la torre donde se encuentran prisioneros Azucena y Manrico y la escena final, donde el trovador es llevado al cadalso. La iluminación es muy oscura desde sus comienzos y la luz sólo se centra en los protagonistas principales y secundarios, con excepción del coro de los gitanos y la escena de la fortaleza de Castellar, donde las tropas del Conde festejan la victoria antes de atrapar a Azucena. Por último, cuando Manrico muere a manos del verdugo y Azucena le confiesa al Conde que ha matado a su propio hermano, la escena se ilumina en llamas cuando la gitana exclama que su madre ha sido vengada.
            Al igual que en otras oportunidades, James Levine se lució con una impecable dirección orquestal. Es un profundo conocedor de la partitura verdiana y lo demostró con creces en los preludios que abren los Actos y en el celebérrimo Coro de Yunques al inicio del 2° Acto. Puso énfasis en los momentos de mayor dramatismo y dulzura en las arias y dúos de amor. Lo mismo sucedió con el Coro bajo la estupenda preparación de David Stivender, luciéndose en la célebre Aria de los gitanos (“Vedi le fosche notturne spoglie”),  al inicio del 3° Acto (“Or co’dadi m afra poco”) y en el bellísimo “Miserere” del 4° Acto. Y en cuanto a los principales intérpretes, Eva Marton ha sido una excelente Leonora, haciendo gala no sólo de sus magníficas dotes histriónicas, sino de su bellísima voz desde su cavatina en el 1° Acto (“Tacea la notte placida”) y su cabaletta (“De tale amor, que dirsi”), al igual que en el trío final del mismo Acto (“Qual voce! Ah dalle tenebre”), en los dúos de amor con Manrico y en la célebre “D’amor sull’ali rosee” del 4° Acto. Por su parte, el legendario Sherill Milnes brindó un magnífico Conde de Luna desde el inicio (“Tace la notte”), pasando por la célebre “Il balen del suo soriso”, “Per me, ora fatale”, el dúo “In braccio al mio rival” hasta el dúo con Leonora del 4° Acto (“Udite?...Comme albeggi”) hasta el dramático final (“E vivo ancor!”). No sólo se destacó por su caudal y melodiosa voz, sino también por sus perfectas dotes histriónicas. Sin embargo, quien ha sido una auténtica revelación es la mezzosoprano Dolora Zajick, que brindó una dolida y temperamental Azucena desde su entrada luego del Coro de los gitanos (“Stride la vampa”), pasando por el dúo con Manrico (“Condotta ell’era in cepi”) y la cabaletta “Preigliarti ancoir languente” del 2° Acto, el trío “Giorni povero vivea”, el dúo “Sí, la stanchezza m’oprime, mio figlio” para cerrar con “Sei vindicata, o madre”. Su voz no sólo posee una bellísima coloratura, sino además un muy buen fraseo y unos brillantes matices dramáticos, que le permitieron componer al personaje en su totalidad. Y Luciano Pavarotti brindó un excelente Manrico, destacándose desde la romanza inicial fuera de escena “Deserto sulla terra”, pasando por el dúo con su madre adoptiva (“Soli or siamo”) y la célebre “Mai reggendo al’aspro assalto”, para luego lucirse en los dúos de amor con Leonora del 3° Acto (“Ah, sí ben mio, coll’essere”). Y con respecto de la cabaletta más representativa de esta ópera (“Di quella pira”), donde el tenor debe dar un Do de pecho al final de la misma, no pasó desapercibido al oído de esta cronista que la misma estaba un semitono más bajo. Evidentemente, una la volvió a escuchar y la comparó con la grabación que tiene de la ópera (Price/ Domingo/ Milnes/ Cossotto) y corroboró su impresión auditiva. Es lo único que empañó una soberbia actuación del gran divo italiano y uno de los más grandes intérpretes de esta ópera. También se lucieron Loretta Di Franco como Inez, Mark Baker como Ruiz y el excelente Ferrando a cargo de Jeffrey Wells, que tiene a su cargo la idea central del drama desde su aria inicial (“De due figli vivea padre beato”).
            Ha sido un auténtico placer disfrutar de otra versión histórica de una de las grandes óperas de Verdi, tan célebre y popular como LA TRAVIATA o RIGOLETTO. Y cuando se combinan todos los factores que influyen sobre el producto, el resultado final es una perfecta recreación del drama de este gran compositor italiano en todo su esplendor.  

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