viernes, 24 de julio de 2020


Gran transmisión histórica por streaming de “TANNHÄUSER” en el Metropolitan

ENTRE EL AMOR PROFANO Y EL AMOR SAGRADO
Martha CORA ELISEHT

            El pasado miércoles 22 del corriente, el Metropolitan Opera House de New York hizo gala de otra histórica transmisión por streaming reponiendo “TANNHÄUSER” de Richard Wagner (1813-1883) con dirección musical a cargo de James Levine, dirección coral de David Stivender, producción integral de Otto Schenk, escenografía de Gúnther Schneider- Siemssen, vestuario de Patricia Ziprodt e iluminación de Gil Wechsler. La coreografía estuvo a cargo de Norbert Vesak.
            La mencionada producción data de 1982 y contó con el siguiente reparto: Richard Cassily (Tannhäuser), Tatiana Troyanos (Venus), Eva Marton (Elisabeth), John Mc Curdy (Hermann, Landgrave de Turingia),           Bernd Weikl (Wolfram von Eschenbach), Robert Nagy (Walther von der Vogelweide), Richard Clark (Biterolf), Charles Anthony (Heinrich der Schreiber), Richard Vernon (Reinmar von Zwiter) y Bill Blaber (Pastor). También participaron seis integrantes del Coro de Niños de la institución interpretando a los pajes de la corte del Wartburg.
            Por su calidad fílmica y sonora, la presente versión de esta gran ópera romántica –según definición del propio Wagner- se halla también disponible en DVD. Es una de las más bellas obras compuestas por el genio de Bayreuth y en esta ocasión, se representó la versión de Viena (1881), que conjuga elementos de las versiones de Dresde y París y que es también la más vista y escuchada hasta nuestros días.
            El libreto también estuvo compuesto por Wagner sobre la base de tres leyendas medievales: la del caballero Tannhäuser (siglo XVI), la de los Caballeros y el Torneo de Canto del Wartburg –basada en un hecho verídico, ya que el Landgrave Hermann von Thuringen existió en la vida real y era protector de las artes- y la de Santa Elisabeth –nuera del Landgrave en la vida real, que enviudó a los 20 años y pasó el resto de su vida dedicada a las obras de caridad entre pobres y enfermos-. En el primer caso, Tannhäuser ha vagado por el mundo entero hasta establecerse en Venusberg, donde se produce su encuentro con la diosa del amor. Sin embargo, cansado de los placeres que la diosa le ofrece, decide volver al mundo real invocando a la Virgen María. Emigra a Roma para obtener el perdón de sus pecados por el Papa, pero es rechazado y el Sumo Pontífice le advierte que su bastón de madera se llenará de flores antes de perdonar a tamaño pecador. Desilusionado, regresa a Venusberg y desaparece para siempre. Mientras tanto, su bastón se ha llenado de flores –cosa que sucede en la escena final de la ópera-. En el segundo caso, el Landgrave Hermann organiza un torneo de canto, donde el caballero Heinrich von Offerdingen alaba a su maestro –el Duque Leopoldo-, motivo por el cual lo condenan a muerte, pero Sofía –esposa del Landgrave- intercede y evita que lo hieran. Lo que hace Wagner es fundir la figura de Sofía con la de Elisabeth, quien en este caso es la sobrina del Landgrave y el objeto amoroso de Tannhäuser, a quien ella llama cariñosamente Heinrich. Por lo tanto, también se funde el rol del caballero que ofende al Landgrave en la vida real con el empedernido pecador, que sólo hallará su salvación mediante el perdón del Papa.
            La espléndida Obertura –que conjuga los leitmotives del Venusberg, el coro de Peregrinos y la disyuntiva del protagonista debatiéndose entre el amor profano y el sagrado- contó con una perfecta marcación de James Levine, al igual que la Bacanal. No sólo dio vuelo y equilibrio sonoro a la orquesta, sino que también impartió su énfasis y entusiasmo habituales mediante sus gestos y dando las correspondientes entradas a los diferentes instrumentos. Luego de los primeros 80 compases que integran la misma, el telón se levanta para mostrar a los bailarines con torsos desnudos, pies descalzos y vestidos etéreos color carne y verde hoja, dando la sensación de estar completamente desnudos para dar lugar a la orgía en medio del bosque mediante un genial efecto de iluminación,  mientras Tannhäuser reposa junto a Venus y se escucha el coro femenino detrás de escena en pianissimo, una vez que el frenesí llegó a su clímax. Los bailarines se retiran paulatinamente para dar paso a los protagonistas, que despiertan luego del éxtasis de amor. Para la segunda escena del 1° Acto se empleó una escenografía sencilla –que se utilizará posteriormente en el 3° Acto, pero lo único que cambia es la iluminación-, donde Tannhäuser reposa al pie de una cruz hasta que se produce su encuentro con los caballeros del Wartburg –donde posteriormente, Elisabeth también yace hasta que Wolfram la encuentra, exhausta y deprimida por la separación y la condena del hombre al que ama-. La sala donde se llevará a cabo la competencia aparece ricamente decorada y muy bien iluminada, con doble hilera de ventanales en forma de arcos romanos de medio punto, con escaleras por donde suben y bajan el Coro, las trompetas y los protagonistas. El magnífico vestuario de época creado por Patricia Ziprodt permitió el lucimiento del Coro y los intérpretes.
            La caracterización de Tatiana Troyanos como Venus estuvo perfecta, luciendo un vestido clásico color dorado antiguo a la usanza griega con un tajo al costado, lo que permitía exhibir sus piernas. Es una excelente mezzosoprano y su desempeño actoral fue magnífico: provocativa, seductora, dispuesta a todo con tal de retener a Tannhäuser desde la primer aria (“Geliebter, sag, wo weitt dein Sinn?”) hasta la invitación a la gruta (“Geliebter, komm! Sieh dort die Grötte”) y sublime cuando le lanza su maldición. Y en el 3° Acto, aparece como una visión espectral mediante un perfecto efecto de iluminación junto a las ninfas y náyades sobre una tarina un tanto más elevada.
            En cuanto al protagonista, Richard Cassily no es un auténtico heldentenor. Tiene una voz potente, caudalosa y con buenos matices, pero que sonó un tanto áspera al inicio, cuando canta su canción pretendiendo dejar a Venus acompañado por su arpa. No obstante, posee el physique du rôle para dicho papel y su voz fue creciendo y afianzándose a medida que se desarrolló la función, luciéndose en la 2° escena del 1° Acto, donde se da cuenta que perdió su alma por sus pecados (“Wer ist dort im brüstigen Gebete?”) antes de su encuentro con los caballeros del Wartburg. Al referirse a Elisabeth, su pianissimo fue soberbio, al igual que el sexteto de voces que marca el final del 1° Acto (“Als die inkühnen Sange uns bestrittet”) y el dúo con Elisabeth del 2° Acto (“Der Gott der Liebe sollst du preisen”), hasta desembocar en el aria más dramática en el 3° Acto, donde se presenta como peregrino, con sus ropas rotas, su cabello desgreñado y su barba crecida (“Inbrust im Herzen”). Su caracterización también fue perfecta, al igual que la del barítono Bernd Weikl, quien brindó un magnífico Wolfram von Eschenbach, destacándose en sus dos arias principales: “Blick’ich umhrer in diese melden Kreise” y la celebérrima Canción de la Estrella Vespertina (“Wie Todesahnung… O, du mein holder Abendstern”), donde narra su amor por Elisabeth y a la vez, le canta al lucero de noche –que asimismo, representa a la Virgen María en la mitología cristiana-. También tuvo una destacada actuación el bajo Richard Clark como Biterolf y John Mc Curdy dio una auténtica cátedra de canto y actuación al interpretar al Landgrave Hermann desde su aparición en escena en el 2° Acto (“Dich treffe ich hier in dieser Halle”) hasta brindar su sentencia final enviando a Tanhhäuser a Roma tras la intercesión de Elisabeth (“Ein furchtbares Verbrechen ward begangen”). Y en cuanto a los roles secundarios, Bill Blaber interpretó al Pastor con una voz angelical de niño, dentro del perfecto marco brindado por los solos de oboe y corno inglés mientras se escucha el Coro de Peregrinos fuera de escena.
            La gran soprano húngara Eva Marton encarnó una angelical y doliente Elisabeth, cuya intervención fue magistral desde su aria de presentación en el 2° Acto (“Dich, teure Halle”), enfundada en una vestido largo con capa en tonos de marrón, beige y dorado para recibir a los participantes del torneo de Canto en el Wartburg. Y a medida que iba creciendo la intensidad dramática, su rostro se iba transformando acorde sucedían los acontecimientos, hasta llegar a pedir por la vida de Tannhäuser (“Hör bei mein Gottes Will”). Ya en el 3° Acto, su imagen lucía aún más angelical  enfundada en un vestido color celeste antes de su encuentro con Wolfram, rogándole a la Virgen María luego de no encontrar a su amado entre los peregrinos que regresaron de Roma (“Almäch’te Frau, hör mein Flehen!”). Dicha plegaria mereció la ovación del Met.
            La actuación del Coro merece un párrafo aparte, ya que no sólo se lucieron las voces femeninas desde el primer momento, sino también al entrar en el Wartburg al compás de la célebre Marcha Festiva (“Freudig begrüssen wir die elde Halle”), al repudiar a Tannhäuser por haberle cantado a Venus (“Heraus zum Kampfe mit una allen!”) y la famosa aria correspondiente al Coro de Peregrinos (“Beglückt darf nun dich, ihre Heimat zu schauen”).  Y es precisamente el Coro que cierra la ópera, cuando Wolfram le dice a su amigo que Elisabeth ha muerto para salvarlo (“Heil! Heil! Der Gnade Wunder Heil!”). La vara del peregrino florece antes que el protagonista expire, mientras la escena se ilumina (“Ich ward den Engel sol’ger Lohn”).  La redención por amor y la muerte son temas que redundan en el universo wagneriano y que en este caso, permiten la salvación del alma del protagonista.
            Merced a la excelente calidad fílmica y sonora del material en cuestión, una pudo volver a apreciar este gran clásico wagneriano con una exquisita interpretación de voces únicas, que han hecho historia y con una puesta en escena magistral, cuya excelsa música transporta al oyente a otro universo. En este caso, donde un hombre se debate entre el amor profano y el amor sagrado, que pese a los avances en materia de educación sexual, aún hoy sigue siendo una dicotomía. Hasta en eso Wagner es actual. 

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