viernes, 3 de julio de 2020


Gran transmisión por streaming de “LA NARIZ” de Shostakovich en el Metropolitan

UN IRÓNICO SENTIDO DEL OLFATO
Martha CORA ELISEHT

            Dentro de la gran gama de transmisiones por streaming que ofrece el Metropolitan Opera House de New York, la ópera moderna tuvo su revancha el jueves 2 del corriente con “LA NARIZ” (Nos) de Dmitri Shostakovich (1906-1975) en una producción  realizada por William Kentridge en 2013 en forma conjunta con el Festival de Aix- en- Provence y la ópera National de Lyon, con vestuario de Greta Goiris, iluminación de Urs Schönebaum y proyección en video de Catherine Meybourgh, dirección orquestal de Pavel Smelkov y dirección coral de Donald Palumbo. La soprano Patricia Racette actuó como presentadora.
            El elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes: Paulo Szot (Inspector Kovalyov), Alexander Lewis (La Nariz), Andrei Pppov (Inspector de Policía), Sergei Skorodvov (Iván, sirviente de Kovalyov), Gennady Bezubenrkov (Doctor), Barbara Dever (Madame Polanova), Ying Fang (Pelagevya, su hija), Vladimir Ognovenko (Iván Yakoievich, el barbero), Adam Willen (Yaritzkin, amigo de Kovalyov), Claudia Waite (Pratskoya, vendedora de pretzels), James Courtney (Redactor del diario), Stass Klassen (Viajero), Tatiana Zbirovskaya (Escorting Lady), Vadim Krol (Escorting Gentleman), María Gabrilova (Madre), Theodora Hanslowe (Matrona), Kathryn Day (Dama respetable) y un ensamble vocal compuesto por los cantantes Brian Konfes, Joseph Barron, Jeffrey Behrens, Matt Boehler, Kevin Bordette, Philip Corovkinos, Michael Forest, Brian Frutiger, Kevin Glavin, Christopher Job, Ricardo Lugo, Michael Meyers, Grigory Solokov, Tony Stevenson y Todd Wilander. Asimismo, paticipó también un ensamble compuesto por los siguientes actores: Szmezlana Chernova, Frank Colardo, Svetlana Kita, Stass Klassen, Vadim Krol, Eric Parillo, Dan Renkin, Dina Ross, Sasha Serrin e Irma Yesllievskaya.
            La primera ópera compuesta por Shostakovich lleva el Op.15 de su vastísima producción y se basa sobre la obra homónima del poeta ruso Nikolai Gogol (1809-1852), donde un funcionario de San Petersburgo pierde su nariz y la misma adquiere vida propia. El mismo compositor realizó el libreto en colaboración con Yevgeni Zamyatin, Alexander Preis y Georgy Iolnin entre 1928 y 1929.  El título original en ruso (“HOC”, o “NOS”) tiene su palíndromo: COH (“SON”), que significa “sueño”. No es casual que por ser una sátira, el autor se refiera a la pérdida de la nariz del protagonista como una pesadilla. Naturalmente, todo termina con un final feliz: Kovalyov se pasea despreocupado por San Petersburgo y vuelve a hacer de las suyas flirteando con las chicas bonitas. Para componer la música, Shostakovich recurre a canciones y melodías folklóricas rusas, atisbos de atonalidad y una serie de cánones y cuartetos para ordenar el caos –recurso tomado del compositor austríaco Alban Berg- , pero con su ironía y sarcasmo característicos. El resultado es una auténtica obra maestra, caracterizada por su gran virtuosismo. Su estreno se produjo en 1930 y las críticas fueron muy desfavorables. Sin embargo, el compositor británico Gerard Mc Burney la definió como “una de las mayores y mejores obras de Shostakovich. Un tour de force electrizante de acrobacias vocales, colores instrumentales y absurdo teatral a través de una mezcla desvastadora de risa y enojo. Y en manos irreverentes del compositor, es sumamente entretenida y perfectamente adaptable al teatro”.  Tras haberla visto y escuchado, es la definición perfecta para esta obra, según opinión de quien escribe.
            Debido a la cantidad de actores, cantantes y figurantes en escena, se representa muy poco. Tras su estreno, no volvió a representarse en la ex Unión Soviética hasta 1974, cuando el gran músico y director de orquesta Gennady Roshdestvensky encontró una copia de la partitura original en el Teatro Bolshoi de Moscú. Dicha reposición contó con la presencia del compositor. El estreno argentino se produjo en 1994 en el Colón bajo la dirección de Vladimir Agronsky, mientras que se representó por primera vez en el Met en 2010. El estreno en Estados Unidos se produjo en la Ópera de Boston en 2009.
            La escenografía creada por Kentridge para esta ocasión es sumamente sencilla, ya que se coloca todo el énfasis en la proyección de video. Esto no sólo permite realizar llos cambios de escena de manera rápida y efectiva, sino también dar vida a la nariz. Naturalmente, la misma aparece posteriormente en escena de color blanco con pantalones negros, mientras que se invierten los colores en la pantalla. Asimismo, también se proyectan en el video textos en ruso y en inglés –además de la traducción simultánea- para que la gente pueda comprender de qué se trata. En cambio, el vestuario del Coro y de los actores contrasta por su intenso colorido. También ha sido excelente la caracterización de los personajes. La duración total de la obra es de 1 hora 45 minutos, dividida en 3 actos. Por ende, resulta sumamente entretenida, interesante y por sobre todas las cosas, divertida. La nariz no sólo baila, sino que camina, corre, trepa escaleras y se sube a un caballo. Además, el video alterna la proyección de la nariz con películas documentales rusas de aquella época.  Y culmina con la palabra “END” (Fin) escrita en cirílico.
            El director ruso Pavel Smelkov tuvo la difícil tarea de recrear la partitura haciendo uso de la ironía y loa acordes tan ácidos –y tan característicos- del compositor, brindando una perfecta cátedra de dirección orquestal. Y el Coro contó con la magistral dirección de Donald Palumbo para recrear muchos momentos: en la Catedral de Kazán, la estación de trenes, las multitudes tratando de buscar a la nariz, donde se reúnen todo tipo de personajes. Los cantantes alternan con parlamentos –dados por el ensamble actoral- en las principales escenas donde el Coro actúa como una voz más: sobre todo, cuando leen los periódicos en el 3° Acto, que narran la historia de Kovalyov y la pérdida de su nariz. Y previamente al final, son los actores los que anticipan el mismo con un  parlamento irónico, diciendo que “este tipo de cosas no suceden muy a menudo”.
            El barítono Paulo Szot tuvo a su cargo el rol protagónico, demostrando ser un excelente actor, que se deprime tanto por haber perdido su nariz como por no poder pegársela una vez que la ha recuperado. Y cuando lo hace, se encuentra sumamente feliz, mientras que la nariz –proyectada en el video- se encuentra triste y abatida. Su voz posee unos invovcreíbles matices, ideales para las acrobacias vocales impuestas por el compositor. Y el tenor ligero Andrei Popov tiene una voz estupenda, con unos impresionantes agudos para interpretar el ultra difícil rol del Inspector de Policía. Y si bien la intervención vocal de la auténtica protagonista de esta historia es pequeña –cuando los policías intentan abusar de la vendedora Pratskoya- magníficamente caracterizada por una serie de anillos concéntricos sobre su busto y cintura, promocionando los pretzels- , la Nariz la defiende. Una espléndida actuación del tenor Alexander Lewis, cuya voz posee matices agudos e hiperagudos. Lo mismo sucede con el tenor Adam Willen, quien dio vida a Yaritzhin (el amigo de Kovalyov), al igual que su sirviente Iván, magníficamente interpretado por el tenor Sergei Skorodvov. Pero quien realmente se lució fue el bajo Vladimir Ognovenko como el barbero Iván Yakoievitch –responsable de haber afeitado al protagonista y de haber encontrado la nariz en su pan. Cuando intenta deshacerse de ella, la Policía lo atrapa. Su voz no sólo posee una coloratura bellísima, sino que es un soberbio actor, al igual que el barítono Gennady Bezubenkov como el Doctor. De las voces femeninas, las más sobresalientes fueron Claudia Waite (la vendedora Prastkoya), la mezzosoprano Barbara Dever (Madame Polanova) y la soprano ligera Ying Fang, quien dio vida a su hija (Pelageyva) y se destacó por su espléndido dominio de las notas agudas en la escena de las cartas –para romper la maldición, ya que Kovalyov no quiere casarse con ella- .Asimismo, Kathryn Day tuvo una gran actuación como la Dama Respetable.
            Ha sido una lástima que una haya descubierto esta obra tan tarde, ya que no estaba preparada para la correcta interpretación y discernimiento de la ópera moderna cuando se produjo su estreno local en el Colón. Gracias al streaming, una la ha podido disfrutar y apreciar. Es raro que dentro de una ópera haya ironía y sarcasmo como en este caso; por lo tanto, bien vale la pena vencer los prejuicios y descubrir un irónico sentido del olfato con la brillante música de Shostakovich. La combinación perfecta de una auténtica obra maestra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario