martes, 28 de junio de 2022

 

Espectacular concierto de la Sinfónica Nacional junto al Polifónico en el CCK

 

ESTILO Y TALENTO CON SELLO PROPIO

Martha CORA ELISEHT

 

            No es frecuente que dos o más entidades de la Dirección Nacional de Organismos Estables ofrezcan un concierto en forma conjunta, pero cuando esto sucede representa no sólo un logro por parte de dicho organismo estatal, sino también una fiesta para el público que asiste. En este caso, la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional se presentaron conjuntamente en un concierto sinfónico coral que tuvo lugar en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner (CCK) el pasado miércoles 22 del corriente, con la participación de Manuel Quiroga (violín). La dirección orquestal estuvo a cargo de Emmanuel Siffert y la coral, de Antonio Domeneghini, en un programa formado por las siguientes obras:

-          La Bruja de Atlas- Granville BANTOCK (1868-1946)

-          Concierto n°5 para violín y orquesta en La mayor “Turco”, K.219– Wolfgang A. MOZART (1735-1791)

-          Sinfonía n°6 “Coral”- Eduardo ALONSO CRESPO (1956) (estreno)

Basada en el poema homónimo de Percy Shelley, Sir Granville Bantock compuso el poema sinfónico La Bruja de Atlas en 1902. Lleva en número 5 de esta serie y es una obra de exquisita musicalidad en estilo romántico tardío, que se inicia con un solo de violín apoyado por un trémolo en cuerdas hasta la entrada del corno inglés y clarinete en contrapunto, seguido por solos a cargo del violoncello y la viola. La línea cromática continúa con un glissando que crea cierto clima romántico con aire de misterio -por momentos, recuerda a Glazunov o Rachmaninov-. Posteriormente, le sigue un tema intensamente dramático introducido por el cello y seguido por un acorde fff (fortissimo) por parte de la orquesta hasta que el solo de arpa retoma la calma tras la tormenta. El cello vuelve a introducir el tema romántico inicial tras el solo de arpa en tomo mayor, que contrasta con el tutti orquestal en tono menor. Finalmente, la obra se cierra con capitulación del tema romántico inicial. No sólo Siffert le sacó brillo a la Sinfónica en todo su conjunto, sino que los instrumentos solistas tuvieron una destacadísima labor (el concertino Daniel Robuschi, el cellista Diego Sánchez, el violista y la arpista Adriana Ruiz Scheira). La labor desempeñada por los músicos se vio coronada por numerosos aplausos.

Mozart compuso su célebre Concierto en La mayor para violín y orquesta K.219 entre 1775 y 1780, pero aún no se sabe con certeza para quién fue escrito. El mote de “Turco” se debe al contraste en los pasajes del último movimiento con respecto de la música de dicho país. Consta de la clásica estructura en 3 movimientos (Aperto: Allegro- Adagio/ Adagio/ Rondó- Tempo di Minuetto), donde el solista Manuel Quiroga hizo gala de su fraseo y maestría, mientras que Siffert logró un sonido muy equilibrado y compacto. Los solos y cadencias centrales por parte del instrumento solista estuvieron ejecutadas con suma precisión, al igual que la entrada en el Rondó final, con un perfecto acompañamiento por parte de la orquesta.

La Sinfonía n°6 “Coral” Op.35 del compositor tucumano Eduardo Alonso Crespo fue compuesta por encargo de la Orquesta Sinfónica Nacional en 2019 y consta de dos movimientos, que narran el conflicto persistente entre los recursos naturales y el derecho a la posesión de la tierra versus la codicia humana en aras de un crecimiento económico desmedido, que a la larga lleva a la depredación y destrucción del medio ambiente. Esto se ve plasmado en los dos movimientos de la obra: Adagio contemplativo – que narra la belleza de la Tierra y la concepción de los pueblos originarios respecto a vivir en paz y en armonía con la Naturaleza- y un Allegro furioso -caracterizado por la destrucción de los recursos naturales- que contiene un mensaje:  “El hombre puede salvar a tiempo su destino si vuelve a sus raíces”. Este magnífico verso del poeta y músico salteño Marcelo Sutti -miembro fundador de la Orquesta Sinfónica de Salta- lo coloca en la voz del coro. Los textos pertenecen al mencionado poeta, a Gradual Romano y al propio compositor y la sinfonía tiene una duración aproximada de 25 minutos. La orquestación comprende cuerdas, timbales, percusión, dos flautas con piccolo, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones, tuba y arpa, además del coro a 4 voces. El Adagio contemplativo se inicia con un glissandi a cargo de las cuerdas, seguido por percusión hasta que la flauta solista toma la melodía -muy buena labor de Patricia Da Dalt al respecto- previamente a la entrada del coro (“Secando los sabores del rocío”). Posteriormente, un poderoso tutti orquestal exalta a la Naturaleza en todo su esplendor con una melodía con ribetes de ritmos folklóricos del Norte argentino y música andina en línea romántica. En el presente caso, Emmanuel Siffert supo imprimir con sello propio el mensaje del compositor, logrando un muy buen equilibrio entre las 4 voces del coro y también, entre este último y la orquesta mediante una excelente marcación y precisión en las entradas de los instrumentos y del coro. La melodía posee un bellísimo solo de oboe -magistral interpretación de Rubén Albornoz- que marca el amanecer hasta la aparición de un segundo tema -más melódico y nostálgico, introducido por las violas y los cellos hasta la intervención del coro (Canción del Ceibo)-. Desemboca en un crescendo orquestal que se desvanece paulatinamente para dar paso al coro. En cambio, el Allegro furioso se inicia con un poderoso tutti a cargo de las cuerdas, percusión y trombones antes de la intervención del coro que revela la cruda realidad de la desvastación causada por la codicia humana (Dies Irae). Un solo de flauta toma la melodía previamente al stacatto en cuerdas para poder luego intercalar el canon del coro a 4 voces (bajos/ tenores/ contraltos/ sopranos) (“Miren la tierra dolida”). Un cantábile en cuerdas remonta a la sensación de calma tras el caos producido por la destrucción del medio ambiente. Por el contrario, la esperanza está dada por el solo de violín y viola en contrapunto con otro canon coral (“Un canto de resurrección”; “Música de la mañana”) hasta el stacatto orquestal donde el coro canta el mensaje principal de la obra (“El hombre puede salvar su destino si vuelve a sus raíces”). La sinfonía cierra con un ostinato que desemboca en un tutti orquestal amalgamado con el coro. La preparación de este último a cargo de Antonio Domeneghini fue magnífica, al igual que la impecable dirección de Siffert. La obra fue muy bien recibida por el público y el Auditorio Nacional estalló en aplausos. Y como no podía ser de otra manera, el director invitó al compositor a subir al escenario.

  

            Después de muchos traspiés, inconvenientes, retiro de músicos y situaciones de crisis que llegaron al límite antes de la pandemia, la Sinfónica Nacional ha resurgido de sus cenizas. El hecho de contar con una mayor estabilidad laboral, una mejor remuneración económica -merced al convenio laboral logrado entre el Ministerio de Cultura de la Nación y la Dirección Nacional de Organismos Estables-, contar con el CCK como sede propia y los nombramientos a concursos para establecer cargos vacantes son factores que han permitido esta recuperación y que a la vez, le permite abarcar un repertorio sinfónico mucho más amplio, con mayor cantidad de instrumentistas y por lo tanto, poder estrenar obras como esta última. Uno de sus principales objetivos es la difusión de la música de compositores argentinos -tanto estrenos como obras ya conocidas- y lo está cumpliendo con creces durante el transcurso del corriente año. Por su parte, el Polifónico canta cada vez mejor. Es un lujo poder escuchar en forma conjunta a la mejor orquesta y uno de los mejores coros del país para lograr y plasmar proyectos en común.   

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