Tres chilenos en triunfales
direcciones…
Por Jaime Torres Gómez
Ha
sido asombroso el nivel de recuperación
de la actividad musical en pandemia, pudiendo asistirse a una
apreciable cantidad de presentaciones en diversas instituciones.
Lo
anterior no ha dado espacio para consignar todo lo visto, y de ahí la tardanza en
publicar las críticas… dando cuenta de un saludable estado de normalización de las actividades, amén de
contemplarse propuestas con mayor valor agregado ante la creciente concurrencia
de un público cautivo allende los avatares pandémicos…
Dentro
de lo presenciado, es menester destacar tres
relevantes presentaciones a cargo de jóvenes
y talentosos directores nacionales con circulación internacional, como Paolo Bortolameolli, Luis
Toro Araya y Lautaro Mura.
En
el caso de Paolo Bortolameolli, de importante internacionalidad como Residente
de la prestigiosa Filarmónica de Los
Ángeles más relevantes actuaciones de invitado con orquestas de rango mundial,
recientemente se le vio como flamante Titular
de la Sinfónica Nacional Juvenil luego
de un importante titularato de Maximiano Valdés, y debutando con un deslumbrante concierto realizado en la
magnífica sala de Corpartes, de
privilegiadas condiciones acústicas y actualmente facilitada a esta agrupación
para el desarrollo de su temporada.
Esta
presentación en sí constituyó un multivariado
hito, en cuanto confluyeron varios elementos como el debut de un renovado orgánico
de músicos -prácticamente en su totalidad-, asimismo la presencia de las nuevas
autoridades de la Fundación de Orquestas
Juveniles e Infantiles (Foji), encabezadas por la actual Primera Dama de la
Nación junto al nuevo Director Ejecutivo, el destacado
compositor nacional Miguel Farías, y
musicalmente, como relevante hito, el
estreno mundial del Concierto
para Piano de Jorge Peña Hen, emblemática figura
de la música nacional asesinado en
1973…, proyecto postergado tras el estallido
social y luego por la pandemia.
Tratándose
de una obra de juventud dedicada a su
futura esposa, se aprecia una exploración de una variopinta estética, signada
por un eclecticismo post romántico de
atractivos giros modernistas con influencias de Paul Hindemith, Max Reger, y algo de Arthur Honneger, Sergej
Rachmaninoff e incluso del chileno Domingo
Santa-Cruz (en el tratamiento del contrapunto).
No
obstante disponer de una idiomática
escritura pianística más un buen
manejo de la orquestación, su relato
a ratos se torna divagatorio
(especialmente el tercer movimiento) e incluso prosopopéyico, amén de un manejo
ineficiente de la economía discursiva
(innecesariamente largo…). Así, disponiendo de méritos para incorporarlo con
relativa jerarquía a la literatura de piano y orquesta chilena, empero no
llega a las cimas de los conciertos
de Enrique Soro, Gustavo Becerra, Alfonso Leng, Alfonso Letelier, Domingo Santa-Cruz, Juan Orrego Salas y Juan
Allende-Blin…
Excelente
cometido de la destacada pianista rusa radicada en Chile Svetlana Kotova -fundamental
en el rescate de esta obra-, obteniendo precisa digitación y soberbio manejo de
los planos sonoros. Y la alada labor de concertación de Bortolameolli, del mayor
encomio en ajuste grupal y calidad de sonido.
Luego,
en la segunda parte, se presenció una atrapante versión de las Suites 1 y 2 del ballet “El Sombrero de 3 Picos” de Manuel de Falla, donde Bortolameolli se mostró soberanamente idiomático, auscultando
toda la frescura emanada de la propia partitura. Grandes logros en colores,
timbres, transparencias y neurálgico pulso, obteniendo de los jóvenes músicos
una entrega de contagiosa vitalidad y excelencia global, dando cuenta de un
revitalizado liderazgo de continuidad
al reconocido trabajo formativo por
décadas.
Por
su parte, el concierto de la Orquesta de Cámara de Chile, organizado por la Corporación Cultural de Las Condes y realizado en un grato espacio
contiguo de la Parroquia San Vicente
Ferrer, estuvo deslumbrantemente dirigido
por Luis
Toro Araya, multipremiado maestro
chileno en relevantes concursos
internacionales. Dentro de su ascendente carrera, hoy ostenta el cargo de Director Asistente de la prestigiosa Orquesta Nacional de España, posición
ganada en un concurso internacional ante varias decenas de postulantes.
Abrió
con una notable versión de la Obertura Coriolano, de L.V.
Beethoven, exhibiendo completo dominio de la obra. Idiomáticos logros en carácter (de trágicos tintes), contrastes
temáticos (calibrados fortes y
delicados pianissimi) y certeras
exposiciones globales. Fabulosa respuesta
de los camaristas chilenos ante los
autorizados requerimientos de la joven y talentosa batuta.
Posteriormente,
con radical giro programático, una impactante
entrega del Divertimento para Cuerdas de Béla Bartók, obra de
extremadas dificultades técnicas (como toda la producción bartokiana…). Con
irreprochable idiomatismo, Toro Araya
hilvanó un discurso interpretativo sin sinuosidades, obteniendo una respuesta de completa adherencia de los camaristas
nacionales. Notable trabajo de articulaciones, transparencias, planos
sonoros y matizaciones. Grandes logros de conjunto e individuales, especialmente
los solos del concertino, Hernán Muñoz.
Como
última obra, una versión de importantes logros de la Sinfonía N° 59 (“Feuer”,
“Fuego”) de F.J. Haydn. Siendo una
obra de magnética expresividad, a lo largo de sus cuatro movimientos existe una
atractiva variedad de contrastes que en su conjunto proveen una progresiva
linealidad auditiva. Notables aciertos en carácter y estilo, asimismo un artesanado
trabajo de texturas y dinámicas, elementos de elocuentes méritos para calibrar
el talento de un emergente talento nacional de la dirección de orquesta,
esperando se le pueda ver prontamente en mayores colaboraciones con más
orquestas del país.
Finalmente,
una importante presentación de la Orquesta Clásica de la USACH
dirigida por Lautaro Mura. Este talentoso director, al igual que Paolo Bortolameolli, ha sido formado por
David del Pino Klinge, complementando
luego sus estudios en Alemania, país
donde actualmente reside, y donde está vinculado principalmente a ensembles de
música contemporánea.
Por
su parte, la labor de la Orquesta de la
USACH -injustamente, a veces-, no ha tenido una ideal cobertura mediática,
circunscribiéndose (quizás, en exceso…) a un ámbito universitario sin mayor visibilidad
nacional, máxime al tratarse de una agrupación
de excelencia… esperándose pueda ampliarse su alcance geográfico en lo
pronto.
Con
un atractivo programa clásico-romántico
que incluyó el Idilio de Sigfrido de R. Wagner y la Cuarta Sinfonía de L.V.
Beethoven, constituyó una inmejorable plataforma para apreciar la
musicalidad de Lautaro Mura, dando
muestras de una solvente formación artística y técnica.
En
el caso del Idilio wagneriano, si
bien al inicio se dio un espesor sonoro algo grueso más cierto desbalance entre
las voces instrumentales, a poco andar hubo una debida amalgama perfectamente
correlacionada al certero discurso interpretativo del maestro Mura, con inteligente adopción de tempi, transparencias y
empáticas resoluciones de carácter.
Y
con una gran versión de la Cuarta
beethoveniana se puso término a esta solidísima jornada de la Orquesta USACH, que por años ha brindado
importantes aportes a la difusión de atractivos repertorios y a buenos niveles
de entrega. Grandes logros en claridad y linealidad discursiva, desde un
hipnótico logro de lo misterioso discurrido en la primera sección del primer movimiento (notable la entrada dada al primer acorde) más
una vitalidad irrefrenable en los
desarrollos posteriores en toda la obra, signado de hermosos fraseos, soberbio
manejo de las dinámicas, contrastes y balances, amén de una respuesta con
extraordinario sentido de ensemble de toda la orquesta. Un triunfo artístico
superior…
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