Impecable actuación de Srba Dinič al
frente de la Filarmónica
REFINADO,
PRECISO Y SUTIL
Martha
CORA ELISEHT
Tal
como se mencionó en la nota anterior sobre las características del presente
Ciclo de Conciertos de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA), el mismo
reúne a prestigiosos directores invitados. Esta vez fue el turno del serbio
Srba Dinič, quien tuvo a su cargo la dirección del concierto correspondiente al
pasado viernes 4 del corriente con la participación del flautista Claudio
Barile como solista, en un programa integrado por las siguientes obras:
-
Obertura en Do mayor- Fanny
MENDELSSOHN (1805-1847)
-
Concierto para flauta y
orquesta en Re menor n° 2, Op.31- Franz DANZI
(1763-1826)
-
Sinfonía n°4 en Do
menor “Trágica”, D.417- Franz SCHUBERT
(1797-1828)
Tras
los consabidos anuncios y la correspondiente afinación de instrumentos, el concertino
Pablo Saraví se dirigió al público munido de un micrófono para realizar
algunos anuncios, hecho que sorprendió al público presente esa noche en el
Colón. Entre otras cosas, aprovechó la ocasión para resaltar el trabajo de los
músicos y brindar la despedida a dos integrantes de la orquesta que se han
jubilado: el trombonista Manuel Campos y el violinista Alejandro Wajnerman. De
paso, denunció algo que dejó atónita a la audiencia: es inconcebible que luego
de prácticamente 40 años de carrera dentro del teatro, los que han formado
parte de los Cuerpos Estables del Colón no puedan asistir más al teatro cuando
se jubilen. Un hecho lamentable e inconcebible, deplorable y deleznable desde
todo punto de vista.
Una
vez que todos los músicos estuvieron en sus puestos, Srba Dinič hizo su
presentación para dirigir la mencionada Obertura de concierto de Fanny
Mendelssohn. La hermana del célebre compositor alemán no sólo ha sido una
excelente pianista, sino además una compositora que escribió numerosa música de
cámara, oratorios y cantatas. No era usual en aquel entonces que una mujer se
dedicara plenamente a la música, pero Fanny sí lo hizo, desobedeciendo el
mandato paterno y con el apoyo de su esposo -el pintor Wilhelm Hensel-. Fue
compuesta entre 1830 y 1832 para ser interpretada en una serie de veladas
matutinas que tenían lugar en casa de los Mendelssohn cada domingo (Sonntagmusiken)
y es la única obra que compuso para gran orquesta. Dura sólo 10 minutos,
pero posee una rica y profusa orquestación, con pasajes para los vientos y las
cuerdas por separado de innegable belleza. Posteriormente, cayó en el olvido
hasta que por iniciativa de Judith Rosen -integrante de la Junta de la
Filarmónica de Mujeres en San Francisco- se pudo reconstruir la partitura y
salió de su ostracismo en 1992. Dinič ofreció una versión que se caracterizó
por ser muy precisa, refinada y sutil, donde todos los solistas de los
diferentes bloques de instrumentos pudieron lucirse.
En
su época, el alemán Franz Danzi fue tan popular como Mozart y Haydn y su música
cabalga entre el clasicismo tardío y el romanticismo temprano. Una de las
características de sus composiciones es que permite siempre el lucimiento del
instrumento solista en un claro ejemplo de virtuosismo, pero a la vez, logrando
un todo mediante una perfecta y equilibrada combinación entre el instrumento
solista y la orquesta. Además de sus célebres quintetos para vientos, compuso
4 conciertos para flauta y orquesta, de los cuales el Concierto n°2 en Re
menor data de 1806 y consta de 3 movimientos: Allegro/Larghetto non
troppo/ Polacca, que fueron ejecutados con sutileza, maestría y precisión
por Claudio Barile y Srba Dinič. Si se le suma el hecho que Barile lo tocó de
memoria, fue un valor agregado a la maestría de este gran intérprete, que dio
sobradas muestras de virtuosismo en el Allegro inicial, en el Larghetto
central -donde hubo un excelente contrapunto con fagot y corno, con las
destacadas actuaciones de William Thomas Genz y Martcho Mavrov respectivamente-
y en la Polacca final, donde la flauta posee pasajes caracterizados por trinos,
arpegios y arabescos de difícil resolución. Al finalizar, el público
estalló en aplausos y Barile tomó el micrófono para dedicar el concierto a la
memoria de su maestro -Domingo Rullo-, a su madre y a los músicos que se
jubilaron. Y decidió ejecutar un bis: El sueño de la cabra de Arthur
Honegger (composición poco conocida por estas latitudes), donde volvió a dar
muestra de su maestría y musicalidad y se retiró ovacionado.
La
Sinfonía n°4 en Do menor (“Trágica”) fue compuesta por Schubert cuando
tenía tan sólo 19 años en 1816 y es la primera de sus sinfonías en tono menor.
No es que sea una obra de carácter trágico en sí misma, sino que dicho mote
surgió de la concepción beethoveniana. Sus 4 movimientos (Adagio molto-
Allegro vivace/ Andante/ Menuetto- Allegretto vivace/ Allegro) poseen
cierto carácter melancólico al inicio, pero luego se torna netamente romántica,
de gran belleza cromática. La última vez que se interpretó en 2019 dentro del
ciclo de Abono de la Filarmónica no tuvo una buena repercusión; por lo tanto,
Srba Dinič la reivindicó mediante una versión que no sólo reunió las
características del título de esta nota, sino que además enfatizó los pasajes
más melancólicos y los más románticos mediante una impresionante marcación y
equilibrio sonoro. La Filarmónica brilló como pocas veces y luego de los
aplausos, el director hizo pasar a Campos al escenario para reunirse con
Wajnerman, mientras los lacayos les ofrecieron los correspondientes ramos de
flores y el público, sus aplausos.
A
propósito de los anuncios sobre apagar los teléfonos celulares y colocarse el
barbijo en virtud de las disposiciones sanitarias vigentes, ¡no sería bueno
colocar un anuncio rogando a la gente que no aplauda entre movimientos?... No
sólo desconcentra a los músicos, sino que también demuestra una tremenda falta
de educación por parte del público que quizás -en muchos casos- asiste por
primera vez a una sala de conciertos. Basta sólo con grabar un anuncio
explicando los motivos y de paso, se prepara y se forma al público. Educar al
soberano también es forjar el futuro.
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