Estupenda ejecución del Réquiem de Mozart en el
Colón a cargo de Evelino Pidó
CUANDO LA EXQUISITEZ Y EL BUEN
GUSTO VAN JUNTAS
Martha CORA ELISEHT
El pasado sábado 20 del corriente tuvo lugar la primera
de las tres funciones del Abono Sinfónico Coral en el Teatro Colón, donde se
interpretó el Réquiem en Re menor, K.626 de
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), a cargo de la Orquesta Estable del Colón, dirigida
por Evelino Pidó y el Coro Estable del mencionado teatro, bajo la dirección de
Miguel Ángel Martínez. Participaron los siguientes solistas: Oriana Favaro
(soprano), Guadalupe Barrientos (mezzosoprano), Santiago Ballerini (tenor) y
Lucas Debevec- Mayer (bajo).
Esta obra es una de las más bellas composiciones del
genio de Salzburgo, que dejó inconclusa luego de su temprana muerte- acaecida
en 1791- y que fuera completada por su discípulo Franz Süssmayer, quien tuvo a
su cargo la composición de varios fragmentos de la misma –Sanctus, Benedictus y Agnus
Dei- y que tuvo la genialidad de cerrar con la misma melodía que Mozart
compuso para la apertura de la Misa – Réquiem
y Kyrie- el último número (Lux aeterna, a cargo de la soprano solista). De esta manera, la
obra se cierra con la música original de Mozart y toma un sentido cíclico.
Comprende 14 números en total: Réquiem,
Kyrie, Dies Irae, Tuba Mirum, Rex Tremendae, Recordare, Confutatis Maledictis,
Lacrimosa, Domie Jesu, Hostias, Sanctus, Benedictus, Agnus Dei y Lux Aeterna.
La versión ofrecida por Evelino Pidó fue un sinónimo de
exquisitez, maestría, buen gusto y perfecto equilibrio sonoro entre la
orquesta, el Coro y los solistas. Este eximio director italiano –quien ya
dirigió hace dos años atrás La Traviata
en el Colón- se caracterizó por marcar debidamente los tempi y lograr una sonoridad luminosa, prístina, y, por sobre todas
las cosas, muy bien equilibrada. Hizo lucir simultáneamente a la orquesta y al
Coro -excelentemente bien preparado por Miguel Ángel Martínez- y, además, dio
preponderancia a los solistas, pero de tal manera que ninguno descolló por
sobre el resto. Tal es el caso de Guadalupe Barrientos, quien brindó una
excelente versión de su parte, segura y muy bien preparada. Lo mismo sucedió
con Santiago Ballerini y Oriana Favaro, quienes se destacaron en sus
respectivas arias –sobre todo, en el Lux
Aeterna final, donde sus pianissimi fueron
magistrales-. Lucas Debevec- Mayer también ofreció una espléndida versión del Tuba Mirum, donde pudo apreciárselo en
todo el registro de bajo. Lamentablemente, hubo que consignar un error cometido
por el trombón solista en la introducción instrumental de dicha aria, que puede
decirse que fue el único punto flojo que tuvo la velada. Fuera de ese pequeño detalle,
la Estable sonó magistralmente bajo la batuta del italiano.
Al finalizar la función, llamó la atención que el público
presente no estallara en un aplauso contundente y rotundo. Puede ser que mucha
gente no esté debidamente familiarizada con la obra y, por ende, no supo
comprenderla en toda su plenitud. Sin embargo, fue una versión memorable, donde
la exquisitez y el buen gusto fueron de la mano de uno de los mejores
directores de la actualidad, quien supo darle su imprompta y su sello
personales al mencionado Réquiem. No
sólo ha sido un excelente comienzo de Abono, sino además, una versión
histórica, como hacía mucho tiempo que no se escuchaba algo tan perfecto sobre
el escenario del Colón.
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