Excelente apertura de la Temporada de Ballet en el
Colón con “DON QUIJOTE”
MERECIDO HOMENAJE AL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA
Martha CORA ELISEHT
La Temporada de Ballet Estable del
Teatro Colón abrió sus puertas con un clásico: “DON QUIJOTE”, de Ludwig Minkus,
con coreografía de un astro de la danza mundial: Vladimir Vassiliev
–considerado como el mejor bailarín del mundo por parte de la prensa
internacional, al igual que quien escribe- , que retornó al Colón luego de una
prolongada ausencia. Las funciones se representaron con diferentes solistas
entre los días 3 al 14 de Abril inclusive y esta cronista tuvo la oportunidad
de apreciar la función ofrecida por el Ballet Estable el pasado domingo 7 del
corriente, con los siguientes intérpretes: Isaac Hernández (Basilio), Margarita Shrainer (Kitri/
Dulcinea), Igor Gopkalo (Don Quijote),
Roberto Zarza (Sancho Panza), Maximiliano
Cuadra (Camacho), Gerardo Wyss (Espada), Ayelén Sánchez (Mercedes), Ludmila Galaverna y Camila
Bocca (amigas de Kitri), Matías de
Santis (padre de Kitri), Natalia
Pelayo (Gitana), Sergio Hochbaum (Gitano), Paula Cassano (Reina de las Dríadas), Georgina
Giovannoni (Cupido) y Julián Galván (Tabernero).
La dirección del Ballet estuvo a
cargo de Paloma Herrera –Directora Estable de la agrupación- , mientras que
Viktor Barykin se desempeñó como asistente de coreografía. La escenografía
estuvo a cargo de Enrique Bordolini, con vestuario de Eduardo Caldirola e
iluminación de Rubén Conde. Actuó la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo
la dirección del Maestro Carlos Vieu en el podio.
A diferencia de la conocida
coreografía de Zarko Prebil, la presentada por Vassiliev arranca desde el
prólogo con una modificación inteligente: en lugar de presentar a Don Quijote
como el personaje de Cervantes que enloquece a costa de leer numerosas novelas
de caballería, se lo presenta como cliente del barbero Basilio, quien afeita a
Don Quijote acompañado por su novia –Kitri-.
En ese momento, aparece Cupido, quien
arroja una flecha al corazón de Don Quijote y se enamora de Kitri, a quien confunde con Dulcinea del Toboso. De esta manera,
quien es neófito en materia de ballet puede comprender mejor por qué Don
Quijote cree que Kitri es Dulcinea.
Las actuaciones de Igor Gopkalo y de Roberto Zarza -como Don Quijote y Sancho Panza, respectivamente- han sido
excepcionales, ya que son dos bailarines de carácter y excelentes actores, que
deleitaron al público con sus intervenciones desde el prólogo de la obra.
Con respecto de la presente
coreografía, Vassiliev realizó numerosas modificaciones, pero respetó la
original de Maruis Petipa en el célebre Pas
de Deux que corona las bodas de Kitri
y Basilio en el 3° Acto del
ballet. Por otra parte, incorpora la de Kasyan Goleizovsky en el baile de la Gitana del 2° Acto, donde se vio a una sobresaliente Natalia Pelayo
en la interpretación de dicho rol. Vestida en color rojo fuego, interpretó
dicha danza de manera sublime y recibió una ovación por parte del numeroso
público presente. Sí se notó la imposición de la disciplina en las escenas de
conjunto y en los trucos y piruetas ofrecidos por la pareja protagónica, que
merecen un comentario aparte. Hubo muy destacadas actuaciones de Ludmila
Galaverna y Camila Bocca en las escenas
del 1° y del 3° Acto, donde ofrecieron las variaciones de las amigas de Kitri y previas al Pas de Deux final, respectivamente. También se lució Paula Cassano
en su interpretación de la Reina de las
Dríadas, mientras que Georgina Giovannoni se destacó en el rol de Cupido. Los cuadros de las escenas de
conjunto estuvieron muy bien logrados –sobre todo, la entrada de los toreros en
el 1° Acto y el Fandango del 3° Acto en la taberna-. Ayelén Sánchez estuvo muy
correcta en su rol como Mercedes,
pero no brilló en el escenario como en otras ocasiones. En cambio, sí lo hizo
Gerardo Wyss en el rol del torero Espada,
quien supo conjugar con gran destreza y precisión las escenas de uso del capote
con las piruetas, developées y solages que
exige la coreografía. Lo mismo sucedió con Maximiliano Cuadra en el rol de Camacho, donde debe interpretar un
personaje ridículo y amanerado-lo cual es tremendamente difícil desde el punto
de vista actoral-, pero supo hacerlo con holgura.
¿Qué se puede decir de la pareja
protagónica?... El mexicano Isaac Hernández sorprendió al público argentino con
su ductilidad, virtuosismo y maestría. No sólo posee una técnica perfecta, sino
que además, ejecutó piruetas difíciles de sostener con una precisión absoluta y
con una plasticidad que, por momentos, hizo recordar a muchos de los allí
presentes a Julio Bocca en sus comienzos. Ni hablar de sus Solage y su developée en
el Pas de Deux del 3° Acto, que
fueron impecables. Por algo demostró que es el Primer Bailarín del English National Ballet y el que
Vassiliev eligió para interpretar sus principales coreografías. Margarita
Shrainer también demostró por qué es una de las principales solistas del Teatro
Bolshoi de Moscú. Alumna de la gran Nadiezhda Pavlova, posee una técnica
perfecta, una gran ductilidad y plasticidad y, por sobre todas las cosas, un souplée y un cambré admirables. Se desempeñó con gracia y soltura escénica desde
el inicio del 1° Acto, donde hace su entrada y formó junto a Isaac Hernández
una pareja protagónica excelente. Esto se comprobó en su flute del 3° Acto, donde utilizó el abanico en su variación del Pas de Deux final, donde hubo perfecta
coordinación de movimientos y un panchée impecable,
al igual que su developée final. Con
respecto de este último ítem, respondió perfectamente ante la aceleración de la
orquesta por parte de Carlos Vieu, lo que produjo el éxtasis total hacia el
final de la función. La Filarmónica tuvo una destacadísima actuación de la mano
de Vieu, quien la dirigió de forma brillante. (A esta altura de las
circunstancias, se puede decir que esta obra
es un caballito de batalla de la Filarmónica, ya que a lo largo de los
años, sus integrantes la ejecutaron infinita cantidad de veces).
Luego del cierre del telón –y a modo
de las grandes producciones de Broadway-, la orquesta siguió tocando para la
presentación final de todo el elenco, hasta que Vieu hizo su aparición de la
mano de Margarita Shrainer, lo que produjo una ovación del público. Pero a
diferencia de otras funciones, Vladimir
Vassiliev no hizo su aparición sobre el escenario que tantas veces lo vio
bailar y lo consagró. Quizás, a una le hubiera gustado que así fuera, pero como
toda estrella, probablemente decidió dejar de lado su protagonismo como
coreógrafo para dar lugar a que las nuevas estrellas del ballet brillen con luz propia. Sí se puede decir que
encandilaron al público con su luz e hicieron brillar al caballero de la triste
figura en una apertura digna del Colón, que no se veía desde hacía bastante
tiempo.
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