Excelente recital de Pavel Kowalski y el Cuarteto
Petrus en el Festival KONEX
CON ALMA Y VIDA SOBRE EL TECLADO Y
LAS CUERDAS
Martha CORA ELISEHT
El pasado miércoles 24 del corriente tuvo lugar la
segunda función de Gala del Festival de Música Clásica 2019 en la Gran Sala del
Centro Cultural KONEX, que contó con el auspicio de la Embajada de Polonia en
Buenos Aires, ya que se presentó el pianista de dicha nacionalidad Pawel
Kowalski, quien ofreció un recital como solista durante la primera parte del
concierto y que además, actuó como pianista acompañante junto al Cuarteto
Petrus (integrado por los violinistas Pablo Saraví y Hernán Briático, el
violista Adrián Felizia y la cellista Gloria Pankaeva), interpretando el Quinteto para piano y cuerdas en Fa menor,
Op.34 de Johannes Brahms.
La crítica europea en general y la de su país en
particular consideraron a Pawel Kowalski como uno de los pianistas más
versátiles de su generación. Independientemente
de su formación en la Academia Frederik Chopin de Varsovia y en la Hochschule
für Musik de Köln, es un pianista de cualidades excepcionales. Dueño de una
digitación más que prodigiosa y de una excelente pulsación, sus
interpretaciones de Chopin fueron magistrales, con un sonido puro, diáfano y
majestuoso. Sus arabescos, arpegios y trinos fueron de una perfección absoluta
y el público enloqueció ante su genial interpretación del célebre Vals en Re bemol mayor, Op.64, nª 1 (más
conocido como “Vals del Minuto”). Su
recital como solista se inició con el Nocturno
en Si bemol mayor, Op.16, nª 4 de Jan Paderewski (1860-1941), donde ofreció
una versión luminosa de este gran compositor y pianista polaco, que tuvo –casualmente-el
privilegio de ser el mejor intérprete de Chopin en su época.
Seguidamente, Kowalski ofreció las siguientes obras de
Frederik Chopin (1810-1849): el Nocturno
en Fa sostenido mayor, Op.15, nª2; la
célebre Fantasía Impromptu, Op.66
–donde sorprendió al público con su técnica prodigiosa y la versatilidad de su
interpretación-; el celebérrimo Vals en
Do sostenido menor, Op.64, nª2 –ofreciendo una versión brillante del
romanticismo chopiniano-; el mencionado Vals
del Minuto, seguido de una selección de Mazurkas:
la Mazurka en Si bemol mayor, Op.7, nª1;
en Fa menor, Op.7, nª3; en Mi menor, Op.41, nª2;en Re mayor, Op.33, nª2 y en Do
sostenido menor, Op.63, nª3. Luego de las mismas, el público estalló en aplausos y permitió que este gran
pianista polaco ofreciera lo mejor de la noche: una magistral y majestuosa
interpretación del más famoso de los Estudios
que Chopin compuso bajo el título de Op.10:
el nª 12 (conocido universalmente
como “Estudio Revolucionario”). Sin
lugar a dudas, el alma y el espíritu nacionalista de Chopin brillaron con
tenacidad y firmeza sobre el teclado, logrando un deleite para los oídos de los
allí presentes. Finalmente, se retiró ovacionado luego de cerrar su recital con
la Balada nª 4 en Fa menor, Op.52. Si
bien esta pieza no posee la fuerza y el dramatismo de la Polonesa Heroica, es una obra que está íntimamente ligada a la
misma, ya que su tema principal – a mezzo
voce- semeja una improvisación sobre la misma.
Tras un breve intervalo, Kowalski se presentó junto a los
integrantes del Cuarteto Petrus para ofrecer el mencionado Quinteto para piano y cuerdas de Brahms. Basado en su homónimo Op.44 de Robert Schumann, Brahms compuso
esta obra en 1862 y, posteriormente, su autor realizó una transcripción para
dos pianos. Pero finalmente adoptó su forma original de quinteto y fue
estrenada en 1864. Posee cuatro movimientos (Allegro
non troppo; Andante, un poco Adagio; Scherzo. Allegro y Finale: poco sostenuto- Allegro non troppo-
Presto, non troppo), que fueron ejecutados con precisión, solemnidad y un
enfoque netamente romántico –acorde a las características de la música del
genio de Hamburgo- . Mediante el intercambio de miradas cómplices, los músicos
marcaron correctamente sus entradas e interpretaron sus solos con maestría y
una impecable calidad sonora. Excelente intervención de Pablo Saraví al marcar
el comienzo del scherzo y el rondó del movimiento final, seguido por
un muy buen contrapunto de Gloria Pankaeva en cello y de Adrián Felizia en
viola. Naturalmente, Kowalski acompañó sin opacar a los demás instrumentos de
cuerda -que estuvieron amplificados con micrófono, dadas las características de
la sala-. El público ovacionó a todos
los integrantes hasta tal punto, que tuvieron que repetir el último movimiento
del mencionado quinteto.
Sin dudas, el lema del Festival se hizo presente en la
Gran Sala del KONEX, donde tanto el alma polaca de Frederik Chopin como el
romanticismo alemán de Brahms estuvieron presentes sobre el escenario, donde
los músicos tocaron con alma y vida sobre las cuerdas y el teclado. Ojalá que
se repita pronto y que podamos apreciar a estos excepcionales artistas sobre
los mayores escenarios del país.
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